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sábado, 15 de octubre de 2016

Ite Missa Est

15 DE OCTUBRE
SANTA TERESA, VIRGEN

Epístola – Sab; VII, 7-14
Evangelio – San Mateo; XI, 25-30


LA CARIDAD. — "Si bien la Iglesia triunfante del cielo y la que lucha en la tierra parecen estar totalmente separadas, dice para esta fiesta el obispo de Meaux, de hecho un lazo sagrado a ambas las une. Este lazo es la caridad, que se halla tanto en este lugar de destierro como en la patria eterna; que alegra a los santos ya triunfadores y anima a los que combaten; que, extendiéndose del cielo a la tierra .y de los ángeles a los mortales, convierte la tierra en cielo y a los hombres en ángeles. Porque, oh Jerusalén santa, venturosa Iglesia de los primogénitos, cuyos nombres están escritos en los cielos, aunque la Iglesia, hermana tuya querida que vive y lucha en la tierra, no puede compararse contigo, no deja de afirmar que un amor santo os une a las dos. Cierto que ella busca y tú ya posees; que ella trabaja y tú descansas, que ella espera y tú ya disfrutas. Pero, entre tantas diferencias que mucho os separan, esto al menos hay de común, que lo que aman los espíritus bienaventurados, es lo que aman también los hombres mortales. Jesús es su vida, Jesús es la nuestra; y entre sus cantos de alegría y nuestros tristes gemidos, se oyen resonar por doquier las palabras del salmista sagrado: "Mi bien está en unirme a Dios".

VOCACIÓN DE TERESA. — Pues recordar al mundo este supremo bien de la Iglesia de la tierra y de la Iglesia del cielo, fue lo que hizo Teresa en unos tiempos calamitosos, desde las alturas del Carmelo, devuelto por ella a su primitiva Perfección. Tras la noche glacial de los siglos XIV y XV, se desprende de los ejemplos de su Vl da una fuerza de irresistible atracción que Perdurará en sus escritos, la cual arrastra con- sigo a los predestinados a seguir las huellas del Esposo. Con todo, ni el Espíritu Santo descubría por medio de Teresa caminos desconocidos; ni, sobre todo, Teresa, la humilde Teresa, introducía novedades en sus escritos. Mucho antes que ella, el Apóstol había dicho de los cristianos que su conversación está en los cielos y después de él, Ambrosio, Agustín, Gregorio Magno, Gregorio Nacianceno y tantos otros testigos de todas las Iglesias. Se ha dicho y se ha probado mejor de lo que nosotros acertaríamos a hacer: "Los Padres no conocieron ningún otro estado tan bien como el de la unión perfecta, que se realiza en la cumbre de la contemplación: al leer sus escritos, no puede menos de advertirse la sencillez con que tratan el tema; parece que consideran ese estado como frecuente y lo ven como el desarrollo normal del cristianismo en su plenitud". En esto, como en todo lo demás, la escolástica recogió sus datos. Esta corroboró la doctrina relativa a esas cumbres de la vida cristiana, precisamente en los días en que se estaba debilitando la fe de los pueblos y la caridad divina no lograba su pleno desarrollo más que en el interior de algunos claustros ignorados. Por su forma especial, la doctrina de la escuela no estaba ya por desgracia al alcance de todos;  por otra parte, el carácter anormal de esa época tan extrañamente agitada, se reflejaba también en los místicos que por entonces había.

LOS ESCRITOS DE TERESA. — Entonces apareció en escena, en el reino católico, la virgen de Ávila. Estaba admirablemente dotada por la gracia y por la naturaleza; supo de las resistencias de ésta y de los llamamientos de Dios, de las dilaciones purificadoras, de los triunfos progresivos del amor; el Espíritu, que la quería i de maestra en la Iglesia, la llevaba por el camino clásico, si así se puede decir, de los favores que reserva a los perfectos. Llegada, pues, al monte de Dios, hizo el recuento de las etapas del camino que había recorrido, sin otra pretensión que obedecer a quien en nombre de Dios la mandaba; con pluma exquisita por la sencillez y naturalidad, contó las obras que llevó al cabo por el Esposo; y no con menos lindeza puso por escrito para uso de sus hijas las lecciones de su experiencia, describió las varias moradas del castillo del alma humana, en cuyo centro, para quien sabe buscar, reside en un cielo anticipado la Trinidad Santa. No se necesitaba más: libre de abstracciones especulativas, vuelta a su sencillez sublime, otra vez atraía a todas las inteligencias la Mística cristiana; la luz despertaba al amor; y por doquier el jardín de la santa Iglesia exhalaba los suaves aromas purificando la tierra, rechazando los miasmas a cuyo amparo la herejía y su pre, tendida reforma amenazaban con anegar el mundo.

