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sábado, 21 de julio de 2018

HOMILIAS SELECTAS DE LOS SANTOS PADRES DE LA IGLESIA.




PROLOGO DEL EDITOR.
Habiendo prometido Jesucristo a su Iglesia una perpetua duración, y firmeza hasta la consumación de los siglos, y la pureza de su doctrina contra todos los esfuerzos del infierno, vemos cumplida esta promesa hasta un grado de evidencia tal, que podemos oponer contra la incredulidad en prueba de nuestra fe la sola existencia del nombre cristiano, cuanto más la permanente inmutabilidad de esta Iglesia pesar de tantas, y tan recias tempestades, como la están combatiendo desde su principio hasta ahora. (Atanasius. Las tempestades son una prueba de la protección divina y siempre la Iglesia las ha tenido, asi como el cristiano o católico sufre las tentaciones todos los días que, sin la gracia de Dios, sucumbiría ante ellas totalmente, pero las pruebas que hoy afronta nuestra santa Madre la Iglesia son, sin lugar a dudas, muy grandes a tal grado que el mal se reputa por bien y el bien por mal, es pues una perversidad mayor como nunca la imaginaron nuestros antepasados) Digan esos soberbios Filósofos del tiempo que pretenden sujetar a su decantada sabiduría, y capacidad los mas ocultos misterios de la divinidad, digan de buena fe, si su capacidad, y sabiduría puede hallar en la razón, y posibilidad humana , que esta Iglesia haya podido existir, y exista realmente sobre la tierra sin el auxilio de un poder superior a todos los poderes del mundo, y del infierno, constantemente empeñados en acabarla, y en turbar la pureza de su doctrina. El fuego, y el cuchillo con todo género de violencias empleado en acabar con las vidas de los cristianos, acabó efectivamente con las de muchos millones de ellos, pero en lugar de acabar con la Iglesia, multiplicó sus miembros, como quien esparciendo la semilla multiplica la especie. La calumnia, el sofisma, las astucias empleadas en desacreditar a la Iglesia, ya en sus más dignos miembros, ya en sus dogmas, ¿qué han hecho más que probar, y confirmar la santidad, y verdad de unos y otros? ¿Eran ni son medios estos para que esta Iglesia exista diez y ocho siglos ha? ¿No lo son para acabar y destruir toda firmeza humana, aunque sea de diamante? Luego es preciso confesar, que si ha crecido, y existe en los vasos frágiles de los hombres, ha sido, y será por una causa superior á todas las causas humanas, y por aquella promesa cuyo cumplimiento estamos viendo y tocando. (Atanasius. Hoy por hoy los enemigos con una redoblada astucia diabólica no solo han logrado tratar de acabar con ella a toda costa, sino lo más peligroso lo están haciendo desde adentro. Aquellos, cuya consigna ya no es formar mártires de la fe, que ocupando los cargos eclesiásticos con una malicia han logrado introducir la más abominable de las herejías como lo es el MODERNISMO. Por donde ahora han generado mártires MORALES)
Si esta verdad es tan innegable ¿qué peso, y autoridad no tendrán los escritos de aquellos primeros Pastores y Maestros, quienes envió Dios en seguida de los Apóstoles, para enseñar lo que estos enseñaron, para confirmar á los que estos instruyeron , y para persuadir la práctica de las virtudes Cristianas á todos los que después vinieron? ¿Qué hombres criaría Dios para esto, qué luces les daría, qué eficacia, qué virtudes, para que su promesa quedase bien desempeñada en unos tiempos de tanta necesidad como aquellos, en que el judaísmo, el gentilismo, y los errores de los apostatas combatían por todos medios a esta Iglesia naciente, y tan amada suya? Empeñada su palabra, no hay duda, que no conviniendo enviar a los hombres Maestros de otra superior naturaleza, dotó á los que envió de todas las virtudes, y ciencia necesaria como si fueran por naturaleza Ángeles. Tales los debemos considerar, porque si tales hubieran sido conveniente, y necesario enviar, tales los hubiera enviado el Señor de la viña. Envió hombres, pero con las funciones de Ángeles, y para ejecutarlas, no les había de escasear los medios quien los tiene todos en su mano.
Les concedió pues por este efecto una abundancia extraordinaria de luces, que juntas con la unción espiritual de que son buenos testigos sus escritos, los acredita de legítimos y verdaderos sucesores de los primeros Maestros, substituidos por Dios para llevar adelante sus empresas. Todas las obras de los S.PP. testifican esta verdad, porque en todas resplandece el espíritu de Dios, que destinó unos para Apóstoles, a otros para Profetas, a otros para Pastores y Doctores para edificación del cuerpo de Jesucristo; pero este espíritu, que es como el alma que vivifica sus escritos, se ve particularmente difundido en aquellos trozos que llamamos Homilías o Sermones; trozos dignos de todo nuestro respeto, no solo por la doctrina saludable, y porque en ellos resplandece el don de Dios, sino también por dirigirse con distinción a la enseñanza del Pueblo , que era el fin para que fueron llamados. En ellos se encuentra la explicación del Evangelio con todo su nervio y sencillez, sin que por esta pueda desagradar a el sabio, ni por aquel confundir al ignorante dando á todos con la declaración de la doctrina, la persuasión más eficaz para practicarla.
