De las
Tentaciones de Cristo.
El objeto de esta
cuestión son las tentaciones del Señor. La razón de éstas es la misma por la
que se sometió a las otras leyes a que vive sujeta la humanidad. Entre ellas se
cuenta también ésta, que el hombre, colocado entre el cielo y la tierra, sea
ayudado por nos moradores del cielo para vivir vida celestial y sea también
solicitado por los espíritus malos para apartarle de su destino. A esta razón,
que es una aplicación de la ley que rige el misterio de la encarnación, según
la cual el Verbo hecho hombre quiso conducirse como verdadero hombre desde el
nacimiento hasta la muerte, añade la Epístola a los Hebreos otra que nace de la
misión del Salvador: Por esto hubo de, asemejarse en todo a sus hermanos, a fin
de hacerse Pontífice misericordioso y fiel en las cosas que tocan a Dios, para
expiar los pecados del pueblo. Porque en cuanto El mismo padeció, siendo
tentado, es capaz de ayudar a ros tentados (2,17S). Y poco más adelante:, No es nuestro Pontífice tal que no pueda
compadecerse de nuestras flaquezas, antes fue tentado en todo a semejanza
nuestra, fuera del pecado (4,15). Estas últimas palabras son muy de considerar,
para que entendamos qué género de tentaciones cabe en Jesús. Tres son los
enemigos del alma: el demonio, el mundo y la carne. Las tentaciones de ésta
nacen de nosotros mismos, del desorden de nuestra sensualidad, que no se somete
a la razón. Tal cosa no existía en Jesucristo, santo desde su origen y en quien
no reinaba ni sombra de lo que se llama fomes peccati. El mundo obra sobre
nosotros y nos tienta con el halago y la atracción; pero supone en nosotros
algo desordenado, que siente ese halago y que se deja atraer de él. Pero la
sugestión del diablo es algo que viene de fuera, que entra por los oídos o que
se nos introduce en la imaginación, algo que no supone en nosotros desorden
alguno. Tal, es la única tentación que cabía en Jesucristo, la única compatible
con su absoluta santidad.
Los teólogos se plantean
todavía otra cuestión. Supuesto que en nosotros puede el diablo obrar desde
fuera o por dentro, es decir, introducírsenos por los sentidos exteriores; o
actuar directamente en los interiores, en [a imaginación, cabría en Jesucristo
esto último. No hay duda que es posible; sin embargo, los teólogos juzgan esto
indigno de la persona del Señor. ¿Será esto verdad? Según este principio,
habríamos de excluir muchas otras indignidades de la vida y pasión del Salvador.
Pero, en todo caso, parece que el texto evangélico nos habla de sugestiones
externas, y a eso nos hemos de atener.
Estas tentaciones
las padeció Jesús en la soledad del desierto, sin más testigos que Dios Padre y
sus ángeles. Fue, pues, el Señor quien las comunicó a los discípulos, para
quienes su conocimiento debía ser de provecho. No podemos poner en duda la
fidelidad en conservar las noticias que el Salvador les haya, dado sobre este
punto; pero tal vez no .podamos decir otro tanto sobre la forma de la
narración, y parablemente las dificultades u oscuridades que nosotros hayamos
en el texto cambiarían de aspecto si hubiéramos oído al Señor mismo. Más vengamos
al texto evangélico, que es 10 que nos interesa. San Marcos resume el suceso en
estas breves palabras: En seguida (del bautismo) el Espíritu le empuja al
desierto. Permaneció en él cuarenta días, tentado por Satanás, y moraba entre
las fieras; pero los ángeles le servían (1,12S).
Ya dejamos dicho en
la cuestión precedente cómo se ha de entender esa acción del Espíritu sobre
Jesús. San. Marcos emplea una palabra muy realista, que debe entenderse como
conviene al Espíritu Santo. Desde el siglo VII, la tradición señala como lugar
de las tentaciones el monte que se halla al oeste de Jericó, muy por encima del
valle del Jordán y desde el cual se domina toda la región oriental. Pero
conviene advertir que toda la faja que se extiende al este de Jerusalén es
tierra desértica, es el desierto de Judá, poblado en otro tiempo de lauras, de las
que solo queda hoy como recuerdo Ia de San Sabas, cerca del mar Muerto. Este
desierto lo es con toda verdad, porque está despoblado, ni es frecuentado por
caminantes. En cambio, no debían escasear en él las fieras, como el lobo, el
chacal, el zorro, la hiena, la pantera y acaso algún león. Los egipcios nos
pintan a veces el desierto poblado de animales fantásticos. La soledad del
desierto es acomodada para la oración.
