San Cirilo y San Metodio |
Las lenguas
Para Khomiakov, la filología es el complemento de la historia. Ella
debe contribuir a restituir a los Eslavos, el lugar al que tienen derecho en la
evolución de la humanidad. La palabra es
el patrimonio de los lranios: de éstos es dominio del pensamiento, de la
poesía, de la plegaria viviente y libre, mientras que el patrimonio de los Cusitas
era la lucha silenciosa con la naturaleza, y la grandeza de la arquitectura colontal.
De manera particular, la palabra (slavo)
parece pertenecer a los eslavos (eslovenos). La palabra de verdad, despertando
la actividad interior del alma: y restaurando su armoniosa belleza, contiene en
sí un carácter de universal actividad, ennoblece el ser moral de sus discípulos,
La palabra es esencialmente viviente. Su estudio, la filología, será, por
tanto, una ciencia viviente, Tendrá en cuenta las condiciones en que han vivido
los pueblos, las vicisitudes que han sufrido, las mezclas de razas, que
producen lenguas nuevas. "Todo se
refleja en el lenguaje", y uno puede, en la vida del pensamiento, leer la
historia de la humanidad. "La filología comparada tendrá por objeto reconstruir
la historia de esos siglos que no nos han dejado monumentos escritos, y
determinar la edad en la que el gran árbol de la humanidad ha echado sus
potentes ramas". Aquí, como en otras cosas" a los Alemanes les falta
el sentido de la vida. "Se lanzan a la anatomía de las palabras".
Los Eslavos deben crear la filología viviente que, abandonando "el
antiguo punto de vista puramente material", tomará en consideración el
desarrollo orgánico del pensamiento. Para el tiempo de Khomiakov, la filología
daba sus primeros pasos. El los seguía atentamente, conocía tanto los trabajos de
los Eslavos como los de los alemanes Bopp y Grimm; pero no ha ensayado
constituir un sistema de filología o lingüística. Sin duda, se daba cuenta que estas ciencias
eran todavía demasiado nuevas para sacar conclusiones sólidas, Procedía más
bien por intuiciones, sobre todo en el dominio de la etimología, en la que,
gustaba espigar ecos de tradición íranía y restos de la vida eslava, mezclando
ingeniosas primeras miradas con numerosas suposiciones arriesgadas. Sobre todo
se ayudaba de la filología, para buscar en la mitología griega, los rastros de
leyendas eslavas, y trataba de leer en inscripciones liceanas los más antiguos
testimonios de la escritura eslava.
Un terreno filológico más firme, lo encontraba Alexis en la comparación
del eslavo con el latín y el sánscrito. Así, enumera sus afinidades: ausencia
de artículo, comunidad de raíces, identidad de las leyes del desarrollo de las
palabras. Cita en el vocabulario y la morfología del latín, entidad de
semejanzas con el eslavo y concluye: "el fundamento lingüístico del dialecto
latino, pertenece plenamente al sistema eslavo, y da deducciones que confirman la
verdad de los relatos sobre la fundación de Alba y el eslavismo de los pueblos
troyano y lyciano". "Más estrecho aún parece el parentesco entre el
eslavo y el sánscrito. El filólogo que tenga el sentimiento de la verdad de los
sanes, notará que la lengua eslava, por la plenitud de sonidos y el carácter
del timbre, es la única que reproduce en el oído la impresión producida por el
sánscrito".
En apoyo de su tesis, compuso el Léxico, al que antes aludimos, en el que
“comparaba más de mil palabras sánscritas con palabras rusas". De sus
estudios, Khomiakov concluía que "no se puede hacer la filología comparada
de las lenguas indoeuropeas, sin tener como base el eslavo, que es el anillo
intermediario que une a Europa con el Irán". Alexis no amaba al eslavo
sólo por su importancia filológica, sino también por su belleza. "Nuestra
palabra, única en el globo terráqueo, es sólida como el granito, límpida y
fluida como el agua de la fuente. Los Eslavos son, de todas las razas humanas, la
raza por excelencia de la palabra", y haciendo el elogio del ruso escribe:
"Nuestra lengua, en su exterior material y en sus sonidos, es una
envoltura tan transparente, que se ve, a través de ella, brillar
constantemente, el movimiento intelectual que la crea. Ella es, aún hoy día,
para el pensamiento, un cuerpo orgánico enteramente sometido al espíritu, y no
una caparazón artificial...Cada palabra, en particular, tiene su fisonomía, su
movimiento propio, que testimonia su contenido interior. Cambia el pensamiento,
cambia también la inflexión. No hay, o casi no hay, en la lengua rusa,
depósitos ni cristalizaciones; todo se agita, respira y vive". Dice
Gratieux: "Es difícil dar, incluso en compendio, una idea completa de un
conjunto tan frondoso como es la obra histórica de Khomiakov, y de apreciar y
verificar todos los detalles”.
