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sábado, 5 de marzo de 2016

MODOS DE LA PASION DEL SEÑOR - Santo Tomás de Aquino

DE LA CULPABILIDAD DE LOS JUDIOS EN LA PASION DE CRISTO.

En este artículo se propone Santo Tomás una cuestión muy interesante para establecer la concordia entre diversos pasajes del Nuevo Testamento. Efectivamente, de una parte afirma Jesús de los judíos que, si no hubiera venido y no les hubiera hablado, no tendrían pecado; pero ahora no tienen excusa de su pecado… Si no hubiera hecho entre ellos obras como ninguno otro hizo no tendrían pecado; pero ahora no sólo han visto, silla que me aborrecen a mí y a mi Padre (lo. 15,22.24).

Estas palabras se ven confirmadas en la conducta de los judíos con Jesús. Ahora bien, si tienen pecado, como dice el Salvador, luego tienen conocimiento de quién El es. La parábola de los viñadores parece confirmar esto mismo (Mt, 21,32). Pero enfrente de estos textos tenemos otros que arguyen ignorancia en los judíos. Empecemos por las palabras del Señor en la cruz: Padre, perdónalos; no saben lo que hacen (Le. 23,34). Y las otras de San Pedro al pueblo: Ahora bien, hermanos, yo sé que por ignorancia habéis hecho esto, como también vuestros príncipes (Act. 3,17). Más expresivas son las palabras de San Pablo al asegurar que los príncipes de este siglo no conocieron la sabiduría del Evangelio, pues, si la hubieran conocido, nunca hubieran crucificado al Señor de la gloria (1 Coro 2,8).

Entraba en los planes de Dios que Jesús se revelase como Mesías e Hijo de Dios con palabras y obras, de suerte que los hombres de buena voluntad le pudieron reconocer; mas también debía cumplirse el misterio de la cruz, del cual dependía la salud del mundo, cooperando a ello los hombres con su ignorancia y con la perversión de su voluntad incrédula. Misterio grande de la providencia de Dios que los judíos rechacen al Mesías, por quien tanto habían suspirado. La solución de Santo Tomás empieza por distinguir entre el pueblo indocto, que al principio se entusiasmaba con la doctrina y los milagros de Jesús, a quien luego abandonó, y las clases directoras, los sacerdotes, fariseos y escribas, que creían poseer las llaves de la sabiduría.

La responsabilidad de los primeros es escasa comparada con la de los segundos. A aquéllos convienen plenamente las excusas del Señor y de San Pedro arriba citadas. Cuanto a las clases directoras del pueblo, que estaban más capacitadas para juzgar, es preciso distinguir en Jesús la mesianidad, la filiación divina per excellentian gratiam sillgularis y la filiación divina natural, per naturam, De todos estos puntos había dado Jesús argumentos eficaces, pero no igualmente eficaces sobre cada uno de los tres aspectos de su personalidad; que no es igual el misterio de la mesianidad que el de una justicia excelente, que el de la divinidad. La  lumbre sobrenatural, que sería suficiente para hacer ver lo primero, no lo era para manifestar lo segundo y menos lo tercero. Pero en todos los tres casos esa lumbre divina exige aquella buena voluntad de que nos habla el coro angélico, y ésa es la que a los escribas y doctores faltaba y por lo que fueron gravísimamente responsables de la muerte de Jesús. Era su ignorancia afectada, que no excusa de la culpa. De manera que los judíos pecaran al pedir la crucifixión de Jesucristo, Hijo del hombre, y también Hijo de Dios. Y esto nos dice la gravedad de ese pecado.

La solución de Santo Tomás empieza a distinguir entre el pueblo indocto, que al principio se entusiasmaba con la doctrina y los milagros de Jesús, y las clases directoras, los sacerdotes, fariseos y escribas, que  creían poseer las llaves de la sabiduría. La responsabilidad de los primeros es escasa comparada con la de los segundos. A aquellos conviene plenamente la excusa del Señor y las de San Pedro arriba citadas.

Cuanto a las clases directoras del pueblo, que estaban más capacitadas para juzgar, es preciso distinguir en Jesús la mesianidad, la filiación divina per excellentiam gratiae singularis y la filiación divina per naturam. De todos estos puntos había dado Jesús argumentos eficaces sobre cada uno de los tres aspectos de su personalidad; que no es igual el ministerio de su mesianidad que el de una justicia excelente, que el de la divinidad. La lumbre sobrenatural, que sería suficiente para hacer ver lo primero, no lo era para manifestar lo segundo y menos lo tercero. Pero en los tres casos esa lumbre divina exige aquella buena voluntad de que nos habla el coro angélico, y esa es la que los escribas y doctores les faltaban y por la que fueron GRAVISIMAMENTE RESPONSABLES de la muerte de Jesús. Era su IGNORANCIA AFECTADA, que no excusa de la culpa. De manera que los judíos pecaran al pedir la crucifixión de Jesucristo, Hijo del hombre, y también Hijo de Dios. Y esto nos dice de la gravedad de este pecado. Para sellar este comentario, y a la vez, aclararlo más, citamos a continuación las palabras de Santo Tomás: “Hay que distinguir en los judíos los mayores y los menores. Son los mayores los que se decían sus “príncipes”, de estos, como de los demonios, se dice en el libro “Cuestiones del Nuevo y Antiguo Testamento” que “conocieron ser Jesús el Mesías prometido en la ley, pues veían en El cuantas señales habían predico los profetas”; pero el misterio de su divinidad lo ignoraron, por lo cual dice el Apóstol: “Si lo hubieran conocido, nunca lo hubieran crucificado al Señor de la gloria”

Hemos, sin embargo, de tener en cuenta que su ignorancia no les excusaba de crimen, pues era ignorancia afectada La Ignorancia afectada no excusa de pecado, antes más bien parece agravarle, pues demuestra que el hombre se halla tan inclinado a pecar, que consiente en incurrir en la ignorancia para no evitar el pecado. Por esto pecaron los judíos, no solo como autores de la crucifixión del Mesías-hombre, sino también de Dios  Veían las señales evidentes de su divinidad, mas, por odio o por envidia de Cristo, las pervertían, y rehusaban dar fe a las palabras con que se declaraba ser Hijo de Dios. Por esto el mismo Señor dice de ellos: “Si no hubiera venido y no les hubiera hablado, no tendrían pecado; mas ahora no tienen excusa de su pecado”. Y luego añade: “Si no hubiera hecho entre ellos obras que ningún otro hizo, no tendrían pecado”. Bien puede considerarse como dichas en la persona de ellos mismos las palabras de Job: “Dijeron a Dios; retírate de nosotros, no queremos la ciencia de tus caminos”.

En cuanto a los menores, es decir, al pueblo, que ignoraba los misterios de la Sagrada Escritura, no alcanzaron un pleno conocimiento de que El fuera el Mesías niel Hijo de Dios; y aunque algunos de ellos creyeron en Cristo, pero la masa del pueblo no creyó. Y, si alguna vez llegaron a sospechar que El era el Mesías, por los milagros y por la eficacia de su doctrina, como consta por San Juan, luego fueron engañados por los príncipes para que no creyeran ser el Mesías y el Hijo de Dios. Por esto San Pedro les dice: “Yo sé que por ignorancia habéis hecho esto, igual que vuestros príncipes”, porque habían sido engañados por estos.

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