7 DE OCTUBRE
LA SOLEMNIDAD DEL
SANTISIMO ROSARIO
DEVOCIÓN DE LA IGLESIA A MARÍA. — La Liturgia nos ha hecho ver muchas veces desde el principio
del año que María, en el plan divino de la Redención, está tan unida a Jesús,
que los encontramos siempre juntos y que resulta tan imposible separarlos en el
culto público como en nuestra devoción privada. La Iglesia, que proclama a
María Medianera de todas las gracias, la invoca continuamente para conseguir
los frutos de la Redención que con su Hijo también nos mereció ella. Ha querido
comenzar todos los años litúrgicos por el tiempo de Adviento, que es un verdadero
mes de María. Ha invitado a los fieles a consagrarla el mes de mayo; ha mandado
que el de octubre fuese el mes del Rosario y las fiestas de María son tan
numerosas en el Calendario Litúrgico, que no hay un día siquiera en el año en
que no sea María festejada en algún punto de la tierra con una u otra
advocación por la Iglesia universal, por una Diócesis o alguna Orden religiosa.
LA FIESTA DEL ROSARIO. — La Iglesia resume hoy en una sola fiesta todas las solemnidades del
año: con los misterios del Señor y de su Madre forma como una inmensa guirnalda
para unirnos a estos misterios y para hacérnoslos vivir, una triple diadema que
coloca en la cabeza de la que Cristo-Rey coronó como Reina y Señora del mundo
entero el día de su entrada en la gloria. Misterios gozosos, que nos repiten una y otra vez la Anunciación, la Visitación, el Nacimiento de Nuestro Señor, la
Purificación de María, y el Niño Jesús perdido y hallado en el templo. Misterios dolorosos de la agonía, de
la flagelación, de la corona de espinas, de la Cruz a cuestas y de la
Crucifixión. Misterios gloriosos: Resurrección, Ascensión del Señor,
Pentecostés, Asunción y Coronación
de la Madre de Dios. Es el Rosario de María.
HISTORIA DE LA FIESTA. — La fiesta del Rosario la instituyó San Pío V en recuerdo de la victoria de Lepanto sobre los turcos. Ya se sabe
que, en el siglo XVI, los discípulos
de Mahomet, después de apoderarse de Constantinopla, de Belgrado y de Rodas, pusieron en peligro serio a toda la cristiandad.
El Papa San Pío V, aliado del Rey de España Felipe II y de la República de
Venecia, les declaró la guerra. Don Juan de Austria, que llevaba el mando de la
flota, recibió órdenes de trabar batalla lo más pronto posible y, por eso, al
saber que la flota turca se encontraba en el golfo de Lepanto, fué allí a atacarla. El encuentro ocurrió el 7
de octubre de 1571, junto a las islas de Corfú (Equinadas). En aquel instante,
en todo el mundo las cofradías del Rosario oraban con confianza. Los soldados
de D. Juan se pusieron de rodillas para implorar el auxilio del cielo y, aunque
eran muchos menos, empezaron el combate. Después de una lucha terrible de
cuatro horas, de trescientos barcos enemigos, sólo cuarenta pudieron huir; los
demás fueron hundidos y 40.000 turcos encontraron la muerte. Europa se había
salvado. Al mismo tiempo y conforme se iban desarrollando estos sucesos, San Pío
V tuvo la visión de la victoria; se arrodilló para dar gracias a Dios y determinó
que en lo sucesivo, el 7 de octubre se celebrase una fiesta en honor de Nuestra
Señora de la Victoria, cuyo título fué cambiado por Gregorio XIII en este otro
de Nuestra Señora del Rosario.
