sábado, 30 de septiembre de 2017

LASDOCE PRERROGATIVAS DE LA VIRGEN MARIA. SAN BERNARDO DE CRARAVAL




¡Ay de nosotros, que parece tenemos el espíritu en las narices! ¡Ay de nosotros, que echamos afuera todo nuestro espíritu, y que, según aquello del cómico, llenos de hendiduras nos derramamos por todas partes! ¡Cuántas veces oyó María a su Hijo, no sólo hablando a las turbas en parábolas, sino descubriendo aparte a sus discípulos el misterio del reino de Dios! ¡Vióle haciendo prodigios, vióle pendiente de la cruz, vióle expirando, vióle cuando resucitó, vióle, en fin, ascendiendo a los cielos! Y en todas estas circunstancias, ¿cuántas veces se menciona haber sido oída la voz de esta pudorosísima Virgen, cuántas el arrullo de esta castísima y mansísima tórtola? Últimamente leemos en los Actos de los Apóstoles que los discípulos, volviendo del monte Olivete, perseveraban unánimemente en la oración. ¿Quiénes? Hallándose presente allí María, parece obvio que debía ser nombrada la primera, puesto que era superior a todos, así por la prerrogativa de su divina maternidad como por el privilegio de su santidad.
Pedro y Andrés, dice, Santiago y Juan, y los demás que se siguen. Todos los cuales perseveraban juntos en oración con las mujeres, y con María, la madre de Jesús. Pues ¿qué?, ¿se portaba acaso María como la última de las mujeres, para que se la pusiese en el postrer lugar? Cuando los discípulos, sobre los cuales aún no había bajado el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado, suscitaron entre sí la contienda acerca de la primacía en el reino de Cristo, obraron guiados por miras humanas; todo al
revés lo hizo María, pues siendo la mayor de todos y en todo, se humilló en todo y más que todos. Con razón, pues, fue constituida la primera de todos, la que siendo en realidad la más excelsa escogía para sí el último lugar. Con razón fué hecha Señora de todos la que se portaba como sierva de todos.
Con razón, en fin, fue ensalzada sobre todos los coros de los ángeles la que con inefable mansedumbre se abatía a sí misma debajo de las viudas y penitentes, y aun debajo de aquella de quien habían sido lanzados siete demonios. Ruégoos, hijos amados, que imitéis esta virtud; si amáis a María, si anheláis agradarla, imitad su modestia. NADA DICE TAN BIEN AL HOMBRE, nada es tan conveniente al cristiano y nada es tan decente al monje en especial.
12. Y sin duda que bastante claramente se deja ver en la Virgen, por esta misma mansedumbre, la virtud de la humildad con la mayor brillantez.
Verdaderamente, colactáneas son la mansedumbre y la humildad, confederadas más íntimamente en aquel Señor que decía: Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón. Porque así como la altivez es madre de la presunción así la verdadera mansedumbre no procede sino de la verdadera humildad. Mas ni sólo en el silencio de María se recomienda su humildad, sitio que resuena todavía más elocuentemente en sus palabras.
Había oído: Lo santo que nacerá de ti se llamará Hijo de Dios, y no responde otra cosa sino que es la sierva de El. De aquí llega la visita a Isabel, y al punto se le revela a ésta por el espíritu la singular gloria de la Virgen.
Finalmente, admiraba la persona de quien venía, diciendo: ¿De dónde a mí esto, que venga a mi casa la madre de mi Señor? Ensalzaba también la voz de quien la saludaba, añadiendo: Luego que sonó la voz de tu salutación en mis oídos saltó de gozo el infante en mi vientre. Y alababa la fe de quien había creído diciendo: Bienaventurada tú que has creído, porque en tí serán cumplidas las cosas que por el Señor se te han dicho. Grandes elogios, sin duda, pero también su devota humildad, no queriendo retener nada para sí, más bien lo atribuye todo a aquel Señor cuyos beneficios se alababan en ella. Tú, dice, engrandeces a la Madre del Señor, pero mi alma engrandece al Señor. Dices que a mi voz saltó de gozo el párvulo, pero mí espíritu se llenó de gozo en Dios, que es mi salud, y éI mismo también, como amigo del Esposo, se llena de gozo a la voz del Esposo. Bienaventurada me llamas porque he creído, pero la causa de mi fe y de mi dicha es haberme mirado la piedad suprema, a fin de que por eso me llamen bienaventurada las naciones todas, porque se dignó Dios mirar a esta su sierva pequeña y humilde.
13. Sin embargo, ¿creéis acaso, hermanos, que Santa Isabel errase en lo
que, iluminada por el Espíritu Santo, hablaba? De ningún modo.
Bienaventurada ciertamente era aquella a quien miró Dios, y bienaventurada la que creyó, porque su fe fue el fruto sublime que produjo en ella la vista de Dios. Pues por un inefable artificio del Espíritu Santo, a tanta humildad se juntó tanta magnanimidad en lo íntimo del corazón virginal de María, para que (como dijimos antes de la integridad y fecundidad) se volvieran igualmente estas dos estrellas más claras por la mutua correspondencia, porque ni su profunda humildad disminuyó su magnanimidad ni su excelsa magnanimidad amenguó su humildad, sino que, siendo en su estimación tan humilde, era no menos magnánima en la creencia de la promesa, de suerte que aunque no se reputaba a sí misma otra cosa que una pequeña sierva, de ningún modo dudaba que había sido escogida para este incomprensible misterio, para este comercio admirable, para este sacramento inescrutable, y creía firmemente que había de ser luego verdadera madre del que es Dios y hombre. Tales son los efectos que en los corazones de los escogidos causa la excelencia de la divina gracia, de forma que ni la humildad los hace pusilánimes ni la magnanimidad arrogantes, sino que estas dos virtudes más bien se ayudan mutuamente, para que no sólo ninguna altivez se introduzca por la magnanimidad, sino que por ella principalmente crezca la humildad; con esto se vuelven ellos mucho más timoratos y agradecidos al dador de todas las gracias y al propio tiempo evitan que tenga entrada alguna en su alma la pusilanimidad con ocasión de la humildad, porque cuanto menos suele presumir cada uno de su propia virtud, aún en las cosas mínimas, tanto más en cualesquiera cosas grandes confía en la virtud divina.
14. El martirio de la Virgen ciertamente (que entre las estrellas de su diadema, si os acordáis, nombramos la duodécima) está expresado así en la profecía de Simeón como en la historia de la pasión del Señor. Está puesto éste, dice Simeón al párvulo Jesús, como blanco, al que contradecirán, y a tu mismísima alma (decía a María) traspasará la espada. Verdaderamente, ¡oh madre bienaventurada!, traspasó tu alma la espada. Ni pudiera ella penetrar el cuerpo de tu hijo sin traspasarla. Y, ciertamente, después que expiró aquel tu Jesús (de todos, sin duda, pero especialmente tuyo) no tocó su alma la lanza cruel que abrió (no perdonándole aun muerto, a quien ya no podía dañar) su costado, pero traspasó seguramente la tuya. Su alma ya no estaba allí, pero la tuya, ciertamente, no se podía de allí arrancar. Tu alma, pues, traspasó la fuerza del dolor, para que no sin razón te prediquemos más que mártir, habiendo sido en ti mayor el afecto de compasión que pudiera ser el sentido de la pasión corporal.
15. ¿Acaso no fue para ti más que espada aquella palabra que traspasaba en la realidad el alma que llegaba hasta la división del alma y del espíritu: Mujer, mira tu, hijo? .i Oh trueque! Te entregan a Juan en lugar de Jesús, el siervo en lugar del Señor, el discípulo en lugar del Maestro, el hijo del Zebedeo en lugar del Hijo de Dios, un hombre puro en lugar del Dios verdadero. ¿Cómo no traspasaría tu afectuosísima alma el oír esto, cuando quiebra nuestros pechos, aunque de piedra, aunque de hierro, sola la memoria de ello? No os admiréis, hermanos, de que sea llamada María mártir en el alma. Admírese el que no se acuerde haber oído a Pablo contar entre los mayores crímenes de los gentiles el haber vivido sin tener afecto.
Lejos estuvo esto de las entrañas de María, lejos esté también de sus humildes siervos. Más acaso dirá alguno: ¿Por ventura no supo anticipadamente que su Hijo había de morir? Sin duda alguna. ¿Por ventura no esperaba que luego había de resucitar? Con la mayor confianza. Y a pesar de esto, ¿se dolió de verle crucificado? Y en gran manera. Por lo demás, ¿quién eres tú, hermano, o qué sabiduría es la tuya, que admiras más a María compaciente que al Hijo de María paciente? El pudo morir en el cuerpo, ¿y María no pudo morir juntamente en el corazón? Realizó aquello una caridad superior a toda otra caridad; también hizo esto una caridad que después de aquélla no tuvo par ni semejante.


