"apóstol seglar"
Unido a otros estudiantes de diversas materias, de varias poblaciones de Jalisco, formaron una casita humilde bajo la dirección de una pobre
vieja a la que llamaban cariñosamente doña Giro (doña Gerónima) y a la casa
tanto por esta circunstancia, como por formar todos los estudiantes una especie
de partido de oposición a las ideas revolucionarias, le pusieron el nombre de "La
Gironda", como los célebres oposicionistas de la Revolución Francesa. Y
entonces Anacleto, ya con bastantes conocimientos, comenzó también a dar clases
de Apologética e Historia, en algunos Colegios particulares, y así a ganar
algún dinero, para las necesidades de su vida de estudios. Inmediatamente que
logró esto se apersonó con sus protectores de los años pasados, para darles las
gracias por su caridad y rehusar en adelante aquella ayuda, que ya por sí mismo
podía encontrar en su trabajo. No trato de escribir una biografía completa del
"Maistro" Anacleto. Otros, y entre ellos, Efraín González Luna y
Antonio Gómez Robledo, sus amigos y testigos, ya la han hecho, y por cierto los
dos últimos admirablemente. Gómez Robledo, sin embargo, con una fina ironía,
critica la formación Lic. Anacleto González Flores escolar de aquellos tiempos,
prefiriendo los métodos modernos, a los estudios clásicos. No es lugar éste para discutir la excelencia y
superioridad de un método sobre el otro. El hecho es que Anacleto en el estudio
y formación por medio de los clásicos de la antigüedad, templó su alma y
fortificó sus ideales de algo mucho más grande y noble, que no la prosperidad
económica, ideal éste general en la gran mayoría de los jóvenes que se forman
con los métodos modernos. El se levantaba mucho más alto que el amor a los bienes
de la tierra, a algo más digno del hombre. Era si se quiere un Quijote, en
comparación con los Sancho Panza de nuestra moderna juventud. "No hemos
nacido, se decía, únicamente para comer frijoles, sino para trabajar por el
bien de la sociedad, de nuestros hermanos, por el progreso intelectual y moral,
especialmente de todos los hijos de una misma patria, por el honor y
glorificación de Dios, y la consecución del último fin para que fuimos
creados".
Tenía una vocación especial de "apóstol seglar" y
naturalmente, Dios que lo llamaba a eso, le había dado las cualidades requeridas
para el mejor desempeño de su misión, cualidades que no trató de ocultar como
aquel hombre de los talentos de la parábola, sino que puso en acción, como los
otros de la misma parábola, alabados por Jesucristo Ya le hemos visto desde su
conversión dedicarse en los tiempos libres a reunir rapazuelos para enseñarles
el catecismo; y esta ocupación le era tan querida, que en los años posteriores
durante sus estudios no la abandonó nunca.
En Guadalajara ideó un arbitrio curioso para reunir a los chicos de la
vecindad.En una de las ventanas de la casa de "La Gironda", logró
colocar un viejo fonógrafo que pagó poco a poco con sus exiguas entradas. Las
tardes de los domingos lo ponía a funcionar temprano, y los muchachos, atraídos
por la novedad y la destemplada música del fonógrafo, se reunían poco a poco frente
a la morada estudiantil; cuando ya había un número suficiente los invitaba tan
entusiasta y atractivamente a entrar en el patio, que pocos lo rehusaban, y
entonces con habilidad suma e interés creciente, les explicaba el Catecismo por
un buen rato, para terminar con otra audición fonográfica. La situación general
de nuestra patria, dominada desde los tiempos de Juárez por el laicismo
liberal, era algo que no podía soportar, y le llenaba de amargura, sobre todo
con la consideración de que, en gran parte, los culpables de aquello eran los
mismos católicos.
Oigámosle a él mismo, en un bello artículo, que escribió en un periódico
fundado por él, La Palabra, porque también esgrimió la poderosa arma de la prensa,
contra los enemigos de Dios y de la Patria:
—-"Si hemos de ser sinceros y deseamos sanar —escribe en su
artículo Hacia todos los vientos—, debemos empezar por reconocer, que nada nos
ha perjudicado tanto, como el hecho de que los católicos nos entreguemos a
vivir con éxtasis en nuestros templos, y abandonemos todas las vías abiertas de
la vida pública a todos los errores.
