Hemos dejado el ciclo litúrgico del tiempo después de Pentecostés,
con todas las gracias que, en el mismo, derramo Nuestro divino Salvador en
nuestras almas, mas, si fue generosa la misericordia divina en derramar sus
gracias, ¿cuántas de ellas aprovecho nuestra alma? Tal respuesta solo queda en
el arcano divino y en las almas, que más generosas fueron durante este tiempo.
Ahora en este primer domingo de adviento, cuyo significado ya lo conocen, me
refiero a la palabra ADVIENTO, no me detendré en los siguientes discursos en
explicar lo que dice el Evangelio o las epístolas durante este tiempo, tal
trabajo lo realizaran mis cofrades. Mi deseo es dar una serie de discursos que
no son míos sino del seráfico doctor San Buenaventura contemporáneo de Santo
Tomas de Aquino. Espero le saquen el provecho espiritual que, a vuestro servidor
en su momento le fue de mucho beneficio y para que el día de la natividad de
nuestro Señor Jesucristo, sus corazones lleguen llenos de fervor al pesebre no
solo para adorarlo sino también para recibir de El sus gracias propias de este
tiempo. Que el Espíritu Santo ilumine vuestras mentes para que puedan
comprender y entender lo que el seráfico doctor quiere trasmitirles por medio
de estos discursos dados en la catedral de donde él era maestro.
PRIMER DISCURSO:
"Pues
lo que en ella ha nacido del Espíritu Santo es"
Estas palabras son evangélicas y angélicas a la vez; evangélicas por
haberlas escrito el evangelista San Mateo, al describir el nacimiento del
Señor; y angélicas porque fueron dichas por el ángel cuando anunció el misterio
quien las dijo así; "José, hijo de David,
no temas recibir a María, tu mujer, pues lo que en ella ha nacido, del Espíritu
Santo es." Que
como si dijera: no te pasmes ante la novedad del milagro; no te pasmes, digo,
de que María aparezca en cinta antes de haber convivido contigo, porque su
concepción es del Espíritu Santo, y lejos de ti toda sospecha de adulterio,
porque María ha concebido milagrosamente por obra del Espíritu Santo para quien
no hay cosa imposible. Donde es de advertir que del Espíritu Santo no puede
proceder sino lo santo, según dijo el Ángel a María: “Y por eso lo que di nacerá
santo, será llamado Hijo de Dios”.
“Lo que en ella ha nacido…,”
En estas palabras hay tres cosas que reclaman nuestra
consideración: primeramente quien nace
en ella, después quien es ella y, por último, quien coopera al concebir ella. Y
es de saber que quien en ella se concibe es Cristo, Dios y Hombre; la que
concibe es María, madre y virgen y aquel, por cuya obra concibe ella, es el
Espíritu Santo. Tenemos, por lo tanto, acerca de este nacimiento tres misterios
para admirarlos, alabarlos y bendecirlos: el niño que nace, la madre que pare,
y el Espíritu Santo que santifica. Santificación que debe entenderse
rectamente, pues la referimos al Espíritu Santo, no como si hiciera santo al
Hijo de Dios, sino en cuanto le hace santo respecto de ella.
Empecemos considerando QUIEN NACE EN ELLA., y sobre esto
debemos considerar tres nacimientos: El primero en efecto fue antes de ella; el
segundo en ella; el tercero de ella.
En cuanto al nacimiento antes de ella o más bien antes de
toda criatura, decimos que consiste en
la generación eterna, sobre la cual se dice en el Eclesiástico: “Salí de
la boca del Altísimo, engendrada primero que ninguna criatura”. He aquí indicado quien nace y como nace.
LO PRIMERO. Quien nace antes que ella es la sabiduría, la
cual expresándose en primera persona dice: Yo=la sabiduría de Dios que
en la carta a los corintios es el mismo Cristo. Después se nos indica que el
principio del que nace la Sabiduría es el Padre: “Salí
del altísimo”. Y por último, se nos da a entender del modo como nace cuando
dice: “Salí
de la boca del Altísimo”, “es decir, como la palabra sale del que
la dice” o como dice San Agustín: “El Espíritu
Santo procede del Padre como dado, y el Hijo como nacido”
En cuanto a lo
segundo se dice que nació en ella porque el Verbo eterno fue concebido en el
seno virginal de la Sma. Virgen María, es concepción porque así lo dice el Ángel: “Pues lo
nacido lo que ella ha nacido del espíritu santo es…” y
en el salmo se dice: “Hombre nació en ella” . Tal
es el nacimiento o concepción, cuya inefable realización viene significada a
dichas palabras del salmo se interponen: “¿Porque ventura se dirá hombre a Sion? Que es como si dije no. Entonces, porque se
dice: “Hombre nació en ella” no
corresponde al hombre investigarlo, sino pertenece al Espíritu Santo revelarlo.
Pues solo sabe revelarlo aquel que solo él sabe hacerlo.