viernes, 29 de septiembre de 2017

LAS TRES EDADES DE LA VIDA INTERIOR. DEL ORGANISMO ESPIRITUAL.

SAN PABLO Y SAN PEDRO

RELACIÓN DE LAS VIRTUDES MORALES INFUSAS
Y DE LAS VIRTUDES MORALES ADQUIRIDAS
Por lo que llevamos dicho es fácil explicarse las relaciones entre estas virtudes y su recíproca subordinación (*).
En primer lugar, la facilidad de los actos de virtud no queda asegurada de la misma manera por las virtudes morales infusas que por las virtudes morales adquiridas. Las infusas dan facilidad intrínseca, pero no siempre excluyen los obstáculos extrínsecos, que se evitan mediante la repetición de actos que engendra las virtudes adquiridas.
Así sucede v. g., cuando, por la absolución, las virtudes morales infusas, junto con la gracia santificante y la caridad, son devueltas a un penitente que, aun teniendo atrición de sus culpas, no posee las virtudes morales adquiridas. Tal el ebrio habitual que con atrición suficiente se confiesa por Pascua. Mediante la absolución, recibe, junto con la caridad, las virtudes morales infusas, incluso la templanza. Pero no la templanza adquirida. La virtud infusa que se le comunica le da cierta facilidad intrínseca de realizar actos a que le obliga la sobriedad; pero esta virtud infusa no destruye los obstáculos extrínsecos que hubieran sido destruídos por los actos repetidos que engendran la templanza adquirida (2). Por eso, este penitente ha de vigilarse seriamente para evitar las ocasiones que lo arrastrarían a recaer en su pecado habitual.
Por aquí se comprende que la virtud adquirida de la templanza, facilita grandemente el ejercicio de la virtud infusa correspondiente (3).