"En lugar de haber estado en todas partes, especialmente allí donde
hicieron su aparición los portaestandartes del mal, nos encastillamos en
nuestras iglesias y en nuestros hogares. Y allí estamos todavía.” "Nos parece que basta rezar, que basta practicar muchos actos de
piedad, y que basta la vida del hogar y del templo para contrarrestar la
inmensa conjuración de los enemigos de Dios.”"Y les hemos dejado a ellos
la escuela, la prensa, el libro, la cátedra en todos los establecimientos de
enseñanza, les hemos dejado todas las rutas de la vida pública y no han
encontrado una oposición seria y fuerte por los caminos por donde han llevado
la bandera de la guerra contra Dios.” "Y han logrado arrebatarnos a la
niñez, a la juventud, a las multitudes, a todas las fuerzas vivas de la
sociedad con rarísimas excepciones. Y nos han arrebatado todas esas fuerzas,
porque, claro está, que con nuestra acción recluida dentro de nuestros templos
y de nuestras casas, no hemos podido defender, no hemos podido amurallar el
alma de las masas, de los jóvenes, de los viejos y de los niños.” "Y
tenemos necesidad urgentísima de que nuestros baluartes se alcen, dentro y
fuera de nuestras iglesias y de nuestros hogares, para que cada corazón, cada
alma, nos encuentre en plena vía pública para conservar los principios, que
hemos sembrado en lo íntimo de las conciencias, dentro del santuario del hogar
y del templo."Y si la guerra contra Dios se ha enconado furiosamente en la
calle y en todas las vías públicas, y si las paredes de nuestras iglesias han
tenido que sufrir duros golpes, ha sido fundamentalmente porque la acción de
los católicos se ha limitado a hacerse sentir dentro de los templos y las
casas."Y urge que en lo sucesivo, el católico rectifique radicalmente su
vida en este punto y tenga entendido que hay que ser soldados de Dios en todas partes:
iglesias, escuelas, hogar; pero sobre todo allí donde se libran las ardientes batallas
contra el mal."Porque si continuamos como hasta ahora, entregados al
éxtasis en nuestras casas e iglesias y no procuramos luchar también ahora, el
próximo cataclismo nos dejará a los cuatro vientos, y tendremos que sentarnos
como el célebre Mario, a llorar sobre las ruinas de nuestros hogares, por no
haber querido combatir en todas las vías y en todos los caminos por donde
galopan los corceles del ejército del mal."Procuremos hallarnos en todas
partes con el casco de los Cruzados. ,y combatamos sin tregua con las banderas
desplegadas a todos los vientos".
He querido citar tan largamente al mismo Anacleto, periodista y maestro de
acción, tanto para explicarnos la razón fundamental, que él admirable y
justamente señala, de la causa por que en un pueblo católico como el nuestro,
pudo tener lugar la terrible explosión de la conspiración contrael orden
cristiano, o sea la persecución anticatólica de los callistas, que hizo entre
los mexicanos tantos mártires; como para exponer con sus mismas palabras, el
espíritu que animaba a este futuro mártir de Cristo, y que le movía a realizar
de una manera esplendorosa su vocación de ''apóstol católico seglar". Porque
allí está, en esa clara visión de la deplorable situación a que nos había reducido
el liberalismo triunfante en nuestra patria, y del deber de todo hijo de la
Iglesia Católica de defender su fe y el libre ejercicio de sus derechos, abandonando la actitud pasiva de
más de medio siglo de los católicos, frente a frente del enemigo que en ella
encontraba su mayor fuerza, la causa de esa actitud gallarda de luchador
cristiano, que asumió el "Maistro Cleto" desde su misma juventud.Si
los católicos, a la caída del Partido Conservador, tras el infeliz ensayo del
Imperio de Maximiliano, no se hubieran retirado doloridos y desalentados de la
palestra; si hubiera habido entre nosotros desde aquel entonces al desempeño de
su misión, cualidades que no trató de ocultar como aquel hombre de los talentos
de la parábola, sino que puso en acción, como los otros de la misma parábola,
alabados por Jesucristo.Ya le hemos visto desde su conversión dedicarse en los
tiempos libres a reunir rapazuelos para enseñarles el catecismo; y esta
ocupación le era tan querida, que en los años posteriores durante sus estudios
no la abandonó nunca.
En Guadalajara ideó un arbitrio curioso para reunir a los chicos de la
vecindad. En una de las ventanas de la casa de "La Gironda", logró
colocar un viejo fonógrafo que pagó poco a poco con sus exiguas entradas. Las
tardes de los domingos lo ponía a funcionar temprano, y los muchachos, atraídos
por la novedad y la destemplada música del fonógrafo, se reunían poco a poco frente
a la morada estudiantil; cuando ya había un número suficiente los invitaba tan
entusiasta y atractivamente a entrar en el patio, que pocos lo rehusaban, y
entonces con habilidad suma e interés creciente, les explicaba el Catecismo por
un buen rato, para terminar con otra audición fonográfica. La situación general
de nuestra patria, dominada desde los tiempos de Juárez por el laicismo
liberal, era algo que no podía soportar, y le llenaba de amargura, sobre todo
con la consideración de que, en gran parte, los culpables de aquello eran los
mismos católicos.
