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lunes, 9 de enero de 2017

EL PURGATORIO - La última de las misericordias de Dios - R.P Dolindo Ruotolo

LA CARIDAD DE LAS ALMAS PURGANTES
HACIA NOSOTROS


Antes de hacer el milagro del ciego de nacimiento, Jesús dijo: “Es necesario que yo haga las obras de quien me ha mandado mientras es de día, después viene la noche, cuando no se puede trabajar”. (Juan 9,4) El día del que habla Jesús, es la vida terrena, la noche es la muerte del cuerpo. Mientras se viva aquí abajo, se puede hacer méritos por la otra vida, pero, con la muerte ya no se puede; sólo se cosecha lo que se ha sembrado. El tiempo de la prueba termina cuando cese la vida terrenal y se acaba el tiempo útil para adquirir méritos. El hacer méritos es propio de la vida terrenal, y nace del esfuerzo, del sacrificio hecho con amor. Por esto, el sufrir en esta tierra es un don de Dios, como es un regalo para el obrero cansarse en un trabajo fatigoso que después se recompensa con creces. Es lógico pues, que el alma del Purgatorio, con sus castigos, pague las deudas contraídas (y quién paga no gana). Paga, y tiene sólo la pena de rembolsar la deuda contraída, sin adquirir méritos. Tampoco pueden conseguir méritos los bienaventurados, porque en su felicidad falta el elemento esencial del mérito, que es el esfuerzo y el sacrificio. La mente del alma purgante conserva toda su actividad, la inteligencia tiene un campo más abierto al conocimiento, porque no está frenada por el cuerpo, y se encuentra en contacto más directo con las obras de Dios. Antes que nada, el alma purgante recoge todos los recuerdos porque conserva la facultad de la memoria. El alma, en efecto, mantiene en ella misma la huella de su vida terrenal, sin peligro de amnesia, o de olvidos, porque cada día de su vida terrenal está escrito en la página de la conciencia con carácter  indeleble: cada palabra, cada pensamiento, cada deseo, cada acción, viven en la memoria. Con esta explicación se ve lo absurdo de los que creen en la reencarnación diciendo que el alma ha vivido otras vidas de las cuales se ha olvidado y de las cuales ya no tiene conciencia.

Las almas del purgatorio rezan por los seres queridos de la tierra

El arrepentimiento que el alma tiene por sus culpas la empuja a rezar por sus seres queridos de la tierra. Ella mantiene con los suyos relaciones de conocimiento. Los que nos han dejado y que lloramos no nos han abandonado, siendo ahora inmateriales no están sometidos a lugares o distancias, , nos son cercanos, son clarividentes, nos reconocen y nos acompañan con un amor siempre más puro y nos circundan con solícita atención. Esta es la opinión de J.A. Collet, que coincide con la de otros teólogos; la razón de esta opinión es clara: “lo que Dios ha unido no puede separarse”, es lo que dice Jesús a propósito del matrimonio y es una expresión que vale para todo lo que Dios ha unido. Ahora bien, la familia está unida por la misma sangre. Los vínculos de amor que producen la amistad, son santificados por Dios y por lo tanto, son lazos puestos por Dios y no pueden anularse. Por esta razón y siempre con el permiso de Dios, las almas pueden aparecerse a aquellas personas que amaron en Dios y por Dios, como son por ejemplo, las almas de una misma comunidad religiosa, que no tienen lazo de sangre, pero están unidas por la caridad. Por este vínculo de amor ellas pueden con la luz que Dios les da, advertirnos y protegernos de futuros peligros y ayudarnos en los actuales.  Hay numerosos ejemplos de estas acciones de las almas. Ejemplo, la Reina Claudia, esposa de Francisco I de Francia, se le apareció a la Beata Catalina Racconigi, y le anunció que los franceses capitaneados por su rey, serían derrotados en Italia y que el Rey sería vencido y hecho prisionero en Pavia, como de hecho ocurrió pocos meses después. En general las almas se manifiestan en el sueño y se muestran, o como eran en vida o con símbolos que equivalen a un discurso casi jeroglífico, que despertándose puede descifrarse y entender. Para no asustar, buscan el momento del sueño, y para comunicar un aviso o la predicción de un suceso, se valen de imágenes formadas en la fantasía bajo su acción. Ellas producen, por así decirlo, en la persona, los fantasmas latentes que ya tiene, los utiliza así como un tipógrafo ensambla los caracteres para formar palabras. Así como los caracteres y los tipos no son entendidos por quién no tiene conocimiento de tipografía, así los símbolos fantásticos de los sueños no son descifrados por quién no conoce el valor de las imágenes, por falta de experiencia o porque no son iluminados o expertos en la materia. Diríamos que es una taquigrafía del alma para prevenir un dolor o una alegría.