( 1 ) Cf. SANTO TOMÁS, Quaest. disp.; de Virtutibus in communi, a. 10, in corp., ad 1, ad 13, ad 16. Y P. BERNARD, O. P., La Vie Spirituelle, enero 1935; supl. pp. 25-54: La virtud adquirida y la virtud infusa.
( 2 ) Sigúese de ahí que tal penitente conoce por experiencia mucho
mejor los obstáculos que se han de vencer, que la virtud infusa de templanza, que acaba de recibir, y es de naturaleza demasiado elevada como para ser objeto de la experiencia sensible.
( 3) Se comprende que la temperancia infusa puede existir sin la
¿Cuál es el modo de practicarlas? Se han de practicar sin separar la una de la otra, de modo que la virtud adquirida vaya subordinada a la virtud infusa como para ayudarla. De esa forma, y en otro orden de cosas, en el artista que toca el arpa o el piano, la agilidad de los dedos, adquirida por el ejercicio, favorece el ejercicio del arte musical que reside, no en los dedos, sino en la inteligencia del artista. Si por una parálisis viene a perder la agilidad digital, acaso se verá obligado a cesar en sus actividades artísticas, a causa de un obstáculo extrínseco. Su arte, sin embargo permanece en su inteligencia práctica; pero nada más, ya que su realización dependía de dos funciones subordinadas que se realizaban conjuntamente. Este caso es idéntico al de la virtud adquirida y la virtud infusa del mismo nombre (1).
Del mismo mo'do la imaginación está al servicio de la inteligencia, y la memoria al de la ciencia.
Estas virtudes morales ocupan el justo medio entre dos extremos, el uno por defecto y el otro por exceso. Así la virtud de fortaleza nos inclina a guardar el justo medio entre el miedo, que huye del peligro sin motivo razonable, y la temeridad, que nos expondría a perder la vida por una cuestión sin importancia. Conviene no interpretar toradquirida, como en el caso de que acabamos de hablar. Y al revés, la templanza adquirida puede existir sin la infusa, porque esta última se pierde por el pecado mortal; mientras que la templanza adquirida, si ya existía antes del pecado, permanece, al menos imperfectamente, in statu dispositionis facile mobilis. Del mismo modo la memoria sensible, que está al servicio de la ciencia, puede existir sin ella; e inversamente, un gran sabio, que conserva su ciencia en la inteligencia, puede, por una lesión cerebral, perder la memoria que le facilitaba el ejercicio de su ciencia.
(*) En el justo la caridad ordena o inspira el. acto de la temperancia adquirida por medio de un acto simultáneo de templanza infusa. Y aun fuera de estos actos, al ir unidas estas dos virtudes en la misma facultad, la infusa confirma a la adquirida.
Sólo que en los cristianos que viven en más alta sobrenaturalidad, el motivo explícito de obrar más frecuente es el sobrenatural; en otros, un motivo racional, quedando el sobrenatural casi oculto (remissus).
Del mismo modo que en un pianista resalta más la técnica, mientras que en el otro campea más la inspiración; y al revés. Asimismo, dos hombres cuidan de muy distinta manera su salud, según tengan, o no, grandes preocupaciones por ella, o según sean sanos o enfermos. 
Deicidamente este justo medio, Los epicúreos y los tibios pretenden guardar el justo medio, no por amor de la virtud, sino por comodidad, para huir de los inconvenientes de los vicios contrarios. Confunden el justo medio con la mediocridad, que se encuentra, no precisamente entre dos males contrarios, sino a medio camino del bien y del mal. La mediocridad o la tibieza huye del bien superior como de una exageración que hay que evitar; disimula su pereza bajo este principio: "lo mejor es a veces enemigo de lo bueno", y termina por decir: "lo mejor es con frecuencia, si no siempre, enemigo de lo bueno". Y acaba confundiendo lo bueno con lo mediocre.
El verdadero justo medio de la virtud verdadera no es solamente el término medio entre dos vicios contrarios; es una cumbre. Y se eleva como un punto culminante entre dos desviaciones opuestas. Así la fortaleza está sobre el miedo y la temeridad; la prudencia, sobre la imprudencia y la astucia; la magnanimidad, sobre la pusilanimidad y la vana presunción; la liberalidad, sobre la avaricia o tacañería y la prodigalidad; la verdadera religión, sobre la impiedad y la superstición.
Este justo medio que es a la vez una cumbre, tiende a elevarse, sin declinar ni a la derecha ni a la izquierda, a medida que la virtud aumenta. En este sentido, el de la virtud infusa es superior al de la virtud adquirida correspondiente, ya que depende de una regla superior y aspira a un objeto más sublime.
Notemos finalmente que los autores de espiritualidad insisten de un modo particular, como el Evangelio, sobre ciertas virtudes morales que guardan especial relación con Dios, y mayor afinidad con las virtudes. teologales. Éstas son la religión o la sólida piedad (*), la penitencia (2),. que dan a Dios el culto y reparación que le son debidos: la mansedumbre (3) unida a la paciencia, la castidad perfecta, la virginidad (4), la humildad (n), virtud fundamental que excluye la soberbia, raíz de todos los pecados. La humildad, bajándonos delante de Dios, nos levanta sobre la pusilanimidad y el orgullo, y nos dispone a la contemplación de las cosas divinas, a la unión con Dios. Humilibus Deus dat gratiam (1). Dios da su gracia a los humildes, y los hace humildes para dársela en abundancia. Jesús se complacía en repetir: "Recibid mi doctrina, aprended de mí, porque yo soy manso y humilde de corazón" (2). Sólo Él, tan fundado en la verdad, podía, sin perderla, hablar de su humildad.
Tales son las virtudes morales (infusas y adquiridas) que, con las virtudes teologales a las cuales están subordinadas, constituyen nuestro organismo espiritual. Forman un conjunto de funciones de muy gran armonía, aunque el pecado venial lo afee a veces con sus notas falsas. Cada una de las partes de este organismo espiritual crece junto con las otras, dice Santo Tomás, como los cinco dedos de la mano (3).
Lo que demuestra que no es posible poseer gran caridad sin tener a la vez humildad profunda; al modo como la rama más alta de un árbol se eleva hacia el cielo, a medida que sus raíces se entierran más profundamente en el suelo. Es preciso vigilar, en la vida interior, para que nada venga a perturbar la armonía de este organismo espiritual, como sucede, por desgracia, entre aquellos que, permaneciendo quizás en estado de gracia, parecen más preocupados por las ciencias humanas o por las relaciones exteriores que por subir en el ejercicio de la fe, la confianza y el amor de Dios.
Mas para formarse idea justa del organismo espiritual, no basta tener conocimiento de estas virtudes; es preciso además hablar de los siete dones del Espíritu Santo y no ignorar las diversas modalidades por las que llega a nuestras almas el auxilio divino.
C1 ) SANTO TOMÁS, II, II, q. 81.
( 2 ) III, q. 85.
(*) II, II, q. 157.
( 4 ) Ibid., qq. 115 y 152.
(") Ibid., q. 162.
(!) Santiago, iv, 6.
(2) Mat., xi, 29. :
( s ) I, II, q. 66, a. 2. Estas virtudes aumentan con la caridad, en razón de su conexión con esta virtud, como las diversas partes de nuestro organismo físico. Pero las virtudes morales son las que principalmente aumentan con la caridad; las adquiridas pueden no desarrollarse tanto,
si no se las ejercita suficientemente
ARTÍCULO CUARTO
L O S S I E T E D O N E S D E L E S P Í R I T U S A N TO
Recordemos, acerca de esta materia, lo que nos dicen la Revelación divina, la enseñanza tradicional de la Iglesia, y la explicación que de ella dan los teólogos, en especial Santo Tomás.
TESTIMONIO DE LA ESCRITURA
La doctrina revelada acerca de los dones del Espíritu Santo está principalmente contenida en el texto clásico de Isaías, xi, 2, que los Padres han comentado tantas veces, enseñando que primariamente se refiere al Mesías, y después, por extensión, a todos los justos, a los que Jesús prometió enviarles el Espíritu Santo.
En este texto, Isaías anuncia, refiriéndose al Mesías: "Sobre él reposará el Espíritu de Dios, espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de ciencia y de temor de Dios" (1).
En el libro de la Sabiduría, VII, 7-30, se lee también: "Supliqué, y el espíritu de sabiduría vino a mí. Y he preferido esta sabiduría a los cetros y coronas... La plata no vale más que el fango, comparada con ella. La he amado más que la salud y la hermosura... Con ella me han venido todos los bienes... Yo ignoraba, sin embargo, que ella era su madre.
La he aprendido sin disimulo y la comunico sin envidia...Es para los hombres un tesoro inagotable; los que de ella gozan, participan de la amistad de Dios... A través de las edades se va derramando sobre las almas santas; ella hace amigos de Dios y de los profetas. Pues Dios no ama sino a los que habitan con la Sabiduría." Se comprende sin más, que es el más elevado de los dones del Espíritu Santo enumerados por Isaías.
Esta revelación del Antiguo Testamento alcanza todo su sentido, ilustrada por estas palabras del Salvador (San Juan, xiv, 16-26): "Si me amáis, guardad mis mandamientos. Y yo rogaré al Padre, y Él os dará otro Consolador para que permanezca perpetuamente con vosotros; éste es el Espíritu de verdad... Él estará en vosotros... El Espíritu, que mi Padre enviará en mi nombre, os enseñará todas las cosas y os recordará todo lo que yo os he dicho." San Juan añade, para precaver a los fieles contra los factores de herejías (I Juan, n, 20, 27): "Vosotros, hijitos míos, habéis recibido la unción del Espíritu Santo... La unción que de él habéis recibido permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; mas como su unción os enseña sobre todas las cosas, esta enseñanza es verdadera y no es mentira." Además existen en la Sagrada Escritura textos corrientemente citados como referentes a cada uno de los dones en particular (1).



jueves, 28 de septiembre de 2017

LA VIDA DE MONSEÑOR LEFEBVRE

MONS. MARCEL LEFEBVRE

La gira por los lagos del sur estaba llena de encanto. El gran brazo plateado del Ogooué lo llevaba a Ompomwona «<la alegría»), donde había fundado una magnífica escuela anexa que contaba con cincuenta chicos internos. Luego, reservándose para la vuelta el Orombo Mounédjoué'P' (el «río del pelícano»), frecuentado por los hipopótamos, el Padre Lefebvre tomaba el Wombolié (el «gran rio»), aunque no siempre era bueno navegar al final de la tarde, sobre todo cuando estallaba una tormenta. Después de varias horas, el aire saturado de electricidad se volvía irrespirable. La noche se extendía de un extremo al otro como una tapa de plomo. Los relámpagos se sucedían a intervalos cada vez más cortos; fuertes truenos resonaban sobre las riberas y allí se prolongaban; la onda sonora de uno parecía chocar con la interminable vibración del otro. El agua no tardaba en salpicar y borbotear, hasta el punto de no poder distinguir nada en el interior de la embarcación. Había que proteger la máquina, achicar a brazo partido y atracar lo antes posible.

