Los
Mártires de Tabasco
Por
el relato vivido y detallado del Lic. D. Salvador Abascal, que con su permiso
voy a insertar en seguida en estas páginas, podrán darse cuenta mis lectores de
la espantosa situación en que se debatía aquella entidad de nuestra nación, en
los años fatales de la persecución callista; situación que a pesar de los
arreglos o modus vivendi concertado por los representantes de la Iglesia con el
gobierno, se continuó en ella todavía por largos años, merced al tiranuelo
gobernante del estado, el tristemente célebre Garrido Canabal y sus cedes. Durante
este largo período de diez años, sobresale entre los heroicos católicos
tabasqueños el joven Gabriel García, a quien puede aplicarse el honroso título
de "mártir del Apostolado de la Oración" porque sus actividades de
católico seglar, propagandista de la Asociación del Apostolado, para suplir de
algún modo la absoluta falta de los ministerios sacerdotales, fue precisamente
la causa, el motivo alegado por sus perseguidores para su glorioso martirio.
He aquí cómo describe
Abascal el caos de Tabasco en aquella época:
El
general Plutarco Elías Calles dio en feudo el estado de Tabasco a Tomás Garrido
Canabal, desde el año de 1925. Garrido lo conservó en absoluta propiedad hasta
1936, año en que el Presidente Cárdenas se libró de Calles y —obligado por la
opinión pública— desterró a Garrido a Costa Rica. Garrido Canabal hizo presa en
Tabasco, desgarrándole hasta las entrañas. Garrido fue el amo único. Para
asegurar y justificar su do minio, quiso también ser dueño de las conciencias.
¡Y entró en batalla con Dios! Prohibió que se pronunciara su nombre, si no era
fiara blasfemar de Él. Prohibió mediante el Congreso Local, el 28 de febrero de
1925, que los sacerdotes católicos ejercieran su Ministerio, si no reunían los
siguientes requisitos: I.—Ser tabasqueño o mexicano por nacimiento con cinco
años de residencia en el estado. 11. —Ser mayor de 40 años. III. —Haber cursado
los estudios primarios y preparatorios en escuelas oficiales. IV. —Ser de buenos
antecedentes de moralidad (¿?). V. —Ser casado. VI. —No haber estado ni estar
sujeto a proceso alguno". Ningún sacerdote aceptó tan sacrílegas y
descabelladas exigencias, y Garrido los persiguió a muerte. Tabasco quedó
abandonado. Solamente el padre Macario Fernández Aguado, michoacano, resistió
en terreno tabasqueño la persecución garridista, pero siempre en el monte, a
salto de mata, porque en cualquier ciudad del estado hubiera sido descubierto y
asesinado. Los asesinatos, las violaciones de los hogares, las profanaciones y
destrucción de las imágenes y de los templos y mil vejaciones más, inspiradas
por una fantasía satánica, fueron el pan de cada día por más de diez años. En
todo Tabasco no quedaron en pie más que un templo, el de Cunduacán, población
de segundo orden, profanado y convertido en cuartel, y tres capillas, perdidas
en el monte. El pueblo, impotente, sin medios de
lucha, sin adalides, y, sobre todo, castigado y humillado por Dios, guardó la
Fe en el corazón, y en escondites inverosímiles unas cuantas imágenes que logró
escaparan, sin que hiciera nunca ni la más pequeña manifestación externa de
catolicismo. El tirano castigaba cruelmente hasta el simple saludo de Adiós. Reinó
el terror hasta la caída de Garrido en 1936. Entonces se le dio al pueblo un
desahogo: ¡Se le permitió tener imágenes y rezar, en pequeños grupos, en los
hogares! Tan acostumbrado estaba todo el mundo al fanatismo garridista que esa
'"concesión" se tuvo como un gran favor del gobierno. Todavía en
abril de 1938 era muy rara la persona que en Villahermosa se atreviera a pensar
siquiera en la reanudación de los cultos. ¡Y hacía 13 años que no había ni un
solo sacerdote en la capital del Estado! El criterio general, arraigado en todos
los cerebros, era que aun para entrar como simple particular a la ciudad un
sacerdote, se necesitaba un permiso expreso y especialísimo del gobierno. En
Villahermosa, Atasta y Tamulté, las tres poblaciones centrales del estado, con
treinta o treinta y cinco mil almas en total, se contaban también por millares
los sin bautizo y tos amancebados. Ya era urgente la Reconquista por Cristo.