EL ROSARIO. — Si
la costumbre de recitar Padrenuestros y Avemarias remonta a remotísima antigüedad,
la oración meditada del Rosario tal como hoy la tenemos, se atribuye a Santo
Domingo. Es cierto, al menos, que él y sus hijos trabajaron mucho en propagarle
y de él hicieron su arma principal en la lucha contra los herejes Albigenses,
que en el siglo XIII infectaban el sur de Francia. Tiene por fin su práctica
hacer revivir en nuestras almas los misterios de nuestra salvación acompañando la meditación de
los mismos con la recitación de decenas de Ave Marías, precedidas del Padre
nuestro y seguidas .del Gloria, al Padre. A primera vista, la
recitación de tantas Ave Marías puede parecer monótona, pero en realidad, con un poco de atención y costumbre, la meditación siempre nueva y
más honda de los misterios de nuestra salvación da variedad y abundancia. De
todos modos se puede decir sin exageración que en el Rosario se encuentra
toda la Religión y como un resumen de todo el cristianismo: el Rosario es el
resumen de la fe: es decir, de las verdades que tenemos que creer; el
Rosario nos las presenta de una forma sensible y viva, y a la exposición de
esas verdades junta la oración en que se implora la gracia de comprenderlas
mejor para gustarlas más todavía; el Rosario es el resumen de la Moral: pues
toda la Moral se resume en seguir e imitar a Aquel que es "el Camino, la
Verdad y la Vida". Ahora bien, precisamente por. la oración del Rosario
obtenemos, de María la gracia y la fuerza de imitar a su divina Hijo; el
Rosario es el resumen del culto: porque, uniéndonos a Cristo en los
misterios meditados, tributamos al Padre; la adoración en espíritu y en verdad
que espera de nosotros; y nos unimos a Jesús y a María para pedir con Ellos y por
Ellos las gracias de que tenemos necesidad; finalmente, el Rosario nutre las
virtudes teologales y nos ayuda a intensificar nuestra caridad
fortaleciendo las virtudes de esperanza y de fe, pues, "por la meditación
frecuente de estos misterios, el alma se inflama de amor y de agradecimiento por
las pruebas de dilección que Dios nos ha dado; desea con ansia la recompensa celestial
que Jesucristo ganó para los que se unan a El imitando sus ejemplos y
participando de sus dolores. Durante este rezo la oración se expresa con
palabras que vienen del mismo Dios
del Arcángel Gabriel y de la Iglesia; está lleno de alabanzas y de saludables
peticiones; se renueva y se prolonga en un orden determinado y variado a la vez; produce frutos de
piedad siempre nuevos y siempre dulces".
EL ROSARIO UNE NUESTRA ORACIÓN CON LA DE MARÍA, NUESTRA MADRE. —"Santa María, Madre de Dios, ruega por
nosotros pecadores." Al saludo respetuoso del Ángel, que repetimos
humildemente, añadimos en seguida la súplica de nuestra confianza filial. Si la
divinidad, aun encarnada, sigue siendo algo temible, ¿cómo vamos a temer a esta
mujer de nuestra raza, cuyo oficio es siempre comunicar a las criaturas las riquezas
y las misericordias del Altísimo? Confianza filial: en efecto, si la
omnipotencia de María proviene de ser la Madre de Dios, que es Omnipotente, su
título a nuestra confianza deriva de que es también Madre nuestra; y
esto, no tan sólo en virtud del testamento que dictó Jesús en la cruz al decir a Juan: "Ahí tienes a tu Madre", y a María:
"Ahí tienes a tu hijo", sino, porque en el mismo instante de la
Encarnación la Virgen concibió con Jesús a toda la raza humana a la que
entonces Jesús se unía. Como miembros del Cuerpo místico, cuya cabeza es
Jesucristo, fuimos formados con Jesús en el seno de la Virgen María, y en él permanecemos
hasta el día de nuestro nacimiento a la vida eterna. Maternidad espiritual, pero verdadera, que nos pone con nuestra Madre en
relación de dependencia e intimidad las mayores que pueden existir: la intimidad
del niño en el seno de su madre. Y aquí está el secreto de nuestra devoción hacia
María: es nuestra Madre y como tal sabemos que podemos pedir cualquier
cosa a su amor; ¡somos sus hijos! Pero, sí la madre, porque es madre,
necesariamente piensa en sus hijos, éstos, por razón de su edad, fácilmente se
distraen. El Rosario es el instrumento bendito que mantiene nuestra intimidad
con María y que nos hace penetrar en su corazón cada vez más hondamente. Instrumento
divino que la Santísima Virgen lleva consigo en todas sus apariciones de un siglo
acá, y que no se cansa de recomendarnos. Instrumento de la devoción católica
por excelencia, con la que se sienten confortadas y a gusto la anciana que no
tiene instrucción y el sabio teólogo, porque en ella encuentran el camino
luminoso y espléndido, el camino mariano que lleva a Cristo y por Cristo al
Padre. De este modo se cumplen en el Rosario todas las condiciones de una
oración eficaz. Nos hace vivir en la intimidad de Nuestra Señora; y porque es
Mediadora, la función de María consiste en conducirnos a Dios, llevar nuestras oraciones
hasta su corazón. Ella es la que nos hace decir los Padrenuestros que
encuadran las decenas del Ave y, como ésa oración es la misma de Jesucristo
y contiene en su divina perfección todo lo que Dios ha querido que le pidamos,
estamos seguros de ser oídos.
