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sábado, 27 de octubre de 2018

SAN CIRILO DE ALEJANDRIA, SU VIDA


ARTICULO I.
Historia de su vida.
I. San Cirilo, sobrino de Teófilo, Patriarca de Alejandría, le criaron desde niño en el estudio de las santas letras, y le instruyeron en la sana doctrina de la Iglesia. No puede dudarse que su tío le había colocado en su Clero antes del año 403, pues en este año se halló con él en el Conciliábulo de la Encina, en donde fue condenado San Juan Crisóstomo. También estudió los libros de los antiguos escritores Eclesiásticos, para arreglar sus sentimientos con los de estos, y no decir palabra que no fuese conforme a lo que ellos habían dejado escrito. Por los escritos que nos dejó contra Juliano se conoce que había leído mucho en los Autores profanos. Muerto Teófilo, su tío, en 15 de Octubre de 412, eligieron al sobrino por su sucesor; mas no faltaron grandes disputas en su elección. Muchos querían a Timoteo, Arcediano de Alejandría, y los otros a San Cirilo. Abundancia, General de las tropas de Egipto, se interesó por Timoteo, y el pueblo se inquietó; pero venció San Cirilo, y le colocaron en su Silla tres días después de la muerte de San Teófilo; esto es, á 18 de Octubre.
II. Desde el punto en que tomó la posesión, ejerció las funciones Patriarcales con grande autoridad. Echó de Alejandría a los Novacianos y judíos, y permitió que se llevasen sus bienes y sinagogas. Esto excitó grandes turbaciones. Orestes, Gobernador de la ciudad, había mucho tiempo que estaba mal con el poder de los Obispos, diciendo que disminuía el de los Gobernadores. No le sentó bien que aquella ciudad hubiese perdido de un golpe tantos habitadores: dio cuenta al Emperador; pero San Cirilo también le escribió por su parte.
III. Llegando a ser pública la enemistad de Orestes con San Cirilo, solicitó el Santo su reconciliación a petición del pueblo y aun le suplicó por el libro de los Evangelios; pero Orestes despreció los medios que tomó el Obispo. Continuando siempre en su división, resultaron efectos muy funestos, los que, según refiere Sócrates, fueron causa de grandes murmuraciones contra la Iglesia de Alejandría, y su Obispo. Los Monjes de Nitria partidarios de Teófilo contra Dióscoro, fueron á la ciudad y dijeron muchas injurias, y dieron muchos golpes a Orestes hasta ensangrentarle. A Hipasia, una doncella tan sabia que excedía á todos los filósofos de su tiempo, acusada de que impedía la reconciliación entre Cirilo y Orestes, la prendió un tropel de gentes, conducidas por un lector llamado Pedro, y la quitaron la vida, haciéndola después pedazos y quemándola. Todo esto sucedía por los años 414 y 415. (1)
IV. El año siguiente, Ático, intruso en la Silla de S. Juan Crisóstomo, no habiendo podido resistir a las instancias del pueblo de Constantinopla, restableció la memoria de su predecesor: también escribió a San Cirilo, para persuadirle a que ejecutase lo mismo: nada consiguió con su carta. San Cirilo reprehendió a Atico, porque había puesto el nombre de Juan entre los Obispos en las sagradas dípticas, por parecerle una empresa contraria a los Sagrados Cánones; bien que después mudó de parecer. San Isidoro de Pelusia le escribió sobre este asunto, y consiguió que no mantuviese en la Iglesia una eterna división, con pretexto de piedad; y juntando los Obispos de Egipto, consintió en que a San Crisóstomo se le diese la honra debida. A fines del año 417 recibió San Cirilo la visita de Santa Melania la joven, que iba de África a Palestina con Albina su madre, y Piniano su esposo. Dos años después le enviaron sus diputados los Obispos de África, suplicándole que les diese una copia autentica de los verdaderos Cánones de Nicea, y les señalase el día en que debían celebrar la Pascua el año 420. El Santo Obispo les dio toda satisfacción en cuanto a los dos artículos. Esto es lo más notable que nos ofrece la historia de la vida de San Cirilo hasta 428, en el que Nestorio fue hecho Obispo de Constantinopla. Su ordenación logró un aplauso casi universal. Le escribió San Cirilo para manifestarle su gozo, y desearle los mayores bienes de parte de la bondad de Dios. Pero esta alegría le duró poco. Llegando a Egipto las homilías de Nestorio, como a otras muchas partes, se desvanecieron en un instante las esperanzas que de él había concebido.
