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martes, 22 de marzo de 2016

LE DESTRONARON - Del liberalismo a la apostasía La tragedia conciliar.


CAPITULO XVIII
EL MITO DE “LA SOLA LIBERTAD”
De Lamennais a Sangnier
“Ellos no temen trazar paralelos blasfemos entre el Evangelio y la Revolución.”
San Pío X, Notre Charge Apostolique



Apenas constituido, el liberalismo católico va a lanzarse al asalto de la Iglesia con la bandera del progreso. Permitidme evocar algunos nombres de este liberalismo progresista Lamennais (1782-1854) Félicité de Lamennais, sacerdote que se rebelará contra la Iglesia y será infiel a su sacerdocio, funda su liberalismo en el mito del progreso de la humanidad que se manifiesta por medio de aspiraciones crecientes de los pueblos hacia la libertad. Este movimiento, dice, “tiene su principio indestructible en la ley primera y fundamental en virtud de la cual la humanidad tiende a despojarse progresivamente de los lazos de la infancia, a medida que, el cristianismo creciente y en desarrollo vaya emancipando la inteligencia y los pueblos alcancen, por así decirlo, la edad madura”. En la Edad Media, la humanidad estaba en su infancia y necesitaba la tutela de la Iglesia; hoy día los pueblos ya adultos deben emanciparse de esta tutela, mediante la separación de la Iglesia del Estado. En cuanto a la Iglesia, debe adaptarse a este nuevo orden de cosas que Ella misma ha creado: “Un nuevo orden social, fundado sobre un inmenso desarrollo de la libertad, que el catolicismo ha hecho necesario, desarrollando en nuestras almas la verdadera noción y el sentimiento del derecho.” El volante de presentación del programa del diario L’Avenir nos da el remate perfectamente liberal de la teoría de Lamennais: “Todos los amigos de la religión deben comprender que ésta no necesita sino una sola cosa: la libertad.” Era querer someter a la Iglesia al derecho común a todas las asociaciones o confesiones religiosas ante la ley. El Papa Gregorio XVI no podía dejar de condenar este error y lo hizo en la encíclica Mirari Vos del 15 de agosto de 1832, condenando: “Aquellos que quieren separar la Iglesia del Estado y romper la mutua concordia del Imperio y del sacerdocio” pues, explica: “Lo que es cierto, es que esta concordia que siempre fue tan favorable y saludable a los intereses de la Religión y a los de la autoridad civil, es temida por los partidarios de una libertad desenfrenada “e igualmente: “Esta máxima absurda, o mejor dicho este delirio, que propugna ser preciso asegurar y garantizar a quien sea la libertad de conciencia.”

Ciertamente, la Iglesia, no podía acomodarse al principio revolucionario y liberal de la libertad para todos y de la misma libertad reconocida a todas las opiniones religiosas sin discriminación. En cuanto a la emancipación progresiva de la humanidad, la fe católica le da su verdadero nombre: la apostasía de las naciones. Marc Sangnier y “Le Sillon” A pesar de las condenas de los Papas, el liberalismo progresista continúa su pene-tración de la Iglesia. El Padre Emmanuel Barbier escribió un pequeño libro titulado Le Progrès de Libéralisme Catholique en France sous le Pontificat du Pape Léon XIII [El Progreso del Liberalismo Católico en Francia bajo el Pontificado del Papa León XIII]. Hay un capítulo que trata del “catolicismo progresista”, del cual el autor dice: “La expresión del catolicismo progresista es la que M. Fogazzaro presenta en su novela Il Santo para designar el conjunto de reformas que él pide a la Iglesia en su doctrina, su vida interior y su disciplina. Hay casi una identidad de tendencias entre el movimiento que estudiamos en Francia y aquel cuyo portavoz más escuchado en Italia es actualmente Fogazzaro.” Si Fogazzaro expuso sin vergüenza alguna el plan de penetración de la Iglesia por el modernismo, eso quiere decir que el modernismo y el catolicismo liberal son actitudes parecidas y usan tácticas semejantes.