MISA
Las alegrías saboreadas en las diversas solemnidades de la Madre de Dios
se encuentran en esta, que las resume todas para nosotros, para los Ángeles, y
aun para Nuestra Señora. Como los Ángeles,
ofrezcamos, pues, con Ella, los justos sentimientos de nuestra alegría al Hijo
de Dios, Hijo suyo, su Rey y Rey nuestro.
INTROITO
Alegrémonos todos en el Señor, al celebrar esta fiesta en honor de Santa María Virgen: de cuya solemnidad se alegran los Ángeles, y alaban juntos al Hijo de Dios. Salmo: Brota de mi corazón Una palabra buena: dedico mis obras al Rey. J. Gloria al Padre.
Alegrémonos todos en el Señor, al celebrar esta fiesta en honor de Santa María Virgen: de cuya solemnidad se alegran los Ángeles, y alaban juntos al Hijo de Dios. Salmo: Brota de mi corazón Una palabra buena: dedico mis obras al Rey. J. Gloria al Padre.
Los misterios del Hijo y de la Madre son enseñanza y esperanza nuestra. Sean
también la regla de nuestra vida mortal y garantía de nuestra eternidad: eso es
lo que pide la Iglesia en la Colecta.
COLECTA
Oh Dios, cuyo Unigénito nos alcanzó, por medio de su vida, de su muerte y de su resurrección, los premios de la salud eterna: haz, te suplicamos, que, al recordar estos Misterios en el sacratísimo Rosario de la Virgen Santa María, imitemos lo que contienen y consigamos lo que prometen. Por el mismo Nuestro Señor Jesucristo.
Oh Dios, cuyo Unigénito nos alcanzó, por medio de su vida, de su muerte y de su resurrección, los premios de la salud eterna: haz, te suplicamos, que, al recordar estos Misterios en el sacratísimo Rosario de la Virgen Santa María, imitemos lo que contienen y consigamos lo que prometen. Por el mismo Nuestro Señor Jesucristo.
EPISTOLA
Lección del libro de la Sabiduría (Prov., VIII, 22-25,32-35).
El Señor me tuvo consigo desde el principio de sus obras, antes que al principio hiciese él cosa alguna. Desde la eternidad fui constituida; desde el comienzo, antes que fuese hecha la tierra. No existían aún los abismos y yo estaba ya concebida. Ahora, pues, hijos míos, oídme: Bienaventurados quienes siguen mis caminos: Atended al consejo y sed sabios y no le menospreciéis. Bienaventurado el hombre que me escucha y vela a mis puertas cada día y guarda las jambas de mis entradas. Quien me hallare, hallará la vida y alcanzará del Señor la salvación.
El Señor me tuvo consigo desde el principio de sus obras, antes que al principio hiciese él cosa alguna. Desde la eternidad fui constituida; desde el comienzo, antes que fuese hecha la tierra. No existían aún los abismos y yo estaba ya concebida. Ahora, pues, hijos míos, oídme: Bienaventurados quienes siguen mis caminos: Atended al consejo y sed sabios y no le menospreciéis. Bienaventurado el hombre que me escucha y vela a mis puertas cada día y guarda las jambas de mis entradas. Quien me hallare, hallará la vida y alcanzará del Señor la salvación.
NUESTRA SEÑORA EN SU OFICIO DE EDUCADORA, No se esquiva el carácter mariano de esta
página del libro de los Proverbios diciendo que se aplica al Verbo Encarnado y,
que sólo por una interpretación acomodaticia, la Iglesia la aplica a la Santísima
Virgen. No anda con juegos de palabras la Iglesia, ni la Liturgia pasa el tiempo
en carambolas. Si se trata de vidas que en el pensamiento de Dios y en la
realidad están ligadas íntimamente como la vida del Señor y vida de su Madre, y
unidas en un mismo decreto de predestinación, el sentido que se llama acomodaticio,
es en sí y debe ser para nosotros uno de los múltiples aspectos del sentido
literal. "Para honra de Nuestra Señora, tenemos que mirarla como agente de
nuestra educación sobrenatural. Nunca somos grandes para Dios, ni para nuestra madre,
ni tampoco para la Madre de Dios. Y como no existe cristianismo sin la Santísima
Virgen, falta algo a toda vida sobrenatural cuando el amor delicado para la
Santísima Virgen no ocupa su lugar en ella junto al amor de Dios. "Nuestra
Señora es todo lo que dice a los que la escuchan y la aman: ejemplo, caridad, influencia
persuasiva... "Ella educó a su Hijo
y nos educará también a nosotros. A una madre no se la hace
resistencia...", En el Gradual felicitamos a la Reina del Santísimo Rosario
por su conducta admirable, llena de verdad, de justicia, de dulzura, con que se
ganó el amor del Rey Supremo. En el Versículo cantamos la nobleza de su raza,
que no tiene parecido en el mundo.
