LA ÚLTIMA CARTA DEL GENERAL ENRIQUE GOROSTIETA VELARDE
*Muy estimado Sr. Eduardo Pérez Gorostieta, muy a mi pesar no me
fue posible comunicarme con Ud., por este hermoso artículo o carta de su querido abuelo
porque con su autorización la publicación de esta carta en nuestro blog no estaría supeditada a una admonición que sería muy justa. El motivo que me mueve es
el de dar a conocer el carácter y temple de nuestro querido General tan denostado y
ridiculizado en la cinta cinematográfica “La Cristiada”. Su servidor se encontraba en España cuando el gobierno español prohibió su exhibición en los cines del país, me alegró mucho esa decisión, pero el daño a su persona ya se había hecho en otros países. Quienes me han preguntado si
podían ver o no esa película, he aconsejado que NO por
respeto a la VERDAD y a quienes murieron por ella como su abuelo.
Con un saludo muy cordial se despide de usted su servidor:
*Arturo Vargas Meza Pbro. Otro nieto de cristero.
En homenaje a los cristeros muertos En memoria de mis abuelos Ahora, a
75 años de distancia de la muerte del General Enrique Gorostieta, quiero
escribir algo de la parte de la historia que no ha sido escrita, de la parte
que ha estado silenciada. Me refiero a la figura del General como hombre; como
persona con convicciones y creencias; como hombre con sentimientos, como hombre
con debilidades y con flaquezas. Creo, que sin restarle validez a todos los
documentos históricos y narraciones que a este respecto se han
estudiado, la última carta del general nos pueda dar luz respecto
a su persona. El motivo que me induce a escribir estas notas, es que creo que
llegó el momento de utilizar el derecho de réplica que
la familia no ha ejercido en estos 75 años. Pero
quiero aclarar que es una réplica a la Historia, pues mucha de la literatura
existente relativa al General, parte de elementos del discurso y archivos
oficiales del Estado, los cuales lo mismo inventan, que contienen elementos
difamatorios. Hacer pues esta réplica, me parece de elemental justicia, no sólo al General, sino a todos los que con él
murieron. La última carta del General Gorostieta está dirigida a ciertos prelados con motivo de los “arreglos” que, sin tomar absolutamente en cuenta a los
verdaderos combatientes, estaban llevando a cabo con el gobierno. Es el único documento público escrito por él sin intervención de terceras personas, y en el cual se demuestra sin necesidad de
interpretaciones, su posición en el conflicto y sus ideas personales acerca de
la índole de lucha, de la jerarquía eclesiástica, de la Liga, y de las personas que con él
combatieron. Ningún escrito acerca del General estaría completo sin el documento más
importante y el último que escribió en su
vida. Este documento está fechado el 16 de mayo de 1929 en El Triunfo
Jalisco. En esa carta el General señalaba al final de la misma: “...Creo de mi deber hacer del
conocimiento de Uds. que vamos a sufrir en los próximos meses la más dura prueba de toda esta epopeya; que
tenemos que hacer frente a una agudísima crisis que señalará nuestro triunfo o nuestra derrota, y se hace necesario que todos
pongamos el mayor esfuerzo, y aprontemos mayor ayuda. Yo aseguro a Uds. que la
Guardia Nacional cumplirá con su deber, pero pido que no se nos
exija más allá del deber...” Han transcurrido 75 años de que
terminó el conflicto, y después de haber sido testigo de la evolución de las libertades que en materia de culto y de profesión de fe se han dado en el país, no podemos más que
pensar, que efectivamente el movimiento popular triunfó, pues hoy podemos profesar la religión que
deseemos, y celebrar nuestras misas dentro de las iglesias, en las plazas y
sobre las calles. Y aclaro que esta última palabra la he escrito con minúscula, para no manchar de sangre este escrito.- ¡Jamás se escriba en horas de dolor!- decía José Martí,- porque de la pluma brotará sangre.- Por ello, la familia del General ha dejado pasar tanto
tiempo. Para que curados los agravios y rencores, se emitieran juicios serenos.
