LA ADMIRABLE LÓGICA
DEL PURGATORIO
DEL PURGATORIO
No debemos extrañarnos de
los tormentos que el alma sufre en el Purgatorio. Nosotros consideramos nuestras
culpas con nuestro criterio y nos parecen cosas insignificantes, con el mismo
criterio equivocado consideramos nuestras mezquinas obras buenas como si fueran
heroicas, y no vemos sus miserias, y por lo tanto de cuánta purificación tienen
necesidad para llegar a ser joyas de la corona inmortal. Una comparación nos
ayudará a entenderlo: fueron lanzados hacia la luna los misiles de los americanos,
pero el lanzamiento no resultó, porque la trayectoria del lanzamiento para
poner el misil en órbita, se había desviado un milésimo de milímetro. Este
milésimo, en esta tierra, era una cosa sin importancia, sin embargo, este
milésimo de milímetro en el lanzamiento se volvió cientos de kilómetros, por la
desviación inicial. El ángulo es un punto casi invisible, pero los lados se
abren hacia el infinito.
Cada pecado venial, a
nosotros nos parece poca cosa, tanto es así que lo cometemos con gran facilidad e inconsciencia. Pero, cada acción nuestra no se limita
a la tierra, ni es calculada según criterios terrenales, tiende hacia Dios, porque
es el precio de la conquista de la eterna felicidad. La culpa es un desentonar
en la armonía del amor. Un violín con una cuerda desafinada no puede participar
en una orquesta. La cuerda del violín puede estar desafinada o por soltura de
la cuerda o por un desperfecto de la caja armónica del instrumento. Será
necesario estirarla con un esfuerzo, que sería penoso para la cuerda o arreglar
el desperfecto de la caja armónica. Las cuerdas del violín son cuatro: Sol – Re
– La – Mi - … tres y una, y se unen armónicamente en una nota fundamental: el
La del coro. Si una cuerda se sale de aquella fundamental, todo el violín está desafinado.
Así es el alma cuando no sintoniza su vida con Dios amándolo sobre todas las
cosas. Dios es el primer principio y el último fin, y si el alma, no tiende a
Él, está desviada de su trayectoria y debe rectificarla con el sufrimiento; las
penas, el fuego del Purgatorio le dan una gran ansiedad de ir a Dios, como su
único amor y única vida. Esta ansiedad por el estado de gracia, es amor, como
para el condenado es odio y espantosa desesperación. Aún en la vida terrena el
dolor nos empuja hacia el alivio, hacia el reposo, hacia la liberación y nos
hace esforzarnos para conseguirla. Quién está en las olas tormentosas mira
naturalmente hacia la orilla; quién está sediento tiende al refrigerio del
agua; quién se siente hambriento tiende con ímpetu al alimento. El fuego, el
dolor, las penas del Purgatorio son una cosa lógica, que lleva consigo su razón
de ser como son lógicas todas las verdades de la fe. Nuestra mezquindad debe
acercarse al infinito amor y debe volverse amor. María Santísima – Cántico del
amor divino María Santísima, llena de gracia y Madre del Verbo de Dios hecho
carne, definió Ella misma su alma como un cántico de amor: Mi alma alaba al
Señor. Era llena de gracia por los méritos de Jesús, anticipados a Ella en la Inmaculada
Concepción, reflejados en Ella como armonía de santidad, por lo cual su espíritu bendito exultaba en Él. Exulta
mi espíritu en Dios mi Salvador. Era un cántico de regocijo en la armonía de la
gracia que la santificó. Dios es infinito y la criatura sólo puede armonizarse
con su amor humillándose; el primer punto de un círculo sólo puede completar la
circunferencia por el contacto con el último punto. Si el alma no se humilla y
se enorgullece, se desvía de la línea del círculo. El pecado es como un borrón,
como quién por un movimiento desvía la línea del círculo. El pecado es como el
borrón en la amorosa línea que une la nada al todo. María Santísima fue la más
humilde de las criaturas, y por esto Dios Infinito se sirvió de Ella, mirándola
con un infinito amor.
El
Magnificat del alma salvada
El alma del Purgatorio es
salvada, pero se purifica entre los dolores porque ve sus miserias e imperfecciones,
no ya con la medida de la estirada conciencia que tenía en la vida, sino en la
proporción de la santidad. ¿Cómo podemos nosotros considerar de poca
importancia el pecado venial que ofende la Majestad Infinita de Dios? Y ¿Cómo
podemos creer demasiada severa la justicia de Dios en las penas del Purgatorio?
No es severidad, es exigencia de la purificación, es deseo del alma que apreciando
a la luz de Dios, las proporciones de sus errores, pide purificarse aún a costa
de grandes dolores. Sabe que se trata de ver a Dios, y que el gozo sería
tormento si permanece en ella una sola mancha. ¿Podría parecer exagerada la
intensidad y duración de la purificación del alma manchada? No, porque debe ver
a Dios y gozarlo en una inefable alegría, cual límpido cristal inundado de sol,
y cada pequeña mancha se lo impediría.
El
telescopio del Monte Palomar
Se lo haré entender con
una comparación científica. Sobre el Monte Palomar, en América, está instalado
el más colosal telescopio del mundo, que acerca el cielo estrellado al ojo que
lo mira, de millones de años luz. Las distancias en el cielo estrellado no se
miden con metros o kilómetros, sino con recorrido de luz. Esta, en un minuto
recorre 18 millones de kilómetros. En una hora, en un día, en un año ¿cuántos
kilómetros recorrerá? Es una medida que da vértigo. Ahora bien, para acercar al
ojo el cielo estrellado, ha sido necesario este telescopio gigantesco, cuyo
lente tiene un diámetro de 5 metros y está montado en una cúpula con una
abertura al cielo, que es más grande que la de San Pedro en Roma. Para lograr
que el lente fuera puro y limpio, sin ninguna imperfección, es decir, ni una
pequeñísima mancha, se necesitó 12 años de trabajo, empleando para purificarlo,
70 toneladas de abrasivo especialísimo. Terminada esta larga purificación, para
transportar el lente sobre el monte de modo que no se dañara, se debió perforar
el cerro con un vasto túnel, fue necesario construir puentes y caminos
especiales. Puesto el lente en el telescopio y apuntando al cielo estrellado
por la abertura de la cúpula, se comenzaron las observaciones, pero era y es prohibido,
a toda persona, fuera del científico, entrar a la cúpula, porque la respiración
de una sola persona, aún en un colosal ambiente impediría la completa y límpida
observación del astro.¿Ustedes comprenden? Para observar una estrella era imprescindible
tan absoluta pureza en un lente, tan prolongados y penosos trabajos de tantos
operarios. El alma nuestra no va a observar una estrella sino a Dios, y va a
observarlo no con un lente, sino con la luz de la gloria, y esta luz no puede
iluminarla totalmente si queda en ella una mancha que pueda oscurecerla. A
estas reflexiones que son estrechas y rigurosamente científicas, ¿quién podría
acusar a la justicia divina? Pero más que justicia, es misericordia, y nunca
como en el Purgatorio la justicia y la misericordia se han abrazado en el beso
del amor, nunca una criatura en estado de gracia ha anhelado tanto la
perfección como un alma que purga. Es un baño que debe hacer, y no lo encuentra
ni largo ni injusto, porque debe presentarse limpia a las nupcias eternas de la
felicidad sin fin.
Me parece un comentario magnífico. Las almas en el purgatorio sufren muchísimo pero tienen una rectitud de intención que no tenemos en esta vida.
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