Oigámosle a él mismo, en un bello artículo, que escribió en un periódico
fundado por él, La Palabra, porque también esgrimió la poderosa arma de la prensa,
contra los enemigos de Dios y de la Patria:
—"Si hemos de ser sinceros y
deseamos sanar —escribe en su artículo Hacia todos los vientos
—, debemos empezar por reconocer, que nada nos ha perjudicado tanto,
como el hecho de que los católicos nos entreguemos a vivir con éxtasis en
nuestros templos, y abandonemos todas las vías abiertas de la vida pública a
todos los errores.
"En lugar de haber estado en todas partes, especialmente allí donde
hicieron su aparición los portaestandartes del mal, nos encastillamos en
nuestras iglesias y en nuestros hogares. Y allí estamos todavía. "Nos
parece que basta rezar, que basta practicar muchos actos de piedad, y que basta
la vida del hogar y del templo para contrarrestar la inmensa conjuración de los
enemigos de Dios. "Y les hemos dejado a ellos la escuela, la prensa, el
libro, la cátedra en todos los establecimientos de enseñanza, les hemos dejado
todas las rutas de la vida pública y no han encontrado una oposición seria y
fuerte por los caminos por donde han llevado la bandera de la guerra contra
Dios. "Y han logrado arrebatarnos a la niñez, a la juventud, a las
multitudes, a todas las fuerzas vivas de la sociedad con rarísimas excepciones.
Y nos han arrebatado todas esas fuerzas, porque, claro está, que con nuestra
acción recluida dentro de nuestros templos y de nuestras casas, no hemos podido
defender, no hemos podido amurallar el alma de las masas, de los jóvenes, de
los viejos y de los niños. "Y tenemos necesidad urgentísima de que
nuestros baluartes se alcen, dentro y fuera de nuestras iglesias y de nuestros
hogares, para que cada corazón, cada alma, nos encuentre en plena vía pública
para conservar los principios, que hemos sembrado en lo íntimo de las
conciencias, dentro del santuario del hogar y del templo. "Y si la guerra
contra Dios se ha enconado furiosamente en la calle y en todas las vías
públicas, y si las paredes de nuestras iglesias han tenido que sufrir duros
golpes, ha sido fundamentalmente porque la acción de los católicos se ha
limitado a hacerse sentir dentro de los templos y las casas. "Y urge que
en lo sucesivo, el católico rectifique radicalmente su vida en este punto y
tenga entendido que hay que ser soldados de Dios en todas partes: iglesias,
escuelas, hogar; pero sobre todo allí donde se libran las ardientes batallas
contra el mal. "Porque si continuamos como hasta ahora, entregados al
éxtasis en nuestras casas e iglesias y no procuramos luchar también ahora, el
próximo cataclismo nos dejará a los cuatro vientos, y tendremos que sentarnos
como el célebre Mario, a llorar sobre las ruinas de nuestros hogares, por no
haber querido combatir en todas las vías y en todos los caminos por donde
galopan los corceles del ejército del mal. "Procuremos hallarnos en todas
partes con el casco de los Cruzados…y combatamos sin tregua con las banderas
desplegadas a todos los vientos".
He querido citar tan largamente al mismo Anacleto, periodista y maestro de
acción, tanto para explicarnos la razón fundamental, que él admirable y
justamente señala, de la causa por que en un pueblo católico como el nuestro,
pudo tener lugar la terrible explosión de la conspiración contra el orden
cristiano, o sea la persecución anticatólica de los callistas, que hizo entre
los mexicanos tantos mártires; como para exponer con sus mismas palabras, el
espíritu que animaba a este futuro mártir de Cristo, y que le movía a realizar
de una manera esplendorosa su vocación de "apóstol católico seglar". Porque
allí está, en esa clara visión de la deplorable situación a que nos había
reducido el liberalismo triunfante en nuestra patria, y del deber de todo hijo
de la Iglesia Católica de defender su fe y el libre ejercicio de sus derechos,
abandonando la actitud pasiva de más de medio siglo de los católicos, frente a
frente del enemigo que en ella encontraba su mayor fuerza, la causa de esa
actitud gallarda de luchador cristiano, que asumió el "Maistro Clero"
desde su misma juventud.
Si los católicos, a la caída del Partido Conservador, tras el infeliz
ensayo del Imperio de Maximiliano, no se hubieran retirado doloridos y
desalentados de la palestra; si hubiera habido entre nosotros desde aquel
entonces algunos "Maistros Cletos" como éste, México no hubiera
pasado por las horas amargas de la persecución.
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