12 de julio
San Juan Gualberto, fundador.
(† 1073)
III
Clase – Ornamentos Blancos
Misa
– Os Justi (* menos
el Evangelio)
Epístola
– Eccli; XLVI, 1-6
Evangelio*
– San Mateo; V, 43-48; VI, 1-4
El venerable fundador de la orden de Valleumbrosa,
San Juan Gualberto, nació en Florencia, y se convirtió de la vanidad del siglo
a la perfección evangélica por un caso notable que le sucedió, y fué de esta
manera. Tenía Juan un padre que se llamaba como él Gualberto y era valiente y
bravo soldado, el cual traía enemistad con un hombre que injustamente había
muerto a un pariente suyo, y para vengarse, le pretendía matar: y Juan acudía a
la voluntad de su padre y andaba en los mismos pasos y cuidados. Un día, yendo
a Florencia él y otro criado bien armados, topó acaso a aquel su enemigo,
desarmado, y en un paso tan estrecho que no se podía huir ni escapar. Turbóse
aquel pobre hombre, y echándose a los pies de Juan con grande humildad, le pidió
por amor de Jesucristo crucificado que le perdonase y le diese la vida. Fué
tanto lo que se enterneció Juan oyendo el nombre de Jesucristo crucificado, que
luego levantó del suelo a su enemigo, le abrazó, le perdonó y dijo que
estuviese seguro. Partióse pues aquel pobre hombre consolado, y Juan siguió su
camino, y entró en una iglesia, donde poniéndose a hacer oración delante de un
crucifijo que allí estaba, vio claramente que el crucifijo le inclinó la cabeza
como quien le hacía gracias por su caridad. Quedó Juan confuso por este regalo
del Señor, y determinó abrazarse con Cristo crucificado. Para esto pidió al
abad de san Miniato de Florencia el hábito de san Benito, y fué tal el ejemplo de
santidad que dio a los monjes, que fallecido el abad, todos pusieron los ojos mas
él no lo consintió por su humildad, y como se alzase con el gobierno un monje
que turbaba la paz del monasterio, el santo se partió con un compañero para buscar
otro lugar donde con más quietud pudiese servir a Dios. Vino pues a un valle
que por la espesura de los árboles se llama Valleumbrosa, y está en la
provincia de Toscana, y allí por inspiración del Señor hizo su morada, y en
aquel sitio se formó un grande y numeroso monasterio, debajo de la regla de San
Benito, aunque con algunas constituciones propias y particulares de nuestro santo. Favorecióle, el Señor
con su gracia y con dones de milagros y profecías, y después de haber edificado
otros monasterios y resucitado en ellos el primitivo espíritu de San Benito, gobernándolos
santísimamente por espacio de veintidós años, a los setenta –y cuatro de su
edad, dio su espíritu al Señor.
†
Reflexión: Después
de haber leído la caridad que usó san Gualberto con su enemigo mortal, no
quisiera, amado lector) que conservases en tu corazón algún maligno rencor y
deseo de venganza. No trates acaso de manchar tus manos con la sangre del que
te ofendió y perjudicó, ni aun tal vez de delatarle a un tribunal en demanda de
justicia. Pues ¿qué provecho sacarías de maldecirle y desearle la muerte o
alguna desgracia? ¿Podrías con este odio acarrearle algún grave mal? No: el mal
recaería sobre de ti, porque con esos malditos rencores no harías más que
llenar tu conciencia de pecados. Sacrifica pues generosamente por amor de Cristo
crucificado todos tus odios y resentimientos y dile con todo el corazón (y no
solamente con los labios) aquellas palabras del Padre nuestro: Perdónanos
nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores.
†
Oración: Suplicamos
te, Señor, que nos haga recomendables ante tu divino acatamiento la intercesión
del bienaventurado Gualberto, abad, para que consigamos por su protección lo
que no podemos alcanzar por nuestros méritos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario