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lunes, 18 de enero de 2016

"Presencia de Satan en el Mundo Moderno"


INFLUENCIA DE SATAN EN EL MUNDO MODERNO

"Se ha escrito copiosamente, desde Julio César —dice Papini—sobre la «dulce Francia», pero nadie, creo, ha hecho sobre ese país el extraño descubrimiento que enuncio aquí: Francia es la tierra prometida del satanismo."

Extraño descubrimiento en efecto. Y Papini insiste. No es novela lo que pretende escribir. Es un hecho que comprueba, asegura él: "Una complacencia perfectamente consciente del mal por el mal, un gusto por la perversión cruel, una teoría y una práctica de la rebelión contra Dios y contra toda ley moral, particularmente la ley cristiana." Pero como Papini muestra, a lo largo de su libro, una indulgencia muy acentuada por Satán, no quiere que se interprete mal su aseveración, tan poco halagadora para nosotros: "Quiero inmensamente a Francia — precisa —, su arte, su literatura, y su civilización; no tengo, pues, ninguna intención de calumniarla.

Y para demostrar que no hablo ni al azar, ni en broma, me veo obligado a producir una larga enumeración de nombres de obras." Y cita efectivamente un buen número de escritores nuestros. Cosa curiosa, no son siempre los que citaríamos nosotros como habiendo tenido "tendencias satánicas". Ni una palabra de Voltaire, de Diderot,de d'Alembert, de d'Holbach, de Condorcet. En cambio encuentra satanismo hasta en autores católicos: Georges Bernanos y Francois Mauriac. Todo esto no es muy serio. Si la Revolución Francesa, en gran número de sus aspectos y de sus acontecimientos — no en todos —, puede ser considerada como satánica, es imposible olvidar que corrió, durante mucho tiempo, un proverbio según el cual se hablaba en la Iglesia de las Gesta Dei per Francos. Desgraciadamente desde hace dos siglos es igualmente posible hablar de la Gesta Diaboli per Francos. Todo el problema para nosotros está en saber si nos hemos curado de esa servidumbre satánica y si queremos, sí o no, volver a nuestra secular tradición de luz y de verdad en la caridad divina. Diversos grados de presencia satánica Dejando de lado las vanas lucubraciones de Papini, vamos a tratar de hacernos una idea más exacta de la acción de Satán en el universo que habitamos, en este año 1959. Un primer punto nos parece muy seguro: Satán actúa en ciertos países más que en otros. Surge de ahí un segundo punto no menos evidente, a saber que es posible distinguir los grados de presencia de Satán en el seno de los pueblos, algo análogo a los grados de presencia que hemos discernido entre los individuos. Hemos dicho que la acción de Satán va creciendo de la tentación a la infestación y de la infestación a la posesión. Tiene pues que haber países poseídos, países infestados y países simplemente tentados por Satán. Hasta aquí nada de inverosímil. La dificultad surge cuando queremos hacer la aplicación práctica de estos planteos lógicos. Lo que vamos a decir es un punto de vista personal y no compromete más que a nosotros mismos.

El país en el seno del cual advertimos actualmente la presencia de Satán en el más alto grado, es decir en el grado de la "posesión colectiva", no vacilemos en decirlo, es la China Popular.

Lo que sabemos de ella, de lo que pasa detrás de la "cortina de bambú", es literalmente diabólico: ¡inmenso país que contiene a un cuarto de la humanidad! Inmenso país sometido a un régimen de una dureza, de un poder, de una eficacia increíbles; inmenso país donde la mentira por una parte y el desprecio de la vida humana por la otra,
ejecuciones en China

éstos dos síntomas de la presencia de Satán, ejercen sus estragos de una manera más violenta y más generalizada que en ninguna otra parte. Si el comunismo ateo existe a base de mentiras, por su negación de Dios, del alma, su negación de toda espiritualidad, debemos decir que en ninguna parte la mentira triunfa como en China Roja. Un observador norteamericano, John Strohm, que acaba de ser admitido para que pase allí varias semanas y que ha podido ver, leer y oír muchas cosas que sabíamos por otra parte, pero en forma más vaga y menos precisa, atestigua que la China vive sobre la mentira de la "agresión norteamericana",
cartel de la revolución cultural
de la cual se sirven los dirigentes chinos por más que saben que esta agresión es un mito, para azuzar a su pueblo, para obligarlo a sufrir, en plena paz, un régimen de estado de sitio, para impulsarlo no solamente al trabajo, lo cual sería bueno, sino al armamento febril, al odio más agresivo y quizá a las aventuras más catastróficas.


