El Profeta Isaias
JUEVES
de la tercera semana de adviento
Del Profeta Isaías. Llamada
a Dios ¡Señor, ten piedad de nosotros! Contigo hemos contado. ¡Sé
nuestra ayuda en la mañana, nuestro socorro en el tiempo de la tribulación!
Al estrépito del trueno los pueblos huyen, cuando tú te levantas, las
naciones se dispersan; se recogen los despojos como se recogen las
langostas, se corre hacia él como las langostas hacia el campo. El
Señor es grande y se asienta en las alturas; llena a Sión de rectitud y
de justicia. La seguridad de estos tiempos será para Sión un tesoro de felicidad;
sabiduría, ciencia y temor de Dios serán su riqueza,
Terror
de los impíos; confianza de los justos .
En Sión los pecadores
quedarán aterrados, el temblor se apoderará de los impíos: "¿Quién de
nosotros puede habitar en un fuego devorador? ¿Quién de nosotros
puede morar en un eterno brasero?" El hombre justo en sus caminos y
recto en sus palabras, el que aborrece las riquezas adquiridas por violencia,
y cuya mano rechaza las dádivas corruptoras; el que obtura sus oídos a
propuestas sanguinarias y cierra los ojos para no ver lo malo; este hombre tendrá
su morada en las alturas, y firmes rocas serán su fortaleza; se le dará
pan en abundancia y no le faltará el agua. Tus ojos contemplarán al rey
en su hermosura y verán una tierra que se extiende hasta lo
lejos. (Is; XXXIII, 2-5, 14-17.)
¡Dichoso quien contemple
con sus ojos al Rey recién nacido, en los suaves destellos de su amor y de su humildad!
De tal manera quedará prendado de su hermosura, que la tierra con todas sus
magnificencias será para él como si no existiese. Sus ojos no podrán ya
descansar sino en aquel que apareció recostado en un pesebre y envuelto en
pañales. Mas, para tener la dicha de contemplar de cerca al poderoso Rey que
viene a nosotros, para merecer ser de su corte, es necesario que sigamos el
consejo del Profeta: ser justo en los caminos y recto en las
palabras; es lo mismo que declara con unción el piadoso Rabano Mauro, en su
primer sermón de preparación a la fiesta de Navidad. "Si en todo tiempo, dice,
es conveniente que aparezcamos con el adorno y brillo de las buenas obras, con
mucha más razón el día del Nacimiento del Salvador. Considerad, hermanos míos:
Si un rey terreno o un hombre poderoso os invitase a celebrar el día de su natalicio;
¡cuán nuevas, escogidas y aún espléndidas serían las ropas que llevaríais a su presencia!
No consentiríais que nada viejo, vil o impropio ofendiese la vista de quien os
había invitado. Haced lo mismo en el caso presente; disponed vuestras almas con
los distintos adornos de las virtudes, hermoseadlas con las perlas de la
sencillez y las flores de la sobriedad. Presentad unas conciencias tranquilas,
cuando se acerque el Nacimiento del Salvador. Aparezcan brillantes por la
castidad, resplandecientes por el amor, blancas con el mérito de la limosna,
con destellos de justicia y humildad, y sobre todo, iluminadas por el amor de
Dios. Y, si Cristo Nuestro Señor os ve acercaros en estas disposiciones a la fiesta
de su Nacimiento, tened la seguridad de que no se contentará con visitar
vuestras almas; llevará su condescendencia hasta venir a descansar y morar en
ellas, conforme a lo que está escrito: "He aquí que vendré y moraré en
ellos y serán mi pueblo, y yo seré su Dios." Daos prisa, pues, oh
cristianos; convertios los pecadores y haceos santos; y los santos santificaos
más todavía; porque el Señor es quien viene y no otro cualquiera
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario