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martes, 6 de septiembre de 2016

LA MISA NUEVA - Mons.Marcel Lefebvre

La destrucción de los altares por los protestantes

De la misa evangelica de Lutero al novus ordo missae
(CONTINUACIÓN)

Nada más necesario para la supervivencia de la Iglesia Católica que el Santo Sacrificio de la Misa; echar sombras sobre él equivale a sacudir los cimientos de la Iglesia. Toda la vida cristiana, religiosa, sacerdotal, se funda sobre la Cruz, sobre el Santo Sacrificio de la Cruz renovado sobre el altar. Lutero concluye con la negación de la transubstanciación y de la presencia real, tal como fue enseñada por la Iglesia Católica. Para él el pan sigue siendo pan. En consecuencia, como lo dice su discípulo Melanchton, ton, que se alza con fuerza contra la adoración del Santísimo Sacramento: "Cristo insttituyó la Eucaristía como un recuerdo de su Pasión. Es una idolatría adorarlo" (p. 262).

De ahí la comunión en la mano y bajo las dos especies: efectivamente, al negar la presencia del cuerpo y la sangre de Nuestro Señor bajo cada una de las dos especies, es normal que la Eucaristía sea considerada como incompetente bajo una sola especie.  Ahí se puede medir la extraña similitud de la Reforma actual con la de Lutero. Todas las nuevas autorizaciones referentes al uso de la Eucaristía van en sentido de menos respeto, del olvido de la adoración: comunión en la mano y su distribuci6n por laicos, incluso por mujeres; reducción de las genuflexiones, lo cual ha llevado a que numerosos sacerdotes las omitan; uso de pan común y de vasos comunes, todas reformas que contribuyen a la negaci6n de la presencia real tal como se enseña en la Iglesia Católica.

No se puede menos que sacar como conclusión que, por estar los principios íntimamente unidos con la práctica según el adagio "lex orandi, tex credendi", el hecho de imitar en la liturgia de la misa la Reforma de Lutero lleva infaliblemente a adoptar poco a poco las propias ideas de Lutero. La experiencia de los últimos seis años, a partir de la publicación del nuevo Ordo, lo prueba con creces. Las consecuencias de ese modo de proceder, presuntamente ecuménico, son catastróficas, primeramente en el terreno de la fe, y sobre todo en la corrupci6n del sacerdocio y la escasez de vocaciones, en la unidad de los católicos, desunidos en todas partes por causa de esa cuestión que los toca tan de cerca, y en las relaciones con los protestantes y los ortodoxos. La concepción protestante sobre ese tema vital y esencial de la Iglesia –Sacerdocio-Sacrificio-Eucaristía- es totalmente opuesta a la de la Iglesia Católica. No por nada se celebró el Concilio de Trento y se produjeron todos los documentos del Magisterio vinculados con él desde hace cuatro siglos. Resulta imposible, desde el punto de vista psicológico, pastoral, y teológico, que los católicos abandonen una liturgia que constituye verdaderamente la expresión y el sostén de su fe para adoptar nuevos ritos que fueron concebidos por herejes, sin someter con ello su fe a un enorme peligro. No se  puede imitar constantemente a los protestantes sin convertirse en uno de ellos. ¡Cuántos fieles, cuántos sacerdotes jóvenes, cuántos obispos, han perdido la fe desde la adopción de esas reformas! No se puede contrariar a la naturaleza Y a la fe sin que ellas se tomen su venganza.  Os resultará de provecho leer el relato de las primeras misas evangélicas y sus consecuencias para convencernos de ese extraño parentesco entre las dos Reformas.

"En la noche del 24 al 25 de diciembre de 1521, la muchedumbre invadió Ia Iglesia parroquial...La «misa evangélica» iba a comenzar. Karlstadt sube a la cátedra, predica sobre la Eucaristía, presenta la comunión bajo las dos especies como obligación y la confesión previa como inútil. Basta solamente con la fe. Karlstadt se presenta en el altar con traje seglar, recita el confiteor, empieza la misa como siempre hasta el evangelio. El ofertorio, la elevación, en una palabra, todo lo que recuerda la idea de sacrificio, se suprime. Después de la consagración viene la comunión. Entre los asistentes muchos no se han confesado, muchos han comido y bebido y hasta tomado aguardiente, pero se acercan igual que los otros. Karlstadt distribuye las hostias y presenta el cáliz. Los comulgantes toman con la mano el pan consagrado y beben a su gusto. Una de las hostias se escapa y cae sobre la ropa de un asistente, un sacerdote la levanta. Otra hostia cae al suelo. Karlstadt dice a los laicos que la levanten y, como se niegan a ello por respeto o por superstición, se contenta con decir: que se quede donde está, siempre que no le pasen por encima".