En esos casos se pasaba la noche en Nombedouma, para internarse al día siguiente en la inmensidad del lago Onangué, cuyo mapa de islas, promontorios y brazos que se adentran en recodos desconocidos, dibujó Marcel con su propia mano. El viento azotaba los rostros y las olas sacudían el esquife. En la linde del lago Oghemoué se hacía escala en Inigo, frente a la Pequeña Sabana. Al día siguiente el Padre llegaba por fin a Ogueewa (olas de mar que se rompen»: ¿cómo se pueden decir tantas cosas con una sola palabra? Aquel era el poblado del seminarista Cyriaque Obamba; el jefe catequista, Thomas Atondo-Dyano, también vivía allí. El Padre supervisaba entonces el funcionamiento de la escuela anexa y de sus dos internados.

¡Con cuánta impaciencia se esperaba la visita del misionero! Un emisario la anunciaba anticipadamente, la casa-capilla estaba dispuesta y el Padre se entregaba a interminables sesiones de confesionario, porque sabía que aunque el Sacrificio eucarístico y la comunión eran lo esencial, ya que santificarían los esfuerzos y fortificarían los compromisos del matrimonio, sin embargo los demás sacramentos estaban ahí para preparar las almas. ¡Con qué cuidado aplicaba ese principio primordial de su pastoral! ¡Con qué alegría veía la transformación progresiva de las almas por la gracia de la Santa Misa, para la cual habían sido bien preparadas! El mismo poblado se transformaba espiritualmente, «pero también física, social y políticamente.

El viaje acababa con una visita al lago Ezanga, y el regreso se hacía bajo la mirada de los pelícanos, que retozaban en lo alto de los árboles que bordeaban la orilla; la barca estaba de nuevo en el Ogooué.
Es ahí donde un día de octubre de 1945 los chicos que le acompañaban le dijeron:
-¡Padre, se acerca una piragua, por allí abajo!
-¡Efectivamente!
-¡Ah, Padre, es una piragua de la Misión! 
-¿De la Misión? ¿Para qué? ¿Qué pasa? ¿Qué vienen a hacer? ¿Hay novedades?
-¡Sí, seguro, es una piragua de la Misión, seguro! En efecto, la piragua se dirigía hacia ellos y se les fue acercando cada vez más hasta ponerse a su lado:
-Padre -dijo el mensajero-, acaba de llegar una carta urgente para usted; aquí tiene.
El correo venía de París, y el sobre tenía la letra del Superior General.
La abrió y la leyó: lo llamaban de nuevo a Francia.
Llamado a Francia La misiva, una carta muy breve de Monseñor Le Hunsec, decía con suma delicadeza:
“El Superior General de los Padres del Espíritu Santo [ ... ] desearía que el Padre Lefebvre volviese a Francia. Quiere contar con sus servicios en nuestro Escolasticado de filosofía”.
Marcel Lefebvre diría más tarde:
Esa pequeña carta me desgarró el corazón. En ese momento se me llenaron los ojos de lágrimas. Los indígenas se dieron cuenta, pero no demasiado.
Sólo un misionero puede comprender ese desgarramiento: haber entregado su sudor y su corazón a una tierra lejana, a las almas, haberse hecho fang con los fang y galoa con los galoa, y tener que dejado todo ahora para regresar a Francia, adonde ya no se quería volver, era duro, durísimol.
Sin embargo, enseguida el Padre Marcel se repuso y pronunció su fiat. El Superior General sólo expresaba un deseo, pero Monseñor Tardy ratificó que era una intención firme: en el próximo capítulo, el Padre Lefebvre iba a ser designado «Superior de la comunidad y Rector del Escolasticado de filosofía» de Mortain; se solicitaba su aceptación. Y él obedeció.
La obediencia -diría luego- es siempre algo bueno; volví contento pensando que sólo cumplía con mi deber.
Había tomado la resolución de no tratar de averiguar por qué mis Superiores me trasladaban aquí o allá... y ponerme a trabajar dondequiera que fuese, sin complejos, sin pesares ni añoranzas por el puesto que acababa de dejar.
Además, que sea lo que Dios quiera. Se vive con el propio temperamento y carácter, según la propia formación, y Dios da la gracia de estado para cumplir el cargo que se nos confía.
Trabajamos bajo la mirada de Dios, [...] no para realizar nuestros propios planes, sino para poder salvar almas y hacerles bien!".
Transmitió las consignas a su sucesor, el Padre Neyrand, regaló su fusil a Henri Ngome, el catequista, alguna ropa a su ayudante Pierre-Paul, y se despidió de la Misión y de la escuela de las Hermanas. Los chicos lloraban, y él no acertó a decir más que la exclamación «¡Dios mío!» en lengua galoa. Los fieles, con lágrimas en los ojos, no querían dejarlo partir; llegaron incluso a hacer una colecta para enviar telegramas a Libreville.
«Yo no favorecí esta gestión -aclararía Monseñor Lefebvre porque rechazar un cambio de puesto y movilizar a los feligreses para que presenten una súplica es escandalosos, Monseñor Tardy respondió simplemente que si Lambaréné tenía necesidad del Padre Lefebvre, la Iglesia tenía necesidad de él para un servicio mayor El barco fluvial llevó al Padre Marcel por el río abajo hasta Pon-Gentil, donde esperó durante ocho días, en la Misión dirigida por el Padre Henri Clémenr, el siguiente barco para Libreville.
En Santa María se despidió de su Obispo, de su hermano el Padre René, y voló en uno de los aviones militares que repatriaban a los europeos ancianos o enfermos, un pequeño avión que hizo escala en Douala, en Kan o , al norte de Nigeria, y luego en Argel. En París, Monseñor Le Hunsec lo recibió paternalmente en la calle Lhomond y después lo envió al Padre Provincial:
-Vaya a ver al Padre Laurent -le dijo-: él es el culpable, fue él quien lo reclamól.
LA BATALLA DE NORMANDIA

