Jose Sanchez del Rio, en su Primera Comunión. |
Nada es más alentador para nuestros días de obnubilación y el
decrecimiento de la fe y de vergüenza o timidez de confesarla públicamente que
el conocimiento de las vicisitudes heroicas que en su momento pasaron los
mártires víctimas de la gran persecución que se desato en México haya por los
años 1926- 1932 iniciada por Plutarco Elías Calles presidente de México. Miguel
Palomar y Vizcarra (miembro del comité de la Liga Defensora de la Libertad
Religiosa) exclama:
-Es imposible leer esta bellísima página del Martirologio Mexicano sin
exclamar “¡Gloria a la Iglesia Católica de México que en pleno siglo XX, ha
renovado los hechos más gloriosos de la Iglesia de las catacumbas!” Ante el
admirable y edificante heroísmo y viva fe que nos dejó el niño de trece años de
edad José Sánchez del Rio, he aquí el relato. (Quien esta gesta heroica escribe
tuvo la gracia de estar en esta ciudad y ante la tumba de Joselito como le
llaman de cariño)
José Sánchez del Rio era el menor de seis
hermanos. Cuando llegaran a Sahuayo, Michoacán,
las noticias de los desmandes atropellos y sacrilegios que cometían los perseguidores del Catolicismo, él,
educado por sus piadosos padres en el
amor a Jesucristo y a Nuestra Señora, sentía profundo dolor y vivas ansias de
juntarse a los Cristeros para dar su
sangre por Cristo Rey. Pidió a su madre que lo dejase alistarse en el Ejército Libertador. La madre, sin
embargo, aun elogiando su fervor por
la defensa de la fe, le dijo:
-Hijo mío, tú eres tan pequeño que más que auxiliar irás a
perjudicar. El niño le respondió:
-No, mamá. Vea que nunca fue tan fácil ganar el Cielo
como ahora, con el martirio por Cristo Rey, y yo no quiero perder la ocasión.
Aquella buena Madre le autorizó para escribir al Jefe de los Cristeros de Michoacán, Don Prudencio Mendoza. Este
señor, como era de esperar, le agradeció el ofrecimiento
pero, cariñosamente, se recusó a admitirlo por su corta
edad. El niño insistió en que lo
admitiesen para algún servicio auxiliar. Mendoza comprendió que en aquel niño había un alma de héroe cristiano, y le respondió que "si su madre lo permitía viniese en hora buena". Efectivamente, con la bendición de la madre desolada,
partió para los campamentos de Mendoza, que lo admitió
como su ordenanza y le dio un buen caballo. A
los pocos días, en un combate en las proximidades de Colima, en lo más encendido de la batalla, el
General perdió su caballo. Entonces,
Joselito, que iba a su lado, baja veloz de su caballo, y lo ofrece a Mendoza, diciéndole:
-Mi General, aquí está mi caballo. Sálvese usted
aunque a mí me maten, pues usted es indispensable y yo no.
Tomó
entonces un fusil y continuó combatiendo. Fue luego hecho prisionero por los enemigos y llevado a la presencia del jefe de los federales, General Guerrero. Este,
admirado, acogió al chico y en tono afable le dijo:
-¡Eres
un valiente, niño! Deja esos Cristeros y ven con nosotros que será bien mejor para
ti! Y el niño,
valeroso, le responde:
-¡Jamás!
¡Jamás! Antes muerto que unirme a los enemigos de Nuestro Señor Jesucristo Rey!¡Fusílenme!
El General desconcertado con la valerosa respuesta del chico ordenó que lo prendiesen hasta que fuese fusilado. Esto aconteció
el 5 de febrero de 1928.
Al día siguiente
escribió a su madre: Mi querida madre:
Jose Sanchez del Rio, Preso.(a la izquierda). |
Fui hecho prisionero en
combate en este día. Creo que en los momentos
actuales voy a morir, pero nada importa, mamá. Resígnate a la voluntad
de Dios: yo muero contento, porque muero en la raya al lado de nuestro Dios. No te apures por mi muerte, que es lo que
me mortifica; antes diles a mis otros dos hermanos que sigan el ejemplo que su
hermano el más chico les dejó, y tú has la voluntad de Dios, ten valor y
mándame la bendición juntamente con la de mi padre. Salúdame a todos por última
vez y tú recibe por último el corazón de tu hijo que tanto te quiere y verte
antes de morir deseaba. José Sánchez del Río.
Cuatro días después, ya sentenciado a muerte; horas antes de morir escribir
a una tía:...
“Estoy sentenciado a
muerte. A las ocho y media llegará el momento que tanto he deseado... no me encuentro
capaz de escribir a mi mamá. Tú me haces el favor de escribir también a María.
Dile a Magdalena que conseguí que me permitieran verla por última vez, y creo
que no se negará a venir. Salúdame a todos; y
tú recibe como siempre y por último el corazón
de tu sobrino que mucho te quiere y verte desea. ¡Cristo Vive! ¡Cristo Reina! ¡Cristo impera! y ¡Santa
María de Guadalupe! José Sánchez del
Río, que murió en defensa de su Fe. No dejes de venir, Adiós".
A las once de la
noche fue llevado al cementerio de Sahuayo fue colocado junto a una fosa abierta ya para recibir su cuerpo.
-¿Qué le decimos a tu mamá?
le preguntó un soldado en tono sarcástico a lo que él
contesto con gran alegría:
-Que nos veremos en el Cielo. ¡Viva Cristo Rey! Y cayó acribillado por las balas.
Cuerpo Incorrupto del Beato Jose Sanchez del Rio |
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