sábado, 14 de enero de 2017

Los Martires Cristeros


Los Mártires de Tabasco


Por el relato vivido y detallado del Lic. D. Salvador Abascal, que con su permiso voy a insertar en seguida en estas páginas, podrán darse cuenta mis lectores de la espantosa situación en que se debatía aquella entidad de nuestra nación, en los años fatales de la persecución callista; situación que a pesar de los arreglos o modus vivendi concertado por los representantes de la Iglesia con el gobierno, se continuó en ella todavía por largos años, merced al tiranuelo gobernante del estado, el tristemente célebre Garrido Canabal y sus cedes. Durante este largo período de diez años, sobresale entre los heroicos católicos tabasqueños el joven Gabriel García, a quien puede aplicarse el honroso título de "mártir del Apostolado de la Oración" porque sus actividades de católico seglar, propagandista de la Asociación del Apostolado, para suplir de algún modo la absoluta falta de los ministerios sacerdotales, fue precisamente la causa, el motivo alegado por sus perseguidores para su glorioso martirio.

He aquí cómo describe Abascal el caos de Tabasco en aquella época:

 El general Plutarco Elías Calles dio en feudo el estado de Tabasco a Tomás Garrido Canabal, desde el año de 1925. Garrido lo conservó en absoluta propiedad hasta 1936, año en que el Presidente Cárdenas se libró de Calles y —obligado por la opinión pública— desterró a Garrido a Costa Rica. Garrido Canabal hizo presa en Tabasco, desgarrándole hasta las entrañas. Garrido fue el amo único. Para asegurar y justificar su do minio, quiso también ser dueño de las conciencias. ¡Y entró en batalla con Dios! Prohibió que se pronunciara su nombre, si no era fiara blasfemar de Él. Prohibió mediante el Congreso Local, el 28 de febrero de 1925, que los sacerdotes católicos ejercieran su Ministerio, si no reunían los siguientes requisitos: I.—Ser tabasqueño o mexicano por nacimiento con cinco años de residencia en el estado. 11. —Ser mayor de 40 años. III. —Haber cursado los estudios primarios y preparatorios en escuelas oficiales. IV. —Ser de buenos antecedentes de moralidad (¿?). V. —Ser casado. VI. —No haber estado ni estar sujeto a proceso alguno". Ningún sacerdote aceptó tan sacrílegas y descabelladas exigencias, y Garrido los persiguió a muerte. Tabasco quedó abandonado. Solamente el padre Macario Fernández Aguado, michoacano, resistió en terreno tabasqueño la persecución garridista, pero siempre en el monte, a salto de mata, porque en cualquier ciudad del estado hubiera sido descubierto y asesinado. Los asesinatos, las violaciones de los hogares, las profanaciones y destrucción de las imágenes y de los templos y mil vejaciones más, inspiradas por una fantasía satánica, fueron el pan de cada día por más de diez años. En todo Tabasco no quedaron en pie más que un templo, el de Cunduacán, población de segundo orden, profanado y convertido en cuartel, y tres capillas, perdidas en el monte. El pueblo, impotente, sin medios de lucha, sin adalides, y, sobre todo, castigado y humillado por Dios, guardó la Fe en el corazón, y en escondites inverosímiles unas cuantas imágenes que logró escaparan, sin que hiciera nunca ni la más pequeña manifestación externa de catolicismo. El tirano castigaba cruelmente hasta el simple saludo de Adiós. Reinó el terror hasta la caída de Garrido en 1936. Entonces se le dio al pueblo un desahogo: ¡Se le permitió tener imágenes y rezar, en pequeños grupos, en los hogares! Tan acostumbrado estaba todo el mundo al fanatismo garridista que esa '"concesión" se tuvo como un gran favor del gobierno. Todavía en abril de 1938 era muy rara la persona que en Villahermosa se atreviera a pensar siquiera en la reanudación de los cultos. ¡Y hacía 13 años que no había ni un solo sacerdote en la capital del Estado! El criterio general, arraigado en todos los cerebros, era que aun para entrar como simple particular a la ciudad un sacerdote, se necesitaba un permiso expreso y especialísimo del gobierno. En Villahermosa, Atasta y Tamulté, las tres poblaciones centrales del estado, con treinta o treinta y cinco mil almas en total, se contaban también por millares los sin bautizo y tos amancebados. Ya era urgente la Reconquista por Cristo.