Los antiguos
anacoretas, cuando querían darse más a Dios, se retiraban a lo interior del
desierto. Israel conservaba la memoria de su peregrinación por el desierto, en
que Dios se le había comunicado. Por esto dice el Señor por Oseas: Así La atraeré y la llevaré a La soledad y le hablaré al corazón
(2,14). Era también el lugar más propio para luchar con el diablo. En Tobías se
dice que el ángel arrojó al diablo al desierto superior de Egipto (8,3). Para
los antiguos padres, ir al desierto era como desafiar al diablo, Jesús
permaneció aquí cuarenta días... Como nada dice del ayuno, no menciona las noches,
que sin duda pasaba Jesús en el desierto mismo. En este tiempo era tentado de
Satanás, pero 'los ángeles le servían. ¿Con qué? Con su compañía y
conversación. Hasta aquí San Marcos. .
Pero la narración
de San Mateo y San Lucas es más detallada. Entonces fue llevado Jesús por el Espíritu:
al desierto para ser tentado por el diablo (4,1). San Mateo expresa con
claridad el fin de este retiro: luchar con el diablo y alcanzar de él la
primera victoria. San Lucas, en cambio, se contenta con decir que Jesús, lleno
del Espíritu Santa, se retira del Jordán y fue llevado por el Espíritu al
desierto y allí tentado por el diablo cuarenta días (4,1). Prosigue San Mateo:
Y habiendo ayunado cuarenta días y cuarenta noches, al fin tuvo hambre. San
Lucas expresa la misma idea en términos que para algunos resultarían más
claros: No comió nada en aquellos días, y, pasados, tuvo hambre (4,2). En el
Antiguo Testamento se nos habla de Moisés, que estuvo en el monte de Dios
cuarenta días.
Claro que sin tomar
alimento (Ex. 24,18). Algo semejante se dice de Elías (1 Reg. 19,8). ¿Cómo es
posible, dirá alguno, pasar cuarenta días sin dar al cuerpo, el alimento que lo
sustente? No hay en esto propiamente milagro, pero sí algo que se lo parece. El
alma, levantada sobre sí misma a la contemplación de Dios, adquiere una fuerza
extraordinaria, que comunica a su cuerpo. Las leyes fisiológicas son incapaces
de dar razón de la vida activa de muchos santos, que, viviendo endiosados, no experimentan
la necesidad del alimento. Santa Catalina de Siena pasaba con sola la comunión
desde el miércoles de Ceniza hasta la Ascensión, y en el resto del año su comida
era insignificante. En nuestros días tenemos el caso de Teresa Neumann, ejemplo
admirable de esto mismo. Tal fue la vida de Jesús en aquellos días que vivió en
la oración de Dios y en la conversación de los ángeles.
Pero; pasados los
cuarenta días con sus noches-prosigue San Mateo- y habiendo ayunado cuarenta
noches, al fin Jesús tubo hambre. Y acercándose el tentador le dijo: si eres
hijo de Dios di quelas piedras se conviertan en pan (Lc: 4,3). Ninguno de los
evangelistas dice cómo se presentó el tentador. Pero la le tire sugiere que se
le acercó en forma humana, como amigo que desea socorrerle. La tentación no
tiene aspecto de serlo, pues nada malo hay en que un hambriento desee comer y,
si este hambriento tiene poder de convertir las piedras en pan, haga uso de él
para remediar la propia necesidad. Pero conviene notar la forma de la
tentación; Si eres hijo de Dios, haz lo que te propongo. Satán tiene
certidumbre de que Jesús es algo grande no digamos por dónde adquirió esta
noticia, que pudo ser por muchos conductos. !Mas notemos que no dice Si eres el
Hijo de Dios, sino si eres hijo de Dios, lo que pudiera tener diversos
sentidos. Pero, cualquiera que sea, será un sentido alto, pues supone el
tentador que tal título lleva consigo el poder de hacer milagros. "'Jesús
le' responde: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de
la boca de Dios. San Mateo tiene los dos, que se leen en Deut, 8,3. Las,"palabras
citadas significan en el Deuteronomio que Dios probó a Israel afligiéndole con
el hambre, pero luego le dio el maná. La intención del Salvador al citarla debe
ser ésta: que no sólo del pan material vive el hombre, sino de toda palabra
divina, que es viva y da vida.