Por esto sin duda el célebre Diácono de la Iglesia de Yorck , Flacco Albino Alcuino , que floreció en el siglo octavo, hizo esta colección de las Homilías de los Santos PP. y Doctores de la Iglesia, tomando las que le parecieron mas escogidas, y formando un cuerpo de instrucción y explicación de los Santos Evangelios que canta la Iglesia en todo el año. Fue llamado aquel insigne hombre por Cario Magno al Concilio de Francfort para combatir los los errores de Félix , y de Elipando, en cuya ocupación aprendería, que si los errores se engendran en hombres de ciencia, y de talento, pero presuntuosos , su propagación, y daños crecen al favor de la ignorancia del común de los fieles; cuya sencillez se deja engañar fácilmente de los que torciendo el sentido del Evangelio lisonjean las pasiones, corrompen las costumbres, y al fin combaten el dogma. Por eso mismo los Santos Padres en sus Sermones breves y sencillos explicaban al Pueblo las palabras del Evangelio con tanta individualidad como se ve, para que dándolas su verdadera inteligencia, quedase cada uno prevenido contra la malicia de los que pretendiesen darlas otra que fuese contraria. Afianzando de este modo la verdad de la doctrina., y la divina autoridad de la Escritura en el entendimiento de los oyentes, infundían la veneración asía ella, y el temor, y amor a su Soberano Autor, y sobre este sólido fundamento caían excelentemente aquellas sentencias, y exhortaciones breves pero enérgicas, que movían al exacto cumplimiento de la Ley, y práctica de las virtudes.
En el día se permite al común de los fieles la lectura de la Escritura en lengua vulgar, pero con notas de los Santos Padres, y varones doctos y píos, que aclaren los pasajes obscuros y difíciles. Esta prudentísima precaución manifiesta, cuanto aprecio merezca, y deba esperar del Público esta Colección, en que , no por notas sino por extenso, y en toda su integridad, se halla la inteligencia que dieron los Santos Padres á los Evangelios, con lo cual los fieles pueden disponerse en sus casas á oír con mas fruto en los templos la explicación, ó suplir de algún modo la viva voz, sí no les es posible acudir a ella.
La traducción de estas homilías al castellano se debe al bachiller Juan de Molina, que vivió en el siglo diez y seis, que puede decirse el de las glorias,  de las ciencias de nuestra nación en todas las líneas.
Se imprimió en Valencia año de 1552 en el estilo entonces común, y con el carácter de letra alemana. Uno y otro hacen molesta, y aun fastidiosa su lectura, ya por la colocado, ya por los términos anticuados, y desconocidos a los más y ya por lo desusado de la letra, y multitud de abreviaturas que aumentan las dificultades. A todo hemos intentado corregir en esta edición, usando del carácter de letra común a todos, variando algunas veces la colocación de las voces, y sustituyendo a los términos más desconocidos por menos usados otros ó equivalentes, o más comunes en lo cual hemos procedido con la posible moderación y no sin algún dolor de haber de concurrir a la pobreza en que va quedando nuestra lengua por el abandono de las obras de nuestros antiguos escritores y al abuso de lenguas extranjeras.
 La compunción que nos ha obligado a esta modificación, y nos hace esperar la indulgencia de los que gustarían mas del estilo y voces antiguas debemos prevenir, que en esta colección se hallan algunas Homilías, que no se encuentran a lo menos en algunas ediciones de los Santo cuyas se dicen ser de lo cual puede haber causa, el que en los tiempos de Alcuino corriesen con aquel nombre y después se hayan tenido por otro. A nosotros que solo nos hemos propuesto reimprimir la traducción de Molina, no corresponde levantar cuestiones sobre este punto y así nos hemos contentado con saber de personas doctas, que la doctrina no desdice ni de los Santos Padres, a quienes se atribuyen, ni menos de la que tiene la Santa Iglesia , que es á lo que debemos estar.

ANOANOTACIONES
PARA EL LECTOR,
en lo que conviene que acerca de este libro se le advierta; y el que no las necesita, haya paciencia, que no son para él.
Anotación primera.
Por ser el autor ó colector de este libro no muy conocido, ni tan común como otros, parecióme cosa razonable dar noticia de él para los que no lo saben: porque sabido quien es, lo vean con más gusto, y viendo la causa y motivo que tuvo para componer este Homiliario, le lean con mayor devoción.   
En cuanto a lo primero : el Abad Juan Tritemio en el libro que compuso de los Escritores Eclesiásticos, hablando de este notable varón, dice: Alcuino, que otros llaman Albuino, fue de nación Inglesa, Monge y Abad del Monasterio de San Martin de Turón, y según San Antonino dice, gran reformador de aquel. Fue discípulo del Santo Beda, que comúnmente llaman el venerable Presbítero.



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