lunes, 19 de septiembre de 2016

LA MISA NUEVA - Mons.Marcel Lefebvre

SERMÓN SOBRE LA SANTA MISA
(29-6-76)

Pronunciado por Su Excia. el arzobispo
Mons. Marcel Lefebvre,
en Ecóne, el 29 de junio de 1976, en ocasión de las
ordenaciones sacerdotales.


Mis queridos amigos, mis queridos hermanos en el sacerdocio, mis queridos hermanos, que habéis venido de todas las regiones, de todos los horizontes; es una gran alegría para nosotros recibiros y sentiros tan cerca nuestro en este momento tan importante para nuestra Fraternidad y también para la Iglesia. Pienso, en efecto, que si -peregrinos- han hecho el sacrificio de viajar noche y día, de venir de regiones alejadas para participar en esta ceremonia, es que tenían la convicción de que iban a asistir a una ceremonia de Iglesia, a participar en una ceremonia que les alegraría el corazón, porque también tendrían la certeza al volver, de que la Iglesia Católica continúa.

¡Oh! Lo sé bien, son numerosas las dificultades de esta empresa que es considerada temeraria. Nos dicen que estamos en un impasse. ¿Por qué? Porque de Roma nos han llegado, sobre todo desde hace tres meses, en particular después del 19 de marzo, fiesta, de San. José, abjuraciones, súplicas, órdenes, amenazas, diciéndonos que cesemos en nuestra actividad, para decirnos que no hagamos estas ordenaciones sacerdotales. Y han sido insistentes, estos últimos días: desde hace doce días, especialmente, no dejamos de recibir mensajes o enviados de Roma, ordenándonos abstenernos de hacer estas ordenaciones. Pero si con toda objetividad, buscamos cuál es el verdadero motivo que anima a los que nos piden no hacer estas ordenaciones, si buscamos su motivación profunda, encontramos que es porque ordenamos estos sacerdotes para que recen la Misa de siempre. Es porque se sabe que esos sacerdotes serán fieles a la Misa de la Iglesia, a la Misa de la Tradición, a la Misa de siempre, que nos presionan para que no los ordenemos. No necesito más prueba que ésta: seis veces, en tres semanas, seis veces nos han pedido restablecer relaciones normales con Roma, y como testimonio de ello, recibir el nuevo rito y celebrarlo yo mismo. Se ha llegado hasta enviarme a alguien que me ha ofrecido concelebrar conmigo en el rito nuevo, a fin de manifestar que aceptaba de buen grado la nueva liturgia, y que me ha dicho que, con este hecho, todo quedaba allanado entre nosotros y Roma. Me han colocado en las manos el nuevo misal, diciéndome: "He aquí la misa que debe celebrar y que celebrará en todas sus casas". Me han dicho asimismo que, si en esta fecha, hoy, este 29 de junio, delante de nuestra asamblea, celebramos una misa según el rito nuevo, todo quedaría arreglado entre nosotros y Rema. Entonces queda claro, es notorio, que es sobre el problema de la Misa que se desarrolla el drama entre Econe y Roma. ¿Nos equivocamos nosotros al obstinaremos en conservar el rito de siempre? Ciertamente, hemos rezado, hemos consultado, hemos reflexionado, hemos meditado para saber si verdaderamente somos nosotros los que nos hallamos en el error, o si realmente no tenemos razón suficiente para no someternos al nuevo rito. Y bien, justamente, la insistencia de aquéllos que nos son enviados desde Roma para pedirnos cambiar de rito, nos hace reflexionar y tenemos la convicción de que precisamente ese nuevo rito de la misa expresa una nueva fe, una fe que no es la fe católica. Esta nueva misa es un símbolo, una imagen de una fe nueva, de una fe modernista, pues si la Santísima Iglesia ha querido guardar, a lo largo de los Siglos, ese precioso tesoro que nos ha dado del rito de la Santa Misa, canonizada por San Pío V, no fue sin razón. Es porque en esa misa se encuentra toda nuestra fe, toda la fe católica: la fe en la Santa Trinidad, la fe en la divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, la fe en la Redención por Nuestro Señor Jesucristo, la fe en la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, que ha corrido para la redención de nuestros pecados, la fe en la gracia sobrenatural, que nos viene del Santo Sacrificio de la Misa, que nos viene de la Cruz, que nos viene por todos los sacramentos. He aquí lo que creemos al celebrar el Santo Sacrificio de la Misa de siempre.