Fue en medio de esta situación cuando aparece ornada con la aureola del apóstol la figura del joven Gabriel García. Nació Gabriel en el pueblo de San Carlos hoy Epigmenio Antonio, municipio de Macuspana, en el estado de Tabasco, el 18 de marzo de 1906. Desde niño mostró su piedad adornando con flores y cuidando con gran esmero, un altarcito que tenía su padre, Genaro García, altar en que lucían las imágenes del Sagrado Corazón y de Nuestra Señora de Guadalupe. Como tenía que trabajar en el campo, no tuvo oportunidad para ir a la escuela, pero deseando muchísimo aprender a leer, consiguió que por la noche, sus hermanos le enseñaran. Su ansia de saber leer, era para poder por sí mismo leer los libros que su padre tenía, y eran estos libros no novelas ni libros malos, sino el Catecismo de Ripalda, que luego aprendió de memoria: el Tesoro del Pueblo; la Teología Popular del P. Morell; la Preparación para la Muerte de San Ligorio; la Imitación de la Santísima Virgen; el Tesoro Escondido; la Historia Sagrada y otros libros por el estilo, teniendo Gabriel dos libros favoritos: La Meditación de la Pasión, del P. Granada, y la vida de San Ignacio de Loyola. Esta última tenía la vida de San Ignacio en verso, y Gabriel se aprendió esos versos de memoria, meditando diariamente la Pasión de Nuestro Señor, costumbre que le duró toda su vida.

La ocupación ordinaria de Gabriel era cuidar de los animales del ranchito de su padre, durante el día y al regresar a casa, le mandaban que fuera a despachar en el tendejón que la familia tenía en el pueblo. Por la noche a la luz de una vela de sebo, Gabriel se ponía a leer sus libros religiosos. Cuando llegó a los quince años, ya "bien auto instruido", se propuso ir enseñando a otros la Religión, para lo cual, en los ratos que tenía, reunía otros muchachos y después de leerles algunos párrafos del libro escogido, se los explicaba. Estas explicaciones tuvieron por resultado que Gabriel fuera adquiriendo gran facilidad para hablar en público de materias religiosas. Así pasó Gabriel su niñez. Al llegar a los veinte años necesitó ir a Villahermosa, donde tuvo la fortuna de conocer a Leonardita Sastré de Ruiz, activísima y piadosísima señora celadora del Apostolado. Esta después de instruirle en lo que era el Apostolado de la Oración, le dio diplomas, hojitas.  Mensajeros y otros folletos relativos al mismo Apostolado, asegurándole que Dios lo quería para propagar en Tabasco el Apostolado de la Oración", medio por el cual se honraba al Sacratísimo Corazón de Jesús. Gabriel tomó las palabras de Leonardita como muestra de la voluntad de Dios y, desde aquel día hasta su muerte, se dedicó en cuerpo y alma a la propagación del Apostolado, en las regiones donde no había sacerdotes.

Las vísperas de los viernes primeros, eran de grandísima ocupación para Gabriel, pues venían cientos de personas de "las Riberas" (de los ríos), para pasar la noche en oración, honrando al Corazón Sacratísimo de Jesús, haciendo "horas santas", ya que no podían tener misa ni recibir la Sagrada Comunión. Estas horas santas consistían en el rezo del Rosario, lectura de la Pasión por el P. Granada, y explicación de ésta por Gabriel. De hora en hora se iban turnando los grupos y Gabriel pasaba la noche, sin dormir, rezando y haciendo sus lecturas y explicaciones. La persecución de Garrido, aun ausente él en México, continuaba, y sus secuaces queriendo hacer méritos proseguían persiguiendo a los fieles, que en sus casas hacían sus devociones. Las horas santas organizadas por Gabriel, no pudieron menos de llamar la atención del gobernador Ausencio Cruz, sucesor de Garrido, y mandó procesar al joven por oficiar carácter sacerdocio; así dice el documento oficial que transcribo: Estados Unidos Mexicanos. —Telégrafos Nacionales.—Macuspana, Tab. No. 40.—México, D. F., 27 de diciembre de 1928.—S. J. C. Ro.—139 W 34.00 off D 20.55. Tomás Arias Reyes demás firmantes. S.P.L. 1592.