La actividad íntima de un alma purgante

Consideraremos ahora la actividad íntima de un alma purgante. Esta antes que nada es santa y su santidad es eternamente duradera porque está confirmada en gracia; ya no puede pecar y puede ejercitar las más bellas virtudes cristianas. No es un ejercicio hecho con un esfuerzo penoso y por esto no puede ser meritorio. Ella ama a Dios, prefiere la virtud que conduce a Él, y por esto acepta la purificación de las propias imperfecciones con perfecta paz y amor. Por la unión que tiene con Dios y liberada del cuerpo, el alma capta de una sola mirada las relaciones de todas las cosas con su Creador, ve todo aquello que en las criaturas se revela como, potencia, sabiduría y amor. Por esto ama al señor, con un amor de contemplación mayor que aquel de los santos contemplativos cuando estaban en la tierra. El hombre tiene ojos corporales para ver las cosas que lo rodean; puede reforzar la potencia de sus ojos con lentes, telescopios, microscopios y entonces, ve más y descubre tantas maravillas de la creación, pero, siempre en los límites materiales. En el mundo sensible, el hombre puede elevarse con la gracia de Dios al mundo sobrenatural por la fe. La fe es un don de Dios, es como el ojo del alma que ve en la profundidad de los misterios y creyendo, los ve con la evidencia del intelecto y de la razón, que adhieren a Dios. Explicamos con un ejemplo: los rayos infrarrojos, permiten descubrir en las tinieblas lo que no se ve a pleno día. En la última guerra, los japoneses tenían preparada una emboscada contra los americanos en medio de una selva y en plena noche. Los americanos tenían aparatos con rayos infrarrojos y sin ser advertidos por los japoneses, los vieron, los rodearon y los aniquilaron. Su ojo infrarrojo había visto en las tinieblas. La fe es como el ojo infrarrojo del alma peregrina, que le permite ver en la oscuridad de los misterios y le hace ver aquello que no puede ver con su inteligencia y mucho menos con los ojos del cuerpo. Permanece en las tinieblas y sin embargo, creyendo, ve en la luz de Dios, a la que se adhiere diciendo: Creo. El alma purgante no está amarrada al cuerpo, está en una luz intensa, por la percepción más luminosa que tiene de las obras de Dios, y sin embargo, contempla su grandeza y su majestad en la sombra de su propio estado de purificación. Por este ojo interior, el alma purgante no puede no amar a Dios, y no puede sino buscar la virtud que la conduce a Él; no puede negarse a aceptar sus mandatos y su adorable voluntad, no puede no amar la obra y la creación de Dios, y el prójimo, en el cual está la imagen de Dios. Esto parecería una parálisis de la libertad humana desde el momento que en el Purgatorio el alma no puede ya elegir entre el bien y el mal, entre la virtud y el pecado, entre lo perfecto y menos perfecto, entre preferir un camino a otro; sin embargo no es así, porque la voluntad es la facultad que permite ir al bien, y cuando se vuelve hacia el mal es porque equivocadamente lo considera como superior, está engañada por una falsa luz y tentada por un impulso diabólico que es contrario a la gracia de Dios, que ilumina a la libertad para elegir el bien. En el purgatorio este engaño no es posible, el alma está en gracia de Dios, está confirmada en la gracia de Dios, su inteligencia está iluminada, ve las cosas tal como son ante ella: el mal es mal y el bien es bien. La neblina seductora que esconde el mal y produce como vértigo en el espíritu, se ha disipado. El alma sufre por la más pequeña imperfección. Es libre, pero, por esta libertad iluminada por la gracia y por la experiencia no puede elegir el mal, porque se le presenta como mal. Esto es un mejoramiento maravilloso de la libertad. Cuando vemos a un artista tocando una hermosa melodía, porque se sujeta a la regla del arte, ¿lo diríamos menos libre de quien mueve las teclas desordenadamente para estropear la música de Bach? El alma purgante no está forzada, está libre en su vuelo siempre más directo a Dios, que es su luz y su amor. También Dios está libre, infinitamente libre, y sin embargo no le es posible querer el mal o la imperfección. Su infinita libertad, es infinita potencia de bien, infinita sabiduría de perfección, infinito amor, infinita caridad, que se vuelca sobre sus criaturas beneficiándolas.