Sería un milagro que, entre tantos hechos e hipótesis, no se hubieran
deslizado errores, exageraciones, aserciones, no verificadas o quizás inverificables.
Pero lo que permanece verdadero, pese a todo, es la belleza de esa concepción
de la historia viva, tanto en su objeto cuanto en el espíritu de su autor.
Una curiosidad universal, guiada por una simpatía no menos universal
por todo lo que es ruso, por todo lo que es eslavo, y más aún, por todo lo que
es humano, en vistas a justificar el espíritu libre y preparar su triunfo sobre
la materia: tal es el alma de la historia para Khomiakov, y se puede decir que,
tratada así, la historia es, verdaderamente, una justificación del Eslavofilismo".
EL
IDEAL ESLAVOFILO
El ideal espiritual: la Iglesia El Eslavofilismo miraba hacia el pasado
para encontrar allí sus raíces; miraba hacia el porvenir, para preparar la expansión
de su ideal. Su ideal era, en primer lugar, espiritual, sin desconocer la
necesidad de ciertas realizaciones temporales.
Este ideal tenía una idea central, que era su alma, su luz y su vida:
la Iglesia. Igualmente, está presente siempre en el horizonte intelectual de
Khomiakov. Su ideal era una humanidad penetrada del ideal de verdad, de
justicia y de amor, que debe realizar la Iglesia. Miraba a la Iglesia más como
Cuerpo místico que como sociedad eclesiástica. Insistía mucho en lo segundo, le
parecía una desviación, y señalaba en ello la "herejía occidental".
Posteriormente hará más justicia a las contingencias históricas de la Iglesia.
Debido en los Santos Padres, y en una profunda vida
cristiana, el misterio de la Iglesia apasionaba a Khomiakov. "Ella es un
organismo viviente, el organismo de la verdad y del amor, o más exactamente, la
verdad y el amor como organismo", escribía. Todo, en la Iglesia, está en
función del amor, repite, sobre todo en su opúsculo sobre la misma, que fue el
primer trabajo teológico de Alexis, "Por encima de todo, está el amor y la
unión"; "por encima de todo está la unión de la santidad y del
amor". "El amor es la corona y la gloria de la Iglesia".
Este organismo viviente tiene su alma: el
Espíritu divino. La Iglesia contiene en sí la plenitud de las
manifestaciones de la vida divina: la Tradición y la Escritura, la fe y las
obras. Abraza a todos los hijos de Dios, pasados, presentes y futuros. "El
que vive sobre la tierra, el que ha terminado la carrera terrenal, el que ha
sido creado para la vida terrenal, todos, están unidos en una sola Iglesia, en
una sola gracia divina" …El primer carácter de la Iglesia es la unidad,
que fluye de la unidad divina, de la acción íntima del Espíritu
Santo.
A la unidad se agregan, como otros caracteres, "la santidad
interior, que no permite ninguna mezcla de mentira, porque ella vive del
Espíritu de verdad; y la inmutabilidad exterior, porque su guardián y cabeza,
Cristo, no cambia". La Iglesia es visible, pero no Fa es verdaderamente
más que a los ojos de la fe. "Para el incrédulo el sacramento no es sino
un rito, y la Iglesia no es sino una sociedad. El creyente, con los ojos del
cuerpo y de la razón, no ve la Iglesia más que en sus manifestaciones
exteriores, pero el espíritu la reconoce en los sacramentos, en las plegarias
yen las buenas obras. Así, no la confunde con la sociedad que lleva el nombre
de los cristianos. “A las miradas carnales, al espíritu que razona según la
carne, la Iglesia permanece invisible, en la visible sociedad de los
cristianos". La fe es, esencialmente, viviente; por lo tanto, está unida
necesariamente al amor; una fe puramente exterior es una fe muerta, a la cual
se sustrae el conocimiento de los misterios.
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