Referencia a mi anterior 24 actual transcríboles el que antier dirigióse de capital ese estado: "Sec. Gobernación. Suyo relativo queja presentó Tomás Arias. Tengo honor informar a esa Superioridad que efectivamente señor Gabriel García fue amonestado hace algunos días por Autoridad Municipal Macuspana, en virtud estar contraviniendo Constitución General República al oficiar carácter sacerdocio. Más tarde, como continuara infringiendo citada ley, fue consignado al C. Agente del Ministerio Público Federal, quien está conociendo del caso. Con motivo cargos hechos a autoridades municipales, permítome hacer su conocimiento no ser ciertos, puesto que empleados refiérense quejosos son filiación revolucionaria bien definida, y únicamente son armas de que válese tinterillo está patrocinando referido García, ocasionando con esto alterar el orden que siempre ha existido en pueblo Epigmenio Antonio. Gobernador Constitucional Ausencio Cruz. Afectuosamente. Presidente República E. Portes Gil. 9-27".

Este "oficiar carácter sacerdocio" no era otra cosa que las lecturas y explicaciones que hacía Gabriel, y el ir inscribiendo e instruyendo en las obligaciones del Apostolado, a infinidad de tabasqueños. Al fin Gabriel, a quien llamaban Ángel para despistar, fue denunciado y atado de pies y manos, embarcado para Villahermosa donde debían juzgarlo.  Pero los esbirros del leguleyo Garrido, tenían órdenes de no llevar a Gabriel a la capital, sino "tasajearlo" (desgarrarlo, achurado despedazado) en una de las riberas. El benemérito Apóstol de Tabasco, P. Aguado, quien permaneció en aquel estado, a pesar de ser constantemente perseguido, estaba oculto en un jacal a la orilla del río, y al ver pasar la lancha que llevaba a Gabriel, le dio la absolución. . .Después de esto, aquella noche, víspera del viernes primero de octubre de 1930, mientras los grupos organizados por Gabriel en varios pueblos hacían sus horas santas, rogando a Dios por su Apóstol, éste fue "tasajeado" por los agentes de Garrido, y los ensangrentados restos echados al río. Al día siguiente, Severo García, hermano de Gabriel, fue al lugar llamado El Tigre, donde habían despedazado a su hermano, y encontrando sólo el ensangrentado suelo donde había muerto, tomando aquella misma tierra regada con la sangre del mártir, la fue a enterrar religiosamente en otro sitio.

Esa sangre del mártir no fue infructuosa.