El mismo día un sacerdote de los alrededores daba la comunión bajo las dos especies a unas cincuenta personas, de las cuales solamente cinco se habían confesado. El resto había recibido la absolución en masa y como penitencia se les había recomendado simplemente no recaer en el pecado. Al día siguiente Karlstadt celebraba sus esponsales con Anna de Mochau. Muchos sacerdotes imitaron su ejemplo y se casaron. Durante ese tiempo, Zwilling, escapado de su convento, predicaba en Eilemburgo.  Se había quitado el hábito de monje y usaba barba. Con traje de seglar, tronaba contra la misa privada. En Año Nuevo distribuyó la comunión bajo las dos especies. Las hostias se distribuyeron de mano en mano. Muchos se las guardaron en el bolsillo y se las llevaron. Una mujer, al consumir la hostia, dejó caer unos trozos al suelo. Nadie hizo caso.  Los fieles tomaron ellos mismos el cáliz y apuraron grandes tragos.

El 29 de febrero de 1522 Zwilling se casó con Catherine Falki. Hubo entonces una verdadera epidemia de casamientos de sacerdotes y de monjes. Los monasterios comenzaron a vaciarse. Los monjes que quedaban en los conventos arrasaron los altares con excepción de uno solo, quemaron las imágenes de los santos, y hasta el óleo de los enfermos. Entre los sacerdotes reinaba la mayor anarquía. Cada uno decía la misa a su gusto. El consejo, desbordado, resolvió fijar una liturgia nueva destinada a poner orden, aprobando las reformas.  Por ese medio se reguló la manera de decir misa. El íntroíto, el Gloria, la epístola, el evangelio y el Sanctus se conservaban, seguidos por una predicación. El ofertorio y el canon se suprimieron. El sacerdote recitaría simplemente la institución de la Cena, se dirían en alta voz y en alemán las Palabras de la Consagración, y se daría la comunión bajo las dos especies. El canto del Agnus Dei de la comunión y del Benedicamus Dominus terminaba el servicio (pp. 281-285). Lutero se preocupa por crear nuevos cánticos. Busca poetas y los encuentra, no sin dificultades. Las fiestas de los santos desaparecen. Lutero dispone las transiciones conserva el mayor número posible de ceremonias antiguas, limitándose a cambiar su sentido. La misa conserva gran parte de su aparato exterior. El pueblo vuelve a encontrar en las iglesias la misma decoración, los mismos ritos, con retoques hechos para agradarle, porque ahora se le tienen muchas más contemplaciones que antes. Tiene conciencia de que se lo toma más en cuenta en el culto.

El Matrimonio de Lutero y Catalina Von Bora


Toma parte más activa por el canto y la oración en alta voz. Poco a poco el latín da paso definitivamente al alemán.  La consagración será cantada en alemán y se concibe en estos términos: "Nuestro Señor, la noche en que fue traicionado, tomó pan, dio gracias, lo partió Y lo dio a sus discípulos diciendo: Tomad Y comed, éste es mi cuerpo que fue entregado por vosotros. Haced esto, todas las veces que lo hagáis, en memoria mía. De la misma manera, tomó el cáliz después de la cena Y dijo: Tomad y bebed todos, éste es el cáliz, un nuevo testamento, en mi sangre que fue vertida por vosotros Y por la remisión de los pecados. Haced esto, todas las veces que lo hagáis, en memoria mía" (p. 317). De esa manera se ve el agregado de las palabras "quod pro vobis tradetur" (que fue entregada por vosotros) Y la supresión de misterium fidei  de "pro multis" en la consagración del vino. Estos relatos acerca de la misa evangélica, ¿no expresan los sentimientos que tenemos en cuanto a la liturgia reformada a partir del Concilio? Todos esos cambios del nuevo rito son verdaderamente peligrosos porque poco a poco, sobre todo los sacerdotes jóvenes, que ya no tienen idea del Sacrificio, de la presencia real, de la transubstanciación y para los cuales todo eso ya no significa nada, repito, los sacerdotes jóvenes pierden la intención de hacer lo que hace la Iglesia, y ya no dicen misas válidas. 


Ciertamente, los sacerdotes de edad, cuando celebran según el nuevo rito, tienen todavía la fe de siempre. Han dicho misa durante tantos años que conservan sus mismas intenciones y se puede creer que sus misas son válidas. Pero en la medida en que esas intenciones se alejan, desaparecen; en tal medida, sus misas ya no serán válidas. Han querido aproximarse a los protestantes, pero son los católicos los que se han vuelto protestantes, y no los protestantes los que se han Vuelto católicos. Eso es evidente.  Cuando cinco cardenales y quince obispos asistieron al "Concilio de jóvenes" en Taizé, ¿cómo pueden esos jóvenes saber qué es el catolicismo y qué es el protestantismo? Algunos tomaron la Comunión entre los protestantes, y otros entre los católicos.

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