EL ÚLTIMO DOMINGO DE OCTUBRE
FIESTA DE
CRISTO REY
DOS FIESTAS DEL REINADO DE CRISTO. —
Al principio del Año litúrgico encontramos ya una fiesta del reinado de Cristo:
la Epifanía. Jesús acababa de nacer y se manifestaba a los reyes de Oriente y
al pueblo de Israel como "el Señor que tiene en su mano el reino, el poder
y el imperio Acogimos a este "Salvador, que venía a reinar sobre
nosotros", y con los Magos le ofrecimos nuestros presentes, nuestra fe y
nuestro amor. Y ¿por qué quiere la Iglesia que, al fin del año, celebremos una
nueva fiesta del reinado de Cristo, de su reinado social y universal? No
padecimos engaño en tiempo de la Epifanía sobre la naturaleza de este reinado,
como tampoco lo padecimos sobre la dignidad de Dios que poseía el Niño recién
nacido. Pero tal vez nos dejamos fascinar por aquella estrella que, al brillar
en el cielo de Belén, nos alumbraba con la luz de la fe y nos hacía esperar
mayores claridades para la eternidad. Entonces cantamos el acercamiento de la
gentilidad a la fe en la persona de los Magos que vinieron allá del Oriente a
adorar al Rey de los Judíos
EL LAICISMO. — La Iglesia quiere que pensemos hoy
en las consecuencias de este llamamiento Universal a la fe de Cristo. Las
naciones, en conjunto, se han convertido al Señor, que las trajo, con los
acontecimientos sobrenaturales, los beneficios de una civilización
completamente desconocida del mundo antiguo. Pero, desgraciadamente, hace ya
dos siglos que un error sumamente pernicioso destroza a todas las naciones, a
Francia particularmente: el laicismo. Consiste éste en la negación de los derechos
de Dios y de Nuestro Señor Jesucristo sobre toda la sociedad humana, tanto en
la vida privada y familiar, como en la vida social y política. Los propagadores
de esta herejía han repetido el grito de los Judíos deicidas: No queremos que
reine sobre nosotros. Y con toda la habilidad, tenacidad y audacia de los hijos
de las tinieblas, se han esforzado por echar a Cristo de todas partes. Han
declarado inmoral a la vida religiosa y expulsado a los religiosos; han
intentado imponer a la Iglesia, aunque inútilmente, una constitución cismática;
han decretado la separación de la Iglesia y del Estado y han negado a la sociedad
civil la obligación de ayudar a los hombres a conquistar los bienes eternos;
han introducido el desorden en la familia con la ley del divorcio, han
suprimido los crucifijos en los tribunales, hospitales y escuelas. Y, finalmente,
han declarado intangibles sus leyes y han hecho del Estado un Dios.
RAZÓN DE ESTA FIESTA. — Frente "a esta
peste de nuestros días" los Papas no han cesado de levantar su voz. Pero,
como la plaga iba en aumento, Pío XI quiso aprovechar el año jubilar para
recordar solemnemente al mundo por la Encíclica Quas primas del 11 de
diciembre de 1925, el completo y absoluto poder de Cristo, Hijo de Dios",
Rey inmortal de los siglos, sobre todos los hombres y sobre todos los pueblos
de todos los tiempos. Además, para que esta doctrina tan necesaria no se
olvidase demasiado pronto, instituyó en honor de su reinado universal una
fiesta litúrgica que fuese a la vez memorial solemne y reparación de esa
apostasía de las naciones y de los individuos, que se afana por manifestarse en
la doctrina y en los hechos en nombre del laicismo contemporáneo. Finalmente, el Sumo Pontífice
prescribió para esta misma solemnidad la renovación de la consagración del
género humano al Sagrado Corazón. Los fieles encontrarán en el Breviario o
simplemente en el Misal, la doctrina de la Iglesia sobre el reinado social de
Cristo y fórmulas incomparables de oraciones de alabanza, de reparación y de
petición que pueden dirigirle en esta fiesta. Pero esta enseñanza en toda su
amplitud se halla expuesta en la Encíclica del Papa. Nos contentaremos con dar
un resumen, invitando a los lectores que acudan al texto original para que,
reconociendo los derechos del Señor, arrojen el veneno del laicismo y se
lleguen con confianza al Corazón de Jesús, cuyo reinado es de amor y de
misericordia.