En 1894, Marc Sangnier funda su revista Le Sillon que se convertirá en un movimiento de la juventud que sueña con reconciliar a la Iglesia con los principios de 1789, el socialismo y la democracia universal, basándose en el progreso de la conciencia humana. La penetración de sus ideas en los seminarios, la evolución cada vez más indiferentista del movimiento llevaron a San Pío X a escribir su Carta Notre Charge Apostolique del 25 de agosto de 1910 que condena la utopía de reformar la sociedad acariciada por los jefes de “Le Sillón”: “Nos sabemos muy bien que se glorían de exaltar la dignidad humana y la condición demasiado menospreciada de la clase trabajadora, de hacer justas y perfectas las leyes del trabajo y las relaciones entre el capital y los asalariados; finalmente, de hacer reinar sobre la tierra una justicia mejor y un mayor caridad, y de promover, por medio de movimientos sociales profundos y fecundos, en la humanidad un progreso inesperado. Nos, ciertamente, no reprochamos esos esfuerzos, que serían, desde todos los puntos de vista, excelentes, si los sillonistas no olvidasen que el progreso de un ser consiste en vigorizar sus facultades naturales por medio de energías nuevas y en facilitarle el juego de su actividad dentro del cuadro y de una manera conforme a las leyes de su constitución; y que, por el contrario, al lesionar sus órganos esenciales, al romper el cuadro de su actividad, se impulsa a ese ser, no hacia el progreso, sino hacia la muerte. Esto es, sin embargo, lo que quieren hacer de la sociedad humana; éste es su sueño de cambiar las bases naturales y tradicionales de la sociedad y de prometer una ciudad futura edificada sobre otros principios, que ellos tienen la osadía de declarar más fecundos, más beneficiosos que los principios sobre los cuales reposa la ciudad cristiana actual.”

Luego de haber denunciado a ejemplo de León XIII, el falso lema de libertad-igualdad, San Pío X descubre las fuentes del liberalismo progresista de “Le Sillon”: “Finalmente, en la base de todas las falsificaciones de las nociones sociales funda-mentales, ‘Le Sillon’ pone una idea falsa de la dignidad humana. Según él, el hombre no será verdaderamente hombre, digno de ese nombre, sino en el día en que habrá adquirido una conciencia luminosa, fuerte, independiente, autónoma, pudiendo prescindir de todo maestro, no obedeciendo más que a sí mismo, y capaz de asumir y de cumplir sin falta las más graves responsabilidades. Grandilocuentes palabras, con que se exalta el sentimiento del orgullo humano (...) “Porque se inspira a vuestra juventud católica la desconfianza hacia la Iglesia, su madre; se le enseña que, después de diecinueve siglos, la Iglesia no ha logrado todavía en el mundo constituir la sociedad sobre sus verdaderas bases; que no ha comprendido las nociones sociales de la autoridad, de la libertad, de la igualdad, de la fraternidad y de la dignidad humana (...) El soplo de la Revolución ha pasado por aquí (...) Nos no tenemos que demostrar que el advenimiento de la democracia universal no significa nada para la acción de la Iglesia en el mundo.”

San Pío X denuncia entonces el indiferentismo de “Le Sillon” que es tan parecido, como dos hermanos, al del Vaticano II: “¿Qué pensar de este respeto a todos los errores y de la extraña invitación, hecha por un católico, a todos los disidentes para fortificar sus convicciones por el estudio y para hacer de ellas fuentes siempre más abundantes y de fuerzas nuevas? ¿Qué pensar de una asociación en que todas las religiones y incluso el libre-pensamiento pueden manifestarse en alta voz y a su capricho?” Y el santo Papa va al fondo de la cuestión: “[‘Le Sillon’] no forma ya en adelante más que un miserable afluente del gran movimiento de apostasía, organizado, en todos los países, para el establecimiento de una Iglesia universal que no tendrá ni dogmas, ni jerarquía, ni regla para el espíritu, ni freno para las pasiones (...). Nos conocemos muy bien los sombríos talleres en donde se elaboran estas doctrinas deletéreas (...) Los jefes de ‘Le Sillon’ no han podido defenderse de ellas; la exaltación de sus sentimientos (...) los han arrastrado hacia un nuevo Evangelio (...) al estar su ideal emparentado con el de la Revolución, no temen hacer entre el Evangelio y la Revolución aproximaciones blasfemas...”

Finalmente, el santo pontífice concluye restableciendo la verdad respecto al verdadero orden social:“(...) La Iglesia, que nunca ha traicionado la dicha del pueblo con alianzas compro-metedoras, no tiene que separarse del pasado, y que le basta volver a tomar, con el concurso de los verdaderos obreros de la restauración social, los organismos rotos por la Revolución y adaptarlos, con el mismo espíritu cristiano que los ha inspirado, al nuevo medio creado por la evolución material de la sociedad contemporánea, porque los verdaderos amigos del pueblo no son ni revolucionarios ni innovadores sino tradicionalistas.”

He aquí pues, los términos enérgicos y precisos con que el Papa San Pío X condena el liberalismo progresista y define la actitud realmente católica. Mi mayor consuelo es poder decirme que soy fiel a la doctrina de este Papa canonizado. Los textos que os he citado aclaran notablemente las doctrinas conciliares sobre esta materia, en las que me detendré a continuación.

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