LA VIDA UNITIVA. — Teresa, sin duda, a nadie invitaba a forzar la entrada de caminos que no fuesen trillados. Pero, bien que la unión pasiva e infusa quede completamente a merced del beneplácito de Dios, la unión de conformidad efectiva y activa al querer divino, sin la cual la primera no sería más que una ilusión, se ofrece con la ayuda de la gracia ordinaria a todo hombre de buena voluntad. "La verdadera unión, dice la Santa, se puede muy bien alcanzar, con el favor de Nuestro Señor, si nosotros nos esforzamos a procurarla, con no tener voluntad sino atada con lo que fuere la voluntad de Dios. ¡Oh, qué de ellos habrá que digamos esto, y nos parezca que no queremos otra cosa, y moriríamos por esta verdad...! Pues yo os digo, y lo diré muchas veces, que cuando lo fuere, que habéis alcanzado esta merced del Señor... Esta es la unión que toda mi vida he deseado; ésta es la que pido siempre a Nuestro Señor, y la que está más clara y segura" Esto no obstante, añadía: "Se deje de unos encogimientos que tienen algunas personas, y piensan es humildad. Sí, que no está la humildad en que si el rey os hace una merced no la toméis, sino tomarla y entender cuan sobrada os viene, y holgaros con ella. Donosa humildad, que me tenga yo a el Emperador del cielo y de la tierra en mi casa, que se viene a ella por hacerme merced y por holgarse conmigo, y que por humildad ni le quiera responder, ni estarme con El, ni tomar lo que me da, sino que le deje solo; y que estándome diciendo y rogando le pida, por humildad me quede pobre, y aun le deje ir, de que ve que no acabo de determinarme. "No os curéis, hijas, de estas humildades, sino trata con él como con padre, y como con hermano, y como con señor, y como con esposo; a veces de una manera, a veces de otra, que El os enseñará lo que habéis de hacer para contentarle. Dejaos de ser bobas, pedidle la palabra, que vuestro Esposo es, que os trate como a tal". Pero por todas partes se oye decir, "hay peligros, fulana por aquí se perdió, el otro se engañó, el otro, que rezaba mucho, cayó... Y mirá qué ceguedad de el mundo, que no miran los muchos millares que han caído en herejías y en grandes males sin tener oración, sino distracción; y entre la multitud de éstos, si el demonio, por hacer mejor su negocio, ha hecho caer a algunos que tenían oración, ha hecho, poner tanto temor a algunos para las cosas de virtud. Estos que toman este amparo para librarse, se guarden; porque huyen del bien para librarse del mal... Así que, hermanas, dejaos de estos miedos... Procura tener limpia conciencia y humildad, menosprecio de todas las cosas del mundo, y creer firmemente lo que tiene la Madre Santa Iglesia, y a buen seguro que vais buen camino Y es muy verdad: "Digo que si no viere en sí esta fortaleza grande, y que ayude a ella la devoción u visión, que no la tenga por segura. Porque, aunque no se sienta luego el daño, poco a poco podría hacerse grande, que a lo que yo veo y sé de experiencia, de tal manera queda el crédito de que es Dios, que vaya conforme a la Sagrada Escritura; y como un tantico torciese de esto, mucha más firmeza sin comparación me parece tenía en que es demonio que ahora tengo de que es Dios, por grande que la tenga. Porque entonces no es menester andar a buscar señales, ni qué espíritu es, pues está tan clara esta señal para creer que es demonio, que si entonces todo el mundo me asegurase que es Dios, no lo creería".