Fue
en medio de esta situación cuando aparece ornada con la aureola del apóstol la
figura del joven Gabriel García. Nació Gabriel en el pueblo de San Carlos hoy
Epigmenio Antonio, municipio de Macuspana, en el estado de Tabasco, el 18 de
marzo de 1906. Desde niño mostró su piedad adornando con flores y cuidando con
gran esmero, un altarcito que tenía su padre, Genaro García, altar en que
lucían las imágenes del Sagrado Corazón y de Nuestra Señora de Guadalupe. Como tenía
que trabajar en el campo, no tuvo oportunidad para ir a la escuela, pero
deseando muchísimo aprender a leer, consiguió que por la noche, sus hermanos le
enseñaran. Su ansia de saber leer, era para poder por sí mismo leer los libros
que su padre tenía, y eran estos libros no novelas ni libros malos, sino el
Catecismo de Ripalda, que luego aprendió de memoria: el Tesoro del Pueblo; la
Teología Popular del P. Morell; la Preparación para la Muerte de San Ligorio;
la Imitación de la Santísima Virgen; el Tesoro Escondido; la Historia Sagrada y
otros libros por el estilo, teniendo Gabriel dos libros favoritos: La
Meditación de la Pasión, del P. Granada, y la vida de San Ignacio de Loyola.
Esta última tenía la vida de San Ignacio en verso, y Gabriel se aprendió esos
versos de memoria, meditando diariamente la Pasión de Nuestro Señor, costumbre
que le duró toda su vida.
La
ocupación ordinaria de Gabriel era cuidar de los animales del ranchito de su
padre, durante el día y al regresar a casa, le mandaban que fuera a despachar
en el tendejón que la familia tenía en el pueblo. Por la noche a la luz de una
vela de sebo, Gabriel se ponía a leer sus libros religiosos. Cuando llegó a los
quince años, ya "bien auto instruido", se propuso ir enseñando a
otros la Religión, para lo cual, en los ratos que tenía, reunía otros muchachos
y después de leerles algunos párrafos del libro escogido, se los explicaba.
Estas explicaciones tuvieron por resultado que Gabriel fuera adquiriendo gran
facilidad para hablar en público de materias religiosas. Así pasó Gabriel su
niñez. Al llegar a los veinte años necesitó ir a Villahermosa, donde tuvo la
fortuna de conocer a Leonardita Sastré de Ruiz, activísima y piadosísima señora
celadora del Apostolado. Esta después de instruirle en lo que era el Apostolado
de la Oración, le dio diplomas, hojitas. Mensajeros y otros folletos relativos al mismo
Apostolado, asegurándole que Dios lo quería para propagar en Tabasco el
Apostolado de la Oración", medio por el cual se honraba al Sacratísimo
Corazón de Jesús. Gabriel tomó las palabras de Leonardita como muestra de la
voluntad de Dios y, desde aquel día hasta su muerte, se dedicó en cuerpo y alma
a la propagación del Apostolado, en las regiones donde no había sacerdotes.
Las
vísperas de los viernes primeros, eran de grandísima ocupación para Gabriel,
pues venían cientos de personas de "las Riberas" (de los ríos), para
pasar la noche en oración, honrando al Corazón Sacratísimo de Jesús, haciendo
"horas santas", ya que no podían tener misa ni recibir la Sagrada Comunión.
Estas horas santas consistían en el rezo del Rosario, lectura de la Pasión por
el P. Granada, y explicación de ésta por Gabriel. De hora en hora se iban
turnando los grupos y Gabriel pasaba la noche, sin dormir, rezando y haciendo
sus lecturas y explicaciones. La persecución de Garrido, aun ausente él en
México, continuaba, y sus secuaces queriendo hacer méritos proseguían
persiguiendo a los fieles, que en sus casas hacían sus devociones. Las horas
santas organizadas por Gabriel, no pudieron menos de llamar la atención del
gobernador Ausencio Cruz, sucesor de Garrido, y mandó procesar al joven por
oficiar carácter sacerdocio; así dice el documento oficial que transcribo: Estados
Unidos Mexicanos. —Telégrafos Nacionales.—Macuspana, Tab. No. 40.—México, D.