GRADUAL
Por la verdad y la mansedumbre y la justicia, hará tu diestra maravillas. J. Escucha, hija, y mira e inclina tu oído: porque se ha prendado el Rey de tu hermosura. Aleluya, aleluya, f. Hoy es la solemnidad de la gloriosa Virgen María, del linaje de Abraham, nacida de la tribu de Judá, de la clara estirpe de David. Aleluya.
Por la verdad y la mansedumbre y la justicia, hará tu diestra maravillas. J. Escucha, hija, y mira e inclina tu oído: porque se ha prendado el Rey de tu hermosura. Aleluya, aleluya, f. Hoy es la solemnidad de la gloriosa Virgen María, del linaje de Abraham, nacida de la tribu de Judá, de la clara estirpe de David. Aleluya.
PALABRAS CELESTIALES. — El Evangelio es el mismo que el de la fiesta del Santo Nombre de María,
12 de septiembre. Es el Evangelio de la Encarnación, cuyas palabras dos veces gloriosas tenemos la dicha de volver a
leer. Gloriosas y celestiales porque vienen de Dios: el Ángel, en efecto, es sólo
embajador, sus palabras y su mensaje se los confió Dios; gloriosas porque proceden
de Nuestra Señora y sólo Ella pudo dar este relato en una forma tan precisa de pormenores,
que dan a conocer al testigo de experiencia inmediata.
MENSAJE DE ALEGRÍA. — "El mensaje es un mensaje jubiloso. La alegría hacía mucho
tiempo que se había ausentado del mundo; desapareció con el pecado. Toda la
economía antigua y toda la historia del género humano estaban cubiertas con un
velo de tristeza, como si en sus relaciones con Dios hubiese tenido el hombre
siempre conciencia de una enemistad que aún no estaba expiada. El presente
mensaje va precedido de un saludo gozoso y de una llamada Pacífica y
acariciadora: Ave, es la palabra primera de este saludo, que,
pronunciado una vez, se estará repitiendo eternamente."
LA FE DE MARÍA. — "La fe de Nuestra Señora fué
perfecta. Nunca dudó de la verdad, ni siquiera cuando preguntó al ángel cómo se
cumpliría el mensaje. Gabriel reveló el modo virginal de la concepción
prometida y en nombre; de Dios
solicitó el consentimiento a la unión hipostática: para honra de la Virgen y para! honra de la naturaleza humana, Dios quiso que
dependiese de Nuestra Señora el lugar
que iba' a ocupar en su
creación. "Y entonces se
pronunció libre y conscientemente la palabra divina que se oirá hasta el ^
fin de los siglos: "He aquí la
esclava del Señor: hágase en mí
según tu palabra". En Nuestra Señora se encuentran todas las"!
gracias, toda luz y toda vida; por su
santísimo 4 Rosario, ha multiplicado
las flores y los frutos en el jardín
de la santa Iglesia. Eso es lo que a canta el Ofertorio: por Jesús y con Jesús, no hay ofrenda que acepte Dios y no provenga de
María.
OFERTORIO
En mí está la gracia de todo camino y de la verdad,! en mí está la esperanza de la .vida y de la virtud: yo, como el rosal plantado junto a los ríos de las aguas,! he fructificado.
En mí está la gracia de todo camino y de la verdad,! en mí está la esperanza de la .vida y de la virtud: yo, como el rosal plantado junto a los ríos de las aguas,! he fructificado.
Como lo indica la Secreta, el Rosario
piadosamente meditado nos prepara de un modo digno al Sacrificio del altar,
memorial augusto y eminente de los misterios cuyo recuerdo en el corazón
de los fieles constituye el fin del santo Rosario.
SECRETA
Suplicamoste , Señor, hagas que nos adaptemos convenientemente éstos dones que van a ser ofrecidos: y que celebremos de tal modo, por medio de los Misterios del sacratísimo Rosario, la vida, la pasión y la gloria de tu Unigénito, que nos hagamos dignos de sus promesas. Él cuál vive y reina contigo. Nuestra alma, al salir del sagrado banquete, no puede quedar estéril-. A ejemplo dé María, flores y perfumes dé virtudes tienen qué sanear la tierra en su derredor y probar al Esposo que no fué infecunda su visita.