EL OFICIO DEL DIRECTOR. — Pero el alma evita semejante peligro consultando a los que pueden ilustrarla: "Y aunque para esto parece no son menester letras, mi opinión ha sido siempre, y será, que cualquier cristiano procure tratar con quien las tenga buenas, si puede, y mientras más mejor; y los que van por camino de oración tienen de esto mayor necesidad, y mientras más espirituales más... Yo siempre fui amiga de ellos (de letrados), que aunque algunos no tienen experiencia, no aborrecen a el espíritu, ni le ignoran; porque en la Sagrada Escritura que tratan, siempre halla la verdad de el buen espíritu... Creo temen en gran manera (los demonios) las letras humildes y virtuosas, y saben serán descubiertos y saldrán con pérdida... ¡Bendito seáis vos, Señor, que tan inhábil y sin provecho me hicisteis; mas alabo os muy mucho, porque despertáis a tantos que nos despierten! Había de ser muy continua nuestra oración por éstos que nos dan luz" "Porque yo sin letras ni buena vida... lo escribo (esto) casi hurtando el tiempo, y con pena, porque me estorbo de hilar, por estar en casa pobre, y con hartas ocupaciones... Basta ser mujer para caérseme las alas, cuanto más mujer y ruin".

EL AMOR AL PRÓJIMO. — Conforme al dicho del celestial Cantar de los Cantares, para introducir a Teresa en lo más íntimo de sus secretos, el Esposo tuvo que ordenar el amor en su alma y regular la caridad en ella Una vez reivindicados sus derechos soberanos, como es justo, pronto la haría para con su prójimo más abnegada y más amante que lo fue nunca. El dardo del Serafín no endureció ni deformó su corazón. Ya en el punto culminante de la perfección a que iba a llegar, el mismo año de su santa muerte: "Yo le digo, escribía, que sí me quiere bien, que se lo pago, y gusto de que me lo diga. ¡Cuán cierto es de nuestro natural querer ser pagadas! Esto no debe ser malo, pues también quiere serlo Nuestro Señor... Mas parezcámonos a Él, sea en que quieras. Y en otra parte, hablando de sus viajes interminables en servicio del Esposo: "Y en dejar las hijas y hermanas mías, cuando me iba de una parte a otra, yo os digo, que, como yo las amo tanto, que no ha sido la más pequeña cruz... Que aunque están de otras cosas desasidas, ésta no se lo ha dado Dios, por ventura para que fuese a mí más tormento, que tampoco lo estoy de ellas".

LA NATURALEZA Y LA GRACIA. — De ninguna manera la gracia rebaja a la naturaleza, que también es obra del Creador. A la vez que la dedica al culto de Dios, la sanea, la fortalece, la ordena; y con sus facultades en pleno desarrollo, hace que el hombre regenerado tribute, a la vista de sus semejantes, al Dios Redentor, el primero y el más palpable homenaje. Léase esa obra maestra de literatura que llamamos Libro de las Fundaciones, o también el sin número de cartas que la seráfica Mar e escribió robando tiempo a su vida activísima; y se verá si el heroísmo de la fe y de todas las virtudes, si la santidad en su más alta expresión mística, perjudica en Teresa un instante siquiera, no ya a la constancia, a la abnegación, a la energía, sino a su inteligencia, que nunca se turba , siempre activa y despierta hasta la jovialidad, a su carácter siempre ecuánime, que de su plenitud derrama serenidad y paz sobre todo lo que la rodea, a su delicada solicitud, a su ponderación, a su tacto exquisito, a su especial gracia de las gentes y, en fin, a su talento práctico y a la incomparable sensatez de esta contemplativa, cuyo corazón traspasado sólo latía por milagro y cuya divisa fue: ¡Padecer o morir! Al bienhechor de una fundación en proyecto le escribe: "No piense vuestra merced que ha de dar a Nuestro Señor sólo lo que piensa ahora, sino mucho más... Y no es nada dar los reales, que nos duele poco. Cuando nos apedreen a vuestra merced y al señor su yerno y a todos los que tratamos en ello, como hicieron en Ávila casi, cuando se hizo San Jose, entonces irá bueno el negocio". Y precisamente esta fundación de Toledo, tan ruidosa por cierto, es a la que se refiere la palabra de la Santa que tanto se hace amar "Teresa y tres ducados no significan nada; pero Dios, Teresa y tres ducados, valen todo”.