F., 27 de diciembre de 1928.—S. J. C. Ro.—139 W 34.00 off D 20.55. Tomás Arias
Reyes demás firmantes. S.P.L. 1592.
Referencia a mi anterior 24 actual
transcríboles el que antier dirigióse de capital ese estado: "Sec.
Gobernación. Suyo relativo queja presentó Tomás Arias. Tengo honor informar a
esa Superioridad que efectivamente señor Gabriel García fue amonestado hace algunos
días por Autoridad Municipal Macuspana, en virtud estar contraviniendo
Constitución General República al oficiar carácter sacerdocio. Más tarde, como
continuara infringiendo citada ley, fue consignado al C. Agente del Ministerio
Público Federal, quien está conociendo del caso. Con motivo cargos hechos a
autoridades municipales, permítome hacer su conocimiento no ser ciertos, puesto
que empleados refiérense quejosos son filiación revolucionaria bien definida, y
únicamente son armas de que válese tinterillo está patrocinando referido
García, ocasionando con esto alterar el orden que siempre ha existido en pueblo
Epigmenio Antonio. Gobernador Constitucional Ausencio Cruz. Afectuosamente. Presidente
República E. Portes Gil. 9-27".
Este
"oficiar carácter sacerdocio" no era otra cosa que las lecturas y explicaciones
que hacía Gabriel, y el ir inscribiendo e instruyendo en las obligaciones del
Apostolado, a infinidad de tabasqueños. Al fin Gabriel, a quien llamaban Ángel
para despistar, fue denunciado y atado de pies y manos, embarcado para
Villahermosa donde debían juzgarlo. Pero
los esbirros del leguleyo Garrido, tenían órdenes de no llevar a Gabriel a la
capital, sino "tasajearlo" (desgarrarlo, achurado despedazado) en una
de las riberas. El benemérito Apóstol de Tabasco, P. Aguado, quien permaneció
en aquel estado, a pesar de ser constantemente perseguido, estaba oculto en un
jacal a la orilla del río, y al ver pasar la lancha que llevaba a Gabriel, le
dio la absolución. . .Después de esto, aquella noche, víspera del viernes
primero de octubre de 1930, mientras los grupos organizados por Gabriel en
varios pueblos hacían sus horas santas, rogando a Dios por su Apóstol, éste fue
"tasajeado" por los agentes de Garrido, y los ensangrentados restos
echados al río. Al día siguiente, Severo García, hermano de Gabriel, fue al
lugar llamado El Tigre, donde habían despedazado a su hermano, y encontrando
sólo el ensangrentado suelo donde había muerto, tomando aquella misma tierra regada
con la sangre del mártir, la fue a enterrar religiosamente en otro sitio.
Esa sangre del mártir no fue
infructuosa.