Pero este observador, muy atento desde el punto de vista económico y político, no habla de los aspectos religiosos del problema. Ahora bien, la China, con respecto a la religión, tenía el culto, sobre todo, de los antepasados y de la familia, unido a un cierto culto por ídolos. ; El número de cristianos no superaba los tres o cuatro millones, sobre seiscientos cuarenta, o sea uno por doscientos! Pero esta modesta y valiente Iglesia de China está siendo "liquidada", como se dice en el grosero lenguaje del comunismo. La persecución se ha enconado en la forma más brutal contra los europeos, luego contra los mejores entre los cristianos. Su mayor triunfo, sin embargo, ha consistido en arrastrar al cisma una parte demasiado grande de la Iglesia católica misma, mediante la consagración de un número considerable de obispos elegidos del pueblo, pero separados de todo vínculo con Roma.

La China Roja, por otra parte, se ha revelado satánica por su desprecio de la vida humana. Uno de sus principales dirigentes ¿no ha declarado que su país es el único que puede permitirse desatar una guerra? "Podemos perder —  dijo —, trescientos millones de chinos. Quedarán todavía trescientos cuarenta millones." ¿Una frase como ésta no es acaso puro satanismo? Y lo que le da verosimilitud es el modo con que se ha tratado hasta hoy a los adversarios del régimen. De acuerdo con las estadísticas británicas, se ha ejecutado entre ochocientos mil y un millón quinientas mil personas en China Roja, desde hace diez años. Las cifras norteamericanas son mucho más elevadas y van desde los cinco a los diez millones, y aún veinte millones. Es probable que la verdad esté entre los dos extremos. Pero; es seguro que la República Popular China ha nacido en un baño de sangre humana! Y lo que ocurrió en el Tibet nos da una nueva prueba de ello. Se ha hablado a menudo, desde hace cien años, en nuestro país, del peligro amarillo. Este peligro es ahora inminente. Muy probablemente de la China se propagará el incendio que un día u otro devorará a toda la tierra. Por todas estas razones, porque pensamos en el millar de millones de chinos hambrientos que habrá en el mundo antes de cuarenta años, porque consideramos la mentalidad china actual, el predominio del comunismo ateo en esta parte del mundo, creemos poder hablar de una posesión diabólica colectiva en esa tierra lejana. Infestaciones Inmediatamente después de la China, aunque muy diferente de ella, nos permitimos colocar a Rusia comunista. Pero entre el caso de la China y el de Rusia, creemos que existe tanta diferencia como entre una posesión y una infestación, ¿Cuál es esta diferencia? Para nosotros es esencial. La China Roja está poseída. Satán es allí el amo. Agita este gran cuerpo en todos sentidos. Establece un orden perverso, una disciplina de hierro, una ambición temible, un apetito de dominio que no cesará, sin duda, de crecer, un furor de destrucción que nuestros sobrinos o sobrinos nietos verán, sin duda, en actividad.

En Rusia, el Demonio está presente en la conducción, en la política, en la enseñanza, en los designios de futuro de los dirigentes. Pero lo que durante tanto tiempo se ha llamado "la santa Rusia"
escudo de Rusia
permanece intacta, en una gran parte. La fe vive, la plegaria actúa.
Los embustes del Demonio no han alterado la fe intensa del pueblo ruso.
Procesiones en Rusia