Esta Misa es una lección de fe, indispensable para nosotros en esta época en que nuestra fe es atacada por todas partes. Nosotros tenemos necesidad de esta MISA verdadera, de esta Misa de siempre, de este Sacrificio de Nuestro Señor, para llenar realmente nuestras almas del Espíritu Santo y de la fuerza de Nuestro Señor Jesucristo. Ahora bien, es evidente que este rito nuevo supone -si puedo así decirlo- otra concepción de la religión católica, otra religión. No es más el sacerdote quien ofrece el Santo Sacrificio de la Misa, es la asamblea. Esto es todo un programa. Además, es también la asamblea quien reemplaza la autoridad en la Iglesia: es la asamblea episcopal la que reemplaza el poder de los obispos, es el consejo presbiteral quien reemplaza el poder de los obispos en la diócesis, es el número quien manda ahora en la Santa Iglesia. Y ello está expresado en la misa precisamente en que la asamblea reemplaza al sacerdote, a tal punto que ahora, algunos sacerdotes no quieren celebrar la Santa Misa cuando no hay asamblea. (Véase expresado el mismo pensamiento en el estudio titulado “La misa nueva es válida o invalida contenido en este mismo blog)Es la noción protestante de la misa la que se introduce lentamente en la Santa Iglesia y esto condice con la mentalidad del hombre moderno, con la mentalidad modernista; le es absolutamente acorde (como dijo un compañero en el sacerdocio, hablando del hombre actual: “Todos somos liberales porque hemos nacido bajo este siglo liberal que emana de la revolución francesa, llevamos algo de liberalismo en nosotros”) Pues el ideal democrático es el ideal fundamental del hombre moderno ( de ese hombre liberal); para él, el poder se halla en la asamblea, la autoridad en los hombres, en la masa y no en Dios. Nosotros creemos que Dios es todopoderoso, que Dios posee toda autoridad, que toda autoridad proviene de  Dios: "OMNIS POTESTAS A DEO". (Que es el verdadero principio del católico, que la autoridad viene de Dios y nadie más) Nosotros no creemos que la autoridad venga del pueblo, que la autoridad venga de la base, como lo quiere la mentalidad del hombre moderno. Ahora bien, la nueva misa no es más que la expresión de esta idea de que la autoridad se halla en la base y no en Dios. La gracia de la cual van a participar estos jóvenes sacerdotes no es la gracia santificante, en la cual Nuestro Señor Jesucristo nos  hace participar por la gracia del Bautismo; es la gracia de unión, esta gracia de unión única de Nuestro Señor Jesucristo. Es ésta la gracia de la cual van a participar, pues es por su gracia de unión a la divinidad de Dios, a la divinidad del Verbo, que Nuestro Señor Jesucristo se ha hecho sacerdote, que Nuestro Señor Jesucristo es Rey, que Nuestro Señor Jesucristo es Juez, que Nuestro Señor Jesucristo debe ser adorado por todos los hombres. Por la gracia de unión, gracia sublime, gracia que jamás ningún ser de aquí abajo ha podido concebir, esta gracia de la divinidad misma, descendiendo en una humanidad que es la de Nuestro Señor Jesucristo ungiendo de cierta manera como el aceite que cae sobre la cabeza y consagra a aquél que lo recibe. La humanidad de Nuestro Señor Jesucristo estaba penetrada por la divinidad del Verbo de Dios y es así que Él ha sido hecho sacerdote, que ha sido hecho mediador entre Dios y los hombres, y es de esta gracia que van a participar estos sacerdotes, es ella la que los colocará por encima del pueblo de Dios. Ellos también serán intermediarios entre Dios y su pueblo. No serán solamente los representantes del pueblo de Dios, ni serán solamente los presidentes de la asamblea. Serán sacerdotes para toda la eternidad. Marcados por ese carácter para toda la eternidad. Nadie tiene derecho a no respetarlos. Aun si ellos no respetasen ese carácter, lo tienen siempre, lo tendrán siempre. He aquí lo que creemos, he aquí cuál es nuestra fe, y esto es lo que constituye nuestro Santo Sacrificio de la Misa, no como lo quiere la mentalidad del hombre moderno. Los fieles participan, ciertamente, en esta ofrenda con todo su corazón, con toda su alma, pero no son ellos quienes la ofrecen.