Los
tabasqueños ayudados por sus hermanos mexicanos de otras entidades de la
República, se sintieron movidos interiormente para hacer una verdadera
reconquista para Cristo Rey del infortunado estado. Tendría que haber otros
mártires. Eso se preveía, pero no había de ser obstáculo, sino antes aliciente
para la generosa empresa, que nos va a relatar sumariamente el Lic. Abascal,
actor y testigo de los sucesos. Los preparativos
de la Reconquista de Tabasco. "El 16 de marzo de 1938 llegó a
Villahermosa el que esto escribe con el propósito de fundar allí el primer
centro organizador del Sinarquismo en Tabasco. La Unión Nacional Sinarquista
había sido fundada el 23 de mayo del año anterior, en León, y era todavía
totalmente desconocida en la mayor parte del país. En un rapidísimo viaje
anterior a Villahermosa ya había trabado conocimiento con Víctor Ascencio
García y sus familiares, gente sencilla y de fe arraigadísima. Esta vez se iban
ya a iniciar los trabajos de organización. Pero al estar hablando con dicho
señor y una hermana suya y otra señora, en una casa de Tamulté, y darse mejor
cuenta de que el principal problema de Tabasco era el de la absoluta falta de
libertad religiosa, sintió de pronto un ansia vivísima y luego la firme
resolución de conquistar esa libertad, costara lo que costara. Preguntó a sus
interlocutores si había alguna región campesina que pudiera dar un buen
contingente para invadir Villahermosa. Le
dijeron que sí, que los campesinos de los alrededores, no habían sido dañados
en su fe sino fortalecidos por la persecución de Garrido; que esto se debía
seguramente a la profunda labor del santo obispo Castellanos, que en cada
ranchería dio varias veces ejercicios espirituales de una semana a los
campesinos. Dios
fue quien encendió nuestros anhelos y dirigió todos nuestros pensamientos y
cada uno de nuestros pasos. El Espíritu de Dios se apoderó de nosotros. El 19
de marzo, día de Señor San José, después de comulgar en territorio de Chiapas,
se escogió en definitiva el 12 de mayo, por ser fecha mañana por excelencia y
en recuerdo del 12 de mayo de 1921, día en que cayeron en Morelia los primeros
mártires de México, por amor a nuestra Reina. Los preparativos fueron sencillos
y rápidos: juntas secretas o semisecretas en las rancherías más católicas y relativamente
próximas a Villahermosa, incendiándolas de amor a la libertad religiosa y
dejándoles jefes y casi todas las instrucciones, menos la fecha del movimiento,
la cual se les comunicaría con poca anticipación : impresión de una proclama en
Veracruz y en Villahermosa, para repartirla por todo Tabasco, llamándolo a la
lucha; aviso a México, para que en el momento necesario nos apoyaran
disciplinadamente los católicos de la República entera; petición de que cinco
señoritas de Córdoba, Veracruz, verdaderas misioneras, se trasladaran a
Tabasco, lo que hicieron llegando a Villahermosa el 9 de mayo en la noche,
dispuestas a correr mil peligros, y una gran Fe en constante ejercicio. Las
señoritas Villaseñor, morelianas, fueron también valiosas auxiliares. Hacía
meses que prestaban sus servicios en las rancherías. En lo económico la penuria
era absoluta. Pero Dios proveería.
El movimiento del 12 de
mayo.
En
la tarde del miércoles 11 de mayo de 1938 entraron a Tamulté de las Barrancas,
pequeña ciudad distante una legua de Villahermosa, más de quinientos
campesinos, que llevaban la orden de dormir ahí para pasar a las 6 de la mañana
del 12 a la capital. Otros muchos campesinos entraron a ésta el mismo día 11 por
distintos rumbos y en grupos insignificantes. Pero
al saberse, a las 6.30 p.m., que la gendarmería había querido detener a
aquellos 500 hombres, procedentes de las riberas del Mescalapa, y que en todos
los pasos de los caudalosos ríos que aprisionan a Villahermosa había también
gendarmería, se dio la orden de que dicha columna entrara desde luego a
Villahermosa. Obedecieron militarmente: llegaron a las goteras de la capital a
las 9 de la noche, permanecieron cerca del camposanto como una hora, y a las
10.30 descansaban ya en los portales de la calle Madero, en el corazón de la
ciudad. Una multitud, procedente de una región denominada la Chontalpa, había tenido
que devolverse de Tierra Colorada, paso de un río, a dos horas de Villahermosa.
Se dispersó en las rancherías de la ribera, mientras se abría el paso hacia la
capital o se encontraba otro que no estuviera custodiado. A las 7 de la noche
salieron de Villahermosa a caballo el que esto escribe y un guía, al encuentro
de la Chontalpa. Pasaron en medio de los gendarmes, en Tierra Colorada, sin ser
molestados. Ya al otro lado del río (el Carrizal) fueron viendo en cada choza
pequeños y grandes grupos de campesinos. Se reconocían con los nuestros al
grito de ¡Viva Cristo Rey!; y entonces se les daban a los campesinos
instrucciones claras y rápidas, para que esa misma noche o en la madrugada
pudieran entrar a la ciudad. En ese recorrido se pasaron más de dos horas.
