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lunes, 6 de noviembre de 2017

EL CORAZÓN ADMIRABLE DE LA MADRE DE DIOS. SAN JUAN EUDES



CAPÍTULO II
Octava imagen, en la que el Corazón sagrado de la Santísima Virgen se describe como un Harpa celestial y divina
§ 1. INSTRUMENTO DE DIOS
La octava imagen del Corazón divino de la gloriosa Virgen es el Harpa sagrada del santo rey David, de la cual se hace mención en muchos lugares de las divinas Escrituras, que representa perfectamente este mismo Corazón: el cual es la verdadera Harpa del verdadero David, es decir, de Nuestro Señor Jesucristo. Porque él mismo la hizo con sus propias manos; sólo él la posee y la poseyó siempre; jamás estuvo ella en otras manos que en las de él; jamás fue tocada por otros dedos que los de él, porque este Corazón virginal jamás tuvo sentimientos ni afecto ni movimiento alguno, sino los que le fueron dados por el Espíritu Santo.
Las cuerdas de esta Harpa santa son todas las virtudes del Corazón de María, especialmente su fe, su esperanza, su amor a Dios, su caridad para con el prójimo, su religión, su humildad, su pureza, su obediencia, su paciencia, su odio al pecado, su cariño a la cruz, y su misericordia: doce cuerdas con las que el Espíritu divino hizo resonar en los oídos del Padre eterno una armonía tan maravillosa y unos cánticos de amor tan melodiosos, que totalmente fascinado por ellos, olvidó todas las iras que tenía contra los pecadores, abandonó los rayos de que estaba armado para perderlos y les dio a su propio Hijo para salvarlos.
Yo encuentro, en las santas Escrituras, que el rey David usó su harpa para cuatro grandes cosas; y veo también que el Hijo de David, que es Jesús, empleó la suya para cuatro cosas incomparablemente mayores.
En primer lugar, este hombre de Dios arrojó muchas veces, con el sonido de su harpa, al espíritu maligno que poseía Saúl. ¿No vimos antes, en la tercera imagen, que la salvación de¡ mundo se obró en el Corazón de la Madre del Salvador, y por consiguiente, que todo el género humano, que era posesión de Satanás, fue librado de él por el sonido maravilloso de esta Harpa divina? En segundo lugar, el profeta David se sirvió de su harpa para cantar muchos salmos y diversos cánticos en honor y gloria de Dios. También nuestro verdadero David cantó con la suya cinco clases de cánticos en alabanza de la santísima Trinidad. Primero, cánticos de amor, pero del más fuerte, del más puro y del más perfecto amor que hubo ni habrá jamás. Segundo, cánticos de alabanza y de acción de gracias por todos los beneficios de la Bondad divina para con todas las creaturas. Porque la sagrada Virgen no se contentaba con agradecer a Dios los favores infinitos que ella recibía de su mano; le alababa también sin cesar por todas las gracias que concedía a todas las cosas creadas.
Tercero, cánticos de dolor, de gemidos y de lamentos, cuando los sufrimientos y la muerte de su muy amado Hijo. Cuarto, cánticos de triunfo por todas las victorias que este General de los ejércitos del gran Rey reportó de todos sus enemigos y de si mismo, si es lícito hablar así: puesto que tantas veces desarmó su divina venganza, presta a fulminar el mundo por sus innumerables crímenes. Quinto, cánticos proféticos, para anunciarnos las grandes cosas que Dios quiere hacer en el porvenir, muchas de las cuales predijo esta Reina de los Profetas en ese maravilloso cántico que compuso al saludar a su prima Santa Isabel. Porque, además de ser un Cántico de amor, de alabanza y de acción de gracias, todas las palabras del cual están llenas de grandes misterios, contiene también muchas profecías señaladísimas, entre las cuales la que viene expresada en estas palabras: Ecce enim ex hoc beatam me dicent omnes generationes: 'Porque he aquí que desde ahora me llamarán bienaventurada todas las generaciones", bien puede llamarse la gran profecía de la Madre de Dios; porque comprende una infinidad de cosas grandes y admirables que su omnipotencia obró y obrará en ella y por ella hasta el fin de los siglos y por toda la eternidad.