Suplicamoste , Señor, hagas que nos adaptemos convenientemente éstos dones que van a ser ofrecidos: y que celebremos de tal modo, por medio de los Misterios del sacratísimo Rosario, la vida, la pasión y la gloria de tu Unigénito, que nos hagamos dignos de sus promesas. Él cuál vive y reina contigo. Nuestra alma, al salir del sagrado banquete, no puede quedar estéril-. A ejemplo dé María, flores y perfumes dé virtudes tienen qué sanear la tierra en su derredor y probar al Esposo que no fué infecunda su visita.
COMUNION
Floreced flores, como el lirio, y dad olor, y echad graciosas ramas, entonad cánticos, y alabad al Señor en sus obras. ¡Ojalá, intercediendo cerca de Dios, Nuestra Señora ayude en nosotros al efecto de este Sacramento y de los misterios en que tan gran parte tomó! La Iglesia lo pide en la Poscomunión.
Floreced flores, como el lirio, y dad olor, y echad graciosas ramas, entonad cánticos, y alabad al Señor en sus obras. ¡Ojalá, intercediendo cerca de Dios, Nuestra Señora ayude en nosotros al efecto de este Sacramento y de los misterios en que tan gran parte tomó! La Iglesia lo pide en la Poscomunión.
POSCOMUNION
Suplicamoste, Señor, seamos ayudados por las preces de tu Santísima Madre, cuyo Rosario celebramos: para que percibamos la virtud de los Misterios que hemos celebrado y alcancemos el efecto de los Sacramentos que hemos recibido. Tú, que vives.
Suplicamoste, Señor, seamos ayudados por las preces de tu Santísima Madre, cuyo Rosario celebramos: para que percibamos la virtud de los Misterios que hemos celebrado y alcancemos el efecto de los Sacramentos que hemos recibido. Tú, que vives.
PLEGARIA A NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO. Te saludo, María, en la suavidad de tus
misterios gozosos, y primeramente en la santa Encarnación, que te hizo Madre de
mi Salvador y Madre
de mi alma, y te doy gracias por la dulce claridad que has traído al
mundo. ¡Oh Nuestra Señora de la alegría! Enséñanos las virtudes que
hacen mansos los corazones y haz que, en este mundo, donde abundan los
dolores, caminen tus hijos en la luz de Dios para que, cogidos de tu
mano maternal, logren alcanzar y poseer un día de modo completo el término
con que los sostiene tu corazón, es decir, el Hijo de tu amor, Jesucristo Señor
Nuestro. Te saludo María, Madre de los Dolores, en los misterios
de más amor, en la Pasión y en la muerte de mi Señor Jesucristo; y,
juntando mis lágrimas con las tuyas, querría amarte tanto, que mi
corazón, traspasado con el tuyo por los clavos que desgarraron a mi
Salvador, sangrase con la misma sangre de los Corazones sagrados del Hijo y de
la Madre. Y te bendigo, oh Madre del Redentor y Corredentora, en el
rojizo esplendor del Amor crucificado, te bendigo por este sacrificio,
que ya antes aceptaste en el Templo y que hoy consumas, ofreciendo en
perfecto holocausto a la justicia de Dios a ese Hijo de tu cariño y
de tu virginidad. Te bendigo por la sangre preciosa que ahora corre para
lavar los pecados de los hombres, la cual tuvo su origen en tu
Corazón purísimo; y te ruego, oh Madre, que me lleves a las cumbres del
amor a que sólo se puede llegar mediante una intima unión con la
Pasión y con la muerte de nuestro muy amado Señor Jesús. Te
saludo, oh María, en la gloria de tu Majestad Real. Los dolores de la
tierra han dado paso a los goces infinitos, y su púrpura de sangre te ha
tejido el manto maravilloso que conviene a la Madre del Rey de reyes y a la
Reina de los Ángeles. En el esplendor de tus triunfos, Señora digna
de nuestro amor, permíteme simplemente levantar mis ojos hacia ti. Mejor que
las palabras, te dirán ellos el amor de este hijo tuyo y las ansias
que tiene de pasar su eternidad mirándote con Jesús, porque eres bella y eres
buena, ¡oh Clementísima, oh Piadosa, oh Dulce Virgen María!
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