LA GRAN PRUEBA. —Teresa tuvo que gustar algo más que los desasimientos humanos: Un día creyó que hasta Dios mismo la había des' amparado. Tuvo que pasar por la prueba dé verse condenada y rechazada ella, con sus hijas y con sus hijos, en nombre y por la autoridad del Vicario del Esposo, ni más ni menos que lo que ocurrió antes a Felipe Benicio y después de ella a José de Calasanz y a Alfonso de Ligorio. Era uno de los días anunciados ya desde los tiempos antiguos, en los que se permite a la bestia declarar la guerra a los santos y vencerlos. Nos falta tiempo y espacio p a r a referir esos incidentes dolorosos; mas ¿para qué? La bestia no conoce sino un solo método, que repite en el siglo XVI, en el XVII, en el XVIII y en todos los siglos; también Dios, al permitirlo, intenta siempre el mismo fin: conducir a los suyos a la alta cumbre de la unión dolorosa, en la cual El, que quiso saborear antes que nadie la amargura de la hiel, pudo decir con más razón que otro cualquiera: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado

VIDA. — Teresa nació en Ávila, España, el 28 de marzo de 1515. La lectura de las Actas de los Mártires, la hicieron desear ya desde la infancia el imitarlos. Un día se fugó de la casa paterna con el fin de llegar a África y allí derramar su sangre por Jesucristo. De vuelta a casa por su tío, quiso suplir el martirio con el fervor de su caridad para Dios y para el prójimo. A los 20 años entró en el Carmelo, donde iba a vivir una vida de tribulaciones, de penitencias y de oración, privada durante diez y ocho años del alivio de los consuelos que luego iba a tener. Su celo la sugirió devolver al Carmelo la Regla primitiva. Con la aprobación de Pío IV y la ayuda del P. Juan de la Cruz, pudo edificar treinta y dos monasterios. El Señor la recompensó con favores singularísimos, visiones y éxtasis y con la transverberación de su corazón. A la oración ferventísima unía la práctica de grandes penitencias por la salvación de los infieles y la conversión de los herejes. El fuego de su caridad acabó con su vida en Alba, el 4 de octubre de 1582. Su cuerpo continúa incorrupto hasta nuestros días. Reconocidos sus milagros por la Iglesia, Teresa fue canonizada por Gregorio XV.

"SUFRIR POR AMOR". — Al Amado que se te descubre en la muerte, le encontraste ya, oh Teresa, en los padecimientos de la vida presente. "Si hay algo que merezca la pena de volver a este mundo, sería el deseo de sufrir en él algo más todavía". — "No me admiro, dice Bossuet, de que Jesús haya querido morir: debía a su Padre este sacrificio. Pero ¿qué necesidad tenía de haber vivido y terminado sus días entre tantos trabajos? La razón es la siguiente: por ser el varón de dolores, como le llamaba el Profeta, únicamente quiso vivir para sufrir; o para decirlo con más energía con la bella palabra de Tertuliano, quiso saciarse, mejor que morir, en el placer de la paciencia: Saginari voluptate patientiae discessurus volebat3. He aquí un modo extraño de hablar. ¿No creerías tú que, según el sentir de este escritor eclesiástico, toda la vida del Salvador fue un festín cuyos manjares todos eran tormentos? Banquete raro para el mundo, mas Jesucristo lo consideró digno de su paladar. Su muerte era suficiente para nuestra salvación; pero no bastaba su muerte al maravilloso apetito que tenía de sufrir por nosotros. Fue necesario añadir los azotes y esa corona atroz que taladra su cabeza y todo el aparato de espantosos suplicios. Y todo eso ¿por qué? Porque sólo vivió para sufrir, y quería hartarse del placer de sufrir por nosotros antes de morir". Y, por eso, puesto en la cruz, "viendo en los decretos eternos que ya nada le quedaba por sufrir: Ah, exclama, se acabó, todo se ha consumado1: vámonos, nada nos queda que hacer en este mundo; y al instante entregó su alma a su Padre”. "