San Cirilo fue uno de los primeros que refutaron los errores contenidos en estas homilías; y sabiendo que habían perturbado los Monasterios de Egipto » y que muchos espíritus inconstantes se pervertían, escribió una carta circular y general a los Monjes de aquel país para instruirlos en la verdad, y darles medios de defenderla. Pasó bien presto esta carta de los desiertos de Egipto a Constantinopla; o por mejor decir, la envió el mismo San Cirilo: sirvió de grande utilidad, y le mereció que le diesen las gracias muchos Magistrados de aquella ciudad.
Nestorio, por el contrario, se irritó en extremo, y le respondió por Focio, que era un Presbítero, y defensor de su herejía, y desde entonces buscó todos los medios de vengarse de San Cirilo, Había por aquel tiempo en Constantinopla algunas personas de Alejandría, condenadas por San Cirilo o por los Magistrados: las indujo a que presentasen al Emperador Teodosio memoriales contra San Cirilo, y pretendió que él mismo fuese su Juez. Los capítulos de acusación no se especifican; pero por la carta que le escribió este Príncipe a fines del año 430 se ve que se le habían pintado como un espíritu ambicioso y altivo, que todo lo inquietaba con el deseo de ser absoluto dueño. Aunque sentía mucho San Cirilo las acusaciones formadas contra él, no se admiró, sabiendo que los mejores no siempre están libres de las murmuraciones, y del odio de los malos; aun le causó un especie de gozo la esperanza de que el proceso que intentaban contra él, podría ocasionar un Concilio, en el que se remediasen los males que amenazaban a la Iglesia por el partido de Nestorio.
V. Viendo este Santo Obispo que no había motivo para esperar que Nestorio se reconociese por el medio de las exhortaciones, pensó, como otros muchos Obispos del Oriente, que era preciso declararse en alta voz por la verdad. Pero antes juntó en Alejandría los Obispos de Egipto, á los que comunicó las cartas que había escrito a Nestorio, y las que había recibido. Todo el Concilio fue de parecer que San Cirilo escribiese al Papa, para representarle el estado en que se hallaba el asunto de Nestorio, y cuánta necesidad había de detener las malas consecuencias. Conforme a este parecer, escribió al Papa Celestino, y le envió su carta por un Diácono llamado Posidonio, a quien dio también una memoria que contenía una breve declaración de su fe, y una larga exposición de la doctrina de Nestorio. Escribió también á Acacio de Berea, y a algunos otros Obispos, así para consolarse con ellos en la aflicción que le causaba el error de Nestorio, para exhortarlos á la defensa de la verdad.
VI. Examinadas en Roma en un Concilio, al que presidia Celestino Papa, las cartas y homilías de Nestorio, se hallaron llenas de blasfemias y de errores, y no pudieren menos de condenar a su autor, y dar sentencia contra él. Esta decía, que si a los diez días de intimada no se retractaba, sería enteramente separado de la comunión de la Iglesia, y privado de toda la potestad que pertenece a la dignidad del Sacerdocio.
Ordenó el Papa que obrase San Cirilo en este negocio en nombre de la Santa Sede, y con su autoridad; así para notificar la sentencia, como para ejecutarla, y para proveer prontamente a las necesidades de la Iglesia de Constantinopla, en caso de que Nestorio rehusase sujetarse.
VII. San Cirilo, recibidas las cartas del Papa escribió a Juvenal de Jerusalén, y a Juan de Antioquía, suplicándoles que se juntasen con él contra Nestorio. También suplicaba a Juvenal que escribiese, así á Nestorio como al pueblo de Constantinopla, al Emperador, y á todos los Oficiales de la Corte, para que se dispusiesen a consentir en su deposición si rehusaba rendirse al sentir de los otros Obispos. Escribió al mismo Nestorio otra tercera carta en nombre del Concilio que había juntado en Alejandría, en consecuencia de la comisión del Papa; para que esta misma carta le sirviese de ultima amonestación.
