11
de noviembre
San Martín,
obispo de Tours.
(†400)
Epístola – Sab; XLIV,16-27; LV, 3-20
Evangelio – San Lucas; XI, 33-36
El caritativo y celoso san
Martín fue oriundo de Sabaria en la Panonia (Hungría). A la edad de diez años
se hizo catecúmeno contra la voluntad de sus padres, que eran gentiles; y a los
quince, en virtud de un decreto imperial fue alistado en la milicia, como hijo
que, era de un tribuno militar: y sirvió en el ejército de Constancio, y
después en el de Juliano el Apóstata. Entrando un día de invierno en Amiens, pidióle
limosna un pobre, desnudo y temblando de frío; y como Martín no tuviese qué darle,
sacó la espada, cortó por medio la capa; y dio la mitad al mendigo. Este era el
mismo Salvador, como lo manifestó apareciéndosele la noche siguiente rodeado de
ángeles, y diciéndole estas palabras: «Martín, siendo aun catecúmeno, me cubrió
con este vestido.» Después de este tan señalado favor, recibió el santo
bautismo; y propuso dejar las armas, para entregarse del todo al servicio de su
divino rey Jesucristo. Partióse luego a Poitiers en busca del santo obispo Hilario:
y con su magisterio aprovechó tanto en la virtud, que san Hilario le hubiera
ordenado de diácono, si él por su humildad no lo rehusara, prefiriendo quedarse
en el grado de Exorcista. Deseando convertir a sus padres, volvió a Hungría, su
patria; y redujo a la fe a su madre y a otras muchas personas, pero no pudo
acabar con su padre, que dejase la superstición de los paganos. Allí defendió
la verdadera fe contra los arríanos, de los cuales fue azotado públicamente y
desterrado. Pasó a Milán, y se encerró en un monasterio, de donde le arrojó la
facción de aquellos herejes: y volviendo a las Galias en busca de san Hilario,
edificó el monasterio de Ligugé, donde resplandeció con tan santa vida, que con
sus oraciones resucitó dos muertos. Habiendo vacado la sede de Tours. Por
universal aclamación fue escogido por obispo de aquella diócesis: y previendo su
resistencia le sacaron del monasterio, con achaque de que fuese a visitar a un enfermo,
y entonces le llevaron casi por fuerza a la iglesia de Tours. Edificó otro monasterio,
donde vivió algún tiempo con ochenta santos monjes; convirtió in- numerables
infieles, sanó un leproso con sólo besarle, sosegó en Tréveris un grave tumulto;
y salía de él con tanta copia la gracia de los milagros, que hasta los pedazos
de su vestido, las cartas que escribía y las pajas de su lecho obraban
milagrosas curaciones. Habiendo compuesto en Candes ciertas diferencias, se
sintió enfermo: y entendió que se llegaba el día de su muerte, por la cual
suspiraba. Decíanle llorando sus discípulos: «¿Por qué nos dejas, oh Padre? ¿A
quién puedes encomendarnos que nos consuele en nuestra orfandad?» Enternecido
él, decía: « ¡Señor! si todavía soy necesario a tu pueblo, no rehusó el
trabajo»: mas como, el Señor le llamaba para sí, expiró plácidamente a la edad
de ochenta y un años; y su alma fue vista subir al cielo llevada en manos de
los ángeles.
Reflexión: ¿Cómo se explica la heroica caridad de san Martín para con los pobres y necesitados? Es que veía constantemente en sus prójimos, especialmente en los pobrecitos, la persona de Cristo nuestro Señor. ¡Oh, si nosotros le imitáramos en esta parte! ¡Cuántas gracias recibiríamos de la mano de Cristo, a quien ellos representan!
Oración: Oh
Dios, que conoces que por nuestras fuerzas no podemos subsistir; concédenos
benigno que, por la intercesión de tu confesor y pontífice san Martín, seamos fortalecidos
contra todos los males que nos cercan. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
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