CAPÍTULO 7
La batalla de Mortain (1945-1947)
Desde 1943, la administración de la provincia espiritana de Francia había dejado la calle Lhomond, separándose de la Casa General conforme al deseo del Capítulo General de 1938, y se había establecido en la calle Pirineos num. 393, al norte de París. Allí residía, desde el 6 de junio de 1944, el mismo día del desembarco aliado en Normandía, el Padre Émile Laurent, que había sucedido al extenuado Padre Aloyse Aman. Un nuevo hombre tendría que afrontar una nueva situación.
Después de haber sido compañero y amigo de Seminario y de Noviciado de Marcel Lefebvre, Émile Laurent se había convertido en profesor del Seminario Menor de Camerún, y luego Padre repetidor en Santa Chiara; el 8 de octubre de 1940, tras la partición de Francia en dos zonas, fue llamado a la dirección del Escolasticado" que reagrupaba en Cellule, Puyde-Dóme, en zona libre, a unos 50 estudiantes no movilizados o ya liberados", Los dos Escolasticados de Chevilly y de Mortain habían sido requisados desde 1939. Sin embargo, los teólogos pudieron recuperar Chevilly en junio de 1944. En cambio, los filósofos de Mortain refugiados en Langonnet, en Bretaña, permanecieron allí hasta el final de la guerra. A pesar de ver reducidos sus efectivos, las casas de formación habían podido proseguir su labor y suministrar más de cien jóvenes sacerdotes misioneros",
La liberación de Francia supuso, en 1945, el regreso de los soldados desmovilizados y de los prisioneros liberados, que vinieron así a unirse a los escolásticos en curso de formación y a los jóvenes profesos que salían del Noviciado. Había que hacer frente a este gran aumento del número de estudiantes. Ahora bien, en Francia, era sobre todo Mortain la que había sufrido los desastres de la guerra. El Padre Laurent encontró «al hombre fuerte», organizador y de doctrina segura, en la persona de su amigo el Padre Marcel Lefebvre. «Pidió a toda costas" a Monseñor Tardy que se lo cediese, y, habiéndolo conseguido a fuerza de insistir, pudo hacer que lo nombraran en el difícil puesto de Rector del Escolasticado de filosofía, que acababa de volver a los muros de la abadía Blanca de Mortain.

1. Nuestra Señora la Blanca en la batalla de Normandía
La Abadía Blanca

Fundada en Savigny en el año 1112 por Adelina, hermana del ermitaño Vital, la abadía Blanca había sido reconstruida en 1151 en el más puro estilo cisterciense. Convertida en Seminario Menor después de la Revolución, vio cómo se edificaban, junto a la iglesia abacial y el claustro subsistente, dos altos y estrechos edificios de granito gris que por detrás daban sobre un solemne patio de honor.
Vaciada de sus alumnos por la separación de 1906, la casa se puso finalmente a disposición de los Padres del Espíritu Santo en 1923.
El Escolasticado de filosofía se estableció en ella, agrupando en dos o tres años" a los candidatos misioneros que habían acabado su noviciado y comenzaban sus estudios eclesiásticos. Convertida en hospital militar en 1939, la abadía, abandonada por sus alumnos, fue ocupada desde el verano de 1940 por el ejército alemán.
La batalla de Mortain (14 de agosto de 1944)
El 7 de junio de 1944, al día siguiente del desembarco, la abadía Blanca se transformó en lazareto y acogió, desde el 8, a los heridos alemanes de los primeros combates. Inmensas cruces rojas pintadas sobre los techos de la abadía y de los hospitales parecían implorar del cielo la protección del pueblo", Mientras Patton incursionaba en Avranches, el primer ejército norteamericano avanzaba hacia el este sobre Mortain. El 3 de agosto los alemanes evacuaron el pueblo, y a la madrugada los habitantes creyeron poder lanzar un suspiro de alivio. Pero, por desgracia, la retirada alemana tras la cota 314, al este, no era más que la organización de una contraofensiva decidida por el Führer, que fue precedida el 5 de agosto por un bombardeo aéreo del pueblo a las once de la noche. Los habitantes huyeron de Mortain en llamas. A la noche siguiente las Panzerdivisionen del General Hausser se dirigieron al oeste, para cortar a Patton la retaguardia. Los alemanes volvieron a ocupar Mortain.
Ahora bien, en la mañana del 7, las escuadrillas de T yphoons de la Royal Air Force atacaron en vuelo rasante y destruyeron con sorprendente precisión la tercera parte de los blindados que los alemanes habían introducido en la zona. En las proximidades de la abadía Blanca los norteamericanos lograron mantener sus posiciones, bajo el fuego constante de las armas automáticas, de los carros y de la artillería de los enemigos. Habían logrado romper el empuje de los Panzer.
Siguieron algunos combates furiosos, pero el 11 de agosto un
magistral movimiento de pinzas amenazó con rodear a los alemanes entre Falaise y Alencon: el Mariscal Von Kluge tuvo que dar la orden de retirada.
De Mortain, destruida en un 80 por ciento, no quedaba más
que un campo de ruinas por encima del cual se levantaba intacta la silueta de la colegiata Saint-Évroult, con su elevada torre de techo a dos aguas, como una señal de esperanza.



miércoles, 27 de septiembre de 2017

Después del Califato… Rojava

Este mapa fue publicado por Robin Wright 9 meses antes de la ofensiva del Emirato Islámico en Irak y Siria. Según esta investigadora del Pentágono, este mapa rectificaba el que Ralf Peters había publicado anteriormente para ilustrar el rediseño del Medio Oriente ampliado.

Mientras que el Ejército Árabe Sirio, la aviación rusa y el Hezbollah libanés se disponen a erradicar de una vez el Emirato Islámico, el Pentágono ya planifica una nueva guerra contra Siria, utilizando ahora a combatientes kurdos. En el plan anterior, la misión del Califato era crear un Sunnistán que debía abarcar territorios pertenecientes a Irak y Siria. En el actual proyecto la misión de «Rojava» es crear un «Kurdistán», que también abarcaría territorios de esos dos países, conforme a lo que el Pentágono ya prevía públicamente hace 4 años.