PADECER O MORIR”. — Ahora bien, si fue este el espíritu de Jesucristo Salvador nuestro, ¿cómo no va a ser el de su esposa Teresa de Jesús? "También ella quiere padecer o morir; y su amor no puede aguantar que otra causa distinta de la que difirió la muerte del Salvador, retrase la suya. A vista de este magnífico ejemplo deben encenderse nuestros corazones. "Si somos verdaderos cristianos, tenemos que desear el permanecer siempre con Jesucristo. Ahora bien, ¿dónde encontramos a este adorable Salvador de nuestras almas? ¿En qué lugar podremos estrecharle entre los brazos? En sólo dos lugares se le encuentra: en su gloria o en sus suplicios, en su trono o en su cruz. Para estar con él tenemos, pues, que abrazarle en su trono, ye so nos lo procura la muerte, o bien unirnos con su cruz y esto lo logramos mediante el sufrimiento; de modo que h a y que sufrir o morir para no perder nunca al Salvador. Suframos, pues, cristianos, suframos cuanto Dios quiera enviarnos: aflicciones y enfermedades, miserias y pobreza; injurias y calumnias; procuremos llevar constante y valiente mente cualquier partecilla de su cruz con que tenga a bien honrarnos".

ORACIÓN Y VIRTUD. — Enséñanos tú ese cristianismo fuerte y verdadero, ya que la Iglesia te presenta como madre y maestra de sus hijos en los caminos de la vida espiritual. Cierto que la perfección no se adquiere en un día; tú lo dijiste: "Caro costaría, si no pudiésemos buscar a Dios sino cuando estuviésemos muertos al mundo... Dios me libre de gente tan espiritual, que todo lo quiera hacer contemplación perfecta, dé do diere" Pero también nos libre Dios de esas devociones mal entendidas y pueriles que tú llamaste "devociones a bobas" y que tanto repugnaban a la rectitud ya la dignidad de tu alma generosa. No quisiste otra oración, sino la que te "hiciese crecer las virtudes"; convéncenos, pues, del gran principio que, refiriéndote a la oración, expresaste con estas palabras: "el caso es que en estas cosas interiores de espíritu la que más aceta y acertada es, es la que deja mejores dejos... Llamo dejos, confirmados con obras... ¡Oh! que ésta es la verdadera oración, y no unos gustos para nuestro gusto no más Y únicamente se salvará el que haya observado los mandamientos y cumplido la ley; y el cielo, tu cielo, Teresa, es la recompensa de las virtudes que practicaste y no de las revelaciones ni de los éxtasis que Dios te otorgó.


PLEGARIA. — Alcánzanos desde esa mansión en que tu amor se alimenta de la dicha infinita, como en otro tiempo se sació de padecimientos en la tierra, que España, que te vio nacer, conserve celosamente en estos menguados tiempos de hoy su hermoso título de católica. No olvides tampoco el notable influjo que tuvo Francia  amenazada en su fe para determinarte a devolver al Carmelo su austeridad primitiva. Quiera Dios que tus hijos reciban las bendiciones del cielo y aumenten en número y más todavía e n mérito y santidad. E n todas las latitudes donde El Espíritu de Dios multiplicó a  tus hijas, recuerden siempre sus asilos benditos los primeros "palomarcitos de la Virgen Nuestra Señora", donde "comenzó la Divina Majestad a mostrar sus grandezas en unas mujercitas flacas". El fin de sus oraciones y de sus ayunos se enderezó siempre al triunfo de la fe, a la ayuda de sus defensores; ¡cuán dilatado campo se abre a su celo en estos aciagos días! Con ellas y contigo pedimos a Dios estas dos cosas: "La una, que haya muchos de los muy mucho letrados y religiosos que hay, que tengan las partes que son menester para esto (para trabajar por la Iglesia)... y a los que no están muy dispuestos, los disponga el Señor, que más hará uno perfecto que muchos que no lo estén. La otra, que después de puestos en esta pelea, que... no es pequeña, los tenga el Señor de su mano para que puedan librarse de tantos peligros como hay en el mundo, y tapar los oídos en este peligroso mar del canto de las serenas... Mira, Dios mío... y habed lástima de tantas almas como se pierden, y favoreced vuestra Iglesia. No permitáis ya más daños en la Cristiandad, Señor; dad ya luz a estas tinieblas"

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