Por último, en cuanto al NACIMIENTO DE ELLA, tenemos que es
externo, pues implica salida del seno virginal al exterior, en conformidad con
lo cual dice San Lucas: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la virtud del Altísimo
te cubrirá con su sombra. Y por eso el niño que nacerá de ti será llamado Hijo
de Dios” (Lc., c. 1) Así lo confirma el evangelista cuando
dice:”Cuando se cumplieron en María los días
de su parto, dio a luz a su hijo primogénito”. Este
es no interno como en el caso anterior sino externo pues implica salida del
seno virginal, según lo dicho por el Ángel: "...y darás un
hijo a quien pondrás por nombre Jesús." por
donde queda claro las tres maneras de nacimiento de Cristo.
Para comprender mejor lo que hemos expuesto hasta el momento
tomaremos un ejemplo de la naturaleza aunque ella no nos suministre semejanzas
adecuadas que expresen realidades sobrenaturales. En lo tocante a nuestro tema
nos ofrece tres Similitudes; el resplandor que nace de la luz, el germen que
nace en la vid y la flor que nace brotando del ramo o del árbol.
1) En
cuanto al primera _ “El
esplendor nace de la luz, existe naturalmente con la luz y dice sin embargo
distinción respecto de la luz, la cual a su vez se distingue del esplendor.
Cosa análoga ocurre entre el Padre y el Hijo”. El
Hijo en efecto, nace del Padre, es consustancial al Padre, se distingue del
Padre; y distinguiéndose Padre e Hijo realmente entre sí como personas, son,
sin embargo, una misma cosa en cuanto a la naturaleza divina. Y por esta razón,
la Iglesia recordando nacimiento tan glorioso, canta alborozada: "¡Oh oriente, esplendor de la luz eterna."
2) En
cuanto a la segunda._ el germen en la vid nace fecundándola y
llenándola de follaje vistoso. Pero semejante vitalidad germinativa en
el tronco de la vid ni lo abre, ni lo mancilla, ni lo quebranta en cuanto a su
integridad. Algo así ocurre en la Sma. Virgen cuando concibe. Nace Dios en
ella. Y Dios, al ser concebido, la llena, la fecunda, y la santifica, pero sin
quebrantar ni violar ni contaminar su claustro virginal. De ahí que Dios,
comparando al que nace en ella con el germen, diga por el profeta: "Suscitaré a David, vástago o germen de justicia"
Y por Isaías: "Enviad, ¡oh cielos!, rocío de lo alto, y lluevan las nubes
al justo; abrase la tierra y brote al Salvador." Y nótese
que por tierra humilde, estable y fértil se entiende de la Virgen María, la
cual se abrió, no corporalmente para corromperse, sino espiritualmente para
creer al ángel, y así creyendo produjo al Salvador.
3) Por último, en cuanto a la tercera. Se saca de la flor.
Nace esta brotando de la rama. Pero debe notarse que, la flor al brotar de la
rama, no la menoscaba, sino la mejora; no la resquebraja, sino todo lo
contrario la embellece. Es lo mismo que sucede en esta tercera forma de
nacimiento. Dios nace de la virgen, pero nace fecundándola y hermoseándola sin horadar
ni corromper su integridad virginal, según aquello de Ezequiel: "Esta
puerta ha de estar cerrada por siempre y no se abrirá ni pasara por ella hombre
alguno” (Ez., c. 44) Por eso tal
nacimiento se compara con la salida de la flor, como es de ver en Is. C. 11: “Y saldrá una vara de la raíz de Jesé, y de su raíz
subirá una flor, y reposara sobre la flor del Espíritu del Señor”. Donde es de advertir que por vara se
entiende la virgen, Madre de Dios; por flor, su divino Hijo; por salida de la
vara, el nacimiento de la Virgen; por subida de la flor, el nacimiento del
Salvador. Como se ve, todo se sustenta en la raíz de Jesé, la raíz de Jesé, en
efecto, produce la vara; la vara produce la flor, y sobre la flor descansa el
Espíritu Santo.
Por lo tanto, el que así nace tiene tres maneras de
nacimiento. Nace, en efecto, antes de su generación temporal, del Padre, como
el esplendor de la luz; nace en la
Virgen, como el germen de la vid; y, por último, nace saliendo del seno
virginal, como la flor de la vara, rama o árbol. Por razón del primer
nacimiento, el Hijo nació y nace del Dios Padre, según la naturaleza divina, y
por razón del segundo nacimiento y tercero, nace de la Virgen Madre, según su
naturaleza humana. Además en cuanto al nacimiento primero, debe decirse que no
dimana del Espíritu Santo, pues, según la doctrina de las originaciones trinitarias,
el Hijo no procede del Espíritu Santo, sino el Espíritu Santo del Padre y del
hijo. Y en cuanto al nacimiento segundo y tercero, es cosa indubitable que
deben atribuirse al Espíritu Santo.
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