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miércoles, 4 de noviembre de 2015

LA CRUZADA POR LA LIBERTAD RELIGIOSA EN MEXICO

DE LA MUERTE DE OBREGON AL PUTSCH ESCOBARISTA


¿Quien mejor que el general en jefe de los Cristeros sabrá expresarnos el sentir de los mismos con respecto a la acción del clero y a los arreglos que Roma buscaba? He aquí la carta que él dirigió a los ilustres prelados sobre los rumores que se corrían entre las tropas acerca de los mencionados arreglos: "Desde que comenzó nuestra lucha, no ha dejado de ocuparse periódicamente la prensa nacional, y aun la extranjera, de posibles arreglos entre el llamado gobierno y algún miembro señalado del Episcopado mexicano, para terminar el problema religioso. Siempre que tal noticia ha aparecido han sentido los hombres en lucha que un escalofrío de muerte los invade, peor mil veces que todos los peligros que se han decidido a arrastrar, peor, mucho peor que todas las amarguras que han debido apurar. Cada vez que la prensa nos dice de un obispo posible parlamentario con el callismo, sentimos como una bofetada en pleno rostro, tanto más dolorosa cuanto que viene de quien podríamos esperar un consuelo, una palabra de aliento en nuestra lucha; aliento y consuelo que con una sola honorabilísima excepción de nadie hemos recibido”. “Estas noticias que de manera tan irregular ha dado la prensa, y las que nunca han sido desmentidas de manera oficial por nuestros obispos, siempre han sido de fatales consecuencias para nosotros; los que dirigimos en el campo siempre hemos podido notar que a raíz de una de ellas se suspende el crecimiento de nuestra organización, y para volver a obtenerlo hemos debido hacer grandes esfuerzos. Siempre han sido estas noticias como duchasos de agua fría a nuestro cálido entusiasmo..."[1]

Sobre este mismo tema nos da otro testimonio el P. Arroyo: "...Y al ver esta digna actitud de los católicos, todo mundo creyó que el enemigo sería vencido puesto que la Iglesia sería heroicamente defendida por el pueblo católico mexicano. ¡Que decepción! Todo fue llamarada de petate, porque la mayoría aplastante de obispos y sacerdotes temieron al enemigo, pronto buscaron acomodamiento y cayeron en la conformidad criminal, se sumergieron en la maldita inercia, esperando todos puros milagros del cielo que dieran libertad a la Iglesia. Todos se conformaron en exhortar y recitar unas cuantas oraciones... Los sacerdotes, más estrictos que nunca, en su mayoría acudieron a la teología y sin más consideraciones decretaron la ilicitud de la lucha violenta en defensa de la Iglesia y optaron por acudir y poner en práctica el consejo evangélico de dejarse herir y presentar luego la otra mejilla. De ahí que, como en los tiempos neronianos, aconsejaban al pueblo a que pasivamente ofreciera su cuello al verdugo" [2]

                                                              

 



[1] Carta a los prelados, sobre los arreglos, 16 de mayo de 1929.
[2] Algo sobre la persecución religiosa, defensa armada y arreglos (Carta del R. P. Adolfo Arroyo, vicario de Valparaíso, Zacatecas, 24 de enero de 1934).


                                          Los Arreglos


Frutos de los Arreglos


Modus Vivendi:

Este episodio de la guerra cristera es sin duda uno de los más difíciles de comprender, si humanamente se le considera o se le juzga,pues el entendimiento no alcanza a comprender cómo los que estaban a punto de vencer en el campo de batalla fueron vencidos en el terreno "diplomático o político". Los famosos arreglos entre la Iglesia y el Estado se presentaron, ante los entendimientos de los soldados de Cristo Rey, como una terrible pero verídica pesadilla. No hay palabras para definir el terrible desconcierto que esta noticia causó en los ánimos sufridos, sencillos y simples de estos hombres valientes. Aun para los que no estuvimos en ese tiempo, se nos presenta este episodio como un período muy enmarañado o complicado porque escasea la información sobre este tan complicado tema. Con todo, como nosotros no somos autoridad para afirmar si Roma se equivocó o no y si fue imprudente o no, tan sólo expondremos lo que, sobre este asunto tan espinoso, hemos encontrado. Los Estados Unidos de América seguían minuciosamente los entredichos de Roma y los Cristeros y se valían de eso para unir dos extremos irreconciliables que se suscitaron desde el principio de la guerra. ¿Cuáles eran estos extremos? Bravo Ugarte en su obra nos dice: "... Desde el comienzo de la lucha hubo dos posiciones irreductibles: La del Gobierno de la Casa Blanca que en absoluto no quería un cambio de régimen en México; y la del Gobierno Mexicano que en absoluto no quería la derogación de las leyes persecutorias. Si se quería arreglar la cuestión religiosa era del todo necesario buscar un camino intermedio que salvara los dos extremos y este camino intermedio era Roma”[1]. 

