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miércoles, 4 de octubre de 2017

NACIMIENTO, GRANDEZA, DECADENCIA Y RUINA DE LA NACION MEJICANA. LOS CRISTEROS


“¡Arriba los corazones! ... Buscad primero el reino de Dios y todo lo demás se os dará por añadidura. Son, pues los momentos en que todos debemos entrar en acción para conseguir nuestros más grandes anhelos: la libertad de la Iglesia, el reinado de Cristo. Para que vuelvan los Obispos desterrados a dirigir sus rebaños ahora abandonados, para que los padres de familia puedan educar a sus hijos en escuelas cristianas, para que El que un día en el Calvario derramara su sangre por nosotros, habite en sus altares y sea nuestro consuelo, no seamos ingratos con nuestro Dios, para que mañana entonemos el Te Deum Laudamus, haciendo ostentación pública del Reinado de Cristo Jesús. "
El Jefe Cristero Manuel Ramírez Olivas decía, el 1° de abril de 1928, a los vecinos de Teocaltiche, Jalisco, que habían sido obligados por la tiranía callista al enviarle un recurso pidiéndole se rindiera al despotismo revolucionario, ofreciéndole a nombre de éste garantías, honores y dinero. La respuesta de este fue la siguiente:
"Las ofertas de dinero que se nos han hecho, son objeto de nuestro desprecio. No tenéis vosotros, ni el Gobierno, con qué compramos, porque no nos vendemos. No traficamos con nuestras conciencias. No queremos aprovechar la sangre de nuestros mártires, de nuestros compañeros muertos, como pedestal de nuestra codicia. No nos arredran las fatigas, no desmayamos por las contrariedades, no hay nada que nos haga desistir de nuestro propósito de seguir luchando por la libertad de la Iglesia, por la dignidad de la Patria y la libertad humana.
"La Epopeya Cristera no fue un hecho aislado en nuestra Historia Patria. No fue algo insólito carente de antecedentes que pudiera continuar. No fue un acto que marcara rumbos nuevos que nunca había seguido el pueblo mejicano. Fue, sí, y debemos definirlo bien alto con luminosa claridad, la culminación del esfuerzo secular de la Nación Mejicana por cumplir en toda su amplitud sus magnos destinos providenciales, empleando los mismos métodos guerreros que usaron los Trigarantes de Agustín de Iturbide y los Conservadores de Anastacio Bustamante, Luis G. Osollo y Tomás Mejía, Miguel Miramón y Leonardo Márquez. "

Espléndidamente decía al respecto en su maravilloso sermón sobre los mártires de Cristo Rey -o sea los mejicanos caídos en defensa del reinado temporal de Cristo de 1926 en adelante-, Mons. Luis Picard, asistente eclesiástico general de la Asociación Católica de la Juventud Belga:
"Una vez más, ¿por qué antes del llamamiento del Papa, esta devoción de la Iglesia Mejicana a la Realeza de Cristo? "Porque los Jefes de esa Iglesia, y, siguiéndolos, los fieles más esclarecidos y más fervientes han sentido que en la lucha que se había desencadenado ya, era únicamente de esa Realeza de lo que se trataba. Se trataba de saber si Méjico permanecía fiel a Cristo Rey, si permanecía siendo una Provincia del Reino de Cristo, o si vendría a ser un País Laicizado, en el cual muchos ciudadanos sin duda pertenecerían aún a la Religión Cristiana, pero cuya vida social seria desorganizada, paganizada. Justísimamente, los Obispos, los sacerdotes y los mejores fieles mejicanos, estimaron que tal resultado bien valía todos los heroísmos, toda la sangre, todas las vidas que fuera necesario sacrificar para asegurar la victoria. Los Jefes del Catolicismo en Méjico no dudaron en comprometerse a fondo en esta lucha, humanamente hablando, muy desigual.
"Pero, por el contrario con qué luminosa claridad iba a presentarse la situación a las miradas del pueblo mejicano. Este resultado de clarificación, aunque se coloque uno desde otro punto de vista, es necesario reconocer que se ha obtenido. Los campos están nítidamente definidos y sus banderas violentamente opuestas. Es necesario tomar partido por los perseguidores o por los perseguidos, por los tiranos o por los mártires. Suponiendo que el Episcopado Mejicano, prosiguiendo siempre, naturalmente, con una valentía inflexible el combate, renuncie a su táctica actual y autorice de nuevo el culto en las iglesias, en las capillas, en las catedrales, los perseguidores ya no lograron engañar a la opinión pública. A menos de retirar sus leyes de opresión y descristianización, seguirán siendo para el pueblo los enemigos irreconciliables de la Iglesia. Ellos mismos han cavado el foso que les separa de la mayoría del pueblo mejicano. Pero es la táctica adoptada por los Obispos la que ha revelado existencia y la profundidad de ese foso.