Según la Gran Estrategia Estadounidense, definida en 2001 por el almirante Cebrowski y difundida en 2004 por su adjunto Thomas Barnett, habría que destruir todo el Medio Oriente ampliado (o Gran Medio Oriente), exceptuando sólo Israel, Jordania y el Líbano.
Por consiguiente, la inminente victoria sobre el Emirato Islámico (Daesh) no modificará las intenciones del Pentágono.
El presidente Trump se opuso al uso de yihadistas. Detuvo el apoyo financiero y militar que Estados Unidos les aportaba, logró convencer a Arabia Saudita y Pakistán de hacer lo mismo y modificó la política de la OTAN al respecto. Pero nada permite saber en este momento si se opondrá también a la gran estrategia del Pentágono. En el plano interno, todo el Congreso estadounidense se ha puesto en contra de Trump y la única posibilidad que le queda al presidente para impedir que lo saquen de la Casa Blanca es negociar con el Partido Demócrata.
Donald Trump conformó su administración con ex altos funcionarios de la administración Obama, políticos oportunistas, muchos responsables improvisados y sólo unas pocas personalidades de confianza.
Su representante especial en el seno de la coalición anti-Daesh, Brett McGurk, es un ex colaborador del presidente Obama que supuestamente estaría ahora al servicio de la política de Trump. El 18 de agosto, McGurk organizó una reunión con jefes de tribus para «luchar contra Daesh», pero las fotos que él mismo difundió demuestran que varios líderes de Daesh participaron en ese encuentro [1].
Asimismo, el 26 de agosto, helicópteros de las fuerzas especiales de Estados Unidos evacuaron de la región de Deir ez-Zor a 2 jefes europeos de Daesh, con sus familias, para que el Ejército Árabe no pudiera hacerlos prisioneros. Dos días después, también evacuaron otra veintena de oficiales del Califato, ante el avance del Ejército Árabe Sirio en la misma región [2].
Todo transcurre como si el Pentágono estuviera replegando su dispositivo yihadista para utilizarlo después en operaciones bajo otras latitudes. Simultáneamente, está preparando un nuevo capítulo contra Siria, con un nuevo ejército, que ahora se compone de elementos armados kurdos.
Esta nueva guerra, al igual que la que emprendió el Califato, fue anunciada hace 4 años en las páginas del New York Times por la investigadora Robin Wright, del US Institute of Peace (la NED del Pentágono). También tendría como objetivo dividir Yemen en dos Estados, como podrían dividirlo ahora entre sí Riad y Abu Dabi. Y lo último, aunque no menos importante, es que también se planteaba el desmembramiento de Arabia Saudita.
En todo caso, el proyecto de creación de «Rojava» corresponde a la estrategia israelí que, desde finales de los años 1990 y debido al desarrollo de la tecnología en materia de misiles, ya no apunta a controlar las fronteras exteriores –el Sinaí, el Golán y el sur del Líbano– sino a sorprender a sus vecinos atacándolos por la espalda –estrategia que ya dio lugar a la creación de Sudán del Sur y ahora apunta a la de un Gran Kurdistán.
El reclutamiento de soldados para «Rojava» sólo está comenzando. En principio, está reuniendo tantos combatientes como los que ya hubo para la yihad, dado el hecho que los grupos anarquistas que le sirven de vivero son como mínimo tan numerosos en Europa como los presos comunes.
Vale la pena recordar aquí que la “conexión” yihadista comenzó en las cárceles francesas, antes de convertirse en una “cruzada” generalizada. Es probable que el reclutamiento dentro del movimiento anarquista también se amplíe en el futuro. Washington, Londres, París y Berlín, que han organizado ese reclutamiento, lo tienen concebido como una operación de larga duración.
Utilizo deliberadamente el término “cruzada” porque aquellas guerras de la Edad Media, al igual que la que acabamos de vivir, no eran otra cosa que operaciones imperialistas europeas contra los pueblos del Medio Oriente ampliado. Pretender que existe algún vínculo entre el mensaje de Cristo y las cruzadas es tan grotesco como afirmar que existe alguna relación entre el mensaje del Profeta y el yihadismo. En ambos casos, las órdenes provienen de “occidentales” [3] y esos conflictos favorecen única y exclusivamente los intereses del imperialismo occidental. Las cruzadas sucesivas se prolongaron por más de 2 siglos y la mayoría de los cristianos del Levante lucharon contra los invasores junto a sus compatriotas musulmanes.
Anteriormente, el ministro francés de Exteriores, Laurent Fabius, declaraba públicamente que el presidente sirio Assad «no merece estar sobre la tierra» y aseguraba que los yihadistas estaban haciendo «un buen trabajo». Numerosos jóvenes respondieron a su llamado uniéndose al Frente al-Nusra, que no era otra cosa que al-Qaeda, y posteriormente a Daesh.
Ahora, el ex ministro francés de Exteriores, Bernard Kouchner, anuncia públicamente que Francia respaldará la creación de un Estado que abarque el Kurdistán iraquí y el corredor que lo conectaría con el Mediterráneo pasando a través de Siria. Jóvenes europeos ya han respondido a ese llamado y muchos más han de seguirlos.
Hoy en día, exactamente de la misma manera que en 2011 y 2012, la prensa occidental se pronuncia a favor de este nuevo ejército anti-sirio, que –también al igual que el anterior– goza del apoyo de sus gobiernos. Esa prensa nunca cuestionará el hecho que el líder kurdo Abdulah Ocalan haya abandonado el marxismo-leninismo para pasarse al anarquismo. Repetirá que el Kurdistán ya fue reconocido en la conferencia de Sevres, en 1920, pero no consultará los documentos que precisaban sus fronteras. Fingirá creer que la existencia de ese Kurdistán es legítima en Irak y en Siria, cuando el verdadero Kurdistán está en la actual Turquía. Y cerrará además los ojos ante el hecho que las fronteras de este “Kurdistán” solamente obedecen a los planes del Pentágono.
El referéndum por la independencia del Kurdistán iraquí y de los territorios que esa entidad logró anexar con ayuda de Daesh, marcará el inicio de esa operación, el 25 de septiembre. Como en 2014, el objetivo será destruir simultáneamente Irak y Siria, pero no como antes –creando un «Sunnistán» desde Raqqa (en Siria) hasta Mosul (en Irak)– sino un «Kurdistán» en un territorio que conectaría las regiones (iraquíes) de Erbil y Kirkuk con el Mediterráneo.

500 millones de dólares para la próxima guerra contra Siria
Suddeustche Zeitung reveló que se hizo un envío de armas a los «rebeldes» sirios desde el cuartel general de la fuerza aérea de Estados Unidos en Europa, con sede en la base aérea de Ramstein, en Alemania.
El armamento en cuestión, principalmente fusiles de asalto Kalachnikov y morteros acompañados de sus correspondientes municiones, fue transferido del arsenal de la marina de guerra de Estados Unidos en Crane (Estado de Indiana) al arsenal de las fuerzas terrestres estadounidenses en Miesau, Alemania.
Ese tráfico es la continuación de la operación Timber Sycamore, concebida por el general David Petraeus en sus tiempos de director de la CIA, y se inició en 2013, o sea mucho antes de la creación del Emirato Islámico (Daesh). El papel desempeñado por la base aérea de Ramstein fue revelado, en diciembre de 2015, por el diario serbio Vecernje Novosti.
Justo antes de las elecciones federales alemanas, el Suddeutsche Zeitung se interesó particularmente por el aspecto jurídico de su descubrimiento.
El Mando de las Operaciones Especiales estadounidense pidió a 4 empresas contratistas que no declararan la naturaleza de los cargamentos que transportaban a sabiendas de que el gobierno alemán habría podido oponerse a la implementación de ese tráfico en su territorio. El fiscal general alemán ya abrió una investigación preliminar para determinar si el Pentágono y el gobierno de la canciller Angela Merkel respetaron o no el derecho alemán.
En todo caso, la legislación alemana prohíbe el traspaso de armas a países en guerra. Pero el gobierno de Angela Merkel ya autorizó anteriormente el envío de armas a Arabia Saudita en el marco del tráfico implementado por Azerbaiyán y su compañía aérea Silk Way. Era imposible que el gobierno alemán ignorara que los destinatarios finales del armamento en cuestión eran los yihadistas que operan contra Siria.
La base de Ramstein ya estuvo implicada en el escándalo de los secuestros y las cárceles secretas de la CIA, así como en asesinatos selectivos perpetrados con drones en el Medio Oriente ampliado. A causa del acuerdo de extraterritorialidad que protege a las fuerzas militares de Estados Unidos en Alemania, los magistrados y parlamentarios de este último país no han podido obtener acceso a esa base, bajo control de la fuerza aérea de Estados Unidos.
Pero lo más interesante es un descubrimiento incidental cuya importancia no parece haber notado el diario alemán. Según varios documentos del ejército de Estados Unidos, el Pentágono abrió una licitación para adquirir armamento fabricado en la antigua Unión Soviética por valor de 500 millones de dólares. Ese contrato fue atribuido en agosto de 2017 y el destino de algunos cargamentos de armas fue modificado entonces para enviarlos a Croacia.
Después del fracaso de las «primaveras árabes», que condujeron al ascenso de al-Nusra y Daesh, el Pentágono planifica ahora una nueva guerra contra Siria, recurriendo esta vez al uso de combatientes kurdos, que recibirían esos 500 millones de dólares en armamento.
Este nuevo conflicto podría estallar en las próximas semanas, después del anuncio de la independencia del Kurdistán iraquí.
Heikle Fracht aus Ramstein”, “Millionen Schuss Munition für Kalaschnikows”, Frederik Obermaier y Paul-Anton Kruger, Süddeutsche Zeitung, 12 y 20 de septiembre de 2017.



