lunes, 26 de septiembre de 2016

Ite Missa Est

26 DE SEPTIEMBRE

SAN CIPRIANO, MARTIR Y SANTA JUSTINA,
VIRGEN Y MARTIR



Epístola – Hebr; X, 32-38
Evangelio – San Lucas; XII, 1-8


LAS ACTAS DE SAN CIPRIANO. — Las Actas de San Cipriano nos cuentan que era mago. Entró en relación con el diablo y le pidió que sedujese a una joven, por nombre Justina, para que aceptase el casarse con uno de sus clientes. El diablo no consiguió nada y, al pedirle una explicación, confesó que la joven le había hecho escapar con la señal de la cruz. Cipriano se convirtió con esta revelación, y en su Confesión tuvo empeño en probar que el demonio, que tan temible parece, de hecho vale muy poco contra un alma que pone su confianza en la cruz del Salvador. Si los historiadores no admiten las Actas ni la Confesión de Cipriano, podemos al menos retener la lección que nos dan estos dos documentos en lo que al diablo se refiere. Y tal vez esta lección es hoy más oportuna que nunca, ya que parece que muchos hacen esfuerzos para echar al diablo al olvido, al mismo tiempo que se recrudece la brujería, la magia y el satanismo, y niegan algunos la existencia del infierno, como contrario a la bondad infinita de Dios.

SATANÁS. — No se puede negar que el diablo existe puesto que las Sagradas Escrituras demuestran su existencia y su acción por todas partes. Pero es necesario conocerle para combatirle bien, desenmascararle y vencerle: esto es victoria de Dios, a la vez que nuestra...

SU POTENCIA Y SU DEBILIDAD. — "En la Escritura se nos representa al diablo, fuerte, poderoso y temible por naturaleza, al que siempre le vence el hombre frágil y desarmado, si pone en Dios su confianza. Y hasta se echa de ver claramente que Dios, para humillarle más, se complace en abatir su soberbia con los instrumentos más flacos. Dios quiere esta lucha: a El le toca recoger esta gloria, que tiene un sabor especial para El... "Despreciando y todo a ese monstruo, el Espíritu Santo nos da a conocer su naturaleza temible, pudiendo asegurar que no hay poder en el mundo que se le pueda comparar... Pero este poder tiene su límite; nuestra alma es un santuario que guarda la voluntad y nadie por la violencia puede penetrar en él. El padre de la mentira no puede obrar directamente en la parte superior de nuestra alma; la acción sobre ella tiene sólo lugar por vía de resonancia. Las tentaciones que puede crear, afectan tan sólo a la parte sensible de nuestro ser, parte de que se sirve indignamente para su provecho y para turbar así por su medio la inteligencia y la voluntad.

NUESTRAS ARMAS. — "Es, pues, de mucha importancia que la división entre nosotros y el diablo sea perfecta y que el alma se convierta en su antagonista decidido. Por esa parte no hay arreglo posible; hay que vencer o ser víctima de este enemigo, a quien Nuestro Señor llamaba homicida. "La vigilancia y la oración son las dos armas preventivas que no dejan entrar ni a la tentación siquiera; porque si ésta se cuela al amparo de nuestra indolencia, cuando queramos ya darnos cuenta, es casi dueña del campo. La vigilancia es para nuestra alma un centinela que la advierte del peligro, mientras que la oración nos sitúa cerca de Dios, que es nuestro verdadero muro de defensa inexpugnable... Es una verdad cierta y muy consoladora que no hay cosa en el mundo que pueda robarnos a Dios. Nunca se repetirá lo bastante: toda la fuerza del enemigo consiste en nuestra connivencia, con él. Si somos fieles para cubrirnos con el escudo de la fe, en todas las circunstancias nos  haremos invulnerables"

VIDA. — El haber mezclado San Gregorio Nacianceno y, más tarde, Prudencio, lo que sabemos de San Cipriano de Antioquía con otros hechos de su homónimo de Cartago, y el que los griegos nunca celebrasen más que un santo de este nombre, además de la falta de indicaciones satisfactorias sobre el lugar a donde fueron trasladadas las reliquias del mártir de Antioquía, han inducido a pensar si no hubo aquí una transformación de San Cipriano, retórico pagano antes de su conversión, en un Cipriano dedicado a la magia; desdoblamiento más tarde en dos personajes distintos y, por fin, atribución de uno de ellos a Antioquía. Las listas episcopales de esta ciudad no traen ni su nombre ni el de los otros obispos nombrados en las Actas. Los Bolandistas (An. Bol., XXXIX, 314-332) opinan que son un solo personaje. De Santa Justina nada sabemos. El culto en honor de los Santos Cipriano y Justina entró en Roma en la Edad Media, al pretender que se habían encontrado sus reliquias junto a Letrán. Entonces se introdujo su fiesta en el Breviario romano.

ORACIÓN.

"Apóyenos, Señor, la continua protección de tus santos mártires Cipriano y Justina: porque no dejas de mirar propicio a los que concedes ser ayudados por tales auxilios. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

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