"Esa ventaja bien valía todos los riesgos que se han corrido y todos los sacrificios que se ha consentido hacer. Los católicos fervientes y generosos no conocen en Méjico en una situación tan turbia, la agonía de buscar su deber. El deber es a veces heroico; jamás es ambiguo o discutible. Así, ¡qué floración poderosa de sublime generosidad, qué páginas resplandecientes inserta la Iglesia en Méjico en el glorioso martirologio católico!"  
La guerra que se había iniciado como consecuencia de la suspensión del culto público, se había intensificado y propagado cuando la Liga dio la consigna de levantamiento general para el día primero de enero de 1927, y en la segunda mitad del mismo año se había extendido y consolidado. La famosa ofensiva de las fuerzas armadas de la tiranía, las fantásticas concentraciones de la población acompañadas del masivo bombardeo de la aviación contra pueblos, aldeas y rancherías, el saqueo y los excesos de las hordas al mando del cabecilla semicivilizado Joaquín Amaro, Secretario de la Guerra, contra ancianos, mujeres y niños, no había logrado doblegar la voluntad de la población ni destruir a los Cristeros, ni siquiera dispersarlos.
No es fácil ni necesario hacer una relación cronológica completa y detallada de las operaciones, de los hechos, hazañas y combates librados en los años de 1927 a 1929. Basta señalar algunos de los más importantes en los principales fuertes de operaciones.
En los primeros días de enero de 1927 se inició el levantamiento general en Jalisco y regiones vecinas. El alma de esos levantamientos fue la U.P. (Unión Popular), fundada por Anacleto González Flores.
Pedro Sandoval, levantado en armas desde diciembre de 1926, el 15 de enero de 1927 atacó a Teúl. Unidos Valdovinos y José Maria Gutiérrez reunieron 700 hombres y en Nochistlán sorprendieron al 40° Batallón y atacaron a Tlaltenango. Vicente Pérez levantó a los campesinos de la sierra de los Agustinos y de Salamanca y Salvatierra.
"En Jalpa de Canovas, la asamblea de los jefes de la U.P. se celebró el 26 de diciembre para comprobar que no había ni armas ni municiones, pero el optimismo era tanto y tan grande que se dijo: Dios proveerá. La concentración se fijó para el 2 de enero, pero San Diego de Alejandría se levantó ya el 1°. Cecilia Valtierra, enviado en busca de noticias encontró al poblado en efervescencia. Una peregrinación de mujeres que de rodillas hacía el recorrido de la parroquia en señal de penitencia entonaba las alabanzas:
'Tropas de Jesús, sigan su bandera, no desmaye nadie, vamos a la guerra'; por la calle un buen número de hombres, unos a caballo y otros a pie, unos armados y otros sin armas, pero todos reflejaban en su rostro un santo entusiasmo por ser soldados de Cristo Rey. En el ayuntamiento, los voluntarios se inscribían en gran número, y el párroco Rivera confesaba a los futuros soldados.
Luis Ibarra se puso en enero al frente de la insurrección en Cocula, Carlos Bouquet se le unió con los hombres de Soyatlán y Ejutla. Los hombres de Cerro Chino reforzaron a los de Cocula para resistir el ataque de los federales, causándoles 93 bajas. Faltos de municiones evacuaron la plaza que fue entregada al saqueo. La población pacífica huyó. Dos hombres que volvieron fueron decapitados.
Ibarra fue reforzado ellO de enero con numerosos hombres de Tecolotlán y Juchitlán. Ateneo y Tenamaxtlán se sublevaron.
"Tamazulita se sublevó el 17, después de que el gobierno hubo hecho ahorcar a su vicario, el P. José Genaro Sánchez, que murió prediciendo que los federales no ganarían un solo combate, lo cual ocurrió efectivamente en la región entre Tecolotlán y Cocula. Se dice que la tierra tembló cuando murió, que el verdugo se quedó paralítico del brazo para siempre y que el coronel y el capitán que ordenaron la ejecución perecieron en el primer combate." 46
Ameca se levantó encabezada por Julio Topete y Esteban Caro,
quien "llegó a ser el terror de los federales a la cabeza de 500 Cristeros".