Las infestaciones son violentas y érfidas, pero ineficaces en lo concerniente al alma profunda de la nación. Todo lo que sabemos o creemos saber sobre Rusia nos hace llegar a la conclusión de la dualidad esencial entre el partido diabólico que ejerce el poder y las masas populares que siguen siendo cristianas. Por su paciencia, por su fidelidad, por su apego a las viejas tradiciones nacionales, Rusia no sólo resiste a los ataques del Demonio, sino que se prepara, tal vez, por gracia de la Virgen María, la Panagia, Toda-Santa, a una resurrección que asombrará al universo. En todo caso, en un conflicto que abarcara al universo todo, no es seguro que avanzara con los enemigos de Dios y de su Cristo, ¡que obedeciera a la voz de orden de Satán! Si llegamos a algún conflicto gigantesco análogo al que antes de la creación del hombre, opuso a Miguel contra Lucifer, es decir los ángeles fieles a los ángeles rebeldes, es probable que los dos campos enfrentados no desatarán, como se cree comúnmente, un conflicto puramente político entre dos bloques, entre el este y el oeste, sino un conflicto altamente religioso entre Cristo y Satán, entre el amor y el odio, entre la fe y la incredulidad.

Países de tentación Una China poseída, una Rusia infestada, esto significa, añadiéndoles un determinado número de países menores que es inútil nombrar, por lo menos la mitad de la humanidad. Sería absolutamente ridículo creer y decir que la otra mitad está exenta de los ataques de Satán. Todos los capítulos de este libro han hecho ver a Satán actuando en países cristianos, en viejas tierras de civilización cristiana. Ni las posesiones individuales ni las infestaciones son desconocidas en tales regiones. Sin embargo, es lo que podemos llamar el régimen de la tentación diabólica la regla general en nuestro país. La tentación es cosa de todos los días, casi de todos los instantes. Asume todas las formas. Varía según los caracteres y los tempera momentos. Querer describirla, sería simplemente hacer un tratado de los pecados capitales: el orgullo, la lujuria, la envidia, etc. Pero no es esto lo que merece retener nuestra atención en el cuadro de conjunto que tratamos de trazar. No hace mucho —el 20 de febrero de 1959 — un semanario católico importante, La Francia católica, publicó un artículo de María Winowska, en quien todos concuerdan en ver a uno de los espíritus más lúcidos de nuestra época: La tercera tentación. Se trata de la tentación del Demonio con respecto a Cristo, aquella en que le muestra todos los reinos de la tierra y le dice: "Todo esto será tuyo si postrándote ante mí, me adoras." María Winowska pone en escena a un joven indio que acaba de recibir el bautismo. Han subido a Montmartre. Bajo su vista se despliega el inmenso y magnífico espectáculo de París. Y el joven indio exclama: "— ¿Por qué no vivís de acuerdo con vuestra fe? El Evangelio es formal; oración primero, prudencia primero, fe primero, caridad primero. Está en el papel, pero ¿en la práctica" Y María Winowska contesta: — Tienes razón, pero ¡hay con todo personas en nuestro país, hombres, mujeres, que practican el Evangelio! ¡Te lo aseguro! Y hasta son muchos. Y esto es lo que nos defiende. Pero existen también deficiencias, lagunas, cosas ilógicas. Y el joven indio prosigue: — ¡En su mayoría los cristianos de Europa viven como si no tuvieran fe. No quiero decir que no la tengan, pero la ocultan bien —y añade sin piedad: —He visto sacerdotes que me han hablado de técnicas de apostolado, de métodos, de adaptaciones, de prensa, de cinematógrafo, de televisión. Seguramente son buenos sacerdotes, pero ¿por qué no dicen lo esencial? ¡Para nosotros la prudencia es más que eso, más que todo en el mundo! ¿Qué proporción hay del Creador a la criatura? Naturalmente María Winowska protesta. No se puede juzgar al clero por un contacto exterior. No es posible acusarlo de activismo sin conocer su vida interior total. Ya hemos hecho dos "revoluciones" en materia religiosa desde hace cincuenta años: una litúrgica que está lejos de haber dado todavía todos sus frutos —una revolución bíblica que está sólo en sus comienzos — y queda por cumplir una revolución mística que responderá totalmente a los deseos tan justos de María Winowska y del joven indio. La tentación grande para los cristianos de nuestra época, no una tentación de detalle, sino la tentación más común, más general, más peligrosa, es preferir las cosas a Dios. El joven indio sostiene que ha tratado de aplicar un "test" a los cristianos que ha encontrado. Este "test" era justamente la tentación del Demonio en la montaña.
(1 Doctrina separatista de los flamencos belgas de tendencia germanófila.)
(N. de la T.)