Los tabasqueños ayudados por sus hermanos mexicanos de otras entidades de la República, se sintieron movidos interiormente para hacer una verdadera reconquista para Cristo Rey del infortunado estado. Tendría que haber otros mártires. Eso se preveía, pero no había de ser obstáculo, sino antes aliciente para la generosa empresa, que nos va a relatar sumariamente el Lic. Abascal, actor y testigo de los sucesos. Los preparativos de la Reconquista de Tabasco. "El 16 de marzo de 1938 llegó a Villahermosa el que esto escribe con el propósito de fundar allí el primer centro organizador del Sinarquismo en Tabasco. La Unión Nacional Sinarquista había sido fundada el 23 de mayo del año anterior, en León, y era todavía totalmente desconocida en la mayor parte del país. En un rapidísimo viaje anterior a Villahermosa ya había trabado conocimiento con Víctor Ascencio García y sus familiares, gente sencilla y de fe arraigadísima. Esta vez se iban ya a iniciar los trabajos de organización. Pero al estar hablando con dicho señor y una hermana suya y otra señora, en una casa de Tamulté, y darse mejor cuenta de que el principal problema de Tabasco era el de la absoluta falta de libertad religiosa, sintió de pronto un ansia vivísima y luego la firme resolución de conquistar esa libertad, costara lo que costara. Preguntó a sus interlocutores si había alguna región campesina que pudiera dar un buen contingente para invadir Villahermosa.  Le dijeron que sí, que los campesinos de los alrededores, no habían sido dañados en su fe sino fortalecidos por la persecución de Garrido; que esto se debía seguramente a la profunda labor del santo obispo Castellanos, que en cada ranchería dio varias veces ejercicios espirituales de una semana a los campesinos. Dios fue quien encendió nuestros anhelos y dirigió todos nuestros pensamientos y cada uno de nuestros pasos. El Espíritu de Dios se apoderó de nosotros. El 19 de marzo, día de Señor San José, después de comulgar en territorio de Chiapas, se escogió en definitiva el 12 de mayo, por ser fecha mañana por excelencia y en recuerdo del 12 de mayo de 1921, día en que cayeron en Morelia los primeros mártires de México, por amor a nuestra Reina. Los preparativos fueron sencillos y rápidos: juntas secretas o semisecretas en las rancherías más católicas y relativamente próximas a Villahermosa, incendiándolas de amor a la libertad religiosa y dejándoles jefes y casi todas las instrucciones, menos la fecha del movimiento, la cual se les comunicaría con poca anticipación : impresión de una proclama en Veracruz y en Villahermosa, para repartirla por todo Tabasco, llamándolo a la lucha; aviso a México, para que en el momento necesario nos apoyaran disciplinadamente los católicos de la República entera; petición de que cinco señoritas de Córdoba, Veracruz, verdaderas misioneras, se trasladaran a Tabasco, lo que hicieron llegando a Villahermosa el 9 de mayo en la noche, dispuestas a correr mil peligros, y una gran Fe en constante ejercicio. Las señoritas Villaseñor, morelianas, fueron también valiosas auxiliares. Hacía meses que prestaban sus servicios en las rancherías. En lo económico la penuria era absoluta. Pero Dios proveería.

El movimiento del 12 de mayo.

En la tarde del miércoles 11 de mayo de 1938 entraron a Tamulté de las Barrancas, pequeña ciudad distante una legua de Villahermosa, más de quinientos campesinos, que llevaban la orden de dormir ahí para pasar a las 6 de la mañana del 12 a la capital. Otros muchos campesinos entraron a ésta el mismo día 11 por distintos rumbos y en grupos insignificantes. Pero al saberse, a las 6.30 p.m., que la gendarmería había querido detener a aquellos 500 hombres, procedentes de las riberas del Mescalapa, y que en todos los pasos de los caudalosos ríos que aprisionan a Villahermosa había también gendarmería, se dio la orden de que dicha columna entrara desde luego a Villahermosa. Obedecieron militarmente: llegaron a las goteras de la capital a las 9 de la noche, permanecieron cerca del camposanto como una hora, y a las 10.30 descansaban ya en los portales de la calle Madero, en el corazón de la ciudad. Una multitud, procedente de una región denominada la Chontalpa, había tenido que devolverse de Tierra Colorada, paso de un río, a dos horas de Villahermosa. Se dispersó en las rancherías de la ribera, mientras se abría el paso hacia la capital o se encontraba otro que no estuviera custodiado. A las 7 de la noche salieron de Villahermosa a caballo el que esto escribe y un guía, al encuentro de la Chontalpa. Pasaron en medio de los gendarmes, en Tierra Colorada, sin ser molestados. Ya al otro lado del río (el Carrizal) fueron viendo en cada choza pequeños y grandes grupos de campesinos. Se reconocían con los nuestros al grito de ¡Viva Cristo Rey!; y entonces se les daban a los campesinos instrucciones claras y rápidas, para que esa misma noche o en la madrugada pudieran entrar a la ciudad. En ese recorrido se pasaron más de dos horas. Entraron a Tamulté de las Barrancas nuestros dos hombres a las 10 en punto de la noche. Una hora después emprendió la marcha hacia la capital, desde Tamulté, un grupo no mayor de 20 personas, que habían sido congregadas a duras penas al toque de un tambor de la Chontalpa. Al frente llevaban un pabellón nacional, hermosísimo, enorme y con la Imagen de la Virgen Santísima de Guadalupe en el color blanco.


