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jueves, 10 de noviembre de 2016

MONSEÑOR DE SÉGUR - EL INFIERNO, SI LO HAY, QUÉ ES, MODO DE EVITARLO.

EVITAR CON GRAN CUIDADO
LAS OCASIONES PELIGROSAS
Y LAS ILUSIONES


No se trata únicamente de no permanecer en estado de pecado mortal, cuando por desgracia en él se ha caído; sino que es menester llevar más allá el celo por nuestra salvación eterna y tomar las más serias precauciones. No debemos contentarnos con salir pronto del camino del infierno, sino que se ha de evitar además volver a entrar en él. Es menester a toda costa evitar las ocasiones de caída, particularmente aquéllas cuyo peligro una triste experiencia nos ha demostrado. Un cristiano, un hombre que tiene sentido común, lo sacrifica todo, lo arrostra todo, todo lo soporta para librarse del fuego del infierno. Dios mismo ha dicho: "Si vuestra mano derecha, si vuestro pie, si vuestro ojo, [si lo que más amáis en el mundo] es para vosotros ocasión de pecado, arrancadlo, cortadlo sin vacilar; vale más entrar, no importa en qué estado, en el reino de Dios y en la vida eterna, que ser arrojado al abismo de fuego, al fuego eterno, donde no muere el remordimiento, ni el fuego se extingue jamás”. Cuidado con las ilusiones en este punto. Las ilusiones son "el movimiento oblicuo”, por el cual el enemigo de nuestra pobre alma trata de sorprenderla, cuando un ataque de frente no ofrece bastantes garantías. ¡Y cuán pérfidas, sutiles, múltiples y frecuentes son tales ilusiones! Se apoyan en todo, pero más particularmente en el egoísmo con sus fríos cálculos y sus refinamientos; en toda clase de rebeldías de la razón contra la fe, contra la completa sumisión debida a la autoridad de la Santa Sede y de la Iglesia; en las pretendidas necesidades de la salud, del hábito que nos acostumbra a deslizamos insensiblemente en el cieno de la impureza; en los usos y conveniencias del mundo en medio del cual se vive, y que tan fácilmente nos arrastran al torbellino del placer, de la vanidad, del olvido de Dios y del descuido de la vida cristiana; finalmente, en la ceguera de la codicia que incita a tantas gentes a hurtar bajo pretexto de necesidades del comercio, del uso general en los negocios, de sabia previsión para el porvenir de los suyos, etc..

CONCLUSIONES PRÁCTICAS


Lo repito, ¡guárdate de las ilusiones! ¡Cuántos condenados hay en el infierno que han entrado en él por esta puerta trasera! Puede uno seducirse a sí mismo hasta cierto punto; mas es imposible engañar-la mirada de Dios. La misma vida religiosa no basta siempre para preservarnos. Tenedlo entendido, hay también en el infierno religiosos; pocos habrá, así lo espero; pero, en fin, los hay. ¿Y cómo han ido allá? por el fatal camino de las ilusiones. Ilusiones tocante a la obediencia, ilusiones tocante a la piedad, ilusiones tocante a la pobreza, castidad, mortificación; ilusiones tocante al uso de la ciencia; ¿qué sé yo? ¡es tan ancho el camino de las ilusiones! No citaré aquí más que un solo ejemplo, sacado de la vida de San Francisco de Asís. Entre los Provinciales de la naciente Orden de los Frailes Menores había un cierto Fray Juan de Strachia, cuya pasión por la ciencia amenazaba hacer desviar a los religiosos de la sencillez y santidad de su vocación. San Francisco le había advertido varias veces, pero siempre en vano. Justamente alarmado por la funesta influencia que aquel Provincial ejercía, lo depuso en pleno Capítulo, declarando que Nuestro Señor le había revelado que era necesario obrar con tal rigor, porque el orgullo de aquel hombre había atraído sobre sí la maldición de Dios. Vínolo a confirmar pronto el porvenir. El desgraciado murió, en efecto, en medio de la más horrorosa desesperación, gritando: “¡Estoy condenado y maldecido por una eternidad!” confirmando esta sentencia las espantosas circunstancias que siguieron a su muerte.

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