viernes, 18 de noviembre de 2016

Ite Missa Est

18 DE NOVIEMBRE

LA DEDICACION DE LAS BASILICAS
DE LOS SANTOS APOSTOLES PEDRO Y PABLO
EN ROMA

Epístola – Apoc; XXI, 2-5.
Evangelio – San Lucas; XIX, 1-10.


En el mes de agosto hemos celebrado la Dedicación de la Basílica de Santa María la Mayor y últimamente la del Salvador de Letrán; y ahora nos invita la Iglesia a celebrar en un mismo día las dos basílicas de San Pedro y San Pablo, en Roma. Estas son las cuatro basílicas que los peregrinos deben visitar en los años jubilares para ganar la gran indulgencia que los Papas suelen conceder cada 25 años. Si no podemos ir a Roma y orar en estos templos augustos, la Liturgia, al menos, nos ayuda a participar de las gracias que piden los peregrinos en las tumbas de los Apóstoles y que la Iglesia imploró para todos los fieles en el día de la Dedicación.

LA BASÍLICA DE SAN PEDRO.Después de sufrir el martirio que según todas las probabilidades tuvo lugar en el circo mismo de Nerón, los restos de San Pedro fueron enterrados al otro lado de la Vía Cornelia; más tarde fueron expuestos a la veneración de los fieles en una capilla pequeña que edificó el Papa Anacleto y que hasta el siglo tercero fué el lugar de las sepulturas papales. A continuación de la paz de la Iglesia, Constantino mandó erigir sobre la tumba del príncipe de los apóstoles una basílica que terminó Constantino II y en 806 destruyeron los sarracenos. Esta basílica sirvió de teatro a solemnidades grandiosas: en su recinto se celebraba al fin de las cuatro témporas la Vigilia de las ordenaciones en ella se terminaba la magna "Letanía" del 25 de abril y en ella fué consagrado y coronado el emperador Carlomagno. Restaurada, aunque modificada totalmente de aspecto, la basílica existía aún en el siglo XV. Pero con la ausencia de los Papas, durante su estancia en Avignon, se deterioró tanto, que Nicolás V decidió derribarla y reconstruirla en el mismo lugar. Su sucesor Julio II confió la obra en 1505 a Bramante. Al morir éste la continuó Miguel Angel, que fué también el que levantó la grandiosa cúpula que domina a la basílica siendo su mayor ornamento, realmente fascinador. Por fin, el 18 de noviembre de 1626, terminada ya la basílica, Urbano VIII la consagró. A partir del fin de la edad media, los Papas dejaron su palacio de Letrán por el del Vaticano, trasladando a San Pedro, por el hecho mismo, muchas solemnidades. El concilio ecuménico de 1870 consagró este cambio, y poco después, la basílica Vaticana se convertía, por la fuerza de las cosas, en la catedral efectiva de los Papas. En sus criptas descansan los restos de muchos de ellos, desde Inocencio XI (1676-1689) hasta San Pío X y sus sucesores, sin contar los Pontífices de la Edad Media cuyos restos se trasladaron a las mismas.


LA BASÍLICA DE SAN PABLO.Desde el lugar de su martirio "ad Aquas Salvias" el cuerpo del apóstol San Pablo fué llevado a dos millas próximamente de Roma y enterrado en la Vía de Ostia. Allí se construyó un oratorio, muy parecido al de San Pedro del Vaticano, atribuido comúnmente al Papa Anacleto Constantino levantó encima de esta tumba una basílica cuyas dimensiones le parecieron demasiado modestas al emperador Valentiniano, el cual, en el 368, dispuso reemplazarla por una amplia basílica de cinco naves. Teodosio continuó la obra comenzada y su hijo Honorio la terminó. Los estragos cometidos por los Sarracenos siendo Papa San León IV (847-855), determinaron a Juan VIII (872-882) a rodear la basílica y el monasterio ya existente con una muralla y fundar de ese modo una ciudad fortificada que tomó el nombre de Johannópolis. La Basílica conservó su antiguo aspecto hasta el incendio: que la destruyó la noche del 15 al 16 de julio de 1823. A las llamadas de los Papas respondieron al punto los donativos de toda la cristiandad y aun de los disidentes e infieles, y el 5 de octubre de 1840, Gregorio XVI pudo consagrar el transepto y el altar mayor, debajo del cual quedó oculta la tumba del Apóstol. Catorce años después, la definición de la Inmaculada Concepción* (8 de diciembre de 1854), daba la oportunidad de asistir el 10 de diciembre a 185 cardenales, arzobispos y obispos a la dedicación que Pío IX hacía del nuevo San Pablo. El Papa quiso conservar la conmemoración de la Dedicación en la fecha tradicional del 18 de noviembre, y León XIII el 27 de agosto de 1893 elevó la fiesta al rito de doble mayor para toda la Iglesia.

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