Como si dijera que
lo principal para el hombre era esta palabra, era vivir la vida de Dios
mediante la fe en su palabra. Llevole entonces el diablo a la ciudad santa y,
poniéndole sobre el pináculo del templo, le dijo: Si eres hijo de Dios, échate
de aquí abajo está escrito: A sus ángeles tiene encargado que te tomen en sus manos
para que no tropiece tu Pie contra la piedra. El diablo conduce a Jesús y Jesús
se deja conducir, seguro de obtener una victoria del tentador. Este pináculo del
templo pudiera ser el punto de unión del pórtico regio con el de Salón, desde
el cual se contemplaba en el fondo exterior el valle Cedrón, cuya vista debía
de dar vértigo. La tentación consiste en buscar por medio de este prodigio la
admiración del pueblo, que llenaría el
área del templo y el que reconocieran a Jesús como hijo de Dios. Como Jesús había
desechado la primera tentación con un
texto bíblico, Satán emplea también otro pasaje para persuadir a Jesús. El cual
le responde con otro pasaje del Deuteronomio, muy a propósito también está:
escrito: «No tentarás al Señor tu Dios» (6,16). Es tentar a Dios pedirle, sin
necesidad, un milagro, como queriendo poner a prueba el poder de Dios o su
fidelidad en cumplir sus promesas, .San Lucas deja esta tentación para último
.lugar; mas parece que el orden de San Mateo es más lógico y el que se ajusta
mejor a la historia .. De nuevo le llevó el diablo a un monte muy alto y,
mostrándole todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, le dijo:
"Todo esto te daré si postrándote de hinojos, me adorares», No existe en
la tierra monte- ninguno "desde el cual se vean todos los reinos del
mundo. Pero s se dan mucho sí desde donde pudiera el príncipe de este mundo presentar
á Jesús lo vasto de sus dominios y la grandeza de ellos, San Lucas añade una
palabra, en un instante de tiempo, que pudiera sugerir algo así como una cinta cinematográfico.
La tentación es
clara. el diablo se siente dueño del mundo, es decir, de los hombres mundanos,
malos y perversos, y ofrece a Jesús este dominio, a condición de que le
reconozca por señor. La modestia de las anteriores respuestas de Jesús
desaparece ante esta pretensión de Satanás, tan contraria, al honor del Padre
celestial. Por eso le dice con muestras claras de indignación: Apártate de mí,
Satanás, porque escrito está: «.Al Señor tu Dios, adorarás y a Él solo servirás».
Palabras estas que están tomadas del Deuteronomio (6,13). San Mateo dice:
Entonces el diablo -le dejó 'Y llegaron ángeles y le servían, San Lucas, - que
no hace mención de los ángeles, dice, en cambio, que le dejó hasta el tiempo
determinado, que será el de la pasión, cuando el mismo evangelista pone en boca
de Jesús estas palabras dirigidas a sus aprehensores: Esta es vuestra hora y el
pode?' de las tinieblas (Le. 22,531; de Col. 1,13).
En este relato de
.la tentación han visto los Padres dos intenciones del tentador: conocer a
Jesús Y' su misión -y apartarle de ésta, convirtiéndole a su causa. Lo primero
es manifiesto en la frase que repite: Si eres hijo de Dios. Jesús rehúye contestar
a esa pregunta, Lo segundo aparece en la primera y segunda tentación al
pretender Satanás que Jesús se deje gobernar por consejos, olvidando los planes divinos. Pero
el Salvador, sin declarar cuáles sean estos planes, se muestra firmemente
adherido a su norma, 'que es la voluntad de Dios. Finalmente, lo tercero
resulta bien en Ia tercera tentación, en que el diablo pide a Jesús que le
reconozca por soberano del mundo, para mantener el reino de Satán en vez del
reino de Dios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario