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miércoles, 1 de marzo de 2017

DÍAS DE ORACIÓN, AYUNO, PENITENCIA Y LIMOSNA SON ESTOS



TIEMPO DE CUARESMA


Del miércoles de Ceniza hasta el domingo de Pasión

“Memento homo quia pulvis est et in pulverent reverteris” son las palabras con las cuales se abre la cuaresma dignas de ser meditadas porque al fin y acabo que es el hombre sino un poco de barro así nos lo recuerda el Génesis cuando Dios dijo: “Y formo Yahavé Dios al hombre del polvo de la tierra e insuflo en sus narices aliento de vida de modo que el hombre vino a ser alma viviente” (Gen. II, vers. 7) Este es nuestro origen dicho tan solo por pocas palabras de Dios quien tiene fe con esto es suficiente quien no la tiene no habrá argumento alguno que lo sacie respecto a origen del hombre. La soberbia humana encuentra en estas palabras un muro infranqueable, pero la humildad un refugio seguro porque Dios, en su infinita bondad, lo hace descender hasta su origen en donde no hay forma alguna pues es Dios mismo quien plasma, como un alfarero, su obra maestra insuflando en ella lo que le es común con el hombre cuando dijo en otro lugar: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza” es que esta semejanza se encuentra en la materia que fue tomada del barro? No por cierto. Cuando las Sagradas Letras dicen “insuflo en el aliento de vida”, es decir, un alma inmortal e inteligente como lo es Él. Todo esto se compendia en el domingo de septuagésima, pero hay algo más que es como la parte trágica de la vida del hombre sobre la tierra, EL PECADO ORIGINAL por él,  el hombre se redujo del estado de hijo de Dios a esclavo, del paraíso al degradado mundo que el mismo hombre forjo con su desobediencia, fue arrojado de las delicias del paraíso a la aridez de la tierra, del gozo al sufrimiento y así sucesivamente hasta el día de hoy y hasta el fin del mundo.
Los grandes teólogos como San Buenaventura decían que si el hombre no hubiese pecado viviría un tiempo en el paraíso y luego sería trasladado al cielo directamente, pero Santo Tomas no es de este sentir y su único argumento es la Sagrada Escritura en aquellos pasajes, que luego citaremos, en donde Adán recibe su castigo por su gravísima falta y, además, dice que sin él no habría necesidad que la segunda persona de la trinidad se encarnase por donde ve más conveniente, conforme al plan divino, la venida de la segunda persona de la Trinidad Augusta, pero por este pecado entraron en el mudo todas las calamidades y miserias cuyo fin es la muerte.
Cuál sería la condición del género humano si Adán con humildad y sencillez hubiese pedido perdón por su pecado? No lo sabemos. Pero seguro que no sería tan duro el castigo sino más benévolo, pero no fue así por desgracia. Nuestro Buen Dios esperaba esa actitud de humildad? Si con certeza porque lo vemos con el rey David, pero no sucedió en Adán quien mas bien quiso echar su culpa en la mujer, este es el dialogo entre Nuestro Buen Dios y Adán después de cometer el horrible pecado: “Oyeron a Yahavé, que se pasaba por el jardín al fresco del día, y se escondieron de Yahavé Dios el hombre y la mujer, en medio de la arboleda del jardín” Dios con paternal voz, como lo solía hacer todos los días, llamo a Adán: “¿donde estas? Y esta fue la triste respuesta: “Te he oído en el jardín, y temeroso porque estaba desnudo me escondí” ¡Oh respuesta tan descompasada! Y ¡Oh castigo tan justo¡ El orden de este castigo se inicia con la maldición de la serpiente o demonio de donde conviene citar solo estas palabras proféticas que se cumplieron en su momento: Pongo perpetua enemistad entre ti y la mujer entre tu linaje y el suyo: este te aplastara la cabeza y tu acecharas el calcañar” y a la mujer le dijo: “Multiplicare los trabajos de tus preñeces. Parirás con dolor los hijos y buscaras con ardor a tu marido. Que te dominara” y a Adán le cayó la sentencia: “Por haber escuchado a la mujer comiendo del árbol que te prohibí comer, diciéndote no comas de él: Por ti será maldita la tierra: Con trabajos comerás de ella todo el tiempo de tu vida. Te dará espinas y abrojos y comerás de las hierbas del campo. Con el sudor de tu rostro comerás el pan. Hasta que vuelvas a la tierra pues de ella has sido tomado”. Bienvenida lechuga, bienvenida espinaca, y todas las verduras conocidas, gracias Adán por la triste condición en la cual nos dejaste.
