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martes, 17 de noviembre de 2015

"Jose Sanchez del Rio" Martir Cristero.

Jose Sanchez del Rio, en su Primera Comunión.

Nada es más alentador para nuestros días de obnubilación y el decrecimiento de la fe y de vergüenza o timidez de confesarla públicamente que el conocimiento de las vicisitudes heroicas que en su momento pasaron los mártires víctimas de la gran persecución que se desato en México haya por los años 1926- 1932 iniciada por Plutarco Elías Calles presidente de México. Miguel Palomar y Vizcarra (miembro del comité de la Liga Defensora de la Libertad Religiosa) exclama:

-Es imposible leer esta bellísima página del Martirologio Mexicano sin exclamar “¡Gloria a la Iglesia Católica de México que en pleno siglo XX, ha renovado los hechos más gloriosos de la Iglesia de las catacumbas!” Ante el admirable y edificante heroísmo y viva fe que nos dejó el niño de trece años de edad José Sánchez del Rio, he aquí el relato. (Quien esta gesta heroica escribe tuvo la gracia de estar en esta ciudad y ante la tumba de Joselito como le llaman de cariño)

José Sánchez del Rio era el menor de seis hermanos. Cuando llegaran a Sahuayo, Michoacán, las noticias de los desmandes atropellos y sacrilegios que cometían los perseguidores del Catolicismo, él, educado por sus piadosos padres en el amor a Jesucristo y a Nuestra Señora, sentía profundo dolor y vivas ansias de juntarse a los Cristeros para dar su sangre por Cristo Rey. Pidió a su madre que lo dejase alistarse en el Ejército Libertador. La madre, sin embargo, aun elogiando su fervor por la defensa de la fe, le dijo:
-Hijo mío, tú eres tan pequeño que más que auxiliar irás a perjudicar. El niño le respondió:

-No, mamá. Vea que nunca fue tan fácil ganar el Cielo como ahora, con el martirio por Cristo Rey, y yo no quiero perder la ocasión.

Aquella buena Madre le autorizó para escribir al Jefe de los Cristeros de Michoacán, Don Prudencio Mendoza. Este señor, como era de esperar, le agradeció el ofrecimiento pero, cariñosamente, se recusó a admitirlo por su corta edad. El niño insistió en que lo admitiesen para algún servicio auxiliar. Men­doza comprendió que en aquel niño había un alma de héroe cris­tiano, y le respondió que "si su madre lo permitía viniese en hora buena". Efectivamente, con la bendición de la madre desolada, partió para los campamentos de Mendoza, que lo admitió como su ordenanza y le dio un buen caballo. A los pocos días, en un combate en las proximidades de Colima, en lo más encendido de la batalla, el General perdió su caballo. Entonces, Joselito, que iba a su lado, baja veloz de su caballo, y lo ofrece a Mendoza, diciéndole:
 
Jose Sanchez del Rio en el ejercito Cristero

-Mi General, aquí está mi caballo. Sálvese usted aunque a mí me maten, pues usted es indispensable y yo no.

Tomó entonces un fusil y continuó combatiendo. Fue luego hecho prisionero por los enemigos y llevado a la presencia del jefe de los federales, General Guerrero. Este, admirado, acogió al chico y en tono afable le dijo:

 -¡Eres un valiente, niño! Deja esos Cristeros y ven con nosotros que será bien mejor para ti! Y el niño, valeroso, le responde:

 -¡Jamás! ¡Jamás! Antes muerto que unirme a los enemigos de Nuestro Señor Jesucristo Rey!¡Fusílenme!

El General desconcertado con la valerosa respuesta del chico ordenó que lo prendiesen hasta que fuese fusilado. Esto aconteció el 5 de febrero de 1928.

Al día siguiente escribió a su madre: Mi querida madre:

Jose Sanchez del Rio, Preso.(a la izquierda).
Fui hecho prisionero en combate en este día. Creo que en los momen­tos actuales voy a morir, pero nada importa, mamá. Resígnate a la voluntad de Dios: yo muero contento, porque muero en la raya al lado de nuestro Dios. No te apures por mi muerte, que es lo que me mortifica; antes diles a mis otros dos hermanos que sigan el ejemplo que su hermano el más chico les dejó, y tú has la voluntad de Dios, ten valor y mándame la bendición juntamente con la de mi padre. Salúdame a todos por última vez y tú recibe por último el corazón de tu hijo que tanto te quiere y verte antes de morir deseaba. José Sánchez del Río.

Cuatro días después, ya sentenciado a muerte; horas antes de morir escribir a una tía:...

“Estoy sentenciado a muerte. A las ocho y media llegará el momento que tanto he deseado... no me en­cuentro capaz de escribir a mi mamá. Tú me haces el favor de escribir también a María. Dile a Magdalena que conseguí que me permitieran verla por última vez, y creo que no se negará a venir. Salúdame a todos; y tú recibe como siempre y por último el corazón de tu sobrino que mucho te quiere y verte desea. ¡Cris­to Vive! ¡Cristo Reina! ¡Cristo impera! y ¡Santa María de Guadalupe! José Sánchez del Río, que murió en defensa de su Fe. No dejes de venir, Adiós".

A las once de la noche fue llevado al cementerio de Sahuayo fue colocado junto a una fosa abierta ya para recibir su cuerpo.

-¿Qué le decimos a tu mamá?

le preguntó un soldado en tono sarcástico a lo que él contesto con gran alegría:

 -Que nos veremos en el Cielo. ¡Viva Cristo Rey! Y cayó acribillado por las balas.


Cuerpo Incorrupto del Beato Jose Sanchez del Rio


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