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jueves, 2 de junio de 2016

DE LAS DIVERSAS ESPECIES DE MILAGROS QUE JESUCRISTO OBRO EN VIDA - SANTO TOMAS DE AQUINO

DE LAS DIVERSAS ESPECIES DE MILAGROS QUE JESUCRISTO OBRO EN VIDA - SANTO TOMAS DE AQUINO

II. Los Fenómenos celestes



Jesucristo negó a los fariseos los milagros del cielo que le pedían. Pero en la muerte de Cristo el Padre quiso honrarle con señales del cielo. Es San Lucas quien nos lo cuenta: Era ya como la hora de sexta, y las tinieblas cubrieron toda la tierra hasta la hora de nona; oscurecióse el 'sol y el velo del templo se rasgó por medio (23-44s). En el comentario que Santo Tomás nos da de estos prodigios, invoca el testimonio de San Dionisio Areopagita, como testigo de los sucesos. La crítica ha dado su fallo sobre los escritos del Pseudo-Areopagita, que no serían anteriores al siglo V. San Lucas no nos habla de eclipse de sol, que sería más extraño en el plenilunio, sino del oscurecimiento del cielo en toda la tierra, que debemos entender la de Judea, como en tantos otros pasajes de la Sagrada Escritura. Duró este fenómeno unas tres horas, y nos trae a la memoria las tinieblas de Egipto, de que nos habla el Éxodo.

III. Los enfermos y los muertos




Son las curaciones de los enfermos las que más abundan en el Evangelio. Es que abundaban entonces, como hoy, los enfermos que deseaban su curación y acudían a aquel maravilloso médico, que con una sola palabra o con el contacto de sus manos devolvía a todos la salud plena, y no hay que decir que cuantos habían experimentado la piedad y el poder de Jesús le prestarían entera fe y adhesión. Con esto Jesús quería asimismo probar que quien tenía poder para curar los males del cuerpo, también lo tenía para curar los males del alma. Por esto dice al paralitico: Tus pecados te son perdonados, Y luego: Para que veáis que el Hijo del hombre tiene poder de perdonar los pecados, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa (Mt. 9,6). Es San Juan el que más particularmente pone de relieve esta finalidad de los milagros de Jesús, pues esto significa que, después de curar al ciego de nacimiento, pronuncie aquella palabra: Mientras estoy en el mundo, soy luz del mundo (9,5). Y poco antes había dicho: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no anda en tinieblas, sino que tendrá luz de vida (8,12). Y al resucitar a Lázaro dijo: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mi aunque muera, vivirá (Jn,25), y porque esto exige del hombre ciertas disposiciones morales, por eso Jesús exige la fe de parte de quienes le piden estos favores, sean los enfermos, sean sus allegados, y por esto Jesús se siente como coartado por la incredulidad y, al contrario, muestra gran satisfacción cuando encuentra almas de gran fe. No han faltado en nuestros tiempos quienes pretendieron explicar por la fe que no obro milagros en las curaciones de Jesús. Es ésta una de tantas explicaciones como la incredulidad ha inventado contra los milagros del Evangelio.

IV. Los seres irracionales





Para manifestar Jesús su poder sobre la creación entera, obra también prodigios sobre los seres irracionales. Dio a los discípulos pesca abundante (Lc. 5,6), calmó la tempestad del mar (Mt, 8,18-23), caminó sobre las aguas, proveyó en la boca de un pez de una dracma para ¡pagar el impuesto del templo (Mt. I7,23-26), multiplicó los panes (Mt. 14, 3-2I; IS,32-39). Todos estos hechos responden al mismo propósito de Jesús: mostrar quién Él era y engendrar la fe en los beneficiados o testigos de tales milagros. Santo Tomás en estas cuestiones procura poner de relieve el motivo de los milagros, que viene a ser el sentido de los mismos. El primero, que abarca todos los milagros y que viene a ser el sentido literal histórico, es probar con ellos la dignidad de su persona, su misión divina y la verdad de su palabra. A este propósito plantea el Angélico en un artículo esta cuestión: si los milagros hechos por Jesús son prueba suficiente de que Dios está con El por unión personal, es decir, si es de verdad Hijo de Dios.

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