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viernes, 2 de septiembre de 2016

Ite Missa Est

2 DE SEPTIEMBRE

SAN ESTEBAN,
REY DE HUNGRÍA
Misa – Os Justi
Epístola – Eccli; XXXI, 8-11
Evangelio – San Lucas; XIX, 12-16



"LIBERTADORES" DE  LAS NACIONES. — Obispos y sacerdotes aceptaron una muerte cruel para salvar en Francia la fe católica puesta en peligro por la Constitución civil del Clero. Y para salvar a Europa amenazada por el Islam, Dios suscitó un rey y un santo, Esteban de Hungría, que en el siglo X, después de hacerse el apóstol su pueblo, le dio una organización cristiana, recibida de la Santa Sede la dignidad real, colocó la cruz sobre su corona Y consagró su país a Nuestra Señora de la Asunción.

EL SANTO REY. — Las naciones, como los individuos, tienen que cumplir una misión en la historia y, para no faltar a su cometido, sacan de  su fe el valor necesario. Por apartarse de la cismática Bizancio, aseguró Esteban a su país nueve siglos de prosperidad, y la tranquilidad a Europa. En efecto, fue en Budapest, "donde gracias al arrojo de las tropas magiares, adiestradas para la defensa de la civilización cristiana, fue desecha la horda invasora de los infieles; allí se echó atrás, vencida, la orgullosa media luna, ante la cruz de Cristo Redentor" Esteban llevaba una vida pura y penitente como la había de llevar más tarde San Luis, Rey de Francia; amaba a los pobres y cuidaba a los enfermos, hacía justicia a los humildes, levantaba iglesias y monasterios; profesaba fervoroso culto a la Santísima Virgen. "Es San Esteban, escribía Pío XI, el ejemplo perfecto del príncipe cristiano y con razón se le invoca como amparo y gloria del pueblo húngaro. Efectivamente, no sólo le enseñó con la práctica de la verdadera religión el medio de conseguir la salvación eterna, sino que también le levantó y ennobleció por Ala cultura humana y civil. De ahí proceden aparte de otras ventajas y distinciones, ese gran número de hombres célebres que ilustraron su patria con la probidad de su vida, con su sabiduría en las artes y en letras y con otros trabajos”.



FIDELIDAD A LA IGLESIA. — El santo Rey quiso recibir su corona del Papa Silvestre II. Sólo la furia de las logias masónicas ha podido arrebatar esta corona a su virtuoso sucesor, y ser en nuestros días causa de las tristes consecuencias que todos conocemos muy bien. En este momento, la Iglesia es perseguida; la escuela nacionalizada y ya no se da con la libertad de otros tiempos la enseñanza cristiana; en la cárcel hay obispos y muchos sacerdotes por el único crimen de haber proclamado los derechos de la conciencia y de la Iglesia y haber defendido su libertad puesta en peligro. Pero, si los tiempos son tristes para aquel desventurado país, no debemos olvidar que la Iglesia tiene las palabras de vida eterna, que los sacrificios con tanto heroísmo llevados- no pueden quedar sin fruto y que Dios hará llegar días de gloria y de paz a Hungría, la cual otra vez ha de vencer al enemigo de Dios, por su constancia y su fidelidad a Dios y a la Iglesia. Recemos la Oración de la Misa por toda la Iglesia, pero de un modo especial por Hungría: «Suplicamoste, oh Dios Omnipotente, concedas tu Iglesia el que merezca tener por glorioso protector en los cielos a tu Santo Confesor Esteban, al cual, mientras reinó en la tierra, tuvo por propagador. Por Nuestro Señor Jesucristo. Amén.

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