Para no confundir al lector respecto al texto del que hace alusión el primer párrafo de este escrito, quiero señalar que cuando me refiero a la última
carta del General Enrique Gorostieta, me estoy refiriendo a la carta que mi
abuelo Enrique envió a mi abuela Gertrudis (Tula); carta que está fechada el 17 de mayo (un día después de la carta a los prelados) y que contiene una
posdata de envío del 30 de mayo (3 días antes
de su muerte). Como ya se dijo, la carta consta de seis párrafos y una posdata de envío. Esta es una de 22 cartas que el General envió a su esposa entre 1927 y 1929, y que están en
manos de mi madre, a quien agradezco que me haya autorizado citar parte del
contenido de la última carta escrita por mi abuelo. La carta tal
vez fue leída por mi abuela Tula después de conocer la noticia de la muerte de su esposo,
pues habiendo sido enviada el 30 de mayo como señala la
posdata “No habiendo tenido manera de mandarte ésta hasta
hoy 30 de Mayo, te participo...”; es difícil que
hubiera llegado más rápido que las noticias del fallecimiento de mi
abuelo. En cualquier caso, esta carta debió haber
tenido para mi abuela una connotación de despedida, sin haber sido ésta la intención inicial del abuelo. Por ello, si queremos
entender al General, adentrémonos en lo real del movimiento, en su
cotidianidad para así tal vez trascender la lucha y encontrar los
motivos de su vitalidad. En la carta señala: “...Naturalmente que no se acaban los
trabajos físicos, como son: dormir en el suelo,
tener que caminar mucho, hoy desayunar y no cenar hasta el día siguiente, pero ya tu sabes que eso
para mí son tortas y pan pintado...” En este mismo contexto, volvamos a la vida real,
y si observamos con sinceridad, podremos tal vez encontrar entendimiento y
comprensión a lo que el General estaba viviendo y sufriendo, como se puede notar
en el siguiente párrafo: “Hoy he escrito a la Sra. recomendándole te ayude a fin de que estés
perfectamente escondida y rogándole que nadie que no sea ella o Andrés tu hermano, sepan dónde te encuentras ni hablen contigo. Este deseo
que sea como te digo; no hagas excepción ni con
los míos ni con los tuyos ni con persona alguna”. Más tarde en la postdata incluía: “...Sigue al pie de la letra lo que se refiere a tu
reclusión. Que Dios te bendiga.” Por otro lado, dejemos de lado el archivo oficial
que el gobierno creó y guardó. Adentrémonos a la naturaleza humana. Observemos la vida de la época y el contexto revolucionario del México de
1929. Nuestros gobiernos no siempre han jugado limpio, y esa época no era la excepción. El General continuaba la carta diciendo: “Nuestro movimiento ha tomado tal fuerza
y el gobierno está tan de capa caída, que ya andan haciendo esfuerzos para
localizar a las familias de los que andamos en el campo, a fin de ver si de esa
manera logran reducirnos, ya que no lo pueden hacer por medio de las armas”. Para quienes todavía pudieran tener duda de la naturaleza humana del
General y de sus sentimientos humanos, ofrezco el siguiente párrafo, esperando no haber faltado a la promesa que hice a mi madre de
no incluir párrafos con connotaciones íntimas, pero creo, que si hemos de entender
cabalmente al General, al hombre de carne y hueso, estas palabras pueden dar
luz sobre su ser: “Yo comprendo que será una nueva prueba para ti, pero confío en tu fortaleza de espíritu y abnegación para el sufrimiento, para que la
soportes y con ello corones la obra de amor y dulzura con que has sabido
hacerme tuyo en lo absoluto. Creo firmemente que esto no ha de durar mucho y
que pronto podremos reunirnos para siempre y entonces verás lo que en mi ha logrado tu conducta”. Ahora, dejemos atrás las ideologías y los
intereses, para así tal vez encontrar tranquilidad, sabiendo que
estamos en presencia de actos propios de la naturaleza humana, y propios de
quienes sienten sus libertades amenazadas. Que estamos ante convicciones que sólo los que las han tenido pueden entender, como la de emprender una
lucha en la que se ha de entregar la vida. La vida no se da por pesos oro, la
vida se da por lo que se cree. Mi abuelo continuaba así su carta: “Mantente animosa, fíjate que lo que yo ando haciendo es un
deber sagrado y convéncete de ello al considerar los millones
de gentes que están rezando por mí y por mi causa... ...No flaquees por
nada; no confundas los triunfos efímeros con los definitivos y fíjate en que la causa que defiendo es la
del honor y la justicia y que esto es independiente del resultado final”. Porque solo dejando de lado los intereses oficialistas al narrar la
historia, se puede aspirar a ver el movimiento cristero sin prejuicios
sectarios, para poder ver los resultados y las realidades del mismo. “Tú por razón natural, vivirás más que yo y acuérdate de lo que ahora te digo: con mi
esfuerzo, sea cual fuere el resultado práctico de esta lucha, ya he logrado un verdadero nombre para nuestros
hijos”. Cuando veo la trascendencia del movimiento 75 años después del mismo, y las manifestaciones de recuerdo y
gratitud que para mi madre tienen todos los lugareños de Los
Altos de Jalisco, quienes año con año realizan una cabalgata en honor del General
Enrique Gorostieta, no puedo más que estar seguro que efectivamente logró un nombre para sus hijos, y que logró junto
con todos los cristeros defender sus ideales y darnos la libertad de culto. La
vida da oportunidades y ésta es una de ellas. Quiero agradecerle a la
Historia esta oportunidad de réplica para ofrecer una visión de un hombre, al que nada humano le era ajeno y al que Dios ubicó a combatir en la mejor trinchera y la batalla más justa. La Historia así lo demostró.
Eduardo Pérez Gorostieta mayo 17, 2004 Monterrey, Nuevo León, México
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