La prueba: el sacerdote, cuando está solo, ofrece el Sacrificio de la Misa, de igual valor y en la misma forma que si hubiera miles de personas que lo rodearan; su sacrificio tiene un valor infinito pues no es otro que el Sacrificio de Nuestro Señor Jesucristo. Esto es lo que nosotros creemos, y es por eso que pensamos que no podemos aceptar este rito nuevo que es obra de otra ideología, de una ideología nueva.  Se ha creído atraer al mundo tomando sus ideas. Se ha creído atraer hacia la Iglesia a aquéllos que no creen, tomando sus ideas, tomando las ideas del hombre moderno, que es un hombre liberal, un hombre modernista, un hombre que acepta la pluralidad de religiones, pero que no acepta el Reinado Social de Nuestro Señor Jesucristo. Eso lo he escuchado por dos veces de los enviados de la Santa Sede, que me han dicho que el Reinado Social de Nuestro Señor Jesucristo no era ya posible en nuestro tiempo, que era necesario aceptar definitivamente el pluralismo de religiones, que la Encíclica "Quas primas" sobre el reinado de Nuestro Señor Jesucristo, esa encíclica tan hermosa escrita por el Papa Pío XI, no sería escrita hoy por el Papa, Eso es lo que me han dicho los enviados oficiales de la Santa Sede. y bien, nosotros no somos de esa religión, no aceptamos esa nueva religión. Nosotros pertenecemos a la religión de siempre, a la religión católica; no pertenecemos a esta religión universal, como hoy se la llama. Ésa no es la religión católica. Nosotros no pertenecemos a esta religión liberal, modernista, que tiene su culto, sus sacerdotes, su fe, sus catecismos, su biblia su biblia ecuménica. No los aceptamos, no aceptamos la biblia ecuménica. No hay biblia ecuménica, hay una Biblia de Dios, la Biblia del Espíritu Santo, que ha sido escrita bajo la influencia del Espíritu Santo.

Es la palabra de Dios y no tenemos derecho a mezclarla con la palabra de los hombres. No puede existir una biblia ecuménica, y no hay más que una palabra: la palabra del Espíritu Santo. Nosotros no aceptamos los catecismos que no afirman más nuestro Credo. Y así con lo demás, no podemos aceptar todas esas cosas. Es contrario a nuestra fe, lo lamentamos infinitamente, esto nos significa un dolor inmenso, inmenso: el pensar que tenemos dificultades con Roma por causa de nuestra fe. ¿Cómo es esto posible? Es algo que sobrepasa nuestra imaginación, que jamás hubiéramos podido pensar, que jamás hubiéramos podido creer, sobre todo en nuestra infancia, cuando todo era uniforme, cuando do la Iglesia creía en su unidad general, cuando tenía la misma fe, los mismos sacramentos, el mismo Sacrificio de la Misa, el mismo catecismo. De pronto, todo está dividido, destrozado.

He dicho a los que han venido de Roma: los cristianos están desgarrados en su familia, en su hogar entre sus hijos, están desgarrados en su corazón debido a esta división de la Iglesia, de esta nueva religión que se enseña y se practica. Los sacerdotes mueren prematuramente, destrozados' en su corazón y en su alma por pensar que no saben qué hacer: o someterse a la obediencia y perder en algún modo la fe de su infancia y su juventud, y renunciar a las promesas que han hecho en el momento de sus votos sacerdotales, prestando el juramento anti-modernista; o tener la impresión de separarse del que es nuestro Padre, el Papa, de aquél que es el Sucesor de Pedro. ¡Qué desgarramiento para los sacerdotes! , Los sacerdotes, muchos sacerdotes, han muerto prematuramente de dolor. Sacerdotes son alejados de sus parroquias, perseguidos porque dicen la Misa de siempre. Estamos en una situación verdaderamente dramática. Entonces, tenemos que elegir entre una apariencia -diría yo- de obediencia -pues el Santo Padre no puede pedirnos abandonar nuestra fe, le. es absolutamente imposible y la conservación de nuestra fe. Y bien, nosotros elegimos no abandonar nuestra fe. Pues, en eso no podemos equivocarnos. La Iglesia no puede estar en el error, en aquello que ha enseñado durante dos mil años. Es absolutamente imposible. Y es por eso que estamos apegados a esta tradición que está expresada de una  manera admirable y de una manera definitiva, como bien lo ha dicho el Papa San Pío V, en el Santo Sacrificio de la Misa. Mañana, puede ser, nuestra condena a causa de las ordenaciones de hoy aparecerá en los diarios, es muy probable. Probablemente seré golpeado por una suspensión: estos jóvenes sacerdotes estarán golpeados por una írregularídad que, en principio, debería ímpedírles decir la Santa Misa. Es posible. Y bien, recurro a San Pío V que ha dicho en su bula a perpetuidad, que jamás, nunca se podrá censurar a un sacerdote por decir esta Santa Misa. ¿Por qué? Porque esta Misa está canonizada, él la ha canonizado definitivamente. Un Papa no puede levantar una canonización. El Papa puede crear un nuevo rito; pero no puede levantar una canonización. No puede prohibir una Misa canonizada, esto no es posible. Pues esta Santa