"Rosario Lemas se había levantado por la parte de Tequila y de los fugitivos de Cocula, 60 hombres sin armas fueron a reunirse con él y lo encontraron en Cinco Minas con 600 soldados. En el camino de Tequila, en Amatitlán, Victoriano ortega se levantó con 100 hombres. En Tala, Rafael Guillén, con 25 hombres y 7 fusiles, se reunía con Doroteo y Bernardo Silva. En esta región en los confines de Jalisco y Nayarit, los hermanos Arreola (Lorenzo, Severo y Agustín), conocidos pronto por los hermanos Macabeos, se pusieron a la cabeza del movimiento de Amatlán, Ixtlán, Atenguillo y Huachinango. Más al norte comenzaban a operar Trinidad Langarica y Feliciano Torres hasta Santa Maria del Oro, Ixtlán del Río y Campos tela. Candelaria Rojas y Sixto Verduzco estaban en armas en Puerto Vallarta.
"Con excepción de Cañadas, mosca en leche, todos los pueblos de Los Altos se levantaron entre el 4 y el 10 de enero.
"Miguel Hernández se puso a la cabeza del levantamiento de San Julián el de enero a las cinco de la tarde. Los niños cantaron un himno que decía de San José: Es valiente soldado de Cristo, y después el himno nacional Mejicano al grito de guerra... Luego el viejo párroco, Narciso Elisondo, sacó la custodia, y todos, la multitud de hombres y mujeres, cayeron de rodillas. A continuación estalló el grito: ¡Viva Cristo Rey! í Viva la Virgen de Guadalupe! ¡Viva Méjico! No había armas y caballos más que para 30 hombres, pero todos se quedaron satisfechos y llenos de entusiasmo.
"San Julián fue el primer pueblo que se alzó, yel 6 Y los días siguientes todos los demás siguieron el movimiento. De Ayo el Chico salieron 1,200 hombres, armados de 3 rifes de 7 mm, 11 de 18, 10 carabinas 30-30, y la mayoría traía morrales llenos de piedras y palos. Fueron a reunirse en San Francisco Cerro Gordo con otros compañeros y se hallaron en número de 2,000 ... Conversando los dos jefes de la situación de la gente y de su buena voluntad y de la mala que teníamos al gobierno por haber cerrado los templos católicos, y que la mayor parte de esa gente había dejado a sus familias escasas de maíz y de dinero para sostener a sus hijos.
"Victoriano Ramírez sublevó la región de Santa María, y de allí prosiguió su camino hasta San Julián. A lo largo de toda la ruta los voluntarios engrosaban su tropa y las mujeres salían llevando tortillas frijoles, leche y queso. En San Julián el pueblo hacía cola para dar un óbolo, y se reunieron 2,000 pesos. Después Miguel Hernández y Victoriano Ramírez marcharon sobre Arandas, donde Espiridión Ascención se levantó, y de todos los ranchos acudieron nuevos contingentes, algunos armándose hasta con rosaderas, hachas, y por los ranchos donde sabían que había armas iban a pedirlas...
"De Arandas y de Ayo el Chico, una vez despedida la multitud que había seguido a los padres Reyes Vega y Aristeo Pedrosa, dos sacerdotes que habían tomado personalmente la dirección de la guerra, quedaron 700 hombres con 400 fusiles de 5 calibres diferentes ... (para los cuales era difícil encontrar cartuchos), y como 25 cartuchos por cabeza.
"El 9 de enero se levantaba San Francisco de Asís, convirtiéndose en el cráter del nuevo volcán. El párroco Angula había tratado de impedir al P. Reyes Vega que sublevara al pueblo, alegando que era demasiado joven para morir. Sus feligreses querían la guerra, y él, a petición suya, dijo una última misa. Todos estaban a pie y casi todos sin armas. Sólo en marzo, y por órdenes del P. Reyes Vega, comenzaron a requisar los caballos. Se nos hacía muy duro quitar los caballos. Llegada de todos los pueblos y de todos los ranchos, la multitud reunida por Nicho Hernández bajó para tomar a Atotonilco sin disparar un tiro.
"Por todas partes, desde las puertas de Guadalajara hasta La Barca, pasando por Cuquío, Yahualica, San Juan de los Lagos, Lagos, Unión de San Antonio, multitudes innumerables y sin armas se lanzaban locamente a la guerra, como la pobre gente que siguió a Pedro el Ermitaño.
" ... Los que iban a convertirse en los grandes jefes de Los Altos comenzaban a labrarse una reputación de valientes, y el ejército fusilaba, incendiaba, saqueaba. En San Francisco, arrambló absolutamente con todo, incluso las gallinas y los cerdos. Allí donde llegaba, era el día del juicio. El 31 de enero, el general Ferreira pudo creer terminada la campaña, y se marchó con sus trenes militares para el sur del estado. Una cosa, sin embargo, hubiese debido inquietar al general Joaquín Amaro y templar su optimismo:





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