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miércoles, 31 de octubre de 2018

RESUMEN DE LOS ERRORES DEL CONCILIO VATICANO II.



Una imagen tan edificante, tan "políticamente correcta", de las reivindicaciones individuales y sociales, efectuadas por lo común en nombre de los "derechos humanos", olvida la realidad, es decir, el hecho de que, además de "una vida plena y de una vida libre" (expresión vaga, por otra parte), las personas y los grupos sociales anhelaban y anhelan el poder, el dominio sobre los otros, el goce, el imponerse y el mandar, el vengarse de las ofensas sufridas, reales o presuntas. Por otro lado, ¿acaso la vida "libre" y "plena" es, para el católico, la de quien ha satisfecho sus reivindicaciones, sobre todo las materiales, y no más bien la de quien quiere hacer en todo la voluntad de Dios, según las enseñanzas de Nuestro Señor, y que, en consecuencia, lleva una vida que no es "libre" ni "plena" a los ojos del mundo, aunque sí lo es a los de Dios? La visión optimista del hombre induce al concilio a dar una definición acatólica del hombre universal o "persona humana integral": «Queda en pie para cada hombre el deber de conservar el concepto de persona humana integral, en la que destacan los valores de la inteligencia, voluntad, conciencia y fraternidad; todos los cuales se basan en Dios Creador y han sido saneados y elevados maravillosamente en Cristo» (GS § 61). Este retrato carece de trabazón lógica, porque la inteligencia, la voluntad y la conciencia son facultades del hombre antes que valores, mientras que la fraternidad no puede ser más que un valor, y, con todo y eso, se las pone a todas en el mismo plano. Pero ¿dónde está el valor cristiano por excelencia, la caridad? ¿Dónde la humildad, la obediencia, el espíritu de sacrificio, el deseo de complacer a Dios en todo? Y se afirma de nuevo que Jesús vino a "elevar" al hombre, "saneando" sus cualidades, es decir, limpiándolas de toda imperfección, cuando, por el contrario, El no se encarnó para exaltar nuestras cualidades, sino para curar nuestras enfermedades, a fin de que pudiésemos limpiar nuestras almas por la fe en El: «No he venido a llamar a los justos sino a los pecadores» (Mc 2,17).
12.8 La interpretación del proceso histórico que estaba por aquel entonces en vías de realización (eso se pensaba) como un proceso tendente a la unidad del género humano, a cuyo término se disolverían las naciones: «La propia historia está sometida a un proceso tal de aceleración, que apenas es posible al hombre seguirla…, El género humano corre una misma suerte y no se diversifica ya en varias historias dispersas [consortionis humanae sors una efficitur et non amplius inter varias velut historias dispergitur]» (GS § 5).
¿Han confirmado los hechos tamaña asunción de la "filosofía de la historia" del Vaticano? A primera vista parece que sí, en este annus Domini del 2002. Con eso y todo, han de efectuarse algunas precisiones: 1) La unificación socio-económica del género humano estaba tomando cuerpo gracias al desarrollo material de la ciencia, de la técnica y de la economía, con el concurso de la cultura de masas; un desarrollo que hoy parece haber desembocado, en fin de cuentas, en una especie de forma económica universal representada por el llamado "mercado global", es decir, por el capitalismo en su forma peor, la ultraliberal y especulativa, un monstruo económico y financiero que ningún Estado logra ya controlar.
2) La forma política universal de este proceso (una vez agotada la utopía comunista) se ha consolidado en la democracia de masas, la de los "derechos humanos", corrupta y corruptora, que gravita sobre nuestros hombros de la manera que sabemos, enemiga de todas las verdades del cristianismo.
3) Se trata de un proceso artificioso, provocado conjuntamente por la avidez humana llevada al extremo, por la política de poder de ciertas naciones y por la adhesión de la Iglesia a las ideas del siglo, no por el deseo natural de los pueblos, ni por las exigencias políticas y económicas objetivas.         
4) Tal proceso, con todos sus males, estaba aún en estado embrionario a principios de la década de los sesenta, dominados por el dualismo de democracia y comunismo y por la contraposición frontal de los denominados "bloques". Si el concilio hubiera condenado ese proceso, es casi seguro que no habría cobrado éste las dimensiones cuantitativas y cualitativas que están hoy a la vista de todos. En efecto, la adhesión a él por parte de la jerarquía contribuyó poderosamente a la denominada "unificación del género humano", y a que la Iglesia "conciliar" se haya convertido hoy en uno de los factores que concurren a mantener la artificiosa "unidad" del género humano.
5) Que esta unidad sea en realidad, nada más que pura apariencia lo demuestra el hecho de que le ha permitido al islam, enriquecido gracias al petróleo, reanudar su ofensiva a escala mundial, penetrando sólidamente en todos los países (los europeos en particular), en los cuales ha implantado multitud de colonias fuertes, compactas y agresivas; por manera que el dualismo político de la época de los "bloques" se ha renovado, peor pues de manera más insidiosa, con el enemigo muy dentro de los muros y sin declaraciones de guerra, o, por mejor decir, bajo las banderas de la paz, de la unidad, de la fraternidad y de los "derechos humanos". El islam, que identifica religión y política, es constitucionalmente impermeable a toda forma de democracia, y considera deber "religioso" suyo conquistar todo el mundo para Alá., y Mahoma. Del otro lado, el género humano "unificado" en la paz, en el progreso material, en la democracia, es un género humano abierto, como nunca lo estuvo en el pasado, a la conquista islámica (sin excluir la hipótesis de un regreso súbito del comunismo, dado el carácter ambiguo de la adhesión de Rusia a la "democracia").
6) La constatación de la imposibilidad de diversificación del género humano "en varias historias dispersas", verdadera en apariencia, no es de recibo en realidad, sobre todo desde el punto de vista católico, por el mero hecho de que la Iglesia tenía y tiene el deber de preocuparse ante todo de las naciones y sociedades católicas, de defender su individualidad, tanto en el plano de los principios cuanto en el político en sentido estricto, por lo que le corre la obligación de procurar que su historia sea tan "diversa" cuanto sea posible de la del resto del mundo, que le es hostil. En otras palabras: el mantenimiento y la defensa de la individualidad nacional católica exige el reconocimiento del derecho a una historia "diversa", que, por poner un ejemplo, Dios omnipotente le garantizó siempre al antiguo Israel, pese a lo frágil y pequeño que era, mientras observó fielmente sus mandamientos; exige el reconocimiento del derecho a construir una sociedad conforme con los principios del cristianismo, un derecho del cual el concilio no habla jamás, porque optó por la llamada sociedad "pluralista" (GS § 75; GE § 67).