Fe, Esperanza, caridad, en el alma purgante

El alma purgante practica en grado eminente la fe, no teniendo todavía la visión de Dios que disipa toda niebla y la hace vivir en la eterna luz. Ejercita la virtud de la esperanza, que es, se puede decir, una virtud propia del Purgatorio, porque el alma no conociendo el fin ni los límites de su purificación, anhela continuamente a Dios y lo anhela con tal intensidad de amor, del cual no podemos formarnos ninguna idea. También el amor que los más grandes santos han tenido en la tierra hacia Dios, es pequeña cosa en comparación del amor de un alma purgante. Yo creo que por esto, los santos, antes de ascender al cielo han pasado por el Purgatorio, si bien es por poco tiempo, como se puede suponer por sus manifestaciones a almas buenas. Como el cohete que se pone en órbita en torno a la tierra, tiene necesidad del último lanzamiento del cohete vector, que anula su gravedad y su peso poniéndolo en órbita, así el alma pura y santa, tiene necesidad de su último cohete de amor, que la lanza hacia Dios y este lanzamiento puede tenerlo sólo en el Purgatorio. Santa Catalina de Génova, en su admirable tratado sobre el Purgatorio nos da la razón de ello; dice así: “El Señor, en el Purgatorio imprime al alma un movimiento de amor atractivo, suficiente para aniquilarla si no fuera inmortal. Este amor y esta atractiva unión actúan continuamente y potentemente en ella, tanto es así que ella si pudiera descubrir un Purgatorio más terrible de aquel en que se encuentra, se precipitaría voluntariamente en él, empujada vivamente por la impetuosidad de aquel amor, y esto para liberarse lo más pronto posible de lo que la separa del Sumo Bien” (Tratado del Purgatorio, Cap. IX) El alma santa, es atraída potentemente por Dios, que la ama infinitamente, y la mente humana no puede medir la fuerza de esta atracción, que es, como un imán infinito que atrae al pequeño átomo de fierro. El alma santa atraída así, está por poco tiempo en el Purgatorio, no en las llamas de la purificación, sino en las llamas de un inmenso amor que la empuja definitivamente a Dios, que la atrae. Es así que el alma cumple su plena unión con la voluntad de Dios, que es el Eterno e Infinito amor, y está totalmente transformada, para poder unirse a Dios en la eternidad. La atracción de Dios y el impulso del alma, dan un profundo sentido de humildad, como lo tendría un satélite artificial si pudiera razonar, atraído en órbita, en la inmensidad del espacio, alrededor de un planeta colosal. Si razonase, se vería infinitamente pequeño y sin embargo se sentiría atraído y empujado alrededor del planeta inmensamente más grande y giraría, no con la arrogancia del hombre que lo lanza y cree ser victorioso frente a los astros, sino con la humildad de la pequeñez, de quien gira, porque es atraído por algo inmensamente grande.