En ella le declaraba: «Que si dentro de diez días después de su recepción no renunciaba a sus errores, dejarían de comunicar con él; añadiendo, que no sería suficiente profesar el Símbolo de Nicea, pues le daba violentas interpretaciones: que sería preciso que confesase por escrito y con juramento que su fe era la misma que la de todos los Obispos del Oriente y del Occidente." Contenía esta carta una larga exposición de la fe de la Iglesia sobre la Encarnación, y concluía con doce anatemas que contenían toda la substancia de esta misma fe.
Llevaron esta carta con la del Papa Celestino a Constantinopla cuatro Obispos del Concilio, Teopento, Daniel, Potamion y Macario.
VIII. Antes que llegasen estos Diputados, viendo Nestorio que los Obispos de Oriente y del Occidente estaban resueltos a no sufrir la turbación que había excitado con sus discursos, procuró ponerse a cubierto contra la tempestad que le amenazaba, y solicitó con Teodosio la convocación de un Concilio general. Basilio y los demás Monjes Católicos de Constantinopla, a quienes había maltratado, pidieron la misma gracia a este Príncipe por un solemne memorial. El Emperador lo concedió e hizo escribir una carta de convocación á los Metropolitanos de cada provincia; su data es en 19 de Noviembre de 430. Solo nos ha quedado un ejemplar que lo es de la carta dirigida a San Cirilo. Para este Concilio fue escogida la ciudad Pentecostés del año siguiente 491, que cayó a 7 de Junio. Inmediatamente después de la fiesta de Pascua, que fue en 19 de Abril, partió San Cirilo de Alejandría acompañado de 50 Obispos de su dependencia, con los cuales llegó á Éfeso cuatro o cinco días antes de que se cumpliese el término. El tiempo en que se detuvo hasta la venida de los Obispos, le empleó en hacer extractos de los escritos de Nestorio, y en rebatir sus pensamientos.
Se tuvo la junta del Concilio en la Iglesia mayor de Éfeso, llamada: la Santa Madre de Dios. San Cirilo ocupó el primer lugar, como que representaba al Papa San Celestino.
Al principio se leyó el Símbolo de Nicea; después la segunda carta de San Cirilo a Nestorio, a la cual dieron todos sus Obispos su aprobación con grandes elogios. También se leyó la respuesta de Nestorio, y fue anatematizada con su Autor. Pero nada se explicó en punto de la carta última de San Cirilo, en la que estaban los doce anatemas. Hizo este Santo algunos discursos mientras duró el Concilio, y entre otros hay uno en elogio de la Santa Virgen, y toma por testigo al Papa Celestino de que no había omitido medio alguno por sacar a Nestorio del abismo en que se había precipitado.
IX. Juan de Antioquia que llegó a Éfeso muchos días después de Pentecostés, sabiendo la deposición de Nestorio, juntó por sí mismo un Concilio con los Obispos de Oriente que había traído consigo, y con algunos otros, cuyo número llegaba a 43, en el cual depusieron a San Cirilo y a Memnon por autores de aquella inquietud, y porque decían que era herético el sentido de los doce anatemas. También separó de la comunión a los otros Obispos del Concilio de Éfeso, hasta tanto que condenasen aquellos anatematismos, y se juntasen con los Obispos de su compañía para examinar todos juntos las causas de las turbaciones de la Iglesia, y aplicar el remedio. El Emperador, que solamente sabía por una relación infiel lo que había pasado en Éfeso, confirmó la deposición de San Cirilo y de Memnon, al mismo tiempo que la de Nestorio.
X. En la sesión cuarta, la que se tuvo en 16 de Julio en la Iglesia de Santa María, San Cirilo que ocupaba siempre la primera Silla por el Papa, aunque estaban presentes sus Legados que habían llegado poco antes, dio su representación al Concilio, pidiendo que fuesen citados los Orientales: fueron estos citados hasta tres veces, y habiéndose negado a comparecer, los separó el Concilio de la comunión. Por una carta de San León vemos que pretendiendo Juvenal de Jerusalén en el mismo Concilio la primacía de Palestina con unos escritos supuestos, se opuso San Cirilo, y aun escribió a Roma para arruinar esta empresa. Se conservó su carta en los archivos de aquella Iglesia.


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