13. La mala pastoral En la reforma de la Liturgia sagrada

13.1 La orden de revisar los libros litúrgicos "cuanto antes", inclusive las rúbricas relativas a la participación de los fieles (Se § 25),  «para fomentar la unidad entre los cristianos de la misma región o país» (OE § 20).
13.9 «A los orientales separados [los denominados "ortodoxos"] que, movidos por el Espíritu Santo, vengan a la unidad católica, no se les exija más que la simple profesión de lo que la fe católica exige» (OE § 25).
14. La mala pastoral en el estudio y enseñanza de la doctrina
14.1 La atribución a los obispos del poder de controlar las versiones en vernáculo de la santa Biblia, en lugar de reservar dicho poder para la Santa Sede (Se § 36, párrafo 4; DV § 25).
14.2 La orden siguiente: «En las celebraciones sagradas debe haber lecturas de la Sagrada Escritura más abundantes, más variadas y más apropiadas [abundantior, varior et aptior]» (Se § 35; cf. se § 51); y también la orden que prescribe se consienta a todos los fieles un contacto directo grande con el texto sagrado: «Es conveniente que los cristianos tengan amplio acceso a la Sagrada Escritura» (DV § 22; cf. DV § 25). Se trata de órdenes contrarias a toda la enseñanza precedente que, contra protestantes y jansenistas, había rodeado siempre de cautela tales lecturas, dada la harto conocida dificultad de muchos pasajes neo y vetero testamentarios, y la había fiado en todo caso a la mediación de la liturgia, de la catequesis, de la homilética.
14.3 La exhortación a traducir los textos sagrados «con la colaboración de los hermanos separados» (DV § 22 cit.).
14.4 La orden de hacer «ediciones de la Sagrada Escritura, provistas de notas convenientes, para uso también de los acristianos y acomodadas a sus condiciones» (DV § 25 cit.).
14.5 La exhortación a promover «reuniones mixtas destinadas a estudiar sobre todo cuestiones teológicas, donde cada uno pueda tratar a los demás de igual a igual» (UR § 9).
14.6 Los artículos 12 y 24 de Unitatis Redintegratio, que determinan la obligación de la "cooperación" y de la toma de iniciativas 1 Clemente XI al condena a Quesnel, Denz. 1429; Pío VI, Auctorem Fidei, Denz.1567.
"conjuntas" con los hermanos separados (y con todos los hombres), elevándolas a la categoría de principios generales de la pastoral.
14.7 La exhortación a servirse de las ciencias profanas en la "conjuntas" con los hermanos separados (y con todos los hombres), elevándolas a la categoría de principios generales de la pastoral.
14.7 La exhortación a servirse de las ciencias profanas en la "pastoral, «puesto que los más recientes estudios y hallazgos de las ciencias, de la historia y de la filosofía [pero ¿cuáles era, en tiempo del concilio, esos "nuevos hallazgos" en los campos histórico y filosófico?; ardemos en deseos de saberlo] suscitan nuevos problemas, que entrañan consecuencias prácticas y reclaman nuevas investigaciones teológicas [ ... ] Hay que reconocer y emplear suficientemente en el trato pastoral no sólo los principios teológicos, sino los descubrimientos de las ciencias profanas, sobre todo en psicología y en sociología, llevando así a los fieles a una vida de fe más pura y más madura [también nos gustaría tener noticia de los "descubrimientos "habidos en estos dos últimos campos]» (GS § 62).

15. La mala pastoral en la formación
de los religiosos, seminaristas, sacerdotes,
y en el ministerio episcopal







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