"Ahora bien — dijo —, sabéis que eran muy pocos los que no hubieran consentido en hacer una pequeña reverencia, aunque más no fuera que una inclinación pequeñita, al tentador que les ofrecía los reinos de este mundo. Me decían: «Cuando tuviera todo eso, sería para gloria de Dios» o bien: «Es menester hacerle algunas concesiones al mundo para dominarlo mejor», o por fin: «El cristianismo no podrá resistir si no se adapta al progreso.» Abrevio, pero ¡le aseguro que todas esas personas tenían más confianza en las técnicas humanas que en la fe! . . ."
En suma, sobre cuarenta y siete personas prudentemente sondeadas, el indio sólo había encontrado tres o cuatro que prefirieran verdaderamente a Dios antes que las cosas. Y huelga decir que no se había dirigido más que a excelentes católicos. Tal es, pues, la "tercera tentación". Todos estos buenos católicos tienen fe, hasta tienen las obras de la fe, tienen la esperanza y la caridad. Son de esos que San Pablo llamaba "santos", es decir almas en las cuales habita Dios. Pero son también almas ilógicas — y todos lo somos más o menos —, almas que no van hasta el final de las exigencias de su fe, almas en las cuales, para hablar aún como María Winowska, el haber tiene más importancia que el ser. Tiene mil veces razón cuando llega a la conclusión: "Toda la ciencia del mundo no vale una onza de prudencia y el progreso técnico más vertiginoso queda corto si el hombre no lo domina cualitativamente. Dicho de otro modo: ¿qué le sirve al hombre ganar al mundo entero si llega a perder su alma?"

Hace tres siglos Pascal decía ya, en un lenguaje incomparable: "Todos los cuerpos juntos, y todos los espíritus juntos, y todas sus producciones, no valen el mínimo movimiento de caridad. Esto es de otro orden infinitamente más elevado." Vista de conjunto Tendríamos, a nuestro entender, un cuadro de nuestro mundo actual enteramente falso si confundiéramos la oposición este-oeste con el confrontamiento: Satán contra Dios; si separáramos al planeta en dos zonas absolutamente distintas: la del Diablo en China y en Rusia y en los otros países comunistas y la de Dios, que sería el lado nuestro. Vamos a dar la palabra a un ruso como prueba. Hemos leído, hace poco, a uno de ellos en nuestros diarios. Se trata de un ingeniero soviético que ha venido a Europa occidental con una misión científica y que pasa entre nosotros una temporada relativamente larga. Y decía: "En el fondo ustedes los occidentales son materialistas. Pueden con el dinero obtener todos los bienes, satisfacer todos los deseos. Pero justamente, no piensan más que en eso.
Materialismo
La vida, la actividad, la ciencia, la técnica, todas las ocupaciones y preocupaciones, las consagran ustedes a este objetivo físico: acrecentar el bienestar, mejorar la comodidad. Automóvil, heladera eléctrica, televisión: he ahí para la inmensa mayoría de ustedes la razon de vivir."
¿Quién se atrevería a decir que no hay una parte de verdad en esta acusación? El materialismo no es solamente tara del comunismo, también lo es del capitalismo. Si hemos de creer al mismo ingeniero, la decadencia infligida al hombre por el capitalismo sería mucho más grave que en el régimen comunista. Veamos, en efecto, la continuación de su razonamiento: "Para nosotros, por el contrario, todas estas cuestiones no existen (quiere decir, la búsqueda del bienestar). La comodidad de ustedes nos es prácticamente desconocida. Porque no tenemos esa posibilidad, ni siquiera pensamos en ello. Han matado en nosotros el deseo de estos bienes materiales, que los acapara por entero a ustedes. Y al hacer esto, nos han liberado. Toda la energía que ustedes malgastan en la búsqueda de cosas fútiles, nosotros la empleamos en leer, en la música, en reflexionar, en soñar. ¿Qué otra cosa quieren que hagamos cuando por la noche regresamos a nuestro departamento estrecho, un poco, si quieren, como un monje a su celda?" Y terminaba con estas palabras: "Sí; tenemos todavía el tiempo para pensar y el gusto del pensamiento, pero, ¿y ustedes?" ¡Qué consoladoras serían estas palabras si entre las ocupaciones que este ruso tiene a bien reservarse hubiera, a continuación de las palabras: "leer, música, reflexionar, soñar" esta pequeñísima indicación: rezar! No obstante, se advierte que el ideal de este ingeniero es más elevado que el de los dirigentes comunistas: alcanzar y superar a los Estados Unidos en productividad, riquezas materiales, millones de toneladas de acero, de carbón, de kilovatios, de automóviles, de estaciones de televisión, etc. Lo que este ingeniero desprecia — y que nosotros despreciamos como él en la medida en que todo esto se opone al desarrollo espiritual del ser humano— es justamente lo que los jefes de su pueblo y de las otras naciones comunistas han tomado como objetivo final. ¿El comunismo no está acaso definido en China?: "¿A cada cual según sus necesidades?", y nuestras necesidades en esta fórmula ¿no son ante todo nuestros deseos materiales? Pero no tenemos que oponer comunismo al capitalismo. El uno y el otro están inspirados por Satán, en la medida en que niegan a Dios y el alma. El comunismo, en total, no ha hecho otra cosa que retomar la filosofía "burguesa". Es fruto de ella. La lleva al extremo. Si es verdad que no existe ni Dios, ni el diablo, ni el espíritu, y que todo es materia, el capitalismo y el comunismo no son más verdad el uno que el otro ¡porque no hay más verdad en el sentido cabal del vocablo, todo es mentira, todo es satánico! Después de esto, sin alegría, pero sin miedo tampoco, denunciamos aquí como marcas indudables de la presencia de Satán entre nosotros algunos rasgos de nuestra "civilización" contemporánea que nadie puede negarse a ver:  la mediocridad de nuestros grandes medios de difusión, cinematógrafo, radiotelefonía, televisión; mediocridad que no reside en el poder de la propaganda, sino en la nobleza y la belleza de la acción ejercida sobre las almas;  el erotismo ambiente que se despliega en las novelas, en las piezas de teatro, en las canciones, en todo lo que resumen estas palabras: "los espectáculos", "las distracciones" en el sentido pascalino, "los ocios"; la degradación del arte moderno, que parece no tener ya el gusto de lo bello, sino únicamente de lo feo o de lo obscuro.