El P. Rafael Martínez del Campo afirmó que: "Después de haber juntado cuidadosamente información de ambas partes, acabó por exclamar delante de sus consejeros ’¡Tengo aquí este bloque de informes del lado de los combatientes y acá tengo otro de los que anhelan un arreglo y como se pueda! ¿A quiénes voy a dar la razón?’ Pero cuando en 1929 fue derrotado Escobar y dispersadas sus tropas, gracias a la ayuda militar de los Estados Unidos, a la Santa Sede le pareció ver con claridad la posibilidad de que, aun de que ganaran los triunfaran los católicos por las armas, la vecina nación del norte les anularía el triunfo de alguna manera. Este mismo pensamiento se sentía entre los combatientes que, debido al creciente desarrollo de sus actividades, tarde o temprano el Gobierno y loa Estados Unidos acabarían por entrar en arreglos o transacciones. Así lo manifestó en una carta el General Gorostieta y también de la misma manera pensaba el General Degollado Guízar. Pero lo que más tarde sucederá hace ver que la Santa Sede no estuvo ni engañada ni ignorante. Además, en Roma impresionaba grandemente la división entre los prelados mexicanos; de manera que fue este el factor decisivo de la determinación de la Santa Sede"[2].

Por otro lado, M. Elizabeth Ann Rice aporta datos muy interesantes sobre la participación de los Estados Unidos en el conflicto religioso en México, para un arreglo, ya desde 1927. He aquí las palabras de M. Elizabeth: "Mr. Dwight W. Morrow, embajador de los Estados Unidos, que presentó sus credenciales ante el Presidente Plutarco Elías Calles el 29 de octubre de 1927, llevaba como instrucción esencial para su actuación extraoficial, el arreglo de la situación religiosa; de la que él mismo afirmaba, ya en diciembre de 1927, la necesidad de un pronto arreglo, por considerarlo no sólo como parte de la política oficial norteamericana; sino que mientras México no hiciera ningún arreglo o modus vivendi del problema religioso, había poca esperanza de llegar a soluciones permanentes en cualquier otro asunto, ya fuera doméstico o extranjero". Con este fin bien determinado, Morrow se entrevistó con el P. Burke, Secretario Ejecutivo de la N. C. W. C., sugiriéndole al Subsecretario Olds que el P. Burke fuera a hablar con Calles. De esta forma, Morrow concertó una primera entrevista entre el P. Burke y Calles, el 1º de febrero de 1928. En esta entrevista, el P. Burke le dijo a Calles que la Iglesia no aceptaba "condiciones que destruyeran su identidad" insistiéndole, además, en la ley del registro de los sacerdotes y el poder de los Estados para fijar el número de los que podían oficiar. Dos hechos muy importantes suceden en abril de 1928: una segunda entrevista del P. Burke y Montavon, del departamento legal de la N. C. W. C., en San Juan de Ulúa y la muerte de monseñor de la Mora y del arzobispo de México y presidente del Comité Episcopal, siendo nombrado, en su lugar, monseñor Ruiz y Flores. Dado que monseñor Díaz y Barreto ocupaba la secretaría de dicho Comité Episcopal, los arreglos ante el gobierno quedaron en manos de ellos. El 17 de mayo de 1928, monseñor Ruiz y Flores junto con el P. Burke y Montavon llegaron a Tacuba a la casa de Lewis B. McBride, agregado militar naval de los E. U. A., donde permanecieron como secuestrados sin hablar con nadie, hasta el 19 del mismo mes, poco antes de la entrevista con Calles. Tiempo que aprovechó muy bien Morrow para instruirlos en lo que debían de decir ante Calles. El resultado, según los representantes de Roma, fue "satisfactorio”. Como se dará cuenta quien esto lea, ya son varios los nombres que se ven desfilar en estos dichosos arreglos. No se extrañe que, hasta la última entrevista, se sigan sumando nombres como el del señor Miguel Cruchaga, antiguo embajador chileno en Washington y entonces miembro de las comisiones de reclamación México-Alemania y México-España, el del P. Walsh de la Universidad de Georgetown, Agustín Legarreta y el ministro británico en el Vaticano, Henry Gotty Chilton y Sir Esmond Ovey, ministro británico en México.

