Quinta vía:
la finalidad y orden del universo
(segunda
parte)
LA CONSTANCIA DE LA MEZCLA ATMOSFÉRICA
Otro caso maravilloso de teleología, de orden físico-
químico, nos lo ofrece la proporción constante, tan adecuada a los pulmones y
traquea de los animales y a la fisiología vegetal, que en el aire guardan siempre
sus componentes; a pesar de que no sólo el oxígeno, por la respiración, fermentaciones,
etc., sino también el nitrógeno, fijado por las bacterias del suelo labrantío y
sustraído por las descargas eléctricas... está en continuo proceso evolutivo. Con todo, la composición del aire siempre es la
misma y la única apta para que respiren los seres vivos.
3. La finalidad en la vida vegetal
y animal
a) LA FOTOSÍNTESIS
VEGETAL
21. l. Hechos de experiencia. El mundo está poblado de
seres vivos; se conocen casi tres millones de especies vegetales y animales; y
como cada especie tiene, en general, millones de individuos, el número de seres
vivos
en el mundo es de muchos billones.
en el mundo es de muchos billones.
a) PURIFICACIÓN
DE LA ATMÓSFERA. Todos los seres vivos respiran, es decir, toman del aire el
oxígeno y devuelven al aire bióxido de carbono. Naturalmente que, si el aire quedara
así, a los pocos días se haría irrespirable, como el aire de un salón cerrado
con muchas personas dentro, y todos los seres vivos morirían por asfixia. ¿Cómo renovar este aire? El de un salón se renueva abriendo
las ventanas. Pero nuestra atmósfera es un sistema cerrado sin intercambio
gaseoso con el exterior; imposible renovarla; hay que proceder más bien a purificaria.
¿Y es posible estar purificando todos los días masas considerables de aire? En efecto, esos seres que nos parecen tan triviales
y de los que nadie se cuida, ni poco ni mucho, las hojas y, en general, las partes
verdes de las plantas, toman por su cuenta esta función de tanto interés para el
presente y el futuro de la vida en nuestro planeta. Las hojas, estructura tan complicada que ningún biólogo
es capaz de fabricarlas en su laboratorio, ni siquiera de entenderlas, absorben
por los estomas del envés el aire cargado
de bióxido de carbono; y, bajo el influjo de la luz solar, que es absolutamente
necesaria, por un proceso misterioso que la ciencia todavía no ha podido averiguar
y que quizá nunca averigüe, lo descomponen; se quedan con el carbono para fabricar
sus compuestos ternario, indispensables para la vida vegetal, y devuelven el oxígeno
a la atmósfera, que así queda purificada.
b) MISTERIOS
EN EL SILENCIO Y SOLEDAD DE LOS CAMPOS. Notemos que, siendo el bióxido de carbono,
lo mismo que el agua absorvida por la raíz y que se encuentra con aquél en el espesor
de la hoja, de gran equilibrio estático:
1° No se ha podido descomponer en los laboratorios sino
después de muchos siglos de progreso.
2° Con aparatos apropiados.
3° y mediante un gran consumo de energía, equivalente
a la que desarrollaron al formarse.
Con todo esto, la hoja
l° Sin otras máquinas ni instalaciones que sus parénquimas
y sus diminutos cloroplastos.
2° Sin más energía que la luz solar.
3° A la temperatura y presión ordinarias.
4° En medio de ese silencio y soledad impresionantes
de los campos.
5° y desde que hay hojas en el mundo, se encarga de esta
operación, tan trascendental que de ella depende el aliento vital de todos los
seres vegetales y animales. Ni sólo esto, sino que con el carbono sobrante y el
hidrógeno del agua que sube por las raíces, los granos de clorofila fabrican las
sustancias orgánicas que, conducidas por la savia a las células, son transformadas
en los elementos constitutivos de la planta, suben al piso orgánico y adquieren
así esa intríncadísima y armónica complicación que sólo los sabios, a fuerza de
estudio y técnica, y en los últimos siglos, han podido, a medias, descubrir y aún
no han llegado a entender.
Tal es la actividad de los cloroplastos, que, en una
hora de trabajo y por el influjo de la luz solar, fabrican sustancia orgánica para
treinta horas de consumo. y así resulta que esos minúsculos granos de clorofila
no sólo suministran respiración a todos los seres vivos, sino también alimento.
Por eso, ni el mundo vegetal ni el animal podrían subsistir
si se declararan en huelga, por sólo unos días, esas incontables fábricas de
fotosíntesis, como son las hojas que forman los bosques, los valles, las praderas,
las huertas y las avenidas y jardines de pueblo y ciudades.
2. El autor de los granos de clorofila.
Sobre este hecho podemos, como antes argüir, con este
orden admirable y dinámico:
1° Algo se busca: aquí resplandece un plan,
una tendencia teleológica.
2° Que coordina y pone en juego muchos elementos,
lo mismo la partícula de aire que el rayo de luz, como medios para asegurar
la respiración y nutrición de los seres vivos.
Por intentar un fin y disponer los medios para
conseguirlo supone un entendimiento, y en nuestro caso no es el del hombre, que
comenzó a existir mucho después que los granos de clorofila. Luego ese entendimiento
es el de Dios. Es decir, que existe Dios.
3. Absurdos materialistas. Si no existiera un entendimiento y poder superior, la
hoja debería su estructura y mecanismo a la tierra, al agua, al sol... No digo
el germen de la planta porque nuestro planeta fue, un tiempo, astro incandescente
incapaz de albergar cualquier germen vital. De modo que éstos, si no fueron creados, proceden, en definitiva, del suelo.
Y, como decíamos antes, se sigue entonces, con férrea consecuencia, que un terrón
de tierra tiene, desde el principio del mundo, más talento y espíritu de observación
que Linneo, porque produce protoplasmas vivos, cuya constitución, que nadie entiende,
el sabio sueco se limitó
a descubrir.
a descubrir.
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