ESCRITOS SUELTOS DEL LIC. Y MARTIR ANACLETO GONZALES FLORES, “EL MAISTRO”
CONTRA LOS TRES
Hemos dicho que los tres
grandes enemigos de la Iglesia, en estos momentos en nuestro país son: el Protestantismo, la
Masonería y la Revolución. Los tres han jurado guerra a
muerte a la fe sagrada de nuestros padres; los tres han jurado matar al
Catolicismo; los tres han jurado matar a la Iglesia de Dios y acabar con los
católicos.
Los tres trabajan con una
actividad incansable y con un programa de acción verdaderamente alarmante y
bien organizado. Porque esos tres enemigos persiguen y baten al Catolicismo en
todas partes, a todas horas y en todas las formas posibles. Y no exageramos.
Esos tres enemigos nos combaten en las calles, en las plazas, en la prensa, en
la escuela, en los talleres, en las fábricas, en los hogares. Hacen penetrar
sus hojas sueltas a los rincones más olvidados. Sostienen constantemente su
prensa. Protegen todas las formas de prostitución y las aprovechan. En fin:
mantienen y alzan sus banderas y sus combates en todos los rumbos y en la totalidad
de nuestra vida. Han generalizado la batalla de manera que en estos momentos lo
han invadido todo y tienen desenvainada su espada y regados sus batallones en
todas partes. Nosotros hasta ahora nos hemos limitado a combatir solamente en
algunos baluartes y en algunos de los reductos que nos han dejado. Hemos
combatido en el templo. Desde allí todos los días se hace sentir la guerra
contra el mal. Hemos combatido en la prensa, pero tan pobremente, tan
raquíticamente que puede decirse que no hemos combatido. No hemos combatido
dentro de los talleres, ni de las fábricas, ni de los hogares, ni de la
escuela, ni en la calle, ni en la plaza; nos hemos limitado a combatir dentro
de nuestros templos. En tanto la batalla se ha generado y los ejércitos del mal
lo han invadido todo. Y ha llegado el momento de generalizar la defensa de los
derechos de Dios y de su Iglesia. ¿Cómo? La
Unión Popular, que está presente en todas partes, en virtud de su
estructura y de su organización y que combate en todas partes: en la prensa, en
el taller, en la fábrica, en el hogar, en la escuela, en todos los lugares
donde aparece una manifestación de vida individual y social, es la obra que
generalizará el combate por Dios.
Si La Unión Popular no tuviera más cualidad ni más ventaja que
generalizar la batalla en defensa de Dios y de su Iglesia, ya esto bastaría
para que todo católico perteneciera a ella. Urge, por tanto, generalizar
nuestra defensa. Urge que las banderas de Dios se desplieguen por todas partes,
en todos los baluartes y en todos los reductos. Urge que el poder del
pensamiento católico se generalice en forma de batalla y de defensa. Para esto
bastas que todas las energías católicas pertenezcan a la La Unión Popular y secunden su programa, que va a extender la
bandera inmensa de Dios sobre todos los campos de batalla.
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