La tercera cosa para la que el primer David se sirvió de su harpa, fue no sólo para alabar a Dios, sino también para alabarle con alegría. Igualmente, el segundo David no sólo movió el Corazón de su santa Madre a rendir toda suerte de alabanzas y de bendiciones a su Divina Majestad, sino que también la llevó a poner su única alegría y toda su felicidad, lo mismo en sus divinas alabanzas como en todas las demás cosas que hacía para su servicio y para su gloria. La cuarta cosa para la que el rey David usó su harpa, fue para mover y atraer a los demás a que alabaran y glorificaran a Dios como él lo hacía, con un corazón lleno de gozo y de alegría. De igual modo, el Rey Jesús atrae a un número incontable de almas al amor y a la alabanza de su Padre eterno con el sonido agradabilisimo de su preciosa harpa, es decir, por la mediación del bienaventurado Corazón de su gloriosa Madre, cuyas virtudes extraordinarias resuenan tan fuerte y tan melodiosamente en toda la Iglesia cristiana, que una infinidad de personas de toda clase y condición, animadas de una devoción especial hacia este divino Corazón, se encuentran impulsadas a imitarle en las perfecciones de que está adornado, y por este medio, a comenzar a hacer en la tierra lo que los Ángeles y los Santos hacen en el cielo: es decir, a poner todo su contento y su felicidad en todo lo que mira al servicio, al amor y a la gloria del supremo Monarca del cielo y de la tierra.

§ 2. ARMONÍA DE DIOS
He aquí otra cosa muy notable. Es que nuestro adorable David tiene otras muchas harpas que su Padre eterno le dio para satisfacer el deseo infinito que tiene de alabarle infinitamente, y alabarle en todo lugar, en todo tiempo, en todas las cosas y de todas las maneras.
Su primera y suprema harpa es su propio Corazón. Esta es el harpa de que hace mención cuando dice: "Oh Dios, Santo de Israel, cantaré tu gloria con mi harpa"'. Y en efecto, con esta harpa cantó continuamente durante su vida mortal en la tierra, y cantará eternamente en la gloria del cielo, mil y mil cánticos de amor, de alabanza y de acción de gracias a su Padre, tanto en su nombre como en el de todos sus miembros y de todas las cosas que Dios ha hecho; pero en un tono infinitamente más alto, y un cantar infinitamente más santo, más dulce y más delicioso que los que cantó y canta con la segunda harpa, de la que acabamos de hablar, que es el Corazón de su dignísima Madre.
No obstante, estos dos Corazones y estas dos harpas están tan estrechamente unidas, que en alguna manera no son más que una sola harpa que no tiene más que un mismo sonido y un mismo cantar, y que canta los mismos cánticos. Cuando la primera canta un cántico de amor, la segunda canta un cántico de amor; cuando la primera canta un cántico de alabanza, la segunda canta un cántico de alabanza. Si el Corazón de Jesús se explaya en acción de gracias a la santísima Trinidad, el Corazón de María se extiende en acción de gracias a la santísima Trinidad. Todo lo que el Corazón de Jesús ama, lo ama el Corazón de María; lo que el Corazón de Jesús odia, lo odia el Corazón de María. Lo que alegra al Corazón del Hijo, alegra al Corazón de la Madre; lo que crucifica al Corazón del Hijo, crucifica al Corazón de la Madre. Dice San Agustín: "Jesús y María eran dos harpas místicas; lo que sonaba en una, resonaba en la otra también, aunque nadie la tocara. Si Jesús sufría, María sufría también; crucificado Jesús, María también estaba crucificada» (2).
El Padre eterno también dio a su Hijo un número incontable de otras santas harpas, que son los corazones de todos sus Santos, con los que alabó y glorificó a su Padre en este mundo, mientras ellos estuvieron en él, y le alabará y glorificará por siempre en la eternidad feliz. Porque toda la honra, toda la gloria y todas las alabanzas que fueron, son y serán tributadas a Dios Padre todopoderoso, en el cielo y en la tierra, le fueron, son y serán tributadas por su Hijo Jesús: Pe r ipsum, el cum ipso, el in ipso est tibi Deo Patri omnipotenti omnis honor et gloria.
