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jueves, 7 de enero de 2016

"CARTAS PASTORALES Y ESCRITOS por S.E. MONSEÑOR MARCEL LEFEBVRE"


Carta Pastoral Nº 11:
LA RESPONSABILIDAD SACERDOTAL

Tanto para Mons. Gribert como para mí, es siempre una alegría y una gran satisfacción encontrarnos en medio de ustedes. Quisiéramos tanto ayudarlos, no solamente manifestándoles nuestro afecto, sino también a través de nuestras oraciones, por nuestros estímulos y nuestras directivas. Por la mañana, en esta exhortación, insistiré sobre dos consignas particulares: el ser sacerdote en su actitud hacia Dios y las almas, y el tomar conciencia de su responsabilidad sacerdotal y paternal hacia los vicarios y todos los auxiliares inmediatos. Consideren su sacerdocio delante de Nuestro Señor Jesucristo. Tenga esta sed, esta obsesión de vivir con Dios, de estar íntimamente unidos hasta el alma con Nuestro Señor, pero no olviden que esta unión no se puede concretar, no puede ser verdadera, sin sus ejercicios de piedad: oración, breviario, y sobre todo, la Santa Misa, sin excluir a los otros. Sin duda, algunos de ustedes dirán que tienen ocupaciones urgentes, que hay reuniones que los esperan o que indispensables tareas apostólicas los retienen. ¡Qué ilusión es creerse capaz de difundir la vida de Dios alrededor de ustedes, si se descuida el abreviar en las fuentes de esta vida! Necesariamente, obligatoriamente, el sacerdote que descuida sus ejercicios de piedad terminará por entibiarse, por debilitarse. “¿Cómo tendrán sabor los alimentos, si la sal no les da ese sabor?”. Nuestro Señor nos lo advirtió. Piensen en la edificación que brinda a sus fieles un sacerdote que reza, que se une a Dios. Ahora más que nunca, es necesario que las personas que nos ven, a las que nos acercamos, estén persuadidas de que están viendo a un hombre de Dios.

Con este propósito, nos esforzaremos en ser lo que Nuestro Señor ha sido para el mundo: el gran Sacramento. Por Él ha venido la vida de Dios. Por nosotros debe ser dada a las almas a nosotros confiadas. Tengamos cuidado de estar satisfechos por haber construido escuelas, iglesias, lugares de reunión; mas, tengamos cuidado de creer que nuestro apostolado es fructuoso porque hayamos podido reunir gente, lanzar movimientos: todo eso es el “medio”. Lo que tenemos que pedir sin cesar, es saber verdaderamente que la gracia penetra en los corazones, y por eso, hagamos todo para que las almas estén dispuestas a la gracia, que tengan sus aptitudes como para recibirla en abundancia. Hay que crear ese ámbito favorable para nuestra actitud de bondad paternal, de solicitud, de paciencia. Antes de la recepción de los sacramentos, de mucho servirán algunas palabras de edificación, animando a una gran generosidad. En la Iglesia, seamos siempre respetuosos del lugar santo: sin gritos, ni descontento, ni exclamaciones. ¿Qué pensaran de Dios los fieles, viéndonos nerviosos e impacientes? ¿Cómo crear ese ambiente sobrenatural que debe impregnar las almas y dispensarles la gracia?

Es en ese espíritu que, ya en una circular precedente, había insistido para que los sacerdotes eviten ir demasiado frecuentemente a comer a las casas de familia, así como asistir a los cines. La visita a los parroquianos es útil y deseable, pero la asiduidad con algunas familias y las frecuentes comidas fuera de la comunidad, son nocivas. Demasiado a menudo se frecuenta a los fieles por pura amistad humana, tal como lo hacen los mundanos. El sacerdote no se muestra ya como tal. Pueden, ciertamente, ocurrir casos excepcionales de los cuales son jueces. Pero les pido que sean más bien estrictos sobre este tema. Asimismo, hay películas que es útil ver, y aún edificantes; pero en esta cuestión, hay que ser muy discreto y evitar ir regularmente al cine (sin hacer alusión aquí a los cines parroquiales). La presencia del sacerdote puede ser un escándalo para los espectadores. Hay que decir que, aún cuando la película sea correcta, a menudo existe alguna parte del programa a la cual un sacerdote no tendría que asistir.