Uno se pregunta: ¿Hay algún representante de los soldados cristeros entre estos nombres?

La respuesta es obvia: NO.

El 1º de diciembre de 1928, Emilio Portes Gil es nombrado Presidente interino de México y, hasta ese momento, nada habían adelantado los “arreglos”. Pero el mes de mayo, Portes Gil dijo: "Si el Arzobispo Ruiz deseara discutir conmigo el modo de asegurar la cooperación en un esfuerzo moral para el mejoramiento del pueblo mexicano, yo no tendré objeción para conferenciar con él acerca de la materia". La primera entrevista de los Prelados y Portes Gil se tuvo el 12 de junio de 1929, después de los tejes y manejes de Morrow. En ella no se llegó a ningún acuerdo porque Portes Gil defendió a capa y espada la posición de Calles ante el P. Búnker, pero se dejó una puerta abierta para seguir negociando. Como era de esperarse, la reacción de los soldados cristeros fue oponerse a todo arreglo sin la participación de alguna comitiva que los representara, según se desprende de la carta que el general Enrique Gorostieta enviara para esas fechas a los señores obispos: "No en verdad los obispos los que puedan con justicia ostentar esa representación. Si ellos hubieran vivido entre los fieles, si hubieran sentido en unión de sus compatriotas la constante amenaza de su muerte por sólo confesar su fe, si hubieran corrido, como buenos pastores, la suerte de sus ovejas, si siquiera hubieran adoptado una actitud firme, decidida y franca en cada caso, para estas fechas fueran en verdad dignísimos representantes de nuestro pueblo. Pero no fue así o porque no debió ser o porque no quisieron que así fuera. Ahora nos será difícil, más bien imposible, que el Episcopado tome sin faltar a su deber una representación que no le corresponde, que nadie le confiere". Esta carta jamás llegó a las manos de los señores obispos Ruiz y Flores y Pascual Díaz y Barreto, quienes tuvieron su última entrevista con Portes Gil el 21 de Junio de 1929. Roma acudió, representada por estos señores obispos, con los siguientes puntos a tratar en esa reunión:

 "1. El Santo Padre está muy dispuesto a una solución pacífica y laica. 2. Amnistía completa para Obispos, sacerdotes y fieles. 3. Devolución de propiedades de la Iglesia, de Obispos y casas de sacerdotes y seminarios. 4. Relaciones sin restricciones entre el Vaticano y la Iglesia mexicana. Únicamente con estas condiciones podrá usted ultimar, si lo piensa decoroso ante Dios". Se firmaron los acuerdos, acuerdos que nunca vio el pueblo católico, terminándose esta fase de la controversia religiosa. Portes Gil, vagamente anunció que: "Se ofrecería amnistía a los rebeldes católicos armados que se rendirán y entregaran las armas...; lo mismo que los individuos encarcelados por faltas contra las leyes religiosas", dando instrucciones al Subsecretario de Gobernación para facilitar el regreso del clero a las iglesias, lo más pronto posible. Volvemos a insistir: todo lo ordenado por Portes Gil sólo fue de palabra y las palabras se las lleva el viento, como se demostró después.



[1] BRAVO UGARTE: México Independiente. México 1959, pág. 430.
[2] Declaración hecha al autor del libro México Independiente.


Continua...



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