Al final de este capítulo, que hubiera sido fácil prolongar, ¿qué vemos? Satán en obra por todas partes. Frente a él, una sola fuerza real: Jesucristo. Por una parte, el materialismo ateo, la mentira, el desprecio de la vida humana, la sangre de Abel derramada por Caín. Por la otra, la fe, la caridad, la inmensidad del amor, en la oración, en la adoración, en el rechazo del odio satánico, en el deseo de la extensión universal del reino de Dios, en el entusiasmo de la demanda incesante de corazones: "Vénganos tu reino." La visión de la historia universal no ha cambiado: Ciudad de Dios contra Ciudad de Satán, ¡Ciudad del Amor contra Ciudad del Odio! Hay dos estandartes: el de Satán y el de Jesucristo. Cosa extraña, el cristiano que hace profesión de despreciar la vida presente, porque sabe que existe otra, eterna, practica, sin embargo, el respeto más absoluto por la vida humana y por la persona humana. En cambio Satán que convence a sus adeptos que la vida presente es la única, que no existe otra, después de ésta, la cual constituye el bien supremo del hombre, Satán manifiesta por esta misma vida, que es todo, un desdén que se traduce; en campos de concentración, en ejecuciones en masa, en hornos crematorios, en torturas deshonrosas! ¡Vale decir que la mentira está siempre asociada al asesinato! Pero el reproche más grande que hacemos a los adeptos de Satán, es la mutilación que infligen al hombre, negándole el infinito, rehusándole la inmortalidad. La estrechez de espíritu de los incrédulos es lo más lamentable que hay en ellos. A ellos debemos repetir el grito de Tertuliano, a los heréticos de su época: "Parce orbis unicae spei!" ("¡Cuidad la única esperanza del universo!") Si queremos, en efecto, un día poseer este universo mismo que no vale nuestra alma ¡es nuestra alma la que hay que salvar por la fe y el amor! ¡Qué puesta formidable la de la lucha entre Satán y Cristo.

CONTINUA...

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