Estas son las harpas de las que se hace mención en muchos lugares del Apocalipsis, donde San Juan nos asegura que Dios le hizo ver los Santos, teniendo cada uno su harpa con la que cantaban diversos cánticos en alabanza del Santo de los santos. Pero hay esta diferencia, dice un sabio, en los comentarios que hizo del Apocalipsis, entre estas harpas y el harpa de la Madre de Dios, que aquéllas, mientras estuvieron en este mundo, no estuvieron siempre entonadas, a causa de la debilidad y fragilidad humanas, y alguna vez cesaron de alabar a Dios; por esto fué necesario excitarlas de vez en cuando a hacer lo que debían. Y por eso el Profetarey decía, para animar y lanzar su alma y su corazón a bendecir a su Dios: Benedic, anima mea, Domino: "i Alma mía, bendice al Señor!". Lauda anima mea, Dominum: "¡Alma mía, alaba a tu Señor!". Pero el harpa de la Reina de todos los Santos jamás sufrió defecto alguno ni interrupción en su cantar, habiendo alabado y glorificado incesantemente a la Santísima Trinidad en un tono siempre igual y con una perfectísima armonía. Por lo cual, nota el antedicho autor, que ella no dijo, como excitándose a sí misma: Magnifica, anima mea, Dominum: " Alma mía, engrandece al Señor"; sino que dijo: Magnificat anima mea Dominum: " Mi alma bendice y engrandece al Señor".

§ 3. POSESIÓN NUESTRA
No es eso todo, querido hermano; el Padre de Jesús ha dado a su Hijo otra harpa más, que es tu corazón. Porque le ha dado todos los corazones de todos los cristianos, para que haga de ellos otras tantas harpas que canten las alabanzas de su santo Nombre. Pero cuídate bien de no hacer lo que hacen muchos cristianos, que le quitan lo que le ha dado su Padre y lo que él ha comprado con el mismo precio de su sangre, para dárselo a su enemigo, Satanás. Si le quitas tu corazón, en el mismo instante tomará posesión de él el diablo. Necesariamente es o una de las harpas de Jesús o una de las harpas del demonio. Si es una de las harpas de Jesús, él unirá esta harpa a la suya, a la de su divina Madre, a las de todos los Santos y cantará con ella los mismos cánticos que cantó aquí abajo y que cantará allí arriba, para siempre con ellas.
No sólo puedes unir tu harpa a todas esas harpas, tu corazón a todos esos corazones; sino que si eres verdaderamente cristiano, tienes derecho a apropiártelas y a usar de ellas como de una cosa tuya. Sí, el Corazón de Jesús es tuyo; el Corazón de María es tuyo; todos los corazones de los Ángeles y de los Santos, son tuyos.
No tenemos, pues, ningún motivo para entristecernos; al contrario, tenemos tantos y tan grandes para alegrarnos, que deberíamos morir de gozo. ¡Oh, qué motivo de alegría! Tenemos un Corazón que es la alegría de la santísima Trinidad, la alegría de los Ángeles, la alegría de todo el paraíso y la fuente de todas las verdaderas alegrías. ¡Oh, qué motivo de alegría!, el Corazón de Dios, es nuestro; el Corazón del Hombre-Dios es nuestro; el Corazón de la Madre de Dios es nuestro; todos los Corazones de los Ángeles y de los Santos, son nuestros; todos los tesoros que están encerrados en todos.
esos Corazones, son nuestros. ¡Oh, qué motivo de alegría!, poseemos el Corazón del Rey y de la Reina del cielo, y de todos los Príncipes de su corte. ¡Oh, qué motivo de regocijo!, tenemos derecho a ofrecer todos esos Corazones a Dios, con todo el amor, la gloria y las alabanzas que ellos le tributan, como una cosa que es nuestra. ¡Oh, qué motivo de júbilo y de embeleso!, si queremos vivir como cristianos, amaremos, bendeciremos, glorificaremos en el cielo eternamente a nuestro Dios, nuestro Creador, nuestro Redentor, nuestro Padre, nuestro gran Todo, en el amor y en la santidad de todos esos Corazones; y cantaremos por siempre con esta santa harpa, mil y mil cánticos de alabanzas, de acciones de gracias, de triunfo y de amor a nuestro muy amado Jesús y a la divina María, su queridísima Madre y Madre nuestra.