TRIPLE REINADO. —
En la Encíclica verán en qué sentido Cristo es Rey de las inteligencias, de los
corazones y de las voluntades; quiénes son los súbditos de este Rey, el triple
poder incluido en su dignidad regia y la naturaleza espiritual de su reinado. "Ya
está en uso desde hace mucho tiempo el atribuir a Cristo en un sentido
metafórico el título de Rey, por razón de la excelencia y eminencia singulares
de sus perfecciones, por las cuales sobrepuja a toda criatura. Y nos expresamos
de ese modo para afirmar que es el Rey de las inteligencias humanas, no
tanto por la penetración de su inteligencia humana y la extensión de su
ciencia, cuanto porque es la misma Verdad y los mortales necesitan buscar en él
la verdad y aceptarla con obediencia. Se le llama Rey de las voluntades, no
sólo porque a la santidad absoluta de su voluntad divina corresponden la
integridad y la sumisión perfecta de su voluntad humana, sino también porque, mediante
el impulso y la inspiración de su gracia, somete a Sí nuestra libre voluntad,
con lo que viene nuestro ardor a inflamarse para acciones nobilísimas. A Cristo
se le reconoce finalmente como Rey de los corazones, a causa de su
caridad, que excede a todo conocimiento y de su mansedumbre y bondad, que
atraen a las almas; y en efecto, no h a habido hombre alguno hasta hoy que haya
sido amado como Jesucristo por todo el género humano, ni tampoco se verá en lo
porvenir.
LA DIGNIDAD REGIA, UNA CONSECUENCIA DE LA UNIÓN HIPOSTÁTICA. —
"Pero, avanzando un poco más en nuestro tema, cada cual puede echar de ver
que el nombre y poder de Rey convienen a Cristo en el sentido propio de la
palabra; se dice de Cristo que recibió de su Padre el poder, el honor y la
dignidad regia en cuanto hombre, pues el Verbo de Dios, que con el Padre posee una
misma sustancia, no puede menos de poseer todo en común con su Padre y, por
consiguiente, el imperio supremo y absoluto sobre todo lo creado. La dignidad
regia de Cristo se funda en la unión admirable que llamamos unión hipostática.
Por consiguiente: los ángeles y los hombres tienen que adorar a Cristo en cuanto
es Dios, pero tienen que obedecer y exteriorizar su sumisión también a sus
mandatos en cuanto hombre, es decir que, por el solo título de la unión
hipostática, a Jesucristo se le dio poder sobre todas las criaturas...
LA TRIPLE POTESTAD. — "La dignidad regia
de Cristo lleva consigo un triple poder: legislativo, judicial y ejecutivo y
sin él no se puede concebir aquélla. Los Evangelios no se contentan con
afirmarnos que Cristo ratificó algunas leyes, nos le presentan también dictando
otras nuevas... Jesús declara además que el Padre le otorgó el poder
judicial... Este poder judicial implica el derecho de decretar para los
hombres, penas y recompensas, aun en esta vida. Y, por fin, también tenemos que
atribuir a Cristo el poder ejecutivo, dado que es de necesidad para todos la
obligación de obedecer a sus órdenes, y que ha establecido algunas penas de
las que no se librará ningún culpable.
CARÁCTER DEL REINADO DE CRISTO. — " Que el reinado
de Cristo ha de ser en cierto sentido principalmente espiritual y referirse a
las cosas espirituales... Nuestro Señor Jesucristo lo confirmó con su modo de
obrar... Ante Pilatos de clara que su reino no es de este mundo. En el Evangelio
se nos muestra su reino como reino en el que nos preparamos a entrar por la fe
y el bautismo... El Salvador no opone su reino más que al reino de Satanás y al
poder de las tinieblas. Exige a sus discípulos desasirse de las riquezas y de
todos los bienes terrenos, practicar la mansedumbre, tener hambre y sed de la
justicia, pero también renunciarse y llevar cada cual su cruz. Como Jesucristo
en cuanto Redentor compró a la Iglesia con el precio de su sangre y, en cuanto
Sacerdote, se ofrece a sí mismo perpetuamente en sacrificio por los pecados del
mundo, ¿quién no echará de ver que su dignidad regia tiene que participar del
carácter espiritual de estas dos funciones de Sacerdote y de Redentor? "Con
todo, no se podría negar, sin cometer un grave error, que el reinado de
Cristo-hombre se extiende también a las cosas civiles, puesto que recibió de su
Padre un dominio absoluto, de tal modo que abarca todas las cosas creadas y
todas están sometidas a su imperio..."
MISA
Mientras en el cielo
adoran al Cordero inmolado los Ángeles y los Santos proclamándole Rey, nos
reunimos nosotros en la casa de Dios para renovar el misterio de la inmolación
de este Cordero y proclamar también nosotros su reinado universal, en la vida
individual y familiar, en la vida social y política, aquí y en la eternidad.
INTROITO
Digno
es el Cordero que fué inmolado, de recibir el poder, la divinidad, la,
sabiduría, la fortaleza y el honor. A Él la gloria y el imperio por los siglos
de los siglos. —Salmo: Oh Dios, da tu juicio al Rey: y
tu justicia al Hijo del Rey. J. Gloria
al Padre.