Es necesario invocar al alma purgante

En la luz de la fe, de la esperanza, del amor y de la propia pequeñez impregnada de amor, el alma no puede dejar de considerar con inmensa compasión a las criaturas peregrinas de la tierra, y porque está llena de caridad para con ellas, las asiste, las ayuda cuando la invocan y más aún, por reconocimiento cuando las sufragan, acelerando su purificación y su unión con Dios. Innumerables son los hechos que demuestran la protección de las almas purgantes hacia los hombres que la invocan sufragándoles. “Citaré un hecho acontecido a un lejano pariente joyero. El volvía a casa de noche, llevando consigo las joyas más preciosas, por temor de una “visita” de los ladrones en su negocio. Un día volvió a su casa muy tarde, y temiendo ser agredido se encomendó en el camino a las almas del Purgatorio, rezando por ellas un Rosario. Era medianoche cuando tomó el cruce que lo llevaba a su hogar y con temor vio a unos hombres con mala cara que lo esperaban. Con mayor intensidad invocó la protección y defensa de las almas del Purgatorio. Había una iglesia al principio del cruce y ésta improvisadamente se abrió y salió un cortejo de frailes con sacos y capuchones blancos que parecían acompañantes de un funeral. El capuchón era de aquellos antiguos, que hoy ya no se usan, cubría toda la cabeza y tenía sólo tres aberturas: dos para los ojos y uno para la boca. El joyero no encontró nada mejor que unirse a aquel cortejo que era visible a los ladrones apostados en la sombra.

La esposa impaciente por lo avanzado de la hora, estaba en la ventana aguardando la llegada de su marido. Este, de hecho regresó junto al cortejo, deshecho por el temor de los ladrones, y a la vez consolado por el providencial cortejo que lo había salvado. Contó el hecho a su esposa, y fue mayor la sorpresa de ella porque le había visto regresar a casa solo. Y ya que el marido insistía en afirmar la realidad del cortejo, ella le hizo ver que a medianoche ningún funeral podía hacerse. Entonces ambos comprendieron que aquellos frailes del cortejo fúnebre, eran ánimas del Purgatorio que acudieron en su defensa". He aquí otro hecho totalmente comprobado:

Una Noche… Una visitante
“Durante la última guerra de 1944, en una ciudad de Francia, ocupada por los alemanes, un sacerdote, cansado por las muchas actividades del día, terminaba su jornada rezando su breviario, cuando de repente se oyó el timbre. Era como la media noche. Una señora de como cuarenta años se presentó a la puerta y le suplicó diciendo:

- “Padrecito, venga rápido, se trata de un joven que está en peligro de muerte”.

- “Bueno, iré mañana a primera hora”.

- “No, vaya enseguida, insistió la señora, porque mañana será tarde”.

- “Bien, en ese caso, déme la dirección”.

Al inclinarse vio el rostro doloroso de la mujer que escribió: “37, calle Descartes, “2do. Piso”. Tranquilizada por la promesa del sacerdote, la señora agradeció y desapareció en la noche. El sacerdote salió enseguida a la dirección mencionada y al llegar al 2do piso, tocó la puerta. Se presentó casi inmediatamente un joven de 20 años, muy sorprendido por la visita a esa hora tan avanzada.

- ¿Es aquí que hay un joven en peligro de muerte? preguntó el sacerdote.

- Sorprendido y risueño, el joven contesto: “Soy el único joven de este inmueble, y estoy en perfecta salud”. “Sin embargo, es esta la dirección escrita por la señora que me fue a buscar” y el sacerdote le mostró el papelito.

- ¡Qué curioso!... yo conozco esta letra... pero no es posible. Pase Padre, me parece que tiene frío. Venga a calentarse.
Después de unos instantes el joven dice:


-“Hace mucho tiempo... dos años que deseaba encontrar a un sacerdote, pues no me atrevía, pues sabe... tengo mucho que reprocharme...” Cuando el sacerdote se despidió, dejó al joven en paz, feliz de haberse reconciliado con Dios, por la Confesión. Mientras regresaba, empezaron las explosiones de los bombardeos, provocando incendios en medio de un ruido ensordecedor. El sacerdote se precipitó a la posta más cercana donde empezaban a llegar los primeros heridos, los agonizantes y los muertos. Estaba reconfortando a un herido, cuando bruscamente, asustado, fijó su mirada en el rostro de un cadáver que acababan de depositar en el suelo: era el joven de la calle Descartes. Le sacaron sus documentos para identificarlo. El sacerdote se acercó: de la billetera cayó una foto, el padre la recogió, era el rostro de la visitante nocturna. Al dorso de la foto estaba apuntado: “Mamá 1898–1939, y cerca de la fotografía, había una carta amarillenta por el tiempo....firmada: “Tu mamá...”. La letra era la misma de la señora que había apuntado la dirección.”

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