1 de junio
SANTA ANGELA DE MERICIS,
VIRGEN
Misa – Dilexisti
Ornamentos Blancos
Epístola – II Cor. X,17-18; XI, 1-2
Evangelio – San Mateo XXV, 1-13
El día está aureolado por
una doble gloria: por el triunfo de Aurelia Petronila de la primera edad de la
Iglesia, y por el perfume de Angela de Méricis. El siglo diez y seis que ayer
ofrecía a Cristo resucitado la seráfica Magdalena de Pazis, le presenta hoy
este nuevo tributo de la santidad de la Iglesia. Ángela llenó todo el significado
del hermoso nombre que recibió. Posee en cuerpo mortal la pureza de los
espíritus bienaventurados, imita la agilidad de su vuelo y por el vigor que lleva
consigo las prácticas de todas las virtudes encarna su energía sobrenatural. Vióse
a esta heroína de la gracia poner a sus ies todo lo que hubiera podido
detenerla en su camino. Elevada desde muy pronto a la más alta contemplación,
un ardor caballeresco la lleva a las playas de Oriente para allí seguir las
huellas del Esposo divino a quien se había entregado. Poco después se la ve
visitar Roma y exhalar sus súplicas ante la Confesión de San Pedro: vuelta al
lugar de su morada funda una Orden religiosa que lo es todavía hoy y lo será
siempre uno de los ornamentos y auxilios de la Santa Iglesia. El espectáculo de
Úrsula rodeada de su legión de vírgenes sedujo el corazón de Ángela; también ella
necesita un ejército de estas jóvenes valientes. La noble princesa bretona hizo
frente a los bárbaros; Ángela, nueva Úrsula dará una batalla al mundo y a sus
seducciones tan peligrosas para las almas todavía jóvenes, y como trofeo de sus
victorias podrá mostrar las innumerables generaciones de adolescentes que su santo
instituto ha salvado desde hace tres siglos, iniciándolas en la práctica y el
amor de las virtudes cristianas.
VIDA. —Ángela
nació cerca de Verona entre 1470
y 1475. Los sufrimientos que Dios la envió la llevaron a buscar solamente en El
los consuelos de que sentía necesidad, y por inspiración divina entró en la
Tercera Orden de S. Francisco en la que llevaba una vida piadosa y austera
dándose a las obras de caridad. Con gran devoción hizo la peregrinación a
Tierra Santa. De vuelta a Italia, viendo extenderse cada vez más la desmoralización
producida por el Renacimiento, comenzó en 1535 la fundación de una congregación
religiosa que tuviera por fin la educación de las jóvenes para así asegurar las
reformas de la familia y de la sociedad. Esta congregación, puesta bajo el
patrocinio de la ilustre virgen y mártir Sta. Úrsula, fué aprobada por el
cardenal Cornaro con el título de Unión romana de Ursulinas el 8 de agosto de
1536. Ángela se consagró totalmente a su obra hasta su muerte acaecida el 24 de
enero de 1540. Canonizada por Pío VII en 1807, su fiesta era extendida a la
Iglesia universal, en 1861.
ELOGIO. —
Combatiste los combates del Señor, oh Angela, y tu vida tan llena de obras
santas te ha merecido un descanso glorioso en las moradas eternas. Un celo
insaciable por el servicio de Aquel que te había elegido por Esposa, una ardiente
caridad hacia todos aquellos que El rescató con su sangre, tales son los
aspectos que caracterizan toda tu existencia. Este amor por el prójimo te ha
hecho madre de una familia innumerable porque nadie podría contar las niñas que
han bebido en las escuelas de tus hijas la leche de la doctrina sana y de la
piedad. Contribuíste poderosamente al mantenimiento de la familia cristiana
preparando tantas madres y esposas para sus sublimes deberes, y de tu
institución han salido otras que para consuelo de la Iglesia y para beneficio
de la sociedad han sido llamadas al mismo fin. El Sumo Pontífice ha ordenado
que tu nombre sea solemnizado en toda la catolicidad y al promulgar este
decreto ha declarado que quería con ello colocar bajo tu protección materna
toda la juventud femenina expuesta hoy a tantos peligros por los enemigos de
Cristo y de su Iglesia. Han formado el designio de arrancar la fe del corazón
de las esposas y de las madres para así aniquilar con más seguridad el
cristianismo que tan suave y fuerte influencia ha conservado hasta ahora en la
familia. Descubre, oh Ángela, estas tenebrosas asechanzas. Protege a tu sexo;
alimenta en él el sentimiento de la dignidad de la mujer cristiana y la
sociedad podrá todavía salvarse.
PLEGARIA. —
También nosotros nos dirigimos a ti, esposa de Cristo, para obtener tu ayuda en
el recorrido de este año litúrgico en el que cada día encontramos tus huellas.
Tu empeño en vivir los misterios que se desarrollan a lo largo de él te llevó
más allá de los mares. Quisiste ver Nazaret y Belén, recorrer Galilea y Judea,
dar gracias en el Cenáculo, llorar en el Calvario, adorar el Sepulcro glorioso.
Dígnate bendecir nuestros pasos en el camino que anduvieron tus pies. Te
seguiremos al Monte de los Olivos desde donde el Salvador se remontó a los
cielos; penetraremos de nuevo en el Cenáculo iluminado por los fulgores del
Espíritu Santo. Condúcenos en pos de tus huellas hacia esos lugares benditos cuyo
atractivo te arrancó de tu patria y lanzó a través de tantos azares de una larga
y peligrosa peregrinación. Eleva nuestras almas a las alturas de los misterios
que coronan el Tiempo Pascual.
No hay comentarios:
Publicar un comentario