Novena imagen del santísimo Corazón de la gloriosa Virgen, que es el trono real de Salomón Entre las muchas, hermosas y excelentes cualidades que el Espíritu Santo atribuye a la bienaventurada Virgen, he aquí una muy digna de consideración. Es la que se contiene en estas palabras del salmo ochenta y seis, que muchos santos Doctores y hasta toda la Iglesia aplican a esta misma Virgen: Gloriosa dicta sunt de te, civitas De¡. "Oh ciudad de Dios, grandes y gloriosas cosas se han dicho de ti". Pues si ella es el palacio del Rey de los Reyes, ¿qué habrá que decir de su Corazón, sino que es el Trono imperial de este mismo Rey?
Esto supuesto, digo en primer lugar, que la cúspide del trono de Salomón, es la pureza, la santidad, el amor y la caridad del Corazón regio de la Madre de Dios. Porque esto es lo más excelente y sublime que hay en este divino Corazón; esto es lo que más la acerca a Dios; esto es lo que más estrechamente la une a Dios; esto es lo que la hace más semejante al Corazón adorable de su Divina Majestad. Su pureza la separa de todo lo que está por debajo de Dios. Porque, el que dice una cosa pura, dice una cosa que no está mezclada con otras cosas que le sean inferiores; quien dice oro puro, dice oro que no está mezclado con otros metales; quien dice vino puro, dice vino que no está mezclado con otros licores; quien dice un corazón puro, dice un corazón desprendido no sólo del pecado y de todo lo que tiende al pecado, sino también de todo lo que está por debajo de él, es decir, de todas las cosas terrestres y temporales, de todas las cosas creadas, y en una palabra, de todo
lo que no es Dios; porque el corazón humano es de una naturaleza tan noble y tan excelente, que le eleva sobre todas las cosas, ya que no ha sido creado más que para Dios, para ser poseído por Dios y para poseer a Dios, y que no hay nada sino sólo Dios, que le pueda saciar: Coeteris occupari potest, impleri non potest: "Con todas las demás cosas puede estar ocupado, impedido, pero no lleno".
La pureza, pues, del Corazón de la Virgen inmaculada la separa y aleja de todo lo que está por debajo de Dios. Su pureza, además, la coloca cerquísima de Dios: Incorruptio facit esse proximum Deo. Su Santidad la une a Dios infinísimamente. Su amor y su caridad la transforman en Dios, la deifican en algún modo y la hacen conforme y semejante al Corazón de Dios, que es el amor y la caridad misma.
Digo en segundo lugar, que, como la cúspide de la parte anterior del trono significa el amor y la caridad que reinaban en grado sumo en el Corazón de la Madre de Dios, mientras estaba en este mundo, así la cúspide de la parte posterior que es redonda, representa el amor y la caridad que reinarán eterna y sumamente en este Corazón admirable.
Jamás se hizo una obra semejante en todos los reinos del universo, dice la Escritura santa, hablando del trono de Salomón: Non est factum tale opus in universis regnis. También podemos decir nosotros con razón del Corazón de la Madre de Jesús, que después del Corazón de su Hijo, jamás hubo ni habrá otro semejante a él en toda suerte de perfecciones, y que la mano todopoderosa de Dios jamás hizo ni hará otro corazón tan admirable y tan amable.
Acerquémonos, pues, con respeto, humildad y confianza, a este trono de gracia y de misericordia, y todo lo que pidamos al Hijo por el Corazón santísimo de su bienaventurada Madre, nos lo concederá.


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