 No se extrañen, entonces, si se dan algunas directivas previas con respecto a ese tema. Para disponer a las almas a la gracia de Dios, no basta con elevar los corazones, hay que esclarecer las inteligencias. Permitan que les diga cuánta angustia siento frente a la desorientación de los espíritus. Parece que ya no se sabe más dónde está la verdad y el error y, lo que decepciona profundamente, es ver de una manera demasiado general, nuestra prensa católica francesa, desarrollar ideas que no están de acuerdo con la doctrina enseñada por nuestro Santo Padre el Papa… (Se finge condenar al comunismo únicamente porque es ateo, como si los papas no hubieran condenado al comunismo como intrínsecamente malo e incapaz de producir efectos felices en una sociedad). Se denota una secreta admiración para el sistema, excepción hecha de su ateísmo. Con respecto a la escuela libre, ya es mucho si se la admite. Los problemas de ultramar son juzgados bajo el aspecto de un internacionalismo venido del comunismo y a favor de un igualitarismo utópico, de un indiferentismo religioso, de lo cual habló el Papa habló en su mensaje de Navidad.  Podríamos decir que la lectura de algunas revistas como “Espíritu”, y diarios como “Testimonio cristiano”, no debería mas ser alentada. Su espíritu es demasiado ajeno al de la Iglesia y amasa modernismo y liberalismo. Tengamos la preocupación de seguir siempre las directivas del Papa, de leer sus escritos con atención, de conformar con nuestros espíritus con el suyo, que es el espíritu de Cristo.  El segundo punto que quería conversar con ustedes es la solicitud pastoral que deben tener por sus vicarios y sus colaboradores inmediatos. Tengan cuidado con los sacerdotes jóvenes que les son confiados. Recuerden que el primer superior es, por

lo general, aquel que más le marca la vida a un sacerdote. ¡Qué responsabilidad! Vigílenlos a fin de facilitarles la vida espiritual con la regularidad en los ejercicios de piedad, por ejemplo, con un consejo fraternalmente dado. En su apostolado, también tienen que ayudarlos, aconsejarlos, facilitarles el estudio del idioma. Es curioso comprobar que algunos superiores son muy celosos para con sus fieles y negligentes con los que están con ellos.

Y esto es verdadero también para los hermanos y las religiosas. A ellos, en particular, no es raro escucharlos haciendo críticas, porque a menudo tienen cosas, detalles que pedir cuando se los va a ver, que se trata de detalles materiales o pequeñas molestias en sus obras o en su comunidad, pero sucede que uno ya está saturado, y entonces se promete no poner más los pies en esa casa. Verdaderamente, ¿es eso ser un superior, un padre espiritual de las almas? Sepamos escuchar, sepamos elevarnos por encima de nuestras impresiones y guardar siempre una condescendencia paternal. Y si las encontramos demasiado poco religiosas, ¿no somos un poco culpables? ¿Les damos todos los socorros espirituales que necesitan: conferencias espirituales por lo menos mensuales, avisos en el confesionario, sin olvidar el ejemplo de la piedad y de la caridad?

No olvidemos tampoco a todos aquellos que forman esta familia de la cual somos los padres: empleados de la misión, catequistas, monitores… Sepamos crear a nuestro alrededor un espíritu de celo, de confianza mutua, de generosidad, que edificará y será la prenda más cierta de un apostolado fecundo en toda la parroquia, la misión, o la obra a nosotros confiada.

Para terminar, quiero expresarles la profunda satisfacción que sentí, durante mi visita con Mons. Gribert. Precisamente durante ella tuve esta muy feliz impresión, al verlos llenos del deseo de extender el reino de Nuestro Señor, que una santa emulación les animaba: doy gracias a Dios por ello y deseo vivamente, sobre todos en los tiempos que vivimos, que guarden en el corazón la resolución de ser siempre sacerdotes de Nuestro Señor y sacerdotes de la Iglesia católica y romana.

Monseñor Marcel Lefebvre
Carta circular a los sacerdotes nº 53,

Sebikhotane, 25 de abril de 1953

CONTINUA...

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