DE LA MUERTE DE OBREGON AL PUTSCH ESCOBARISTA |
¿Quien mejor que el general en jefe de los Cristeros sabrá expresarnos el sentir de los mismos con respecto a la acción del clero y a los arreglos que Roma buscaba? He aquí la carta que él dirigió a los ilustres prelados sobre los rumores que se corrían entre las tropas acerca de los mencionados arreglos: "Desde que comenzó nuestra lucha, no ha dejado de ocuparse periódicamente la prensa nacional, y aun la extranjera, de posibles arreglos entre el llamado gobierno y algún miembro señalado del Episcopado mexicano, para terminar el problema religioso. Siempre que tal noticia ha aparecido han sentido los hombres en lucha que un escalofrío de muerte los invade, peor mil veces que todos los peligros que se han decidido a arrastrar, peor, mucho peor que todas las amarguras que han debido apurar. Cada vez que la prensa nos dice de un obispo posible parlamentario con el callismo, sentimos como una bofetada en pleno rostro, tanto más dolorosa cuanto que viene de quien podríamos esperar un consuelo, una palabra de aliento en nuestra lucha; aliento y consuelo que con una sola honorabilísima excepción de nadie hemos recibido”. “Estas noticias que de manera tan irregular ha dado la prensa, y las que nunca han sido desmentidas de manera oficial por nuestros obispos, siempre han sido de fatales consecuencias para nosotros; los que dirigimos en el campo siempre hemos podido notar que a raíz de una de ellas se suspende el crecimiento de nuestra organización, y para volver a obtenerlo hemos debido hacer grandes esfuerzos. Siempre han sido estas noticias como duchasos de agua fría a nuestro cálido entusiasmo..."[1].
Sobre este mismo tema nos da otro testimonio el P. Arroyo: "...Y al ver esta
digna actitud de los católicos, todo mundo creyó que el enemigo sería vencido
puesto que la Iglesia sería heroicamente defendida por el pueblo católico
mexicano. ¡Que decepción! Todo fue llamarada de petate, porque la mayoría
aplastante de obispos y sacerdotes temieron al enemigo, pronto buscaron
acomodamiento y cayeron en la conformidad criminal, se sumergieron en la
maldita inercia, esperando todos puros milagros del cielo que dieran libertad a
la Iglesia. Todos se conformaron en exhortar y recitar unas cuantas
oraciones... Los sacerdotes, más estrictos que nunca, en su mayoría acudieron a
la teología y sin más consideraciones decretaron la ilicitud de la lucha
violenta en defensa de la Iglesia y optaron por acudir y poner en práctica el
consejo evangélico de dejarse herir y presentar luego la otra mejilla. De ahí
que, como en los tiempos neronianos, aconsejaban al pueblo a que pasivamente
ofreciera su cuello al verdugo" [2].
[1] Carta a los prelados, sobre los
arreglos, 16 de mayo de 1929.
[2] Algo sobre la persecución
religiosa, defensa armada y arreglos (Carta del R. P. Adolfo Arroyo, vicario de
Valparaíso, Zacatecas, 24 de enero de 1934).
Los Arreglos
Frutos de los Arreglos |
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