La Colecta pide para la
gran familia humana dividida por el pecado, la restauración de la unidad. El
único medio de conseguirla, es acatar el reinado de Cristo.
COLECTA
Omnipotente
y sempiterno Dios, que quisiste restaurarlo todo en tu amado Hijo, Rey de
todos: haz propicio que todas las familias de las gentes, disgregadas por la
herida del pecado, se sometan a su suavísimo imperio. El cual vive y reina
contigo.
CRISTO. —La
Epístola es un verdadero cántico en el que el apóstol San Pablo proclama arrobado
lo que es Cristo para Dios, para la creación, para la Iglesia. El Padre es
invisible, habita en una luz, en una región inaccesible, pero he aquí que el
que es imagen suya, nacido de El, Dios como El, se deja ver entre nosotros, se
hace hombre como nosotros, y derrama su sangre por nosotros. Dios: obra suya es
la creación; por El subsiste todo; en El tenemos la vida, el movimiento y el
ser y todo lo que existe para El es. Cabeza de la creación, lo es también de la
Iglesia que es su cuerpo, su Esposa. Hay entre ambos unidad de vida. Esta vida
la posee El en su plenitud y esta plenitud se comunica sin padecer mengua
jamás; toda belleza, toda santidad proviene de El como de su fuente. Así lo
quiso el Padre con el propósito de reducir todas las cosas a la unidad
primitiva y de pacificar en la sangre de su Hijo todo lo que hay en el cielo y
en la tierra.
EPISTOLA
Lección de la Epístola del Ap. S. Pablo a los Colosenses
(Col., I, 12-20).
Hermanos:
Damos gracias a Dios Padre, que nos hizo dignos de participar de la suerte de
los Santos en la luz, que nos arrancó de la potestad de las tinieblas y nos
trasladó al reino del Hijo de su amor, en el cual tenemos la redención por su
sangre, el perdón de los pecados. El es la imagen del Dios invisible, el
primogénito de toda criatura: porque en El fueron creadas todas las cosas del
cielo y de la tierra, las visibles y las invisibles, sean los Tronos, sean las
Dominaciones, sean los Principados, sean las Potestades: todo fué creado por El
y en El, y El es antes que todo, y todo existe en El. Y El es la cabeza del
cuerpo de la Iglesia, el principio, el primogénito de los muertos, para que sea
quien tenga el principado en todo: porque plúgole al Padre hacer que habitara
en El toda la plenitud, y conciliario todo en El, pacificando por la sangre de
su cruz tanto lo que hay en la tierra como lo que hay en el cielo, en
Jesucristo, nuestro Señor.
El Gradual y el Aleluya
cantan la universalidad y la eternidad del reino de Cristo.
GRADUAL
Dominará
de un mar a otro mar, y desde el río hasta los confines del orbe de las
tierras. V. Y le adorarán todos los reyes de la tierra: todas las gentes le servirán.
Aleluya, aleluya. J.
Su poder es un poder eterno, que no será quitado: y su reino, un reino
que no será destruido. Aleluya.
EVANGELIO
Continuación del santo Evangelio según S. Juan (Jn„ VIII, 33-37).
En aquel tiempo dijo
Pilatos a Jesús: ¿Eres tú el Rey de los judíos? Respondió Jesús: ¿Dices esto
por ti mismo, o te lo dijeron de mí otros? Respondió Pilatos: ¿Acaso soy yo
judío? Tu gente y los pontífices te han
entregado a mí: ¿qué has hecho? Respondió Jesús:
Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuese de
este mundo, lucharían ciertamente mis ministros, para
que no fuera entregado a los judíos: pero ahora mi
reino no es de aquí. Dijóle entonces Pilatos: ¿Luego tú
eres Rey? Respondió Jesús: Tú dices que yo soy Rey.
Yo para esto nací y para esto vine al mundo: Para
dar testimonio de la verdad: todo el que es de la verdad
oye mi voz.
Este diálogo entre Jesús y
Pilatos nos hace conocer el carácter espiritual y universal de la dignidad
regia del Mesías, su origen divino y su fin: "Nací y vine al mundo para
dar testimonio de la verdad: todo el que es de la verdad, oye mi voz." San
Agustín, comentando este texto, nos habla también del desprendimiento y de la
bondad de nuestro Rey: "¿De qué le servía al Señor ser rey de Israel? ¿Era
por ventura algo grande para el Rey de los siglos, ser rey de los hombres? Cristo
no es rey de Israel para exigir tributos, armar de la espada a los batallones y
dominar visiblemente a sus enemigos, sino que es rey de Israel para gobernar
las almas, velar por ellas para la eternidad y llevar al reino de los cielos a
los que creen, esperan y aman." Probemos, pues, que somos súbditos suyos
de verdad tributándole el homenaje de nuestra fe,de nuestra confianza y de nuestro
amor.
El Ofertorio recuerda la
promesa, que el Padre hizo al mismo Cristo, de darle como herencia las
naciones.
OFERTORIO
Pídemelo
y te daré las gentes por herencia tuya, y por posesión tuya hasta los confines
de la tierra.
En la Secreta consideramos
el reino del Señor en cuanto trae a nuestras almas el don divino de la unidad y
de la paz.
SECRETA
Ofrecemoste,
Señor, esta hostia de la reconciliación humana: haz, te suplicamos, que
Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor, a quien inmolamos en el presente sacrificio,
conceda El mismo a todas las gentes los dones de la unidad y de la paz. El cual
vive y reina contigo.
En el Prefacio, más aún
que en las otras oraciones del
Santo Sacrificio, se propone explícitamente
a la fe y a la piedad de los creyentes
la exacta noción teológica del reinado universal de Cristo. Como Hijo único del Padre, con quien es coeterno y consustancial, el Verbo encarnado comunica a su santa Humanidad, en virtud
de la unión hipostática, la doble unción
divina del sacerdocio y de la majestad real. En virtud de su Sacrificio Redentor sobre el altar de la cruz, como también por su
nacimiento eterno, somete a su
imperio indestructible a todas las
criaturas, en un reino de verdad y de vida,
de santidad y de gracia, de justicia, de
amor y de paz.
PREFACIO
Es
verdaderamente digno y justo, equitativo y saludable que siempre y en todas
partes te demos gracias a ti, Señor santo, Padre omnipotente, eterno Dios: Que
ungiste con óleo de alegría a tu unigénito Hijo, nuestro Señor Jesucristo,
Sacerdote eterno y Rey universal: para que, ofreciéndose a sí mismo, en el ara de
la cruz, como hostia inmaculada y pacífica, obrase el misterio de la redención
humana: y, sometiendo a su imperio todas las criaturas, entregase a tu inmensa Majestad
un reino eterno y universal: un reino de verdad y de vida; un reino de santidad
y de gracia; un reino de justicia, de amor y de paz. Y, por eso, con los Ángeles y los Arcángeles, con los Tronos y las Dominaciones, y con toda la
milicia del ejército celestial, cantamos el himno de tu gloria, diciendo sin cesar:
Santo, Santo, Santo, etc.
El Señor concede la paz a
los que le reciben:
COMUNION
Se
sentará el Señor Rey para siempre: el Señor bendecirá a su pueblo con la paz.
El fruto de la Comunión
consistirá en preparar nuestras almas para entrar en el reino celestial.
POSCOMUNION
Habiendo
conseguido el alimento de la inmortalidad, suplicamoste, Señor, hagas que, los
que nos gloriamos de militar bajo las banderas de Cristo Rey, podamos reinar
eternamente con El en el trono celestial. El cual vive y reina contigo.
CONSAGRACION AL
SAGRADO CORAZON DE JESUS
No debemos terminar el día
sin hacer nuestra la fórmula de Consagración que compuso León XIII, cuya
recitación pública está prescrita por Pío XI para todos los años en esta fiesta.
"Dulcísimo
Jesús, Redentor del género humano, miradnos humildemente postrados delante de
vuestro altar: vuestros somos y vuestros queremos ser; y a fin de poder vivir
más estrechamente unidos con Vos, todos y cada uno espontáneamente nos
consagramos en este día a vuestro Sacratísimo Corazón. Muchos, por desgracia,
jamás os han conocido; muchos, despreciando vuestros mandamientos, os han
deshechado. ¡Oh Jesús benignísimo, compadeceos de los unos y de los otros, y
atraedlos a todos a vuestro Corazón Santísimo! ¡Oh Señor! Sed Rey, no sólo de
los hijos fieles que jamás se han alejado de Vos, sino también de los pródigos que
os h a n abandonado, haced que vuelvan pronto a la casa paterna para que no
perezcan de hambre y de miseria. Sed Rey de aquellos que por seducción del error
o por espíritu de discordia, viven separados de Vos; devolvedlos al puerto de
la verdad y a la unidad de la fe, para que en breve se forme un solo rebaño
bajo de un solo Pastor. Sed Rey de los que permanecen aún envueltos en las
tinieblas de la idolatría o del islamismo; dignaos atraerles a todos a la luz
de vuestro reino. Mirad finalmente con ojos de misericordia a los hijos de
aquel pueblo que en otro tiempo fué vuestro predilecto; descienda también sobre
ellos, como bautismo de redención y de vida, la sangre que un día contra sí
reclamaron. Conceded, oh Señor, incolumidad y libertad segura a vuestra
Iglesia; otorgad a todos la tranquilidad en el orden; haced que del uno al otro
confín de la tierra no resuene sino esta voz: "Alabado sea el Corazón
divino, causa de nuestra salud; a El se entonen cánticos de honor y de gloria
por los siglos de los siglos. Así sea."
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