San Agustín comentado comentando estas palabras: “Dio también a su marido” dice: Han de excluirse todas las teorías modernas que consideran este primer pecado como un pecado de niño irresponsable o un pecado de magia, o un pecado sexual, toda la tradición lo toma como un acto de desobediencia de Eva precedió a la de Adán, no hay duda que este es la causa primera del pecado original y es la cusa primera de la generación”. Santo Tomas y muchos teólogos opinan que, a pesar de la caída de Eva, no habría habido trasmisión del pecado original si Adán no hubiera pecado. Aquí comienza el drama del genero humano, que se desarrolla de pecado en pecado hasta el último pecado del último hombre solo interrumpido por el entreacto de la redención prometida por Nuestro Señor como ya lo hemos visto en esa formidable profesa en donde nos propone la cura a este veneno mortífero del demonio en forma de serpiente y ese día se restauraran todas las cosas en el divino Salvador.
Siguiendo con nuestro comentario después de este pequeño paréntesis, de dos dolores nos hablan las Escrituras Sagradas: el pecado es el Dolor de Dios su consecuencia el dolor del hombre. El pecado es el dolor de Dios. El pecado nos aleja de Dios el dolor nos acerca a ÉL, el pecado es separación de Dios, el dolor, unión con Él.
Finalmente, como lo dijimos más arriba, brilla aquí el primer rayo de luz después de la caída del hombre. El corazón paternal de Dios tiene preparada una salida, tan compasiva como insospechada: la futura reparación y salvación por medio de un nuevo Adán Jesucristo.
Es este momento crucial al que nos debemos preparar para obtener esa enorme gracia de ver nuestras almas redimidas de todos nuestros pecados con la sangre del cordero inmaculado que se inmolo una vez y para siempre en el madero de la cruz.
Septuagésima cumplió con su parte, el tiempo de cuaresma debe acercarnos con corazón contrito y humillado a al tiempo de Pasión y este ultimo nos va a asociar a la obra redentora por medio del espíritu de penitencia con una asociación efectiva unida al ayuno y las otras prácticas penitenciales siempre y cuando dichas prácticas penitenciales extras estén aprobadas por los directores espirituales que son los sacerdotes fuera de esta aprobación la penitencia llevada motu proprio nos puede conducir a la soberbia. También entran dentro de este orden las privaciones que no están descritas por la Iglesia y es competencia del sacerdote aprobarlas o desaconsejarlas.
Paralelamente a estos esfuerzos que pide la Iglesia de cada uno de nosotros, ella, por su parte, levanta ante Dios la cruz, de Cristo, el Cordero divino que carga con los pecados de los hombres y que es verdadero precio de nuestra redención. A medida que se acerque la semana santa, irá poco a poco predominando el pensamiento de la Pasión hasta absorber toda nuestra atención. Pero ya está presente desde el principio de Cuaresma y por eso, en unión con los sufrimientos de Cristo, todo el ejército cristiano se alista en la «santa cuarentena» y camina hacia Pascua con la alegre certidumbre de participar de su resurrección.
 Acordémonos, pues, que no estamos solos ni somos los únicos que entramos en la Cuaresma. La Iglesia pone en juego todo el misterio de la redención. Formamos parte de un gran conjunto, en el que somos solidarios de toda la humanidad rescatada por Cristo, aunque no toda la aproveche. La liturgia del Tiempo no dejará de recordárnoslo. En los maitines, las lectura del Antiguo Testamento, comenzada en Septuagésima, continúa describiendo, por grandes etapas, la historia del pueblo judío, en que aparecen los designios dé DIOS sobre la salvación de todo el género humano. Esaú es descartado en provecho de su hermano: ya no es la descendencia carnal la que hace elegidos, sino la elección de la gracia, extendida a todas las naciones, José, vendido por sus hermanos y salvador de Egipto, es Jesús que salva al mundo después de ser rechazado y traicionado por los suyos; Moisés, que arranca a su pueblo de la esclavitud y le lleva hacia la tierra de promisión, es Jesús que nos libra de la cautividad del pecado y nos abre las puertas del cielo. Los evangelios, por su parte, no son menos significativos: el relato de la tentación de Jesús muestra al segundo Adán, nuevo jefe de la humanidad, en lucha también él con las astucias de Satanás, a quien aplasta con su poder divino; la parábola del hombre armado, a quien arroja del dominio que tenía usurpado otro más fuerte que él, es una afirmación de la victoria de Cristo.

He ahí el sentido de nuestra Cuaresma. Es un Tiempo de ahondamiento, en unión con toda la Iglesia, que se prepara a la celebración del misterio pascual. Cada año, con un nuevo esfuerzo, vuelve a emprender el pueblo cristiano, en pos de su jefe, Cristo, la lucha contra el mal, contra Satanás y el hombre de pecado que todos llevamos dentro de nosotros mismos, para lograr en Pascua una renovación de vida en las mismas fuentes de la vida divina y proseguir y caminar hacia el cielo.

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