Entraron a Tamulté de las Barrancas nuestros dos hombres a las 10 en punto de
la noche. Una hora después emprendió la marcha hacia la capital, desde Tamulté,
un grupo no mayor de 20 personas, que habían sido congregadas a duras penas al
toque de un tambor de la Chontalpa. Al frente llevaban un pabellón nacional,
hermosísimo, enorme y con la Imagen de la Virgen Santísima de Guadalupe en el
color blanco.
A
tambor batiente pasaron por Atasta, congregando gente al grito de ¡Viva Cristo
Rey!, ¡Viva la Santísima Virgen de Guadalupe! y explicando rápidamente a los azorados
vecinos de qué se trataba. Al llegar a Villahermosa, serían ya como
cuatrocientas almas, entre hombres, mujeres y niños. Apenas habían recorrido
dos cuadras dentro de la ciudad, cuando vieron venir a más de mil hombres, con
otro gran tambor al frente. Resonó un grito de triunfo de todos los pechos.
Eran las 12 de la noche. Empezaba el glorioso día 12 de mayo. La Virgen
Santísima quiso tomarse su día desde el primer instante. Ya en multitud
compacta, una cordobesa arengó a los católicos, felicitándolos por estar
resueltos a morir antes que abandonar la empresa de reconquistar la libertad
religiosa. Y resonó el grito unánime de ¡Viva Cristo Rey! Un orador dirigió
inmediatamente a la multitud hacia el telégrafo, para avisar al señor
Presidente de la República el objeto de la reunión de los campesinos y la
arbitrariedad del gobierno de cerrar los pasos de los ríos. Pero, por ser ya
las 2 de la madrugada o por temor, el telégrafo no admitió ningún mensaje. El
mismo orador arengó entonces al pueblo y lo lanzó hacia la casa del Secretario
General de Gobierno, en funciones de Gobernador Interino por ausencia del
Constitucional. El soldado que custodiaba la casa informó que el señor
gobernador estaba en palacio. Se despachó sin tardanza a palacio una comisión,
quedándose el grueso de la gente cantando himnos, gritando vivas y escuchando
arengas que la excitaban a reconquistar la libertad sin derramar una gota de
sangre, pero sin ceder ni a los caprichos, ni a la violencia, ni a las simples
promesas. La comisión que fue a palacio volvió diciendo que el gobernador
andaba de paseo. Pero el señor gobernador estaba en su cama oyendo los
discursos y los himnos y los constantes vítores al Señor de cielos y tierra. En
aquellos momentos el jefe del pueblo dijo que si el gobernador abandonaba su puesto,
no se le necesitaba para nada; que fuera ocupado desde luego el lugar en que
había estado el templo de la Concepción, destruido por Garrido. Está ubicado a
espaldas del Palacio Municipal, a una cuadra de la plaza principal. De ese
templo no quedaba más que la pared del fondo y una parte de las dos paredes
laterales: cosa de cinco metros, lo correspondiente al presbiterio. Y sin
techo. Hacia ese lugar se encaminó el pueblo. Su entusiasmo fue indescriptible cuando
las dos cordobesas que habían llevado siempre el pabellón patrioguadalupano lo
entronizaron en el sitio en que sería levantado el nuevo altar mayor de la
Concepción. Alguien arengó a la multitud y luego la invitó a rezar el rosario.
Era la una y quince minutos de la madrugada. Nadie durmió, de felicidad. Amaneció el día 12
y todavía se cantaban alabanzas a la Santísima Virgen de Guadalupe y mañanitas
y todo lo que el ansia de libertad religiosa le dicta a un pueblo cuando de
improviso sacude un yugo de muchos años. El jefe del pueblo habló en la
madrugada del 12, a eso de las 2. Con el jefe de las operaciones militares,
obsequiando los deseos de éste; y, por la mediación de dicho señor, habló poco
después con el Gobernador Interino del Estado, quien le exigió que se retiraran
inmediatamente los campesinos y que por los conductos "legales"
acostumbrados gestionáramos la reanudación de cultos, dejando para esto una
comisión de cinco personas, cuando más, en Villahermosa, y enviando otra comisión
a México. El representante del pueblo contestó que los campesinos no se
retirarían sino después de haber conquistado la libertad religiosa de una
manera absoluta, sin papeleos ni esperas.
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