A tambor batiente pasaron por Atasta, congregando gente al grito de ¡Viva Cristo Rey!, ¡Viva la Santísima Virgen de Guadalupe! y explicando rápidamente a los azorados vecinos de qué se trataba. Al llegar a Villahermosa, serían ya como cuatrocientas almas, entre hombres, mujeres y niños. Apenas habían recorrido dos cuadras dentro de la ciudad, cuando vieron venir a más de mil hombres, con otro gran tambor al frente. Resonó un grito de triunfo de todos los pechos. Eran las 12 de la noche. Empezaba el glorioso día 12 de mayo. La Virgen Santísima quiso tomarse su día desde el primer instante. Ya en multitud compacta, una cordobesa arengó a los católicos, felicitándolos por estar resueltos a morir antes que abandonar la empresa de reconquistar la libertad religiosa. Y resonó el grito unánime de ¡Viva Cristo Rey! Un orador dirigió inmediatamente a la multitud hacia el telégrafo, para avisar al señor Presidente de la República el objeto de la reunión de los campesinos y la arbitrariedad del gobierno de cerrar los pasos de los ríos. Pero, por ser ya las 2 de la madrugada o por temor, el telégrafo no admitió ningún mensaje. El mismo orador arengó entonces al pueblo y lo lanzó hacia la casa del Secretario General de Gobierno, en funciones de Gobernador Interino por ausencia del Constitucional. El soldado que custodiaba la casa informó que el señor gobernador estaba en palacio. Se despachó sin tardanza a palacio una comisión, quedándose el grueso de la gente cantando himnos, gritando vivas y escuchando arengas que la excitaban a reconquistar la libertad sin derramar una gota de sangre, pero sin ceder ni a los caprichos, ni a la violencia, ni a las simples promesas. La comisión que fue a palacio volvió diciendo que el gobernador andaba de paseo. Pero el señor gobernador estaba en su cama oyendo los discursos y los himnos y los constantes vítores al Señor de cielos y tierra. En aquellos momentos el jefe del pueblo dijo que si el gobernador abandonaba su puesto, no se le necesitaba para nada; que fuera ocupado desde luego el lugar en que había estado el templo de la Concepción, destruido por Garrido. Está ubicado a espaldas del Palacio Municipal, a una cuadra de la plaza principal. De ese templo no quedaba más que la pared del fondo y una parte de las dos paredes laterales: cosa de cinco metros, lo correspondiente al presbiterio. Y sin techo. Hacia ese lugar se encaminó el pueblo. Su entusiasmo fue indescriptible cuando las dos cordobesas que habían llevado siempre el pabellón patrioguadalupano lo entronizaron en el sitio en que sería levantado el nuevo altar mayor de la Concepción. Alguien arengó a la multitud y luego la invitó a rezar el rosario. Era la una y quince minutos de la madrugada.  Nadie durmió, de felicidad. Amaneció el día 12 y todavía se cantaban alabanzas a la Santísima Virgen de Guadalupe y mañanitas y todo lo que el ansia de libertad religiosa le dicta a un pueblo cuando de improviso sacude un yugo de muchos años. El jefe del pueblo habló en la madrugada del 12, a eso de las 2. Con el jefe de las operaciones militares, obsequiando los deseos de éste; y, por la mediación de dicho señor, habló poco después con el Gobernador Interino del Estado, quien le exigió que se retiraran inmediatamente los campesinos y que por los conductos "legales" acostumbrados gestionáramos la reanudación de cultos, dejando para esto una comisión de cinco personas, cuando más, en Villahermosa, y enviando otra comisión a México. El representante del pueblo contestó que los campesinos no se retirarían sino después de haber conquistado la libertad religiosa de una manera absoluta, sin papeleos ni esperas.

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