JESÚS, CLAVADO EN
CRUZ
26. Hartos ya de insultos y befas aquellos malvados,
nuestro mansísimo Rey se puso de nuevo sus vestiduras, de las que otra vez será
despojado. Y con la cruz sobre sus hombros es conducido al Calvario. Allí, desnudo del todo,
ceñido solamente a los riñones un vil
sudario, es arrojado con furia sobre el leño
de la cruz, tendido, estirado, dilatado corno piel, traspasado y fijado en la cruz de pies y manos con
escarpias, hecho todo una llaga su
cuerpo. Sus vestidos, divididos en piezas, son repartidos corno despojos, salvo
la túnica inconsútil, adjudicada por
suerte a uno solo. Contempla ahora, alma
mía, cómo aquel que es Dios bendito sobre todas las cosas, desde la planta de
los pies hasta la coronilla de la
cabeza, se ve sumergido en el mar de la pasión, recibiendo en su alma todo el golpe de sus aguas,
por salvar te a ti de las olas de las
pasiones. Coronado de espinas, agobiado por el peso de la cruz, llevando sobre sí el
madero de la propia ignominia, es conducido al lugar del suplicio, desnudado de
sus vestidos, a fin de que, por los cardenales y hendiduras abiertas en sus
espaldas y costado por los azotes, aparezca como un leproso; y luego atravesado
de parte a parte por los clavos, se te muestra tu Amado deshecho con heridas
sobre heridas, y todo por sanarte a ti.
‘Quién me diese que volara mi súplica, y Dios me concediera lo que deseo? Quisiera ser
'traspasado todo, en el alma y en la carne, ser crucificado con mi Amor.
JESÚS, PUESTO
ENTRE LADRONES
27. Para mayor confusión, ignominia, deshonra y dolor,
el Cordero inocente es crucificado fuera de la ciudad, en el lugar de los
malhechores, en día de fiesta, a la hora meridiana, en medio de dos ladrones, y
levantado en alto para espectáculo de todos, entre los llantos de los amigos y
los insultos de los enemigos. Y los que pasaban movían la cabeza, y los
presentes le escarnecían diciendo que salió a otros y no podía salvarse a sí mismo.
De tales escarnios ni siquiera se abstuvo uno de los ladrones. Entre tanto, el
mansísimo Cordero oraba tiernamente al Padre por los que le crucificaban y
escarnecían, y con maravillosa caridad prometía el paraíso al otro ladrón, que
le confesabay suplicaba. i Oh palabra llena de gracia y dulzura:
Padre, perdónales.' i Oh palabra llena de amor y condescendencia: Hoy estarás
conmigo en el paraíso. Respira ya con la esperanza del perdón, i oh alma!, por pecadora
que seas, con tal que sigas las huellas del paciente Señor Dios tuyo,
"quien en medio de sus tormentos ni una sola vez desplegó sus labios para
exhalar una queja, ni proferir una palabra de excusa, de amenaza o maldición
contra aquellos canes malditos. Antes al contrario, dijo lo que nunca había oído
los siglos: palabras de bendición a sus propios enemigos". Di, pues, con
entera confianza: Piedad, Dios mío, Piedad y misericordia, pues en Ti confía mi
alma. i Oh, sí merecieses, como el ladrón, oír en el trance de la muerte: Hoy
serás conmigo en el paraíso!
JESÚS, ANHELEADO
28. Después de esto, sabiendo Jesús que todo estaba consumado,
para que se cumpliese la Escritura, dijo: Sed tengo. Ofreciéronle entonces en
una esponja vinagre mezclado con hiel -según testimonio de Juan, presente a la
escena- y añadió: Todo está cumplido; como si en el gusto de aquel brebaje consistiera
la suma, la quinta esencia de la pasión. Adán prevaricador ocasionó nuestra
ruina gustando del fruto suave del árbol vedado, y así fue oportuno y
conveniente hallar remedio a nuestra salud por camino opuesto: lo amargo contra
lo dulce. Más. Así como en todos sus miembros se clavaban a porfía las sutiles saetas
del dolor, que apuraban su espíritu, era también conveniente no quedasen sin
alguna pena la boca y la lengua, vehículos del alimento y de la palabra. Y de
esta suerte se cumplía en nuestro médico el dicho del profeta: Me colmó de amargura:
embriagó me dé ajenjos. y debía también cumplirse en la dulcísima y amorosíssimo
Madre aquella otra profecía: Púsome desovada, consumida de tristeza todo' el
día. y ahora, ¿ qué lengua será bastante a declarar, o qué entendimiento a
comprender, oh Virgen Santa, la inmensidad de tus desolaciones? Presente a
todos estos martirios, participando en todos ellos, viste con tus propios ojos
aquella carne bendita y santa, que tú virginalmente concebiste, y tiernamente
alimentaste y criaste a tus pechos, y tantas veces reclinaste en tu seno y
besaste juntando labios con labios; vístela, digo, desgarrada por los azotes,
agujereada por las espinas. La viste ya herida con la caña, ya injuriada con
puñadas y bofetones, y taladrada con clavos, ya pendiente del madero de la
cruz, más y más rasgada con su propio peso, expuesta a topos los escarnios y en
fin abrevada de hiel y vinagre. y viste el alma! Viste con los ojos de la mente
aquella alma divinísima repleta de la hiel de todas las amarguras, ya sacudida
de espirituales estremecimientos, ya llena de pavor, ya de tedio, ya
agonizante, ya acongojada, ya turbada, ya abatida por la tristeza y el dolor,
parte por el ardiente celo de reparar el divino honor, violado por el pecado,
parte por la afectuosa conmiseración de nuestras miserias, parte por la compasión
que de ti, su Madre dulcísima, tenía cuando, desgarrado corazón, viéndole presente, te dirigió una
mirada¡ de piedad y aquella dulce despedida: Mujer, he ahí a tu hijo, para consuelo
de tu alma angustiada, pues conocía que tú era la traspasada con la espada de
la compasión más fuertemente que si fuera herida en tu propio cuerpo. Un
espectáculo de fiesta, se volvían dándose golpes de pecho. Entonces el más
hermoso de los hijos de los hombres, nublados los 0íos y las mejillas cárdenas,
pareció el más deforme dé los hombres, echo holocausto de suavísimo olor en el
acatamiento de la gloria del Padre, para alejar de nosotros su cólera.
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