22 de junio
San Paulino,
obispo de Nola.
(† 431)
Epístola
– II Cor. VIII, 9-15
Evangelio
– San Lucas XII,32-34
El santísimo obispo de Nola
San Paulino fué de nación francés, y nació de padres muy nobles y ricos en la
ciudad de Burdeos. Tuvo por maestro a Ausonio Galo, excelente poeta y muy estimado
en aquellos tiempos; y llegado a la edad competente, se casó con una señora muy
principal llamada Terasia, y como todos tenían en él puestos los ojos así por
su sangre como por sus letras, riquezas v loables costumbres, llegó a ser
cónsul y prefecto de la ciudad de Roma. No tuvo hijos de su mujer y así
propusieron los dos esposos, tocados de Dios, vivir como hermanos, y se
vinieron a España y estuvieron algún tiempo en Barcelona, donde por aclamación
del pueblo, el obispo Lampio, contra la voluntad del santo, que quería servir a
la Iglesia de sacristán, le ordenó de sacerdote, como el mismo santo lo refiere
en sus escritos. Habiendo repartido a los pobres todos sus bienes, se retiró
con su esposa a un campo de la ciudad de Nola, donde vivían en hábito y
profesión de monjes; mas como ya la fama de sus virtudes se hubiese extendido por
toda aquella tierra, en muriendo el obispo de Nola, le compelieron a aceptar él
gobierno de aquella Iglesia, donde edificó a todos no menos con sus admirables ejemplos,
que con su celestial doctrina. Envió le a llamar al emperador Honorio para un
concilio que se juntaba sobre ciertos negocios tocantes a la quietud de la
Iglesia, llamándole santo y venerable padre y verdadero siervo de
Dios. Cuando Alarico rey de los Godos tomó a Roma y la saqueó, vino también
a Ñola y prendió al santo obispo. Dice san Agustín, que entonces se alegró el santo
de no ser atormentado por el oro y la plata, porque todos sus tesoros tenía en
el cielo; y habiendo saqueado después los vándalos la iglesia, procuró San Paulino
desentrañarse y allegar lo que pudo para redimir a los cautivos. Y dice San
Gregorio papa, que en esta sazón vino a San Paulino una pobre viuda a pedirle
limosna para rescatar un hijo que los vándalos se habían llevado a África, y
estaba en poder del yerno del rey. A la cual respondió el santo que ya no tenía
cosa que darle, sino a sí mismo, y en efecto pasó a África, y se entregó al
yerno del rey por el hijo de aquella viuda, haciendo todo el tiempo de su
cautiverio oficio de hortelano, hasta que el rey de los vándalos sabiendo que
Paulino era obispo, le mandó a su tierra cargado de dones y acompañado de los
cautivos que pertenecían a su obispado. Finalmente después de haber gobernado
largos años como santísimo pastor aquel rebaño de Cristo, fue consolado en su
dichoso tránsito por los gloriosos santos Jenaro y Martín, que se le
aparecieron y acompañaron su santa alma a los cielos.
†
Reflexión: En
el libro inmortal que nos ha dejado san Paulino sobre las Delicias de
la antigua piedad cristiana, recomienda encarecidamente la caridad y misericordia,
que es el principal mandamiento de la Ley evangélica, y la virtud que nos hace
más semejantes al divino modelo Jesucristo. Por esta causa no dudó el santo en
venderse por esclavo a trueque de rescatar al hijo de aquella viuda. ¡Oh, si
prendiese el fuego de la caridad de Cristo en todos los corazones! ¿Habría por
ventura en el mundo una sola familia menesterosa, un solo enfermo, una sola
viuda, un solo huérfano, un solo pobre, que no hallase amparo y refugio bajo el
manto de la caridad?
†
Oración: Concédenos,
oh Dios omnipotente, que la venerable festividad de tu confesor y pontífice san
Paulino acreciente en nosotros la devoción y el deseo de nuestra salvación
eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
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