JUANA TABOR 666. HUGO WAS

solamente el oro tiene las calidades ideales de una moneda, porque solamente el oro posee gran valor intrínseco en pequeño volumen inalterable, y porque no aumenta ni disminuye la cantidad existente en el mundo sino en pequeña proporción.

Aunque esta segunda etapa (transmutación del plomo en oro, por ejemplo) no se realizaba sino como experimento de gabinete pues era lenta y costosa, ya su primer paso en esos caminos sonados de los alquimistas, la desintegración de la materia, introdujo una revolución sin igual en la industria, porque al dislocar los crepúsculos infinitesimales que constituyen un átomo se ponía en libertad una suma colosal de energía.
Disgregar un gramo de platino equivalía a quemar 200 toneladas de carbón en un buen horno.
Pero así como la técnica antigua hasta 1950 no pudo nunca aprovechar más que un décimo de la energía del carbón consumido y debió resignarse a perder el 90 por ciento, que se escapaba en forma de humo o residuos, la técnica ultramoderna tuvo que asistir impotente a un despilfarro mucho mayor, que humillaba a sus sabios.
Las máquinas más perfectas no lograban, a fines del siglo XX, transformar en trabajo más que la diezmilésima parte de la energía liberada al desintegrar un trozo de materia.
A pesar de ello, en los aviones resultaba ventajoso reemplazar los anticuados motores por los modernos hornillos, bautizados athanores en recuerdo de los alquimistas medievales, que en rudos artefactos de ese nombre quemaron fortunas y vidas.
Como en una alcancía, por una ranura metíase en el athanor un disco semejante a una moneda, y el avión quedaba provisto para algunas horas de vuelo.
No toda materia era adecuada para la desintegración. La experiencia había comprobado una vez más el genio de los alquimistas antiguos, que intuitivamente discurrieron sobre los llamados cuerpos simples, a algunos de los cuales los calificaron de nobles, como el oro y la plata.
En éstos veían los frutos maduros del árbol de la naturaleza metálica; los otros (el hierro, el cobre) eran frutos verdes o crudos.
La piedra filosofal, en cuya búsqueda se enloquecieron y se arruinaron durante siglos, no era otra cosa que un fermento capaz de apresurar la madurez de los frutos verdes para llevarlos en poco tiempo hasta la dignidad y perfección del oro y de la plata, madurados durante millones de años por el lento laboratorio de la naturaleza.
El siglo XX comprobó la exactitud de la teoría. Descubrióse que el oro, el platino, la plata, eran los metales en que la naturaleza había condensado más energía, o sea los más maduros.
Un gramo de oro desintegrado en hornos que elevaban la temperatura a cien mil grados más allá de la volatilización, producía tanto trabajo útil como diez toneladas de plomo desintegrado; un gramo de plata, como media tonelada.
En aquella época (40 años después que los financieros se reunieron en el congreso internacional de la isla de los Ladrones) ni el oro ni la plata servían de moneda.
Ya hemos dicho que la humanidad había por fin repudiado la pérfida doctrina de que la moneda debe poseer valor intrínseco. Esta maliciosa vaciedad la inventaron los banqueros, interesados en deducir de ella una consecuencia que les entregaba el comercio mundial atado de pies y manos. La consecuencia de tal doctrina fue ésta: solamente el oro tiene las calidades ideales de una moneda, porque solamente el oro posee gran valor intrínseco en pequeño volumen inalterable, y porque no aumenta ni disminuye la cantidad existente en el mundo sino en pequeña proporción.
El haber renegado la humanidad de tamaño disparate constituye el más fecundo progreso de la economía política en mil años.
Con eso no más, el mundo se libertó de la siniestra tiranía de los cuatro o cinco grandes banqueros, dueños de la mayor parte del oro, quienes de tiempo en tiempo provocaban una aparente escasez de metal amarillo, con lo cual duplicaban o triplicaban su valor y por ende sus fortunas a costa del mundo entero y aun de los pobres profesores universitarios que seguían de buena fe repitiendo las inepcias de la economía política clásica.
La desmonetización del oro y de la plata produjo una repentina desvalorización de ambos metales. Un puñado de monedas de oro llegó a no valer más que un litro de agua de colonia de buena marca.
Pero cuando los alquimistas descubrieron el modo de utilizar la energía atómica de los cuerpos y comprobaron que los metales nobles rendían más trabajo que los otros, el oro y la plata recobraron su posición de metales preciosos.
De más está decir que los que se habían despojado del oro como cosa sin valor lloraron amargamente su ligereza, y que los que siguieron guardándolo se encontraron cien veces más ricos, cual si poseyeran las mejores minas de carbón o los más rendidores pozos de petróleo del universo.
Tener en el bolsillo un disco de oro del tamaño de una libra esterlina equivalía a tener mil toneladas del más excelente carbón de piedra.
Existían dos tipos de aviones, y en general de motores: los cautivos, que recibían las ondas de potentes usinas instaladas en tierra, y los independientes, que producían a bordo su propia energía con el combustible que llevaban.
A los primeros una usina los mantenía en el aire enviándoles energía para que navegaran, y podía precipitarlos al suelo con sólo olvidarlos. Los otros llamados athanores por lo antes dicho, eran excesivamente caros, pues devoraban discos de oro y no utilizaban más que la diezmilésima parte de su combustible. Además, en la construcción de sus poderosos hornillos o athanores entraba como material refractario de sus crisoles nada menos que polvo de diamante armado sobre placas de platino.
Un athanor era la mayor de las vanidades.
¡Cuántas hermosas chicas por poseerlo habrían sido capaces de renegar del bautismo y dejarse marcar en el brazo el fatídico número 666! Rahab, la dueña de la preciosa athanora que bajó a la azotea de los gregorianos, no había necesitado renegar del bautismo cristiano, porque no era bautizada.
Rubia, de tez naturalmente rosada, lo que le daba frescura de flor; de modales felinos, suaves unas veces, arrogantes otras; de ojos verdes, como dicen que serán los del Anticristo, descubría a través de la impalpable gracia porteña la milenaria belleza de la Biblia, que hizo exclamar a Salomón: “Vuélvete, vuélvete ¡oh, Sulamita!; vuélvete, vuélvete para que te miremos.”
Debía de tener veinte años, pero se manejaba sola desde que cumplió su mayor edad, a los catorce. Los varones se emancipaban a los dieciséis, pues se consideraba que las mujeres llegan antes que los hombres a la pubertad y al juicio.
Ninguno de los compañeros de Rahab quiso advertir que ella buscaba en el bolsillo de su blusa de cuero un disco de oro para alimentar su motor.
O no tenían con qué o no querían costear el paseo. Fastidiada, Rahab les interpeló:
— ¿Ninguno de ustedes tiene siquiera un marx?
El adverbio siquiera restalló como un latigazo en los oídos de los tres jóvenes, para quienes un marx no significaba una cantidad despreciable.
El marx, la unidad monetaria internacional, era un billete garantido por el Banco Internacional de Compensaciones, cuyo poder de compra equivalía a una libra esterlina de los tiempos de la reina Victoria, Por asimilación, llamábase marx al disco de oro del tamaño de una esterlina que utilizaban las athanores.
Si el marx tenía en todos los países igual nombre, en cambio las monedas divisionarias llevaban el de los héroes más característicos de cada país.
Así, las de Francia llamaronse Pasteur, Vicente de Paul, Corneille. Las de Alemania, Gutenberg, Beethoven, Bismarck. Las de España, Colón, Teresa, Franco.
En Buenos Aires se convocó un plebiscito para hallar las designaciones que satisficieran a la mayoría del pueblo. El nombre más votado resultó el de la Madre María; después, Gardel; y en el tercer lugar, Pancho Sierra.
Un marx valía diez madremarías, o cien gardeles, o mil panchosierras. Por lo tanto, un panchosierra equivalía más o menos a un centavo de cobre de los de 1900.
Por un panchosierra se podía comprar un paquete de pastillas de menta para hombres o un paquete de cigarrillos ordinarios para mujeres de pueblo.
Ante la dura interpelación de Rahab, el mozo que había empuñado el volante se decidió a meter la mano en el bolsillo y extrajo una laminita de plata que costaba un panchosierra.
—Yo tengo esto —dijo modestamente.
— ¡Un pancho! —exclamó Rahab con desprecio, extendiendo la palma de la mano para sopesar aquella insignificancia, y miró a los otros dos compañeros.
Rahab podía permitirse ese desplante. Era la heredera más rica de su país, donde la revolución anarco-marxista no abolió sino la propiedad privada de las tierras y de las fábricas, pero dejó subsistente la de los metales, entre ellos el oro. Su madre, misia Hilda, poseía en lingotes de oro lo suficiente para mover todas las escuadras de aviones del mundo durante un año, y todos los buques de guerra durante tres. En el mundo entero no existían más de dos rivales, a lo sumo tres, que podían discutir con la dama el ser dueños de mayor fortuna.
— ¡Sea lo que el diablo quiera! —dijo Rahab metiendo en la ranura de su athanora aquel mísero panchosierra equivalente a una hora de vuelo.
Zumbó el motor, los cuatro se acomodaron en sus asientos, vibraron las alas y la avioneta, haciendo estrechas espirales, hendió el toldo de gas luminoso que cubría la ciudad y desapareció, como un nadador tragado por la espuma rumbo al Congo, el mejor cabaret de América del Sur.
De pronto Rahab, empinándose por arriba del hombro de Níquel, oprimió una de las palancas, modificó la posición de las alas y la athanora se detuvo a tres mil metros de altura, como si estuviera colgada por un alambre de una invisible bóveda.
Gracias al giróscopo los aeroplanos podían inmovilizarse en el aire por largo tiempo cuando se quedaban sin combustible o sufrían algún percance, hasta que llegaba un avión de auxilio, llamado por radiotelefonía.
— ¿Qué haces, Rahab?
—Tengo una idea mejor. ¿Saben que hoy... —apretó el resorte de su pulsera y escuchó el reloj—, hoy, dentro de veinte minutos, van a gurdivanizar a Rocío López?
— ¿Aquel poeta que te amó y te hizo versos? —interrogó Foto.
Rahab se encogió de hombros con su ademán de costumbre pero no dejó de sonreír, halagada de que alguien se gurdivanizara por causa de ella.
— ¡Ese mismo! Decepcionado, ha resuelto gurdivanizarse por treinta años en vez de tomarse una buena dosis de cianuro... Me ha escrito una carta con unos versos que he hecho leer a mi sirvienta. Me acusa de muchos horrores y dice que dentro de treinta años, cuando él se desgurdivanice, yo seré vieja, y acordándome de mi lejana juventud lo amaré; él entonces se vengará desdeñándome.
— ¡Qué ocurrencias tan hermosas tienen los poetas! —ex clamó Foto muerta de envidia.
— ¿No piensan ustedes que un poeta es siempre un idiota? —preguntó con melancolía Rahab, alargando la punta de su sandalia de platino para poner en marcha la athanora.
— ¿Por qué no te gurdivanizas tú también por el mismo plazo, y cuando él se levante creyendo hallarte vieja, te encuentre joven y vuelves a burlarte de él y de sus versos?
Esta sugestión de Níquel agradó a todos menos a Rahab, que no tenía ganas de morirse ni siquiera por pocos años, pues gurdivanizarse era morir por algún tiempo.
Hacía cincuenta años dos famosos médicos argentinos, profesores de la Universidad de Buenos Aires que habían realizado profundos estudios sobre la conservación y destrucción de la vida en los tejidos animales, hicieron uno de esos descubrimientos que revolucionan las costumbres de la humanidad. Hallaron la forma de suspender la vida de un ser animado —y también de los seres humanos— por meses y aun por años, y quizá por siglos. Durante ese período el organismo no consumía energía alguna y conservaba íntegramente sus cualidades: juventud, belleza, ingenio —si lo tenía— hasta que, llegado el plazo, era nuevamente llamado a la vida y se despertaba descansado y dispuesto a seguir viviendo.
Aplicábase un procedimiento de congelación a 200 grados bajo cero y en un ambiente electrizado que se mantenía todo el tiempo.
Si por una fatal circunstancia se interrumpía la corriente eléctrica, el pobre diablo congelado, como un salmón de Escocia en un témpano de hielo, se moría sin remedio, es decir, se presentaba a dar cuenta a Dios de sus acciones antes de lo que él mismo había calculado.
El procedimiento se llamó gurdivanizamiento, y el ponerlo en práctica, gurdivanizar, por el nombre de sus inventores, los profesores Gourdy e Ivanissevich, que tal vez no sospechaban en 1950, cuando dieron a conocer su descubrimiento, las consecuencias macabras y aun pintorescas que tendría en 1995.