miércoles, 24 de agosto de 2016

MONSEÑOR DE SÉGUR - EL INFIERNO, SI LO HAY, QUÉ ES, MODO DE EVITARLO.


"Cada uno será castigado por donde habrá

pecado"

(Sab; XI, 17)

OTRAS PENAS MUY GRANDES
QUE ACOMPAÑAN
AL SOMBRÍO
FUEGO DEL INFIERNO



A más del fuego y las tinieblas, hay en el infierno otros castigos, otras penas y otros modos de sufrir. Así lo exige la Justicia Divina; habiendo los condenados cometido el mal de muchas maneras, y habiendo participado más o menos de sus pecados, y por consiguiente de la condenación, cada uno de sus sentidos, es justo que sean más castigados del lado por donde más habrán pecado, según estas palabras de la Escritura: “Cada uno será castigado por donde habrá pecado” . El instrumento de aquellos múltiples castigos será principalmente el fuego del que acabamos de hablar; mas por una acción especial castigará tal o cual sentido que habrá servido especialmente para la iniquidad; y así también con relación a cada uno de sus vicios y de sus pecados el condenado echado en el fuego y en las tinieblas exteriores, como dice el Evangelio, llorará amargamente sobre un pasado irreparable, y rechinarán sus dientes en el exceso de su desesperación. “Habrá allí llantos y rechinar de dientes: “fletus et stridor dentium. Son palabras del mismo Dios. Estos lamentos de los condenados serán más espirituales que corporales, dice Santo Tomás; y esto aun después de la resurrección, en que los cuerpos de los condenados, permaneciendo verdaderos cuerpos humanos, con todos sus sentidos, todos sus órganos y todas sus propiedades esenciales, serán, sin embargo, susceptibles de ciertos actos ni de ciertas funciones. Las lágrimas en particular suponen un principio físico, jáe secreción, que no existirá ya.

Figúrate, mi buen lector, lo que serán y lo que sufrirán bajo las diversas influencias de aquel fuego y de aquellas tinieblas, de aquellos remordimientos e inútiles desesperaciones, los ojos de un condenado, aquellos ojos que por tanto tiempo tantas veces habrán servido para contentar su orgullo, su vanidad, su concupiscencia, y todas las imaginaciones de su lujuria. ¡Y sus oídos abiertos a las conversaciones impúdicas, a las mentiras, a las calumnias, a las mofas de la impiedad! ¡Y su lengua, sus labios, su boca, instrumentos de tantas sensualidades, de tantos discursos impíos y obscenos, de tantas gulas! ¡Y sus manos, que han buscado, escrito y esparcido tantas cosas detestables, que han cometido tantas malas acciones!

¡Y su cerebro, órgano de tantos millones de culpables pensamientos de toda clase!

¡Y su corazón, asiento de su depravada voluntad, y de todos sus malos afectos por siempre desvanecidos!

¡Y todo su cuerpo, su carne para la cual ha vivido, cuyos deseos todos ha satisfecho, con todas sus pasiones y concupiscencias! Todo en él tendrá su castigo, su tormento especial a más de la pena general de la condenación y de la maldición divina y del fuego vengador. ¡Qué horror!


Y no es esto todo. Santo Tomás añade con los Santos Padres: “En la última purificación del mundo se obrará en los elementos una separación radical; todo lo que es puro y noble subsistirá en el cielo para gloria de los bienaventurados; mientras que cuanto es innoble y sucio será precipitado al infierno para tormento de los condenados. Y así como toda creatura de Dios es una causa de gozo para los escogidos, del mismo modo los condenados hallarán en todas las creaturas una causa de tormentos. Y esto será el cumplimiento del oráculo de los Libros Santos: 'El universo entero combatirá con el Señor contra los insensatos [esto es, contra los condenados] (Sab. 5, 21)”.Finalmente, y para completar la descripción de aquel lúgubre estado del alma reprobada, añadamos lo que Nuestro Señor mismo ha declarado en la fórmula de la sentencia que pronunciará en el juicio final, a saber, que los malditos, los condenados irán a arder en el infierno, “en el fuego que ha sido preparado para el demonio y sus ángeles” 6. En los abrasados abismos del infierno los condenados tendrán, pues, el suplicio de la execrable compañía de Satanás y de todos los demonios. Encuentra se en este mundo una especie de alivio en no sufrir solos; pero en la eternidad la asociación del condenado con los ángeles malos y con los demás réprobos será, por el contrario, un aumento de la desesperación, del odio, de la rabia, de los sufrimientos del alma y de los dolores del cuerpo. He aquí lo poco que sabemos por revelación divina y por las enseñanzas de la Iglesia sobre la multiplicidad de tormentos que en la otra vida formarán el castigo de los impíos, de los blasfemos, de los impúdicos, de los orgullosos, de los hipócritas, y en general de todos los pecadores obstinados e impenitentes. Pero lo que hace más espantosas esas penas es su eternidad.

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