Misa ha sido canonizada por San Pío V. y es por eso que podemos decirla con toda tranquilidad, con toda seguridad y además estar seguros de que diciendo esta Misa, profesamos nuestra fe, mantenemos nuestra fe y mantenemos la fe de nuestros fieles. Es la mejor manera de mantenerla y por eso es que vamos a realizar en algunos instantes estas ordenaciones. Es verdad, hubiéramos deseado tener una bendición de la Santa Sede como antes se tenían bendiciones de Roma, para los recién ordenados. Pero pensamos que el Buen Dios está allí, que lo ve todo, y que Él también bendice esta ceremonia que hacemos y que un día Él extraerá los frutos que Él desea y que Él nos ayudará, en todo caso, a mantener nuestra fe y a mantener la Iglesia. Pedimos sobre todo a la Santísima Virgen y a San Pedro y San Pablo, hoy. Pedimos a la Santísima Virgen que es la Madre del Sacerdocio, que obtenga para estos jóvenes la verdadera gracia del sacerdocio, que obtenga para ellos el Espíritu Santo, que ha sido dado, por su intermedio, a los Apóstoles el día de Pentecostés. Y pedimos a San Pedro y a San Pablo, mantener en nosotros esta feen Pedro. ¡Oh!, si, tenemos la fe en Pedro, tenemos la fe en el Sucesor de Pedro.


Pero como muy bien lo ha dicho el Papa Pío IX en su Constitución Dogmática sobre el Pontífice Romano: el Papa ha recibido el Espíritu Santo, no para hacer verdades nuevas, sino para mantener la fe de siempre. Ésa es la significación dogmática de la infalibilidad pontificia hecha en el Primer Concilio Vaticano por el Papa Pío IX. Y es por ello que estamos persuadidos de que manteniendo las tradiciones, manifestamos nuestro amor, nuestra docilidad y nuestra obediencia hacia el Sucesor de Pedro. 

*BREVE COLOFON. 

Como el amable lector vera Mons. Lefebvre insiste una y otra vez en demostrarnos con hechos fehacientes que la denominada “Iglesia Oficial” ya es contraria totalmente a la Iglesia de Siempre. Ya en 1850 y aun tiempo atrás los enemigos acérrimos de la Iglesia Católica y arto conocidos se reunieron en Suiza en la ciudad de Sion para cambiar de táctica en cuanto al ataque diabólico contra la Iglesia de Jesucristo. En esa reunión secreta acordaron infiltrarla mandando gente bien formada por ellos en sus sectas masónicas, estos serian ordenados sacerdotes, luego párrocos, Obispos y…finalmente Papas. Quien sea instruido en estos menesteres sabrá que en el conclave donde fue elegido San Pío X como Papa fue a causa del veto que el representante del Emperador del imperio Austro-Húngaro mando vetar al Cardenal Rampolla elegido antes que San Pio X, al morir dicho cardenal se encontró entre sus pertenencias una cedula que demostraba su pertenencia a la masonería. Aun mas San Pío X como queriendo no desterrar esta herejía nefasta sino restarle fuerza fundo el famoso Sodalicium Pianum, cuyo fin era investigar a los candidatos al episcopado sobre si eran de esta secta y profesaban estas ideas modernistas, gracias a esta estratagema logro parar la consagración de muchos obispos acordes con la ideología modernista y masona, pero era mucho para él.

Su Santidad Pío XII trato en lo posible de contener este diabólico modernismo que, como un rio intespetuoso, quería volcarse contra la iglesia y arrasarla, si posible fuera desde sus cimientos. Razón por la cual no convocó al Concilio, pero murió sabiendo que a su muerte sobrevendrían otros personajes arto conocidos y convocarían a un Concilio en donde todo tiene menos de ecuménico según lo interpreta la Iglesia de siempre y de católico. De este nefasto Concilio nos vienen todos los males que padecemos y de los cuales Mons. Lefebvre nos advirtió hasta el cansancio en sus escritos, alocuciones, sermones, platicas espirituales y otras cosas que tuvo a mano con el afán de descubrir a los judas, por desgracia hoy lo fundado por él lo TRICIONO y se abrazo con estos enemigos acérrimos de la Iglesia bimilenaria. Estos escritos de Monseñor nos dan pie para comentar con más detalle la detestable acción llevada a cabo por los que hoy ocupan la Fraternidad y ver hasta qué grado son responsables de su infame acción y, por este hecho, hasta que grado la Santa Misa es licita pues no dudamos de su valides, pero si queda la duda de la licitud en virtud de su unión de facto con la herejía modernista…es para reflexionar, que opinan? Sobre este tema e solo una opinión en ningún momento trato de imponer este análisis como “dogmatico” u obligatorio, solo es una invitación a meditar un poco y cada quien es libre de sacar su conclusión siempre y cuando se ajuste al escrito de Mons. Lefebvre y no al colofón que este servidor escribe.


*R.P Arturo Vargas

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